Uribe necesita un “auto-golpe” para acabar con la JEP y, por ahí derecho, desconocer las Cortes Judiciales.
Es la única manera que tiene de garantizar su impunidad y no volver a la cárcel (así sea a El Ubérrimo).
¿Cuál es el Plan que debemos develar? ¿Cuál es el derrotero planeado?
¿CUAL ES LA ESENCIA Y EL DERROTERO DEL “AUTO-GOLPE” URIBISTA?
https://aranandoelcieloyarandolatierra.blogspot.com/
Popayán, 26 de octubre de 2020
Uribe necesita un “auto-golpe” para acabar con la JEP y, por ahí derecho, desconocer las Cortes Judiciales.
Es la única manera que tiene de garantizar su impunidad y no volver a la cárcel (así sea a El Ubérrimo).
¿Cuál es el Plan que debemos develar? ¿Cuál es el derrotero planeado?
Uribe quiere convencer a los grandes potentados empresariales que ese camino es necesario para evitar que el “castro-chavismo” llegue al gobierno en 2022.
Pero no toda la casta dominante está de acuerdo con esa idea, y de allí el desespero de Uribe.
El grueso de la oligarquía sabe que Uribe tiene un interés particular (su impunidad) y no van a atentar contra su “débil democracia”, que les sirve para engañar al pueblo.
Por ello, Uribe utiliza al gobierno de Duque para fraguar una gran provocación policial y militar, para imponer una “conmoción interior” y poder cerrar el Congreso, intervenir las Cortes, censurar a las Redes Sociales, controlar totalmente los medios de comunicación, perseguir y encarcelar a los líderes de la oposición y del movimiento social, e imponer un poder autoritario y dictatorial.
Cómo parte de su plan, Uribe ya lanzó la propuesta de impulsar y organizar un Referendo Constitucional para reformar la Justicia.
La gran provocación policial y militar ya está en marcha. Los asesinatos de líderes sociales y de oposición hacen parte de ese plan. Lo ocurrido en Bogotá el pasado 9 de septiembre es parte de ese operativo de infiltración de la protesta social y provocación de hechos y desmanes violentos (asonadas, saqueos, asesinatos).
El que el Ejército Oficial permita que los Grupos Armados Ilegales de todos los colores, orígenes, siglas y pelambres sigan creciendo en las regiones y haciendo de las suyas, es parte de ese Plan preconcebido.
Y tienen cómo provocar miedo entre los empresarios y pequeños y medianos productores, con la amenaza del “castro-chavismo”, cuyo mejor ejemplo es lo que ocurre en Venezuela, que muchos colombianos ven pasar a diario por el frente de sus casas (in-migrantes sin rumbo y sin futuro).
Por ello, las fuerzas democráticas no podemos caer en la trampa. Ni dejarnos asustar y paralizar, pero tampoco caer en la desesperación y el aventurerismo.
Hay que impulsar y organizar la protesta social, hacerla más masiva y más política, centrando las consignas en lo principal como lo acaba de hacer La Minga: Defensa de la Vida, la Democracia, la Paz y el Territorio.
Pero, a la vez, blindando nuestras movilizaciones contra la infiltración policial y la provocación violenta, como también nos lo mostró La Minga.
Pero tampoco caer en la trampa de impulsar consignas y propuestas que crean tensiones anti-democráticas, como querer “tumbar” a Duque o “revocarlo”.
Hay que entender que ellos son los que están desesperados, ellos día a día se desgastan y saben que los demócratas nos vamos a unir en 2022 y que van a perder el Gobierno (y posiblemente sus mayorías parlamentarias).
Por ello, el tiempo está a nuestro favor.
Y los demócratas también tenemos el deber de construir un programa democrático y una fórmula presidencial para 2022 que envíe ese mensaje de serenidad y paz, de construcción tranquila de una sociedad de progreso y de beneficio colectivos.
Una fórmula presidencial y un grupo de candidatos al Parlamento para concretar nuevas mayorías ciudadanas, que desarrolle una campaña electoral sin formas estridentes, sin generar tensiones crispantes, sin revanchismos obsesivos, sin poses caudillistas y mesiánicas, que -en últimas- son del mismo tenor “uribista” y, por ello, le hacen el juego al desesperado Uribe que necesita de una contraparte que genere miedo y terror.
Duque y el uribismo día a día, hora a hora, sufren un enorme desgaste y ellos lo saben.
El tiempo de la verdadera democracia ha llegado a Colombia, pero saliendo de una guerra de más de 70 años no puede ser un salto al vacío. Tiene que ser un paso firme y claro pero paciente y sereno.