Nacida en Managua (1948), Belli es poeta y novelista, pero desde joven lucha por los derechos humanos y por la libertad de expresión en su país. En los años 70 participó en la revolución que llevó a la caída del dictador Anastasio Somoza
Esta experiencia, la de de ser una ciudadana sin miedo, le inspiró: «nacimos y crecimos en la dictadura. No sabíamos qué era democracia”. Con las conquistas de la revolución se sintió animada y esperaba el progreso social de su nación. Pero «la vena de la tiranía se esconde bien», asevera.
«”, lamenta Belli. Del sandinismo, Ortega, «solo tiene ya los colores», añade.
Madrid.- .- ¿Dónde escondo este país de mi alma para que nadie más me lo golpee?. Nicaragua herida sangra lodo por las llagas abiertas de su corazón». Así comienza su charla virtual la escritora Gioconda Belli, entrelazando versos dedicados a su tierra natal, porque -dice- «los países duelen».
Duele ahora en Nicaragua la destrucción causada por los huracanes Eta e Iota y por eso, Belli, arrancó su intervención con su poema «Canción de cuna para un país suelto en llanto».
La también activista nicaragüense fue esta semana la protagonista del ciclo de conferencias organizado por la Asociación de Mujeres de Guatemala y por la Casa Encendida de Madrid.
«El dolor que siente Nicaragua no es de ahora. En Latinoamérica la tristeza del presente se une a la del pasado de colonización, explotación e intervención», dijo Belli.
LOS COLORES DEL SANDINISMO
Nacida en Managua (1948), Belli es poeta y novelista, pero desde joven lucha por los derechos humanos y por la libertad de expresión en su país. En los años 70 participó en la revolución que llevó a la caída del dictador Anastasio Somoza.
«Yo luché contra el último de ellos», afirma, refiriéndose al clan somocista.
Esta experiencia, la de de ser una ciudadana sin miedo, le inspiró: «nacimos y crecimos en la dictadura. No sabíamos qué era democracia”. Con las conquistas de la revolución se sintió animada y esperaba el progreso social de su nación. Pero «la vena de la tiranía se esconde bien», asevera.
Tras la destitución de Somoza, Nicaragua pasó por un régimen de transición, liderado por la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional. Triunfó así la Revolución Sandinista. Formaba parte del liderazgo Daniel Ortega, su actual presidente.
Ortega ya lleva, en total, 15 años como dirigente del país. Gobernó entre 1985 y 1990, y desde que asumió el cargo nuevamente en 2006, no lo dejó.
Para Gioconda, el mando de Ortega es manipulador. Lleno de corporativismo, de propaganda y de lenguaje demagógico. Y piensa lo mismo de la primera dama, Rosario Murillo, y su conservador discurso religioso.
«Nunca nos imaginamos que íbamos a derrocar una dictadura para que llegara otra”, lamenta Belli. Del sandinismo, Ortega, «solo tiene ya los colores», añade.
Actualmente, Nicaragua vive una «horrible» situación de violación de los derechos humanos de los ciudadanos, de los opositores al Gobierno, de los movimientos sociales y los periodistas.
El país sufre una crisis sociopolítica desde 2018, cuando culminaron las protestas contra el actual presidente. La represión generó centenares de muertos y millares de heridos. Según la ONU, más de 100.000 personas fueron forzadas a dejar Nicaragua por cuenta de la persecución y de la falta de libertad.
El caos hizo que Gioconda se sintiera como en los años de lucha contra Somoza: «estamos, cada vez más, contra la pared».
EL PAPEL ESENCIAL DE LA MUJER EN EL CAMBIO
Pero a pesar de todo mantiene la esperanza y confía en el cambio, especialmente por la participación social y política de la juventud y de las mujeres.
«Las mujeres tienen una actuación extraordinaria en la política nicaragüense», dice Belli, aunque advierte que no «no todo es de un solo color».
Como ejemplo señala el caso de la alcaldía de Managua, con Reyna Rueda como líder, «pero quien realmente manda es el secretario general Fidel Moreno».
También juega en contra de la mujer nicaragüense el regreso a los valores conservadores en el país, es decir «la eterna asociación de las mujeres a la familia tradicional, donde siempre son siervas», explica Belli, y llama la atención sobre el gran problema de la violencia machista.
Aunque ese ascenso del conservadurismo y de los populismos es algo que ha sucedido en todo el mundo, dice. Las culturas que se sentían invadidas empezaron a atrincherarse y, con ello, los líderes se aprovecharon de los miedos de la gente, además exacerbándolos.
En Nicaragua «no se dice nada que el poder no quiera decir. Se vive en un limbo informativo», asegura la escritora y activista respecto a la falta de libertad de prensa y los ataques a periodistas de su país.
Sin embargo, el arte es una manera de reivindicación para Belli – muy importante especialmente durante la pandemia – porque los cambios sociales se hacen a través de procesos lentos.
«Hay que recorrer un camino, prioritariamente una vía cívica y pacífica», reflexiona.
Y en medio de esas reflexiones y del optimismo pide, desde Managua, donde después de la tempestad metereológica llegó la calma, que las personas no dejen a Nicaragua fuera de sus pensamiento y que la lucha por el cambio «continúe». EFE