Cerca de Beijing, China, el despacho Guallart Architects, con sede en Barcelona, levanta una ciudad con departamentos de madera, granjas en las azoteas y energía renovable con espacios para drones y amplias estancias para trabajar en caso de que la pandemia por COVID-19 regrese o nuevas amenazas se ciernan sobre el mundo.
El gobierno del presidente Xi Jinping promovió la construcción de esta urbe en la comunidad de Xiog’an, cuyo fin es establecer “nuevo estándar en la era pos-COVID”. Para Vicente Guallart, jefe de este proyecto, el objetivo es dotar de todas las comodidades a los habitantes, incluso en momentos de enclaustramiento.
“Si los hogares permiten el teletrabajo y la teleeducación, tienen espacios flexibles en grandes terrazas y las ciudades pueden cultivar alimentos en los techos o imprimir objetos en sus barrios, estaremos más preparados para las crisis del futuro”, abundó en una entrevista ofrecida para la Fundación Thomson Reuters.
Durante la Conferencia Anual de la Asociación de Vivienda en Renta (AVER) en México, algunos especialistas en el tema inmobiliario perfilaron algunas transformaciones en el sector: mecanismos que impidan la entrada del virus; espacios especiales dentro de los hogares para trabajar, pero también áreas comunes con cabinas para desempeñar las labores sin salir de casa.
Habrá más espacios semiprivados y en los centros de trabajo se mantendrá la separación entre colaboradores. En la parte electromecánica de los edificios se buscará tener más aire fresco, así como filtración y desinfección del aire acondicionado.
A lo largo del mundo, gobiernos, empresas y organismos de la sociedad civil ya han comenzado a revisar cómo se transformarán las ciudades a partir de la crisis sanitaria por coronavirus. En lo que coinciden los especialistas es que habrá un reacomodo de nuestra forma de vivir las urbes y de cómo las recuperaremos.
Cambios en lo inmediato
Para el Mtro. Carlos Luis Delgado Castillo, académico del Departamento de Arquitectura, Urbanismo e Ingeniería Civil de la IBERO, el impacto que está teniendo el coronavirus es en lo inmediato: las ciudades están siendo modificadas para poder manejar la pandemia, es una estrategia que se conoce como urbanismo táctico, en donde se realiza una intervención temporal de los espacios públicos.
“En el corto plazo se están haciendo intervenciones de manera rápida y económica, que facilitan, en este contexto, la reducción del contagio de personas; obviamente, a nivel ciudad sería en estos espacios públicos o en las zonas donde pueda haber una interacción mucho más grande de población”.
Aunque estas transformaciones son temporales, vislumbra que muchas de ellas se quedarán para el futuro, pues históricamente a partir de enfermedades se han promovido legislaciones que buscan construcciones más saludables. En este sentido, el tema arquitectónico también será impactado en el tiempo por venir.
En julio pasado, el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (CESOP) de la Cámara de Diputados presentó el informe La ciudad en tiempos de pandemia y los retos que plantea la postpandemia, en donde se planteaban algunas medidas para el futuro de las urbes en nuestro país como:
- La ampliación de los espacios peatonales y ‘áreas de tranquilidad’, y reducir los espacios de la motorización.
- Movilizar medios de transporte más sostenibles, como la bicicleta o el coche compartido; así como el mejoramiento en el transporte público.
- Se debe migrar de un urbanismo de m2 a un urbanismo de habitalidad y calidad de los espacios.
- Se debe volver a lo local, a los barrios, a la economía de escala. Cultivos cercanos y conservación de fuentes hídricas y corredores ecológicos.
- Una ciudad mucho más peatonal que, a largo plazo, se convertirá en una ciudad más saludable y, por otro, ayudará al distanciamiento social y evitar aglomeraciones.
- Los nuevos planes urbanos deberán contemplar la multiplicidad de usos en el territorio, pequeñas fábricas (mini parques industriales), comercios, servicios, supermecados y producción artesanal, todos conviviendo armónicamente.
Delgado Castillo apunta que uno de los elementos que se deberán tomar en cuenta en las futuras propuestas es el tema de los diferentes públicos y sus necesidades. Afirmó que se debe reflexionar en el sentido de que no sólo se buscan urbes sustentables sino ciudades saludables; por ello, es determinante tomar en cuenta a los distintos grupos.
Esto implica cambios en las estrategias de movilidad tanto a nivel de automotores como de peatones y ciclistas; además de buscar sistemas de pago automatizados en el transporte público, facilitar los traslados e impulsar nuevas modalidades de trabajo. Estos ejemplos, dice, podrían convertirse en estrategias que reduzcan el tiempo de espera y el hacinamiento.
También se debe tomar en cuenta el tema de los espacios públicos, los cuales deben ser habilitados y que crezcan; así como dar más lugar a los peatones y a quienes usan como medio de transporte las bicicletas. En el caso de los grupos vulnerables, deberían existir horarios para que éstos puedan moverse por las ciudades con mayor libertad y seguridad.
El también académico en la Maestría de Proyectos para el Desarrollo Urbano estima que se deberá revisar la construcción de los edificios, “cómo se ventilan, cómo se orientan, es decir, esto que se conoce como diseño bioclimático, en donde te adaptas a las condiciones del clima del lugar y garantizas que haya una ventilación e iluminación adecuadas; porque si está bien ventilado tu edificio, por ejemplo, no tendrías que usar tanta calefacción”.
Enfatiza que el diseño también debe tener un impacto dentro de los hogares, pues es vital que se piense en qué forma podemos tener recreación y convivencia, así como lugares para desarrollar nuestra labor profesional, sobre todo ahora que el trabajo a distancia o en casa parece que se quedará con nosotros.
“Es decir, en el interior de las casas, el diseño será fundamental para que no nos volvamos locos, para decirlo de alguna forma, y tengamos la oportunidad de tener una salud mental y física dentro de los mismos hogares”.
Para lograr modificaciones de verdadero impacto, comenta el Mtro. Carlos Luis, se necesita una partida presupuestal y cambios en la legislación; así como enseñar a las personas a vivir en las urbes: usar señalética que nos diga cómo usar el transporte público o la dirección que debemos seguir cuando caminamos por las calles.
Entonces, la comunicación tendrá un papel importante en el desarrollo de los proyectos urbanos, además de la civilidad de las personas, porque “mucho del correcto funcionamiento de la ciudad dependerá del comportamiento de la población; por un lado, es el diseño físico-espacial y, por el otro, la educación de la ciudadanía”.
Diseño para adaptarnos a los fenómenos naturales y sociales
En junio de 2020, en el The New York Times apareció un artículo titulado La arquitectura podría ayudar a adaptarnos a la pandemia, de acuerdo con el texto, la propagación del coronavirus no sólo era una crisis de salud, sino un problema de diseño, en el sentido que los espacios esenciales no permitían el aislamiento o la distancia que esta situación requería.
El Dr. Edward Bermúdez Macías, coordinador de la Licenciatura en Diseño Interactivo de la IBERO, explica que el diseño toma conciencia de su responsabilidad al modificar el entorno y en momentos de crisis como éste es importante reflexionar sobre un diseño que “nos prepare para adaptarnos a los fenómenos naturales y sociales que están por venir, y nos permita colaborar en la construcción de un modo de ser más armónico, convivencial y sostenible”.
Respecto a que elementos se deben considerar para construir propuestas a través del diseño, el académico enfatiza que se debe poner al centro a las personas “ya no como individuos a satisfacer, sino como integrantes de un grupo social que a su vez pertenece a grupos más extensos, y a la naturaleza misma; es decir, a diseñar pensando en varias escalas en las consecuencias positivas y negativas de las propuestas”.
En mayo de este año, en pleno boom de la crisis en Estados Unidos, el Instituto Americano de Arquitectos entendió que el problema de los espacios tenía que pasar por el rediseño de los lugares para atender a los enfermos. Para ello, se redactó la Herramienta de evaluación de preparación, una guía para enfrentar la crisis sanitaria.
En ella, se establecían parámetros para elegir espacios como centros temporales de operación y atención médica. En especial, era de gran ayuda para quienes no tenían experiencia en el diseño de atención médica. La intervención de este Instituto permitió, a través de puntos muy específicos, responder rápido a la pandemia y tomar decisiones en el momento.
Y ese es el papel del diseño. A decir del experto de la IBERO, esta disciplina ayuda a combatir crisis en las necesidades más inmediatas, pero también en las que son poco atendidas o visibles, entiéndase las consecuencias del aislamiento (términos emocionales), o de alternativas a actividades como el trabajo, el descanso, el entretenimiento, la alimentación, entre otras, “siempre en el marco de prácticas sociales mediadas por objetos físicos o virtuales”.
El diseño, abunda Bermúdez Macías, aporta mediaciones o mediadores significativos para las personas que ahora en una crisis de gran escala se enfrentan al cuidado de su salud física y psicológica, y al impacto de la estabilidad económica y de los proyectos de vida.
“El diseño también puede contribuir a una profunda reflexión sobre el fenómeno de la pandemia, que nos permita atender de mejor forma crisis como la ambiental o las injusticias sociales, sin que necesariamente esto se convierta un objeto reproducible en una fábrica o industria. El diseño puede intervenir de muchas maneras en contextos diversos, porque al ser una práctica propia de todos los seres humanos, puede tener muchas formas de especializarse y permitir distintas maneras de ser en el mundo”.
La construcción de las ciudades debe poner al centro a las personas y el derecho a la vivienda es el requerimiento mínimo para los habitantes de cualquier urbe. En esta contingencia, ha quedado de manifiesto que los grupos vulnerables son los que más sufren la pandemia, sobre todo aquellos que no pueden confinarse porque o deben salir a trabajar o, peor aún, no tienen un lugar donde guarecerse.
Leilani Farha, relatora especial de la ONU sobre el derecho a una vivienda adecuada, ha sido más que enfática en ese sentido y su declaración, en marzo de este año, lo demuestra: “La vivienda está en la vanguardia de la batalla contra el coronavirus. Tener una morada nunca ha sido más que hoy una cuestión de vida o muerte”.
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