Ankara ha anunciado que en breve enviará un nuevo embajador a Tel Aviv. Las relaciones diplomáticas con Israel fueron congeladas (que no cortadas) en mayo de 2018 cuando el ejército israelí asesinó a decenas de palestinos durante la Marcha del Retorno. Entonces, Ankara no puso ninguna condición a Israel para hacer las paces, como podría ser, por ejemplo, el pago de una indemnización a las familias de las víctimas civiles palestinas en esta crisis.
La actual decisión de Tayyeb Erdogan llega pocas semanas después de que él mismo criticara duramente a los países árabes que han reconocido el estado israelí sin exigir nada a cambio para los palestinos. ¿Por qué?
Las razones de Erdogan
1. No se trata de ninguna incoherencia. Turquía, un país de 80 millones de habitantes y una extensión 34 veces mayor que Israel, teme al diminuto Estado hebreo, y no sólo por las bombas nucleares que posee, sino y sobre todo por la protección incondicional de la que goza Israel por parte de la superpotencia Estados Unidos. Este miedo del hombre fuerte de Turquía no es incompatible, en absoluto, con sus gestos antisionistas de cara a la “comunidad musulmana mundial” y a la bases social religiosa conservadora interna que le apoya, aunque ésta sea cada vez más reducida: el erdoganismo hace tiempo que se ha agotado. El problema del líder turco con Israel nunca ha sido la ocupación de las tierras palestinas, sino los excesos que cometen sus mandatarios durante los ataques cíclicos “impresentables” que matan a civiles y colocan de paso a los aliados en un situación embarazosa: en mayo de 2010, cuando el ejército israelí asaltó el buque humanitario MaviMavara y mató a diez cooperantes turcos, el presidente Erdogan expulsó al embajador israelí, y comparó la política palestina de Tel Aviv con el Holocausto; Netanyahu le respondió que él líder turco también “masacraba a los kurdos de su propio país”. Tenían razón ambos, y por eso volvieron a darse la mano.
2. El reconocimiento de Israel por varios países árabes aísla a Ankara: Erdogan tiene motivos para pensar que hay una conspiración en esta alianza “judío-árabe” para arrinconar a los turcos, en parte debido a la creciente influencia de Ankara entre los palestinos. Sin embargo, la injerencia de los países de la región en la causa palestina solo ha conseguido religionizar lo que es una cuestión de liberación nacional y convertir el suelo palestino y libanés en un campo de batalla entre las élites sunnitas, chiitas y judías. Ninguno ha podido parar los pies a Israel: la situación de los palestinos es peor que hace cuatro décadas.
3. El nuevo presidente de Estados Unidos, Joe Biden, es sionista (lo confesó él mismo), por lo que cualquier crisis con Tel Aviv, aunque sea de baja intensidad tiene más coste político-económico para Ankara que beneficio.
4. La administración Biden se presenta como una amenaza muy seria para el sultán turco, e Israel podría ejercer un papel de apaciguador. Fue durante el Gobierno Obama-Biden cuando la OTAN organizó el golpe de estado fallido dirigido al “cambio de régimen” turco en julio de 2016, por lo que Tel Aviv podría ser un enlace entre el palacio de Erdogan y la Casa Blanca: ¡Dicen que en el infierno hay unos monstruos tan espantosos que te verás obligado a pedir hacer pactos con las víboras! ¿O es que Erdogan piensa que el Mossad desconocía el plan de los militares turcos de bombardear el hotel donde residía durante el golpe?
Biden está decidido a hacer la vida aún más difícil al dirigente turco: a) en Siria a través de un mayor respaldo a los kurdos; b) activando la sanciones al Halkbank de propiedad pública turca, acusado por Estados Unidos de evadir las sanciones contra Irán. Por este mismo motivo, en 2016, Washington multó al banco francés BNP Paribas con 9.000 millones de dólares, y c) castigando a Turquía por la compra del sistema de defensa aérea S-400 de fabricación rusa, en virtud de la Ley de lucha contra los adversarios estadounidenses mediante sanciones (CAATSA). Incluso en el Capitolio (sede de las dos cámaras de representantes de Estados Unidos), los grupos de presión antiturcos se han hecho muy fuertes. Siendo candidato, Biden prometió reconocer oficialmente el genocidio armenio, lo cual significa un golpe político a Ankara y también uno económico: Turquía deberá indemnizar, con una cuantía astronómica, a las familias supervivientes. El mes pasado, Estados Unidos transfirió 400 millones de dólares a las unidades kurdas en Siria, y Erdogan sabe que puede contar con los israelíes en su lucha antikurda: agradeció al Mossad por localizar y secuestrar a Abdullah Oçalan en Kenia y entregarlo al MIT, los servicio de inteligencia turcos, en 1999.
5. La cooperación militar entre Grecia, Israel y Chipre desde 2017 también inquieta a Turquía. A las tensiones geopolíticas a causa de Libia entre los países que la devastaron se han unido las disputas por el gas del Mediterráneo oriental. Grecia, Chipre, Israel, Egipto, Jordania, la Autoridad Palestina e Italia han creado un foro para coordinar sus esfuerzos para extraer el gas del fondo marino, excluyendo a Turquía. Emmanuel Macron, uno de los enemigos públicos de Tayyeb Erdogan, envió el portaaviones Charles de Gaulle a la región y Grecia firmó un acuerdo de defensa los Emiratos Árabes Unidos. Lo que llama la atención es que Israel no firmase una declaración redactada por dichos países que condenaba las acciones de Ankara en el Mediterráneo oriental. ¿Está Israel tanteando la formación del triángulo Turquía-Israel-Libia para la exploración de gas libio?
6. Ante una profunda crisis económica, Ankara debe salvar, al menos, las relaciones comerciales con Israel: en 2019, Turquía exportó bienes a este país por el valor de 4.000 millones de dólares e importó 1.500 millones de productos israelíes. Además, Turquía recibe más de medio millón de turistas israelíes cada año.
Turquía está lista para hacer concesiones: ¿dejará de apoyar a La Hermandad Musulmana y a Hamas o aceptará el estatus israelí para Jerusalén? ¿Se enfrentará a Irán y se opondrá a la renovación del acuerdo nuclear entre Estados Unidos e Irán?
El error de Erdogan consiste en no entender la estrategia de Estados Unidos e Israel: rediseñar el mapa de la región según sus intereses para el siglo XXI. “El poder de Irán es frágil y Turquía se presenta como una amenaza real”, afirma el jefe del Mossad, Yossi Cohen. Después de desmantelar los tres poderosos estados árabes –Irak, Libia y Siria– y contener a Irán, ahora van a por Turquía y lo harán de mil maneras.