El MAS está regocijándose de su triunfo y el sabor que deja sentirse triunfadores, con el añadido de heredar una “medida administrativa” que anula los 2/3 que permitía adoptar decisiones más democráticas, y que ahora les facilita seguir actuando abusiva y despreciativamente, como si en el futuro todo fuese a acomodarse a sus estrechos como torpes designios.
No se percatan (o no quieren hacerlo para extender la fiesta y aupar al caudillo fugado), que están a un instante inmediato que los espera impaciente, de administrar una gran crisis en la que requerirá del pueblo, el diálogo y los consensos que ahora desprecia.
Son esos mismos que necesitará ansiosamente para salir adelante, o perecer y ser arrastrado por la marea de descontento, protesta, reclamos, presiones y las enormes necesidades que se le abalanzarán exigiéndoles resultados y cumplimiento de sus propias ofertas electorales.
Esa astucia oportunista y coyuntural de la que ahora hacen gala y se jactan de su prepotencia, puede convertirse en un rictus de pavor y desesperación, al verse acorralados por ese mismo pueblo que hoy los festeja, pero que tiene un enorme factura por cobrar.
No se dan cuenta que en ese trance, no importará en absoluto la previsible acusación, descalificación e intento de descargo, de que los que tienen la culpa son los derechistas y autoritarios del incapaz y corrupto gobierno transitorio (que dio continuidad a las políticas que el propio gobierno del MAS ya impulsó previamente). Sólo contarán las necesidades, los problemas irresueltos, las deudas acumuladas e impagas…
Están a tiempo. El caudillismo autocrático y abusivo que presiona y quiere revancha e impunidad, no puede seguir imperando ni mandando si efectivamente queremos un país diferente, digno, libre, soberano y con soluciones conjuntas.
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