Sagrario Anta Martínez
Comunizar
A la amenaza del colapso real del planeta al que nos conduce esta forma de organización social, se le suma la (amenaza) del fascismo que resucita los fantasmas de las atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra Mundial, en la guerra y posguerra españolas, en Chile, Argentina, y tantos otros lugares. En la disputa entre las soluciones a la crisis económica surge la extrema derecha. Llegando por votación al parlamento de 24 países europeos, o al gobierno como en Estados Unidos y Brasil, Italia, Austria, Letonia, Eslovaquia, Bulgaria y Finlandia (los 6 últimos en gobiernos de coalición), Polonia, República Checa y Hungría (en estos 3 países gobierna o gobernó la derecha tradicional que en verdad tiene un discurso de extrema derecha) (Amor, 2019).
¿Cómo entender lo anterior? ¿Por qué ha habido un aumento significativo del apoyo “popular” a este tipo de partidos políticos? ¿Por qué ahora? ¿Cuáles son los peligros del fascismo hoy? ¿Hay alguna relación entre la extrema derecha y el capital? ¿Hay salidas al desastre mundial? ¿Cómo pensar lo que está sucediendo en el mundo desde un punto de vista filosófico? Trataremos de responder a estas preguntas entendiendo la extrema derecha como respuesta a la crisis de acumulación del capital y al surgimiento de protesta en las plazas tras 2008. Y considerando tanto la vigencia como la necesidad de pensar desde la negación, repasaremos las reflexiones de Adorno sobre la emancipación tras el genocidio nazi y abordaremos las posibilidades reales de que esto acontezca en momentos en que pareciera alejársenos.
a) La acumulación terminaria y el ascenso de la extrema derecha.
En los 70’ hubo una enorme crisis social y económica -la ecológica también empezaba a percibirse- que supuso una reorganización del capital, del trabajo y del espacio, lo que conocemos como neoliberalismo. El Estado de Bienestar que surgió tras la Segunda Guerra Mundial como respuesta a las luchas obreras de inicio del siglo xx, empezó a mostrar sus límites. La cohesión social que se había conseguido con mejoras en educación y sanidad públicas, servicios de transporte subvencionados, aumento de puestos de trabajo, de los salarios, jubilación, subsidio de desempleo, etc. empieza a tambalearse.
El desarrollo tecnológico llevó a una crisis de sobreacumulación, la mayor inversión en capital fijo que en capital variable, hizo crecer el desempleo. Además EEUU tenía en circulación muchos más dólares que reservas de oro. En 1971, se rompe con el acuerdo de equivalencia entre el oro y el dólar que venía rigiendo la economía mundial desde Bretton Woods (1944). Y en 1973, la Organización de Países Árabes exportadores de petróleo (OAPEP) aumentó cuatro veces el precio del barril. El descontento social se dirigió contra las falsas promesas de bienestar, cuestionando las relaciones abstractas, jerarquizadas, estandarizadas y fetichizadas: la relación de géneros, la racial, la violencia, así como el dominio y uso que se hace de la naturaleza. Así surgieron grandes protestas contra la guerra de Vietnam y el 68 en varias partes del mundo anunciando la posibilidad de otra forma de relacionarnos entre nosotros y con la naturaleza.
El conjunto de los factores anteriores no permitía obtener las cuotas de plusvalor necesario, eran una traba para la ganancia; de ahí que se iniciara una reubicación de capitales hacia lugares más propicios como el sureste asiático: salarios extremadamente bajos para los trabajadores, escasos impuestos para las empresas y la permisividad casi total en materia ecológica funcionaron como enormes captadores de capital. (Muchas ciudades de China y la India (entre otras) sufren hoy directamente la gravedad de estas decisiones con aires altamente contaminados hasta el punto de que se haya convertido en emergencia nacional).
También empezaron a privatizarse las empresas estatales, se extendió el crédito en el mundo (de los hogares a las empresas y viceversa), y se contrató masivamente a mujeres. Las demandas de “igualdad” del feminismo se canalizaron hacia el trabajo asalariado a bajo coste. El dinero traía la falsa promesa de la independencia económica que a su vez traía la (falsa promesa) de la independencia personal frente a las relaciones patriarcales. Omitían hablarnos de la doble jornada, las tareas de cuidados siguieron siendo cuestión de mujeres. La introducción al mercado laboral no acabó con la dominación social del hombre sobre la mujer. Las cifras sobre violencia de género no han disminuido sino que han aumentado con los años: en México, entre 1985 y 2016 ha habido 52210 muertes de mujeres por homicidio (29’8% de cuales entre 2010 y 2016) (SEGOB, 2016), en Oriente Medio y algunos países de África como Nigeria son capturadas por integristas para la esclavitud sexual y doméstica, mientras que en España ya se han dado varios casos de violaciones masivas a jóvenes o adolescentes, con sentencias que más bien invitan a que esto se repita.
Durante décadas, la industrialización del sureste asiático en general y de China en particular dio alas al crecimiento económico mundial (sin olvidar la del este de Europa tras la caída del muro de Berlín). Puede que en algún momento el capitalismo pareciera tan fuerte como incuestionable, de ahí la famosa sentencia de Fukuyama afirmando el fin de la historia. Pero las tasas de pobreza, hambre, guerra, violencia y desastre ecológico no nos permitieron ni permiten creer cabalmente en ello.
En 2008, a costa de la especulación inmobiliaria y el exceso de dinero ficticio, estalla una nueva crisis, de la que no acabamos de salir y que predice otra de mayores dimensiones. Desde ese año, para “salvar la situación”, los Estados decidieron rescatar a la banca, para lo que se destinaron los grandes créditos que recibieron de los organismos financieros y aplicaron “medidas de austeridad”, nuevamente basadas en recortes salariales, aumento de horas de trabajo, despido de trabajadores, menos inversión por parte del estado en educación, sanidad y “servicios públicos” en general, desahucios de viviendas, etc. Lo que vino a alejarnos aún más de la supuesta promesa de bienestar capitalista, afectando principalmente a las mujeres cuya carga de trabajo reproductivo es mayor, así como la violencia hacia nosotras. En general, las condiciones de vida empeoraron para gran parte de la población del planeta. Se profundizó el ya existente antagonismo capital/vida.
En 2011, las llamadas primaveras respondieron a los ajustes manifestándose en varias partes del mundo. El descontento de las plazas, pronto fue dirigido por algunos sectores hacia los partidos políticos de izquierda, como sucedió con Siryza en Grecia, o Podemos en España. A su vez, como réplica a los movimientos de izquierda, una parte del capitalismo opta por un redisciplinamiento de la población basado principalmente en la identidad (nacional, de género y profesional) y en las jerarquías más estrictas (entre nacionalidades, género y función social); es decir, se fundamenta en abstracciones vaciadas de su componente universal, en cuanto que excluyente de lo que no es igual a la definición estrecha. Una humanidad en la que no cabemos todxs no es digna de su nombre, es una humanidad reducida que niega su universalidad. Y esto lo hace desde la positivización de lo positivo, es decir, niega el daño a la naturaleza, niega la violencia hacia las mujeres, con lo cual los impulsan, reafirman el “es”; niegan a los extranjeros (sobre todo a los islámicos) a los que atribuyen junto a las mujeres parte de la responsabilidad de la crisis económica y social nacionales, alegando que quitan empleos y que atraen subvenciones económicas. Con este discurso la extrema derecha canaliza parte de la insatisfacción social e impulsa la violencia física y administrativa hacia lo que no entra en la definición; ya sea por misión u omisión. Promueven leyes de rechazo a los extranjeros, en que se prohíbe la solidaridad, la libertad de expresión y pensamiento o se posicionan favorables a las que criminalizan a las mujeres en caso de violación sexual por ejemplo. En el discurso de los partidos neofascistas se manifiesta toda la frialdad que permitió Auschwitz. El predominio de la razón de la razón. Que no está enfocado a resolver los problemas sociales como el racismo, la misoginia, la violencia, el empeoramiento de nuestras condiciones de vida, sino a reforzarlos. Lo que Adorno, Benjamín y Marcuse (Adorno, Benjamin, 1998: 294) (Marcuse, 2001: 265) llaman el capitalismo monopolista.
Otra facción del capitalismo propone una especie de vuelta al Estado de Bienestar. Así, Stiglitz entiende este tormentoso momento histórico como “el fin del neoliberalismo y el renacimiento de la historia” (Stiglitz, 2019) (1). Este sector tiende a un “socialismo” de Estado basado en un neo-keymesianismo, pero ¿es posible recuperar el Estado de Bienestar hoy? Como señala este autor, la crisis del neoliberalismo es también la crisis de la democracia. El neoliberalismo la ha desgastado. Propone recuperarla y retomar los valores de la ilustración contra el oscurantismo que se está instalando (2019).
En cambio, para Adorno, la democracia no es adecuada a la realidad social (Adorno, 1998b: 25) (en 1959, intervención en Radio Frankfurt con Helmut Becker como conductor del programa):
La democracia no ha echado raíces hasta el punto de que las personas la experimenten como cosa propia, sabiéndose a sí mismos como sujetos de los procesos políticos. Es percibida como un sistema entre otros, como si se pudiera elegir en un muestrario entre comunismo, democracia, fascismo, monarquía; pero no como idéntica con el pueblo mismo, como expresión de su emancipación, de su mayoría de edad (Adorno, 1998b: 19).»
Los bastante elevados niveles de abstención en las elecciones, la obligatoriedad de voto en algunos países como Bélgica, así como los intentos de crear espacios autónomos ya sea colectivos o espacios geográficos de mayor amplitud, pensados como espacios de vida como ocurre con las iniciativas kurdas, nos indican esta falta de credibilidad. La extrema derecha le trata de sacar provecho atribuyendo los problemas sociales a una falta de gobernabilidad, ante la que se propone como solución. Pero más que una crisis de la democracia, que también lo es, se trata de una crisis de confianza en el Estado y en esta forma de organización social opresora, cínica y fría. Las recientes luchas en Chile, Ecuador, Francia, Hong-Kong, Líbano, Irak, Siria, etc. son muestra de ello y un despliegue de potencialidad, que no debiera estancarse en las formas e ir más allá de lo que nos niega.
Volviendo a Adorno, a pesar de no creer en la democracia como conductora de la emancipación, unos años antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando los devaneos del nazismo empezaron a sentirse en su propia familia (tanto su madre como su padre estuvieron en la cárcel y éste último recibió una herida en un ojo (1998: 287), habla -en su correspondencia con Benjamin- de la importancia de mantener el estatus quo, de un reajuste tentativo contra el capitalismo monopolista (Ibíd.: 294). ¿Estamos hoy nuevamente en un momento en que hay que conservar? Claramente hay que conservar ciertos logros y tendencias sociales que se han conseguido en las luchas del pasado, principalmente en el siglo xx, educación y sanidad gratuitos, salario mínimos, subsidios, etc. Sí, pero no podemos quedarnos ahí, tenemos que ir más allá. Detener la crisis ecológica y la decadencia de la humanidad es hoy una urgencia. También para el capitalismo salvarse. Sólo que los dos proyectos son incompatibles y antagónicos. Aún hay para quien el triste estado de la naturaleza no fuera prueba suficiente. Si el conocimiento que en principio debiera mejorar nuestras condiciones de vida las deteriora hasta el punto de borrarnos el futuro, es porque hay un problema con el uso que de él se hace. Lo que quiere decir que hay un problema de tipo filosófico práctico de fondo.
Todo indica que estamos en un momento de cambio, las condiciones de existencia no son las mismas que hace 30 años, tampoco las del capital, ambas se han agravado. El informe Meadows alertaba en los 70’ sobre la decadencia ambiental, ahora estamos en el mismo medio del fango: gran parte del agua potable está contaminada, otra empieza a escasear por sobreexplotación, tal y como el aire y la tierra; muchos minerales han llegado a sus niveles más altos de explotación o están cercanos a hacerlo; han desaparecido numerosas especies animales y vegetales. Desde un punto de vista económico, el crecimiento es tímido, en China, que a pesar de todo sigue siendo la locomotora mundial- se ha reducido considerablemente (del 11% al 8% o menos), con las consecuentes repercusiones en la economía global. Y desde un punto de vista humano, la violencia se extiende en forma de guerras, esclavitud, trabajo forzado, prostitución, trata de personas y de órganos, tecnología para la vigilancia (cámaras, reconocimiento facial, acceso a nuestros datos informáticos, etc). A este conjunto de elementos que indican una mudanza lo llamo acumulación terminaria (Anta, 2019), el capitalismo expresa sus límites y la dominación se está reconfigurando. Frente a esto, se nos plantea la necesidad de reencaminar el andar de la humanidad para la vida teniendo en miras la plenitud.
Todo lo que hagamos ahora es de suma importancia para que haya posibilidades de futuro. Si este cambio lo “conduce” la extrema derecha las consecuencias pueden ser devastadoras. Otra página negra para la historia, tal vez definitiva. Tenemos el recién recuerdo de los fascismos como alerta. Los antecedentes de lo que personas con concentración de poderes pueden llegar a ejecutar con toda la frialdad administrativa, desde la identidad más totalitaria aún nos da escalofríos. El horror de lo pasó funciona como aviso de lo que puede venir. El neofascismo vendría a acelerar la destrucción del planeta y de nosotros. Las barbaridades de los furers, duces, caudillos, etc. que muchas veces se han silenciado institucionalmente tienen consecuencias palpables hoy todavía, traumas individuales y colectivos, para la especie irrevocables que no conviene olvidar.
b) La Dialéctica negativa hoy. Educación para la emancipación
Adorno, en el prólogo de la dialéctica negativa, la define como “la negación de la negación”, como “un atentado contra la tradición” (1984: 7). Que rompe con la prioridad de la abstracción, a la que antepone el pensamiento concreto rechazando el principio de unidad, omnipotencia y supremacía del concepto basado en la identidad. La entiende como movimiento contra la subjetividad fetichizada. Como crítica a la separación “entre filosofía pura y lo concreto y lo formalmente científico” (Ibíd.: 8), recuperando la unidad sujeto/objeto. Así, la dialéctica negativa es filosofía desde los límites del concepto, de la filosofía y del conocimiento:
La filosofía, que antaño pareció superada, sigue viva porque se dejó pasar elmomento de su realización. El juicio sumario de que no hemos hecho más que interpretar el mundo y mutilarse a sí misma de pura resignación ante la realidad se convierte en derrotismo de la razón, después que ha fracasado la transformación del mundo (Ibíd.: 11).
(La dialéctica) se mueve antes bien entre los extremos, y mediante consecuencias extremas impulsa al pensamiento a lo opuesto en lugar de cualificarlo. ( Adorno, 2013: 90)»
Hoy, (la dialéctica negativa) es también filosofía desde los límites del tiempo y del espacio, desde la urgencia, desde los límites de la humanidad; pero con el fin de superarlos, a la luz de nuestra posibilidad.
En algún momento del libro, Adorno señala que la poesía ya no es posible después de Auschwitz, luego niega tímidamente la afirmación anterior: “La perpetuación del sufrimiento tiene tanto derecho a expresarse como el torturado a gritar; de ahí que quizá haya sido falso decir que después de Auschwitz ya no se puede escribir poemas” (Adorno, 1984: 362-363). La poesía no sólo es posible sino necesaria ante la frialdad tecnológica y la inhumanidad, propias de la sociedad burguesa que permitieron el holocausto. El desastre ecológico y humano provocado por el capitalismo claman su carencia, y su necesidad, pues las condiciones objetivas que permitieron Auschwitz siguen ahí: “La barbarie persiste mientras perduren, en lo esencial, las condiciones que hicieron posible aquella recaída. Ahí radica lo terrible. Por invisible que sea hoy la necesidad, la presión social sigue gravitando. Empuja a las personas a lo inenarrable, que culminó en Auschwitz a escala universal” (Adorno, 1998b: 79). Sólo así podemos encontrarnos con Gaza, ISIS, con que hay cada vez más muros entre quienes tienen derecho a vivir y quienes no, (México, Ceuta, Grecia, Hungría, Palestina, los puertos del Mediterráneo que niegan entrada a quienes huyen de la guerra en Oriente Medio o África), los asesinatos y la violencia contra las mujeres y niñxs, el tráfico de órganos, la trata de personas…).
El capitalismo, el Estado burgués, el trabajo asalariado, el plusvalor, el mercado, el dinero, la competencia, fueron las circunstancias que condujeron al holocausto. Las condiciones objetivas no sólo siguen ahí, sino que han empeorado. De los 70’ a 2019, la contradicción capital-vida no ha dejado de reforzarse. Pero el capitalismo sigue sin conseguir la ganancia necesaria. “Mientras las formas burguesas de existencia son conservadas con obstinación, su supuesto económico se ha derrumbado”. De ahí que “como si estuviesen objetivamente amenazados, los que ostentan el poder y su séquito se vuelven subjetivamente inhumanos” (Adorno, 2013: 39). Sin embargo, la vuelta al fascismo no es una cuestión, en lo esencial, psicológica sino social (1998b: 82). O más bien, determinadas circunstancias sociales crean una psicología de la destrucción, dando rienda suelta a un odio que califica de primitivo, cuyo impulso destructivo “contribuye a aumentar todavía más el peligro de que toda esta civilización salte por los aires, algo a lo que, por lo demás, ya tiende por sí misma. Impedir esto me parece algo tan urgente que subordinaría a ello los restantes ideales específicos de la educación” (Ibíd.: 105). El auge del nacionalismo más identitario, autoritario y violento no debiera dejarnos indiferentes.
Adorno advierte del peligro de su radicalización. La identidad con la nación, a la que se le asocia una determinada cultura cerrada que no quiere “contaminarse” con lo diferente a sí; también lleva consigo otras definiciones igualmente cerradas: el género, la profesión, la edad, todas ellas jerarquizadas (el hombre es superior a la mujer, el intelectual al trabajador manual, el adulto al niño y al anciano). Se trata de generalizaciones excluyentes que suelen resolverse en clasificaciones ligadas a la administración. Su propósito es mantener el estado de cosas, la reproducción subordinada a la producción de mercancías, la vida al mandato del dinero. Así, nos encontramos con que Vox (en España) quiere una lista de todas las personas que hacen talleres LGTBI en los colegios; con el Sistema Social de Crédito chino que puntúa a los habitantes según sus hábitos, afines o no al mercado, afines o no al régimen; con asesinatos a defensora y defensores de la naturaleza en América Latina y en el mundo, y un largo etc. Gasear y quemar a millones de judíos también se hizo en función a la definición, a la clasificación y a la eficiencia administrativa. Espanta la inferencia con que se les envío una carta convocándoles para conducirles al horror y a la muerte.
Los juicios se hacen esencializadores, como si hubiera una naturaleza femenina o nacional, cuando hace tiempo que la antropología y las ciencias sociales han desmontado estos sofismos, trayendo a la luz la importancia de la educación. (Los juicios) defienden un supuesto interés colectivo, que en verdad es el interés individual de unos pocos. Está en relación con un lenguaje público, en palabras de Marcuse (1985: 118): “se mueve mediante sinónimos o tautologías; en realidad, nunca avanza hacia la diferencia cualitativa”. Con ello “promueve la identificación inmediata del interés particular con el general” (Marcuse, 1985, p. 120)”. Se tiende a la homogeneinización, ésta oculta la clase, y por tanto la lucha de clases. Una falsa universalidad en cuanto que vacía de cualidad para la humanidad.
Interiorizar estas jerarquías así como la definición genérica y abstracta nos lleva al rol. El rol en cuanto que organizador concreto de nuestra actividad retenida está íntimamente ligado a la distribución del trabajo (empezando por la casa), nos asocia a una función o disfunción para la ganancia y reproduce el poder a escalas. Con esto, el individuo se niega en lo que niega al otro ejerciendo su minipoder, poniendo a funcionar la competencia -que en cuanto al tiempo de producción de mercancías es la que determina su valor-. Así, supone nuestro falso autorreconocimiento que impide el reconocimiento mutuo (Anta, 2017). La competencia está ligada al plusvalor, a la producción más rápida de mercancías y al aumento del rendimiento (Becker en Adorno, 1998:b 110) no a la vida plena que debiera ser nuestra única motivación humana. Reforzar nuestra cualidad humana no se consigue alentando la rivalidad que induce a la barbarie y es contraria a la educación humana (Adorno 1998b: 110). Pues la educación debe corresponder a la creación del hombre, no a la producción de mercancías (Vaneigem, 1995: 27).
En el pensamiento mercantil se genera la separación sujeto/objeto, teoría/práctica: el pensamiento objetivo, distante, insensible, el predominio de la razón y su superioridad sobre las emociones. Esto último es también negado desde las ciencias médicas, el neurobiólogo António Damásio, en su estudio de la conciencia que relaciona con el conocimiento, nos dice que conciencia y emoción no pueden separarse: “cuando la conciencia se encuentra alterada, lo mismo ocurre con la emoción” (2). Hace la relación entre emoción y conciencia, por un lado, y entre ambas con el cuerpo, por otro (Damásio 2000 : 35). Presenta las emociones como la corporización de la lógica de supervivencia (Ibíd.: 62). Entendida en términos médicos: de continuidad de vida, es decir, la supervivencia de la especie.
Hoy sabemos a qué extremos nos puede conducir la identificación con la definición más acabada. Pero como las condiciones se han agravado considerablemente, el desastre humano promete ser más acabado también. La bomba atómica creada y usada en ese contexto de la Segunda Guerra Mundial, la perfección tecnológica de la destrucción y el aumento en inversión para su fabricación atizan el peligro: “Pareciera como si la fatalidad histórica tuviera preparadas, para frenar la explosión demográfica, unas contraexplosiones: la matanza de pueblos enteros. Esto sólo para indicar hasta qué punto las fuerzas entre las que hay que actuar son las del curso de la historia mundial” (Adorno, 1998b: 80).
Como venimos viendo, para evitar que el terrorismo de Estado más inhumano se repita Adorno propone educación, prestando especial atención a la primera infancia (Ibíd.: 81) y sacar a la luz los mecanismos que permiten que los seres humanos lo cometan, mostrarlos a estas personas (Ibíd.: 80), llevarlas a la autorreflexión crítica, lo único que da sentido a la tarea educativa (Ibíd.: 81). Y plantea la autonomía, la reflexión y la autodeterminación como las únicas fuerzas verdaderas contra Auschwitz (Ibíd.: 83). El problema de la barbarie debería ser prioritario en la educación y las instituciones, para que irrumpa en la conciencia y dé paso a una transformación (Ibíd.: 107). Pero esto nunca tuvo lugar o muy superficialmente. “Ni el propio pasado está ya seguro frente al presente, que cada vez que lo recuerda lo consagra al olvido (Adorno, 2013: 52). Así, en países como España o Portugal por ejemplo, nunca se aborda el fascismo en las escuelas, o nomás por encima; incluso hubo leyes que trataron de imponer el silencio sobre las atrocidades como la ley de amnistía de 1977 en el Estado español. Hay que recuperar el pasado no sólo para no perder de vista la barbarie, sino también para mostrar ejemplos de dignidad y rechazo, que también los hubo. Como todas las personas que con su hacer liberador crearon redes de fuga del nazismo, pasando a judíos principalmente, a través de la Península Ibérica, negando con su humanidad la inhumanidad. Es necesario traer a la luz estos y otros actos de responsabilidad y subjetivación, restablecer su potencia en los momentos más oscuros y poner en marcha esa débil fuerza mesiánica de que nos habla Benjamin (en Echeverría, sf: 19). Los actos llenos de luz debieran inspirarnos, contagiarnos.
El autoritarismo llevado a extremos (estados nazis, fascistas, de vigilancia técnológica y administrativa, integristas religiosos o culturales) son un atentado contra el sujeto y contra la humanidad, esto en versión acelarada. Pero el exceso de orden -entendido como mandato y como estructura cerrada de control- llama al desorden (porque se opone a la vida). Desde un punto de vista natural, se manifiesta en el desastre climático: cada año contaminamos más que el anterior, las temperaturas también aumentan anualmente, así como el nivel de los mares, el deshielo de los polos, la desaparición de minerales, vegetales y animales, la disminución de agua potable y de aire saludable.Y desde un punto de vista social, se manifiesta hoy en la lucha kurda, en las calles de Hong-Kong, Palestina, Chile, Francia, Irak, etc. Sabemos que otro hacer es posible y al mismo tiempo no está garantizado, sino al contrario, parece escurrírsenos.
La destrucción, lo que nos niega debe llenarse de creación, la teoría de práctica, la razón de emoción, el tiempo de espacio, la cultura de naturaleza, lo universal de concreto, la cantidad de cualidad. Y viceversa, la cualidad debe llenarse de cantidad, lo concreto de universal, la naturaleza de cultura, el espacio de tiempo, la emoción de razón, la práctica de teoría y la creación de destrucción a lo que nos niega. La vida tiene que sobreponerse a la mercancía.
Notas:
(1) También en alusión a la sentencia de Fukuyama sobre el fin de la historia con la “victoria” del capitalismo tras la caída del muro de Berlín.
(2) Traducción propia.
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