¿Qué quiere decir que el neoliberalismo no puede pensarse únicamente como un modelo plantado “desde arriba”, sino también por su prolifera-ción “desde abajo”?
La razón neoliberal
Verónica Gago1
https://www.tintalimon.com.ar/public/1ra0a23j14gqbwkp4lzkloydvac5/pdf_978-987-3687-16-7.pdf
¿Qué quiere decir que el neoliberalismo no puede pensarse únicamente como un modelo plan-tado “desde arriba”, sino también por su prolifera-ción “desde abajo”? Hacer esa especie de topología, arriba y abajo, parte de la idea de que entender el neo-liberalismo solo desde arriba, como políticas macroestructurales, es una perspectiva dema-siado sencilla para lo que enfrentamos. Porque si fuera así tendríamos una solución a la mano: sólo faltaría que “gente de arriba” decrete su fin para poder asegurar que el neoliberalismo es una cosa del pasado. Es un poco el gesto que intentaron hacer los gobiernos llamados “pro-gresistas”. Sin embargo, a partir de un mapa de las nuevas conflictividades sociales pero tam-bién de las economías populares, queda claro que en los territorios, en las vidas cotidianas, hay mucho del neoliberalismo que persiste, que insiste, que cambia de forma y reorganiza los espacios, que desafía finalmente la imagen de lo que entendemos por neoliberalismo. Si bien la imagen arriba y abajo puede ser al principio un poco binaria o dogmática, me parece que permite abrir otro espacio de investigación y 1 Docente, periodista, doctora en Ciencias Sociales, in-tegrante del Colectivo Situaciones y de la editorial Tinta Limón. Autora de La razón neoliberal.
210ampliar un poco la discusión. Y, sobre todo, ir más allá de la secuencia que consiste en denun-ciar al neoliberalismo para luego encomendarse a la resolución desde arriba y, luego, catalogar como “inseguridad” todo lo que se desborda en la dinámica social.También ocurre que al pensar el neoliberalismo solo desde arriba, la única alternativa de lucha que asoma es la del fortalecimiento del Estado-nación. Vos planteás el fracaso de esa idea…La idea de que el neoliberalismo surgiría de unos centros malignos, de cónclaves políticos destinados a derramar políticas hacia abajo, su-poniendo la pasividad de ese abajo, me pare-ce que abona la idea de un modelo donde solo hay grandes actores. Hay libros muy famosos, como “La doctrina del Shock”, de Naomi Klein, que instalaron esta imagen. Pero me parece que si pensamos más allá de un cerebro ma-ligno mundial, podemos conceptualizar, con Foucault, al neoliberalismo como gubernamen-talidad, lo que implica darle un sentido más amplio, difuso y también entenderlo en su am-bigüedad, en los modos que involucra dinámi-cas de resistencia, de contradicción, así como de captura y asimilación. Es decir, también en lo que el neoliberalismo tiene en su capacidad de volverse capilar y hacer una suerte de infil-tración de subjetividades en todos nosotros, a la vez que esas subjetividades no siempre se amoldan al formato de la competitividad exigida como modo de vida por el neoliberalismo. En este sentido, en el libro me concentro en lo que llamo las “microeconomías proletarias”, para poder hacer una crítica de la economía po-lítica de los territorios periféricos. Sostenés que en 2001 hay un quiebre de legiti-midad política del neoliberalismo. Pero a su vez, se-ñalás su supervivencia por abajo y por arriba. De las políticas macro económicas a una racionalidad so-cial. ¿Creés que hay algún lugar, algún entre, donde el neoliberalismo haya quedado desactivado? Sí, no es menor que en 2001 se haya im-pugnado la legitimidad política del neolibera-lismo y que lo que pasó en Argentina conecte con una secuencia regional, continental. Hay un corte dado por la ruptura que marcan los movimientos sociales y eso persiste, aún de modo diverso: hoy no tiene legitimidad social ni política hablar de ajuste. 2001 es la fecha cla-ve: los slogans y las políticas concretas de los ́90 de flexibilización laboral y privatizaciones logran ser combatidos en la calle. Ahora, ¿qué significa que se hayan abierto o que hoy pue-dan existir espacios no neoliberales? Es un pro-blema muy complicado porque nos pone una pregunta difícil: ¿hay un afuera del espacio del capital? ¿Cómo se produce? ¿Bajo qué tensio-nes existe? ¿Cómo hace para perdurar si no lo pensamos con ingenuidad o fuera de nuestras circunstancias concretas? Por eso es importan-te, creo, pensar también los entre. O bajo una
212fórmula más sintética: el neoliberalismo como campo de batalla ¿Qué pasó a partir de esa im-pugnación desde abajo? Queda claro que la difi-cultad de los movimientos y las organizaciones populares es cómo pensar programáticamente más allá del neoliberalismo (sobre todo si nos hacemos cargo de esta definición más capilar y compleja de neoliberalismo). Por eso, ampliar la noción de neoliberalismo no es un gesto teó-rico simplemente, sino que permite ser más re-alistas y exigentes a la hora de pensar qué sería una serie de acciones que vayan contra y más allá de la norma neoliberal. Nos permitimos pensar que las estrategias de dominación están mucho más distribuidas y tienen muchas más fuentes de activación que las que habíamos creído. Ahora, ¿eso no afecta tam-bién la idea que tenemos de “los de abajo que re-sisten”? ¿Cómo se lleva “el abajo resistente” con el neoliberalismo? Hay que complejizar la topología abajo-arriba, porque justamente no se suele situar el neoliberalismo como algo que funciona abajo. Desde abajo, en este sentido, se suele enfatizar la producción de víctimas del neoliberalismo. Por eso el contrapunto se proyecta como un es-pacio incontaminado, de economías solidarias y completamente resistentes, lo cual me parece importante discutir. Por un lado, para no mora-lizar la idea misma de resistencia. Por otro, para poner a la resistencia a la altura de la época: qué
213significa una resistencia que tiene que dialogar con estas subjetividades que, en términos de su propia persistencia, su capacidad de armar territorio, conquistar espacio, supo apropiarse, lidiar y negociar con algunas nociones básicas del neoliberalismo, tales como saber calcular, negociar, defender lo que se quiere. Esta serie de elementos obliga a una suerte de realismo político para no subestimar la complejidad de esos territorios y, al mismo tiempo, no abando-nar el horizonte de trasnformación en nombre de la complejidad.Para pensar el neoliberalismo desde abajo te centrás en la feria, el taller y la fiesta. A través de eso, llegás a la definición de economías barrocas. A la vez, proponés una necesaria extra moralidad para pensar esto. ¿Cómo sería? Feria, taller y fiesta son situaciones concretas donde me pareció interesante ubicar la investi-gación política. En particular, la investigación sobre los talleres textiles llamados clandesti-nos, parte de una investigación que hicimos con el Colectivo Simbiosis Cultural. Con ellos desde hace varios años venimos pensando qué pasa al interior de los talleres, para comprender las racionalidades que impulsan su expansión y multiplicación, que asumen un cálculo de lo que significa pasar un tiempo, una temporada, ahí. Sólo desde el interior se percibe esa dimen-sión temporal que es muy importante: hay una trayectoria que no es fija, no hay un encierro
214permanente sino un cálculo de cuánto tiempo estar, con qué objetivos, bajo ciertas proyeccio-nes. Por supuesto que hay un montón de condi-ciones complejas que pueden arruinar ese cál-culo, y de hecho lo hacen. Pero el taller es una imagen muy potente de cómo, visto desde afue-ra, aparece el estereotipo del trabajo esclavo y, una vez que se explicita un punto de vista inte-rior al taller, se percibe la racionalidad puesta en juego por lxs trabajadorxs migrantes y aparecen una cantidad de otras formas de pensar, de cal-cular, de progresar. Son estrategias de vida que hacen de esa economía informal (que no signi-fica que no tiene forma, sino que es más versá-til para encontrar formas de cómo estar en la ciudad), una mirada nueva sobre el significado de producir riqueza, disputar espacios produc-tivos y, sobre todo, qué significa hacer pública esa producción clandestina. Porque la feria es el momento de publicidad, donde todos consumi-mos de esa supuesta clandestinidad. Esto altera las nociones de lo público y lo clandestino. Por último, la cuestión de la fiesta es una escena predilecta para pensar cómo se negocian estas legitimidades. Son un tipo de gasto y consumo que disputan las imágenes más comunes que tenemos sobre qué significa celebrar. La fiesta es un dispositivo interno de estas economías. ¿Pueden verse más las inteligencias creadas en el neoliberalismo desde abajo en los momentos de crisis?
215Sí, la crisis es un mar de donde surgen los saberes. Estamos acostumbrados a relatos de cómo van cambiando las formas laborales como si fuese una evolución técnica y tecnoló-gica de la organización social. Me parece que en Argentina la crisis visibiliza de manera dramáti-ca el momento donde se explicita la fuente de la invención social. La crisis aparece entonces no solo como un momento de padecimiento, sino de dinámicas de autogestión, formas de arre-glárselas, persistir, perseverar, que son verbos que juegan dinamizando un modo de asumir la época. Asoma un saber hacer, como modo de componerse en situaciones muy duras que des-pués arman como una tecnología desde abajo para construir espacio, conquistar poder o para salir adelante. La crisis queda permanentemen-te como un acervo de modalidades de construc-ción que hacen que la autogestión y la informa-lidad sean un recurso que se actualiza de modo recurrente. Y nos obligan a pensar que la crisis no es algo que queda allá lejos y hace tiempo, sino una suerte de tecnología que se incorpo-ra a la forma en que pensamos, proyectamos, improvisamos y resolvemos. Eso le da una ca-pacidad experimental muy interesante a la eco-nomía informal que permite ver ahí como una especie de vanguardia de las formas de hacer, laborar y pelear. Me quedo pensando si estos son sujetos que van conquistando una valoración política y pública o si son sujetos a los que hoy, cada día más, se los
216criminaliza y agrupa en una suerte de zona de in-seguridad y peligro, justamente por este carácter de mostrar siempre una distorsión en la percepción. Vos decís que en la feria se hace público algo que en la producción es clandestino. Es como si todo el tiempo los territorios de producción de esa subjeti-vidad estuviesen afectados por una opacidad, sobre la cual se construye una frontera dura: que son su-jetos peligrosos que hay que deportar. ¿Cómo ves el tratamiento mediático y político que hoy se le da a algunos de estos sujetos? Ahí hay un punto clave, que es la heteroge-neidad de estas economías, pero también del dinamismo que producen. Sin embargo, son a la vez explotadas y desconocidas. Pensemos en las quinteras bolivianas que proveen la ma-yor parte de fruta y verdura para la ciudad de Buenos Aires: se las contabiliza como recurso cuando se necesita verdura barata para ciertos comedores populares, se las interpela desde el gobierno y se les dice que tienen una tarea frente a la inflación de las grandes cadenas. Y, al mismo tiempo, son invisibilizadas, como si no existieran en términos de productoras. Ante ese doble estatuto que tiene este tipo de econo-mías, me parece que un denominador común que surge para agruparlas y producir un este-reotipo de cómo leerlas, es el tema de la inse-guridad. Es un código que permite indistinguir aquello que se explota y aprovecha pero a lo que se pone límite cuando disputa formas de ocupar el territorio, de construir autoridad y de
217negociar la riqueza social. Ahí aparece el térmi-no de inseguridad, la criminalización borrando toda esta complejidad que nutre los territorios y a la vez de la cual el sistema político y finan-ciero saca mucho provecho. La inseguridad y la criminalización son una forma interna a la regulación capitalista de cómo se explota esta vitalidad social. ¿Qué sería el afuera, si todo lo que hasta ahora entendemos como una trama comunitaria es re-producción neoliberal? Es la gran pregunta. Como decíamos antes, si hacemos más porosa y compleja la imagen de arriba y abajo, la de afuera y adentro también se vuelven más complicadas. El polimorfismo del neoliberalismo es justamente aquello que parece borrar los criterios, las fronteras, entre tramas comunitarias y valorización a favor del capital. Si ya no resulta fértil construir una ima-gen prístina ni ingenua de lo popular, entonces ¿qué sería un afuera en el sentido de una diná-mica combatiente de esa expropiación por la que conocemos al neoliberalismo? Ahí está la zona de disputa, de batalla, que es difícil definir simplemente como afuera. Y me parece que el criterio que sirve como modo de ubicar estas disputas son los nuevos conflictos sociales, que van justamente mapeando desde las luchas, cada vez más difíciles, promiscuas y opacas. Ahí mismo la idea de neoliberalismo también es arruinada en cierto sentido por estas dinámi-
218cas, cuando confrontan el consenso de lo que es la vida en la ciudad o en el campo, explicitan las dinámicas de especulación inmobiliaria y de negocios que afectan directamente los modos de vida y exhiben la trama de complicidades de los poderes. Esta conflictividad permite no sólo pensar en la capacidad del neoliberalismo de deglutirse todo, como una mancha de aceite que todo lo absorbe, sino más bien detectar en qué medida estas dinámicas, al implantar nue-vos tipos de conflicto y nuevas formas de enten-der la acción política, también están poniendo en cuestión la idea misma de neoliberalismo. ¿Qué reflexión tenés sobre la dimensión políti-ca de la investigación militante como parte de esta disputa que, también desde la escritura, hace parte de estos nuevos conflictos? Es fundamental compartir cuáles son los dispositivos de investigación, difusión y enun-ciación colectivas. ¿Cómo se construye una voz colectiva que pueda investigar, poner de relie-ve, hacer público, delimitar una serie de pro-blemas que no son evidentes? Como decíamos con respecto a la situación del taller textil: si no hay una capacidad de investigación, de un modo de narración que se involucre en la for-ma de valorar esa situación que no es exterior, me parece que hay una cantidad de problemas que no aparecen o lo hacen sólo bajo la fuerza del estereotipo o de las jergas mediáticas. Ahí la investigación política tiene la tarea de construir un problema con una narración particular, pero también una exigencia política acerca de qué se hace con esos problemas. ¿Para qué se visibili-za? La idea de visibilizar no me parece que bas-te por sí misma. No es solo dar a conocer, sino plantear un tipo de estrategia de conocimiento e intervención, de apertura de debate público, de problematización concreta. Ahí siempre es la dimensión colectiva de la investigación la que le da la capacidad exploratoria y experimental, a la vez que propone hacer algo con ese material que vaya más allá producir un texto. Esa es la pregunta por la potencia política.