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Sistema de gobierno comunal indígena: la organización de la reproducción de la vida

Gladys Tzul Tzul :: 06.12.20

El presente artículo refexiona acerca de las estrategias de mujeres y hombres que habitan territorios comunales indígenas, quienes crean formas de gobierno comunal para regular, defender y recuperar sus medios concretos para la reproducción de la vida. Las luchas de los sistemas de gobierno comunal indígena se estructuran y gestionan desde tres estrategias, a decir: las alianzas del parentesco, el k’ax k’ol (trabajo comunal) y la asamblea como forma política para producir la decisión.

Sistema de gobierno comunal indígena: la organización de la reproducción de la vida

Gladys Tzul Tzul

El Apantle

Resumen:
El presente artículo refexiona acerca de las estrategias de mujeres y
hombres que habitan territorios comunales indígenas, quienes crean
formas de gobierno comunal para regular, defender y recuperar sus
medios concretos para la reproducción de la vida. Las luchas de los
sistemas de gobierno comunal indígena se estructuran y gestionan
desde tres estrategias, a decir: las alianzas del parentesco, el k’ax k’ol
(trabajo comunal) y la asamblea como forma política para producir
la decisión.

¿Por qué pensar lo indígena en clave comunal?

Porque a lo largo de más de 500 años las mujeres y hombres
indígenas desde sus comunidades, han defendido sus territorios,
han recuperado los bienes que han querido arrebatarles, han limitado
a los proyectos liberales que buscaban convertirlos en pequeños
propietarios para aniquilar a los amaq’ (estructuras de gobierno
comunal y de tierras comunales indígenas en Guatemala) y los ayllus
(como se designa en Los Andes a las tramas comunales indígenas).
La pugna ha sido constante y mientras resisten a la expropiación,
producen estrategias jurídico-políticas para controlar los medios
concretos para su vida cotidiana, organizan masivas fiestas comunales
y religiosas, realizan peticiones para pedir lluvia o para agradecer la
cosecha, se autorregulan y también, en varias ocasiones, han destituido
a sus autoridades cuando incumplen las decisiones producidas en las
asambleas.
La fuerza y la potencia reside en la capacidad de trastocar y sabotear
los proyectos de dominación, pero esta capacidad abreva desde
un entramado comunal de hombres, mujeres, niñas y niños que
producen gobierno y que defienden un territorio, al cual denominaré
en este texto: sistema de gobierno comunal indígena.
Entiendo como sistemas de gobierno comunal indígena a
las plurales tramas de hombres y mujeres que crean relaciones
histórico-sociales que tienen cuerpo, fuerza y contenido en un
espacio concreto: territorios comunales que producen estructuras de
gobierno para compartir, defender y recuperar los medios materiales
para la reproducción de la vida humana y de animales domésticos y
no domésticos.
Estas formas de gobierno comunal indígena producen y controlan
los medios concretos para la reproducción de la vida cotidiana
mediante, por lo menos, tres formas políticas, a decir: el k’ax k’ol (o
trabajo comunal) que da vida a los medios concretos para la vida;
las tramas de parentesco, poderosa y a la vez contradictoria estrategia,
que se usa para defender la propiedad comunal del territorio y para
organizar el uso del misma; y la asamblea como forma comunal de
deliberación para resolver problemas cotidianos, asuntos de agresión
estatal, o tratar cómo y de qué manera se redistribuye lo que se
produce en las tierras comunales.
Cuando digo medios concretos para la reproducción de la vida,
me refiero al territorio y a todo lo que lo contiene, a saber: el agua,
los caminos, los bosques, los cementerios, las escuelas, los lugares
sagrados, los rituales, las fiestas; en suma la riqueza concreta y
simbólica que las comunidades producen y gobiernan mediante una
serie de estrategias pautadas desde un espacio concreto y un tiempo
específico que se estructuran desde cada unidad de reproducción.
Para hacer más inteligible lo que digo, aclaro que la unidad de
reproducción es el espacio donde se realiza la vida cotidiana; es decir,
las casas habitadas por familias nucleares y/o extendidas que gozan
del servicio de agua, que hacen uso del camino, que se alimentan de
los hongos que se producen en los bosques, entre varios más.
En este texto lo comunal indígena no aparecerá como una esencia
que se tenga que mantener, que se tenga que cuidar para que no
se contamine con fuerzas externas, tampoco es una forma arcaica
del pasado. Por ello propongo que pensemos lo comunal indígena
como el funcionamiento de las estrategias de hombres y mujeres que
cotidianamente gestionan, autorregulan y defienden su territorios.
Ahora bien, estas tramas comunales no están exentas de
contradicciones y jerarquías políticas, al contrario, están agredidas y
rodeadas de ellas, sin embargo aún y en éstas condiciones, logran pugnar
por la lucha autónoma para controlar sus medios de vida cotidiana.
Lo comunal indígena tampoco es una forma arcaica del pasado
o que ya ha sido superada, contrario a ello, lo comunal indígena
funciona como una estrategia política que a pesar de las texturas
jerárquicas (como el parentesco) tienen las capacidad de actualizarse,
recomponerse y estructurar su autoridad.
Presentaré unos ejemplos para comprender lo que hasta aquí he
dicho. Si observamos que en Guatemala como en otros lugares de 
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Latinoamérica se presentan una serie de procesos de cercamiento
y despojo de territorios, son las estructuras comunales las que
protagonizan la defensa y la recuperación de las mismas. Para ello
hacen uso de los recursos más variados, estos pueden incluir desde
luchas en los tribunales de justicia donde interponen amparos que
alegan que se respete su propiedad, hasta la movilización abierta contra
las empresas extractivas y sus cuerpos de seguridad privada o estatal.
Hemos presenciado cómo los sistemas de gobierno comunal (o
comunidades indígenas) despliegan un control temporal sobre los
tribunales1
. No es que las comunidades encuentren en los tribunales
una solución, sin embargo es un camino que no dejan de recorrer
para reclamar la igualdad –en términos de derechos– a los Estados,
al mismo tiempo que cuidan que el Estado –ese mismo al que apelan
igualdad– no se entrometa en la gestión de su vida cotidiana.
Los debates que ocurren en las estructuras estatales de justicia son
siempre alimentados por la lucha abierta desde los espacios concretos
de las comunidades, cuando frenan y limitan a las empresas extractivas
que buscan producir proyectos de minería a cielo abierto o empresas
hidroeléctricas por encima de la voluntad de las comunidades.
En este contexto podemos comprender el fulgor político y el
desparrame de creatividad de los jóvenes y las mujeres que organizan
bloqueos, festivales de arte comunal, vigilias, comidas comunales y
hasta familias completas que deciden mudarse a los lugares donde
quieren establecer esos proyectos. Por ejemplo, cuando las comunidades
k’anjobales de Barillas en Huehuetenango, se organizaron para
impedir que la maquinaria destinada para la construcción de una
hidroeléctrica de capital español pudiera comenzar a trabajar; así
innumerables ejemplos ocurren por toda Abya Yala.
1 Por ejemplo, cuando las comunidades se vuelcan a acompañar a sus autoridades
para reclamar el respeto de linderos, para exigir que no se invada las tierras, o para
liberar a lxs presxs políticxs. Se despliegan verdaderas peregrinaciones para asistir a las
audiencias, donde las tramas comunales organizan lugares donde dormir, formas para
alimentarse; en suma, activan sus redes familiares en la ciudad, de tal manera que no
se retiran de las afueras de los tribunales para apoyar a quienes están dentro de ellos.
En varias ocasiones estas movilizaciones comunitarias hacen uso
de los recuerdos que emanan de la larga memoria de las rebeliones y
levantamientos, que organizaron nuestras generaciones pasadas; en
este sentido, lo comunitario, según la forma que tome, se actualiza y
funciona como una singular forma de gobierno. Y, dependiendo del
nivel de agresión al que se han tenido que enfrentar, estas formas de
gobierno comunal se consolidan en el momento de responderla, pero
en otras oportunidades sólo es posible estructurar las luchas desde
este sistema de gobierno. De tal manera que de lo comunal indígena
emerge una forma singular de la política indígena y ésta responderá a
la densidad histórica, las texturas internas de jerarquías y a la manera
situada de cómo se responde a las agresiones.
Así pues, de los sistemas de gobierno comunal indígena emergen
una serie de prácticas y estrategias que organizan y dinamizan las
formas de limitar y/o trastocar a la dominación estatal capitalista
en sus formas locales, municipalidades y otras maneras locales de
poder estatal. Los sistemas de gobierno comunal indígena han sabido
leer que el paradigma colonial y de explotación sigue operando; a
propósito de las estrategias de las prácticas de significación de la
política de una comunidad indígena y de la composición local
de la estatalidad, Rufer reflexiona lo siguiente: “La tutela colonial
sigue vigente, reproducida bajo nuevos ropajes la idea de que hay
poblaciones que no pueden ser enteramente ciudadanas porque de
algún modo son ‘menores’ (‘nuestros indios’ ‘nuestras comunidades’)
y en ese sentido son dignas de protección legal pero a la vez indignas
de la exigencia soberana” (Rufer, 2015: 4). Las comunidades saben
interpretar esta ambivalencia y por ello tienen elementos para decidir
cuándo hacer uso de la ley y cuándo no.
¿Cómo se produce ese conocimiento? ¿Cómo se producen esas
estrategias? A continuación me permito explicar las tres formas
políticas: el k’ax k’ol, las tramas de parentesco y la asamblea como
forma de deliberación política, las tres dotan de elementos para la
comprensión de las potencias y los antagonismos de los sistemas de
gobierno comunal indígena. 
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 K’ax K’ol: el poder comunal está en el servicio
K’ax K’ol es una estrategia de trabajo y que es nombrada en k’iche’2
.
Etimológicamente k’ax significa dolor y k’ol trabajo o servicio. Existen
dos maneras de nombrar trabajo en este idioma: k’ol y cha’k. Ambos
son verbos y se refieren a trabajo; pero k’ol alude al trabajo comunal,
es decir una actividad en el que hombres, mujeres, niñas y niños,
trabajan para producir bienestar comunal, por ejemplo limpiar el
cementerio; en cambio cha’k significa el trabajo remunerado, es decir
el que todas y todos realizamos para el sustento diario familiar, por
ejemplo cha’k es ser costurera, tejedora, comerciante, carpintero,
migrante, etc.
Una interpretación libre de k’ax k’ol al castellano sería “trabajo que
cuesta”, o “servicio comunal que es obligado” y quizás las palabras
castellanas que más se acercan a definirlo son “servicio” o “trabajo
comunal”. De aquí en adelante usaré indistintamente los tres términos
para designar a la obligación que todas y todos tenemos de trabajar
para el sostenimiento de la vida comunal. Así, el trabajo comunal que
es la relación social –fuerza de trabajo– que habilita la producción de
lo que necesitamos para vivir y producir nuestras vidas que tiene que
ser pautado, organizado y reglamentado. Aquí es donde se presenta
una interconexión directa con las asambleas.
Sigamos. El servicio no es remunerado, es el trabajo obligado que
todos tenemos que hacer para el sostenimiento de la vida en común.
Por ello, hacerse cargo del mantenimiento de los caminos, participar
en una marcha, realizar trámites en los tribunales, redactar actas en
las asambleas, hacer compras para la fiesta, organizar el baile para
la fiesta, realizar cultos religiosos católicos, protestantes, reforestar el
bosque, cavar sepulturas para los muertos, eso es el k’ax k’ol. De tal
manera que, una de las medidas para el equilibrio comunal es que
nadie ha de vivir del servicio de otras personas.
2 K’iche’ es un idioma de la familia maya que se habla y escribe por una considerable
parte de la región altiplánica occidental de Guatemala.
Si pensamos desde la noción del k’ax k’ol, la sociedad doméstica (la
que organiza el mundo de la reproducción) y sociedad política (la que
organiza la vida pública) no se encuentran plenamente separados,
si acaso es válido hacer esa distinción. En el mundo comunal
más bien uno sustenta al otro y al mismo tiempo, se alimentan
mutuamente. Por eso es posible ingresar a la universidad y hacer
una carrera, trabajar como maestros normalistas rurales, o podemos
ser comerciantes, y es posible –aun y con dificultades– porque las
condiciones materiales cotidianas están garantizadas, de tal forma
que en las tramas comunales las trayectorias personales son realizables
y posibles; es decir, las trayectorias personales de trabajo, comercio o
profesionalización se desarrollan respaldadas de un piso común en el
que la vida cotidiana se despliega de manera más libre.
En una conversación con Silvia Rivera Cusicanqui, en La Paz,
hablábamos al respecto de las conexiones entre trabajo, comunidad
y trayectorias individuales. Decía Silvia que en la forma comunal no
se normaliza la vida, que la pluralidad es posible y que la plenitud del
individuo emerge en las tramas comunales. Yo creo que las tramas
comunales dan un piso desde donde se sostiene la vida íntima,
personal; el trabajo comunal es una condición general en la que todas
y todos nos dotamos a nosotros mismos de esa fuerza para hacer
nuestra vida personal.
De ahí que el gobierno comunal indígena es la organización política
para garantizar la reproducción de la vida en las comunidades, donde
el k’ax k’ol es el piso fundamental donde descansa y se producen esos
sistemas de gobierno comunal y donde se juega la participación plena
de todas y todos. Propongo una clasificación del trabajo comunal para
dar cuenta de cómo todos y todas trabajamos o podemos trabajar y
que lo comunal indígena no se circunscribe en una identidad, sino en
la capacidad que todos y todas tenemos:
a) Servicio que produce la decisión: esto incluye variadas labores y
estrategias para reunirse y deliberar colectivamente. Es un trabajo
comunal que tiene sus ciclos regulares y dependen del ritmo de las 
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relaciones comunales, para que este trabajo sea realizado hay que
determinar cuál es el mejor día y la mejor hora.
b) Servicio para producir coordinación: las estrategias para poder
construir alianzas externas con otras comunidades, para crear
coordinación con luchas o fiestas a nivel nacional e internacional,
aquí los comerciantes y viajeros juegan un papel fundamental porque
ponen su saber y experiencia al servicio de los sistemas de gobierno,
ya que pueden trasladar y alimentar la información. También quienes
participan en congresos o encuentros indígenas apoyan a estas labores
de coordinación.
c) Trabajo para gestionar la fiesta: planear fechas, organizar rituales,
imaginar los días del clima más adecuado, calcular la comida,
gestionar los grupos de música y demás recursos para el gozo.
d) Trabajo comunal para contener el dolor: es decir, toda la fuerza de
trabajo que se moviliza para organizar duelos, entierros, hacer trámites
para rescatar cuerpos en las morgues, para organizar la repatriación de
los migrantes que mueren en Estados Unidos.
Hasta aquí al menos cuatro formas que adquiere el trabajo
comunal. Mi interés de explicarlas por separado es para poder hacer
comprender uno de los lemas que más se dicen en las comunidades
indígenas del altiplano sur de Guatemala: “el poder del pueblo está en
el servicio”, porque el servicio construye colectivamente condiciones
para la autodeterminación material y ahí reside la potencia de las
grandes rebeliones indígenas.
Las Tramas Patrilocales y las formas de liberación de las
mujeres
Las tramas patrilocales son una estrategia político-jurídica que
los sistemas de gobierno comunal construyeron para frenar la
expropiación de tierras y para evitar la consolidación del proyecto
nacional de convertir las tierras comunales en pequeñas propiedades.
En esta larga lucha indígena contra el colonialismo, las alianzas de
parentesco logran ocupar y delimitar tierras comunales, con ello éstas
han logrado fracturar la expropiación, invasión y privatización.
No pretendo decir que en todos los sistemas de gobierno comunal
las alianzas patrilocales son la única –o más fuerte– estructura que
defiende las tierras comunales, propongo más bien pensarla como
un rasgo más o menos presente. ¿A qué me refiero cuándo hablo de
alianzas patrilocales? Aludo a las estrategias de las tramas comunales3
de familias extendidas que organizan la vida en colectivo, son los
lazos afectivos y políticos que estructuran una particular forma de
mantener y heredar la tierra comunal, donde los apellidos patrilineales
son quienes aparecen y protagonizan la lucha comunal por la defensa
de las tierras.
El término trama comunal lo uso para dar contenido a las alianzas
patrilineales, en dos sentidos, primero para hacer notar que tanto
hombres como mujeres viven relacionados política y afectivamente, es
decir, no hay hombres y mujeres que puedan existir por sí solos, sin el
apoyo y la gestión de los recursos para organizar la vida cotidiana. En
este sentido las unidades de reproducción, a decir: las casas habitadas
por familias nucleares y familias extendidas (abuelas, tíos, primos,
ahijados) es desde dónde se organiza y encadena la organización de
la vida.
El otro aspecto que me interesa destacar al pensar desde las
tramas patrilineales es que de esa manera se ha logrado mantener
la propiedad de la tierra y eso nos presenta un espectro de fuerzas y
de antagonismos para quienes tenemos la experiencia de habitar las
tierras comunales como mujeres.
Asuntos como la herencia comunal de la tierra aparecen como
asuntos centrales a dilucidar. En tanto quienes heredan las tierra
3 Esta noción de trama comunal la refexiona Gutiérrez de la siguiente manera:
“…esa multiplicidad de mundo de la vida humana que pueblan y generan el mundo
bajo pautas diversas de respeto, colaboración, dignidad, cariño y reciprocidad, no
plenamente sujetos a las lógicas de la acumulación del capital aunque agredida y
muchas veces agobiada por ellas” (Gutiérrez, 2011: 13).
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son hombres y mujeres, es preciso interrogarse: ¿Cómo se hereda
comunalmente? y con esa pregunta y su posterior respuesta se
desdoblan varias cuestiones, pero yo me voy a detener en las formas
en que se expresan esquemas comunales del poder.
Parafraseo a Spivak (1997), cuando dice que las estructuras de
los poderes comunales se basan gran parte en la familia –o tramas
familiares, como yo prefiero decir- donde las mujeres tienen papeles
estructurales más que marginales, como dice Spivak citando a
Chartejee “Los modos comunales de poder frecuentemente crean
formas de combatir a las estructuras feudales y la resistencia y revuelta
frecuentemente adopta formas comunales” (Spivak, 1997: 324).
El argumento de Spivak es relevante dado que permite dar cuenta
de las texturas internas de jerarquías y que aún a pesar de éstas, las
revueltas toman su fuerza de la forma comunal. Otro asunto relevante
es dar cuenta que el modo comunal del poder está íntimamente
ligado a dinámicas de defensa y regulación territorial; es decir que se
ha de comprender las luchas de la mujeres no sólo desde el horizonte
liberal individual de las mujeres, sino que éstas se constituyen según
los límites concretos, aunque eso no significa que las mujeres no
hagan dúctiles y amplias sus estrategias para la liberación.
 De esta manera, las tramas patrilocales aparecen como una
estrategia jurídico-política que declara la tierra comunal como su
propiedad, de tal manera que pone freno a la propiedad privada;
pero al mismo tiempo estas tramas patrilineales moldean las texturas
internas para el uso comunal de la tierra.
Inmersas en estas singulares condiciones y relaciones de poder,
las mujeres indígenas hemos producido condiciones de posibilidad
para vivirnos en trama comunal y con ello tener un piso concreto
y afectivo para resolvernos las dificultades. Me estoy refiriendo a
los múltiples obstáculos al interior de las tramas de parentesco que
organizan la propiedad y el uso comunal. Existe un juego político en
cuanto al uso y la propiedad que recrea jerarquías que tiene un nudo
central: la propiedad de la tierra y la transmisión de la herencia de la
tierra comunal mediante la estructura de los apellidos patrilineales.
Es decir, las tierras comunales podemos usarlas todas y todos porque
hacemos servicio, pero se heredan comunalmente a los hombres
descendientes de los apellidos patri-territoriales, eso no significa que
las mujeres, aun y cuando quedan atrapadas en los límites de las
tramas patrilineales, no burlan y escamotean esa forma hereditaria
que sirve de estrategia para defendernos de la propiedad privada.
Entonces, una de las dificultades que tienen los sistemas de
gobierno es que si bien han pensado rutas para heredar la tierra
comunal mediante el apellido paterno, no se han hecho cargo de
crear estrategias de herencia comunal de la tierra que pase a sus hijas
o hermanas sin que sea el matrimonio la estructura que lo medie. Las
mujeres, pueden ser viudas, casadas, solteras o bien deciden formar
contratos matrimoniales con hombres que no pertenezcan al enclave
patrilineal, pero claramente esas decisiones dan fuerza o quitan fuerza
en tanto mujeres en tierras comunales.
¿Cómo lo han resuelto en los años pasados? Los sistemas de gobierno
comunal han pensado una estrategia, y es mediante el trabajo comunal.
Es decir, los hombres y mujeres que vengan de otras comunidades
y no pertenezcan a las alianzas de parentesco van produciendo su
incorporación paulatinamente, mientras realicen k’ax k’ol.
La Asamblea como formato político para producir las decisiones
La autoridad comunal se gesta en la asamblea. ¿Cómo se produce
esto? Anualmente se eligen autoridades a partir de la técnica de
delegación de representantes que se encargarán de organizar el k’ax
k’ol, de recolectar cuotas de dinero para reparar enseres para organizar
y mantener los espacios comunales como salones o casas.
La Asamblea nombra anualmente un conjunto de dirigentes para
que se encarguen de organizar las maneras y los tiempos de cómo se 
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va a producir la decisión sobre los asuntos que a todos incumben.
Así, mediante reuniones autoconvocadas, las comunidades sesionan
sobre las formas de cómo se organizará la vida cotidiana, según los
cambios y problemas que se han de enfrentar. Las asambleas son una
estructura de autoridad y cobran la forma que se heredó de tiempos
particulares en momentos históricos específicos, pero tienen la
capacidad de actualizarse con la contingencia cotidiana para frenar
el despojo.
En este sentido, la capacidad de decisión no será delegada a una
entidad abstracta, sino que son las mujeres y los hombres quienes
la ejercen en las asambleas, de tal forma que autoridades comunales
–encarnados en cuerpos de hombres y de mujeres– son quienes
ejecutan las decisiones de las asambleas, pero éstas se encuentran
sujetas a la decisión comunal.
¿Qué se decide? Los más variados y plurales asuntos como: “¿Con
qué especie vamos a reforestar?”, hasta: “¿Cómo nos turnamos
para hacer un levantamiento indígena para frenar la ley que quiere
declarar nuestras tierras comunales como tierras baldías?” Y también:
“¿Cómo vamos a apoyar a las luchas de otros territorios que los están
invadiendo?” Para ello hay que proveer de exhaustiva información
para poder producir las decisiones; además la experiencia anterior
es vital, así como el tiempo y las disposiciones que más o menos
convengan a todos y todas. Si es un asunto de suma urgencia las
asambleas se organizan extraordinariamente, para definir los turnos y
los tiempos de salida y estancia en los lugares donde se realizarán las
marchas o las reforestaciones, por nombrar algunas actividades.
La asamblea comunal es una estrategia que no permite la
expropiación de mando, justamente porque éste se encuentra sujeto
a la entidad colectiva. De nuevo, aquí es dónde reside la fuerza de
los grandes levantamientos que han logrado frenar las agresiones del
Estado y han logrado estructurar una forma de vida en la que las
condiciones básicas para la preproducción de la vida no sean llevadas
hacia el mundo del valor.
A modo de cierre
Las tres estrategias que he nombrado me permiten pensar fuerza,
contenido y forma de los sistemas de gobierno, algunas veces una se
destaca más que otra, o es por lo menos más visible que la otra, pero
es claro que las tres fuerzas funcionan entrelazadas y más o menos
equilibradas.
Entonces, trabajar para producir el agua, los caminos, los bosques,
producir la fiesta, en suma, trabajar comunalmente para mantener y
usar la riqueza concreta, es lo que habilita la vida comunal indígena. No
es una identidad o una esencia ancestral la que permiten los procesos
de inclusión comunal, sino más bien el k’ax k’ol. Nos encontramos
entonces con la potente fuerza del servicio para producir la vida
comunal, de tal forma que lo que el parentesco tiende a clausurar, el
k’ax k’ol, lo erosiona, lo abre, aquí estamos frente a las interconexiones
y al dinamismo de la política comunal.
Y las mujeres no quedan atrapadas únicamente como suerte de
víctimas ni de heroínas, sino que empujan sus luchas desde el k’ax
k’ol.
El objetivo de este artículo es ir dando contenido a lo que plantee
inicialmente: lo indígena es político. Existen una serie de máquinas
analíticas que buscan pensar lo indígena sólo a la luz de lo étnico, lo
cultural, lo Otro, o la costumbre; mi interés es proveer de elementos
que ayuden a comprender que de lo indígena abrevan históricas
estrategias y estructuras políticas; es desde ahí desde donde se han
fraguado las luchas de larga duración, esas que han logrado fracturar
la dominación colonial y que en muchos territorios siguen siendo su
horizonte de vida. 


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