Venezuela:
Un examen de la actual coyuntura venezolana que desmitifica la imagen que venden los medios de difusión masivos y promueven los dominadores de turno o quienes aspiran a suplantarlos. Publicado originalmente en El Libertario # 36.
Hacer un análisis del tiempo actual por el que atraviesa la sociedad venezolana merece el reconocimiento de la manera como se nos ha enseñado a pensar. Víctimas del método construimos los razonamientos en función de esquemas, fragmentos, pedazos de tiempo y espacio, de historia y actualidad. Sociedad de lo efímero, sociedad del vértigo, sociedades de coyunturas. Los criterios de “análisis” circulados por medios privados y estatales no han escapado a esa lógica. Es así como la coyuntura económica, social y política que atraviesa Venezuela, en apariencia pareciera no tener más solución: dejar al Presidente Chávez en el poder o reemplazarlo. Es decir, cambiar un individuo por otro o legitimar al que ya está. La propuesta ofrecida es la realización o no de un Referéndum Revocatorio al mandato presidencial.
Ambos bandos, oficialistas y opositores, se atrincheran en excusas llenas de formas pero vacías de fondo. Por un lado la Coordinadora Democrática enfila sus armas en contra del “castrocomunismo” y en pro de la “libertad”, por el otro, los chavistas se defienden de las garras del “golpismo” y el “fascismo”, porque “Chávez es el pueblo”. Como escudo miles de personas que de una u otra forma se sienten identificadas con el velo que cubre las verdaderas motivaciones. Ambos con un discurso distinto responden a la misma lógica, golpistas o demócratas a conveniencia. Porque cualquier noción de cambio real, requiere de un entendimiento de las experiencias del pasado y de las cotidianas. No es tan simple como reemplazar un individuo por otro, un partido por otro, un color por otro. Es tan complejo como crear nuevas formas de organización social. Ninguno plantea nuevas alternativas: éstas promoverían su propia destrucción. La capacidad de hacer, implica cierto despertar y permite la organización de la gente adquiriendo capacidad social, un poder mayor que el del propio Estado, sus instituciones y los partidos políticos. Es la capacidad de autodeterminarse.
En el último siglo todos los intentos por transformar las relaciones y los beneficios sociales a través del Estado han sido un rotundo fracaso. Creer que involucrarse con el Estado permite realizar cambios o revoluciones sociales es no entender su lógica. Nació como forma más idónea de implementar el Capitalismo, ha sido su instrumento y se ha perpetuado aún cuando hoy se hable de libre mercado. Incorporarse a él es permanecer dentro de redes de relaciones sociales capitalistas, son las únicas que han existido y seguirán existiendo dentro de él. Un Estado requiere, obliga a esas formas de relación jerárquicas incluso para sanear el descontento. Estado de izquierda es una anomalía, es contra natura, ¿Estado anticapitalista?, ¿Estado socialista? ¿Estado antineoliberal?. Fracaso. Los cambios en una sociedad pre y postcapitalista son el resultado de luchas y nuevas formas de sociabilidad. Un gobierno de izquierda es ineficaz porque subordina cualquier descontento a fines electorales, Constitución como programa, leyes como panaceas revolucionarias, misiones como logros, indefectiblemente se vuelve conservador cuya motivación suprema es la propia conservación del poder. Incluso, sus grupos más radicalizados (Tupamaros, Lina Ron) se han legalizado como partidos políticos, oxigenando el desgaste de la democracia representativa y apuntándose como comparsa electoral. La realidad venezolana lo confirma: este es un gobierno que debilita los movimientos sociales y sus luchas para poder conciliar las demandas del capital global (véase negociaciones del gobierno en sectores energéticos, financieros y de telecomunicaciones). No hay ninguna diferencia entre éste, los anteriores y los que quieren reemplazarlo, sólo el disfraz. Cuestiones de forma más no de fondo. Revocar a uno para poner a otro, da lo mismo. La realidad actual plantea en términos pedestres una pugna entre dos fuerzas que no son opuestas. La recomposición o el reparto del Poder es el trasfondo. Ambos bandos recurren a las mismas fórmulas, ya obsoletas, caducas y de demostrada ineficacia. Historia del gobierno actual, historia de sus más acérrimos opositores.
Muchos enaltecen el reconocimiento que el gobierno actual da a la existencia de más de un 80% de personas pobres, de sus necesidades y de sus reivindicaciones como ciudadanos. Esto no puede seguir siendo la mordaza y bandera de los dominantes de turno. Aún cuando la memoria colectiva parezca ser muy mala esa es una realidad que surgió y se volvió imperante desde hace ya 15 años con el levantamiento civil del 27 y 28 de Febrero. Y que no permitía que se siguieran cometiendo los mismos errores. ¿Por qué no reconocer que esa fue la punta de lanza para el cambio?. No se puede seguir usando como excusa a una figura o un partido como únicos defensores o Mesías de los más necesitados. Porque la gente, las personas ya un día salieron a la calle a luchar por sus derechos. Reivindicar a los más necesitados es una obligación ganada con muchos muertos sin culpables conocidos y seguirá siendo la carta de presentación de éste y los gobiernos de turno.
- No hay soluciones mágicas
¿Cuáles son los cambios reales tras 5 años de gobierno?, aparte del discurso, ¿cuáles son las mejoras?. ¿Por qué sólo hay referéndum político y no económico o social?. Porque hoy más que nunca la articulación de las políticas económicas y sociales se decide en lugares donde el voto de los ciudadanos no sirve. Los consejos de administración de las empresas transnacionales, el mercado financiero, el FMI, el Banco Mundial, el G-8, son los grandes gobernantes del mundo, los que nadie puede elegir, los que nunca cambian, los causantes de la muerte por hambre en el mundo de un niño cada 7 segundos, los que el ciudadano por más que quiera no puede elegir por irrelevante que resulte.
El cartel político de los próximos meses, nos anuncia “soluciones” a nuestros problemas. Referéndum o no, se producirá a la par un vaciado de memoria, volviendo a repetir los fracasos, sin aprender del pasado, porque éste se reescribe a medida de las conveniencias del poder (como al proclamar al 4F “Día de la dignidad”). Sea cual sea la decisión del CNE nos esperan tres años de campaña electoral y con elecciones los políticos arreglan las calles y maquillan las ciudades. Ya hoy estamos en tiempo de campaña y como siempre se nos maquilla las realidades económicas. El país está estancado en una profunda crisis sufrida por muchas familias y que no se refleja en los grandes datos económicos. La realidad es un 20% (en números gruesos) de desempleo, esto significa que de una población económicamente activa de 12.260.895, están sin empleo 2.452.000 venezolanos, igualmente de esa población económicamente activa existe un 54% dentro de la economía informal, es decir 6.620.883 de venezolanos que se rebuscan como pueden. En resumidas cuentas, la rentabilidad económica de las empresas se sustenta gracias a la explotación que sufren millones de trabajadores y de la miseria de esos casi 9.000.000 de personas que no tienen cómo lograr cubrir sus necesidades básicas, pero siempre hay que cumplirle al sistema: hay que votar.
El panorama político venezolano, viene repitiendo las mismas actuaciones, que demuestra la poca importancia del color del Poder, ya que éste es ajeno a la sociedad. Los mismos de antes, los renovados de ahora, los emergentes partidos de izquierda, derecha o de centro, siempre al servicio del poder empresarial o de las apetencias personales del gobernante de turno (o de ambos), han demostrado la ineficacia de la democracia “representativa” o “participativa”, demuestran su ineficacia en todo lo que nos afecta como consumidores, como pacientes, como estudiantes, como clientes, como deudores hipotecarios, como jubilados, como trabajadores. Campos de nuestras vidas en los cuales sufrimos abusos e impotencia para poder combatirlos. Las urnas no solucionaran que consumamos alimentos más caros y de peor calidad. Alimentos adulterados, transgénicos, engendros de la química. El voto no va a cambiar que cada vez más las ciudades se extiendan por los montes destruyéndolos, cubriendo todo de asfalto en una sociedad diseñada para el consumo de autos y petróleo. Introducir el voto en la urna no va a impedir que se acabe el desempleo, ni la usura bancaria, ni que lleguemos a los 65 años con nuestras necesidades básicas insatisfechas. No se va a acabar con la especulación inmobiliaria, ni los problemas que sufren los inquilinos, condenados eternos a carecer de una vivienda propia. Son definitivamente problemas estructurales, que forman parte de la arquitectura de la sociedad que sufrimos, “bolivariana” o “escuálida” da lo mismo.
Mientras la basura de los grandes medios de difusión enturbia la conciencia de la masa, se olvidará a los desempleados, las masacres en las cárceles, la violencia urbana cotidiana con sus 100 asesinados de los fines de semana, el hambre pareja. Pero para cambiar eso deberíamos empezar por el principio, dejar de delegar (que es sinónimo de negarse a votar) y empezar a cambiar de sistema social, transformar las conciencias y las relaciones en la cotidianidad y organizarnos.