La crisis del Estado neoliberal golpeado por la corrupción, el impacto de la pandemia y los límites de su propia configuración. De otro lado, aborda las impugnaciones organizadas desde la sociedad, enfatizan-do en las respuestas comunitarias y los cambios en las subjetividades políticas, lentos pero persistentes, expresados en las últimas moviliza-ciones.
¿CERRANDO UN CICLO?CRISIS DEL ESTADO NEOLIBERAL, PANDEMIA Y SOCIEDAD EN PERÚ
Anahí Durand Guevara1
1 Licenciada en Sociología (UNMSM), Mgs. en Ciencias Sociales por la FLACSO México y candidata a doctora en Sociología por la UNAM. Docente e investigadora de la Escuela de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima.
https://muchosmundosediciones.files.wordpress.com/2021/01/estadosalteradosdigital.pdf
Cuando en marzo del 2020 se declaró el estado de emergencia na-cional a causa de la pandemia del coronavirus, Perú atravesaba una grave crisis político institucional, gatillada por el escándalo Lavaja-to. La trama de corrupción instalada en el Estado llegó a involucrar al entonces presidente Pedro Pablo Kucinsky quien se vio obligado a renunciar pues sus empresas resultaron comprometidas en malos manejos cuando fue ministro de economía. En ese momento, el régi-men ensayó una apurada sucesión colocando a Martín Vizcarra en la presidencia, quien hábilmente asumió la bandera de la lucha contra la corrupción, enfrentando al fujimorismo enquistado en el Parlamento y reformando algunos ejes relacionados al sistema de justicia. El cie-rre constitucional del Congreso, la elección de uno transitorio y la alta aprobación popular de Vizcarra parecían asegurar la continuidad del modelo y una sucesión favorable al establishment las elecciones del 2021. Pero llegó la pandemia abonando a la descomposición del régi-men en medio de una aguda crisis política que ha costado la vacancia del mismo Vizcarra, la imposición de un presidente ilegítimo que duró cuatro días y la designación de un frágil gobierno transitorio.Con cifras que ubican a Perú como uno de los países con mayor letalidad por coronavirus en el mundo, una crisis económica de gran magnitud y una inestabilidad política latente; el régimen neoliberal se encuentra colapsado. Los grupos de poder instalados en el Estado desde 1992 demostraron su incapacidad de asegurar la vida de las personas, al tiempo que destinaron millonarios créditos y salvatajes para sus empresas y bancos. La clase política gobernante continúa utilizando las instituciones para favorecer intereses subalternos y las movilizaciones sociales activadas demuestran indignación y van abriendo un momento destituyente que cuestiona cada vez más el modelo y la Constitución. El presente artículo se propone analizar la crisis del Estado neoliberal golpeado por la corrupción, el impacto de la pandemia y los límites de su propia configuración. De otro lado, aborda las impugnaciones organizadas desde la sociedad, enfatizan-do en las respuestas comunitarias y los cambios en las subjetividades políticas, lentos pero persistentes, expresados en las últimas moviliza-ciones. Finalizamos con algunas reflexiones sobre el posible cierre del ciclo neoliberal y la apertura de uno nuevo cuya orientación hacia el progresismo o un renovado neoliberalismo, todavía se encuentra en disputa.
EL ESTADO NEOLIBERAL: PODER EMPRESARIAL, CRISIS Y PAN-DEMIA
Abordar la configuración del Estado neoliberal en Perú, requiere en primer lugar entender al neoliberalismo en sus tres acepciones prin-cipales. Primero; como un programa intelectual “Un conjunto de ideas cuya trama básica es compartida por economistas, filósofos, sociólo-gos, juristas entre los que destacan Friedrich Hayeck, Milton Fried-man, entre otros que argumentan a favor de restaurar el liberalismo amenazado por las tendencias colectivistas del s. XX” (Escalante, 2017). Segundo, como un programa político; una serie de leyes, arre-glos institucionales, criterios de política económica, fiscal derivados de aquellas ideas con el propósito de frenar y contrarrestar el colec-tivismo en aspectos concretos, tanto en la economía, la educación, la salud, etc. Finalmente, como un modelo de sociedad, un régimen de existencia que impone determinada racionalidad y formas de convi-vencia susceptibles de reproducirse también desde abajo, en las subje-tividades y prácticas populares (Gago, 2014).Tras la crisis del proyecto nacionalista industrializador impulsa-do por el régimen militar de Velasco Alvarado a fines de los ‘60, y su colapso total durante el primer gobierno de Alan García a finales de la década del 80, las ideas neoliberales ganaron terreno en el país. A inicios de los ’90, en un país asediado por el conflicto armado, la hiperinflación y la debacle de los principales partidos políticos, los grupos de poder económico y la cúpula militar impusieron una salida autoritaria a la crisis avalando el autogolpe de Alberto Fujimori perpe-trado el 5 de abril de 1992 y legitimado por la Constitución de 1993. El neoliberalismo peruano se instaló en lo ideológico, lo programático y lo societal, limitando al Estado a su función de promotor de la inver-sión privada, desarrollando una legislación y una arquitectura estatal favorable al libre mercado y expandiendo una racionalidad individua-lista que, en nombre del emprendedurismo, alentaba la informalidad y justificaba la desprotección social. Esta forma de organizar el Estado y la sociedad, sobrevivió la caída del fujimorismo y fue continuada por los sucesivos gobiernos democráticos. Del 2001 en adelante, los grupos de poder que se turna-ron en el gobierno otorgaron un nuevo aire al modelo, aprovechando los altos precios de los commodities en el mercado internacional. Si-guiendo lo anotado por economistas como Francisco Durand (2004), se produjo la captura del Estado como un proceso por el cual las gran-des empresas y corporaciones transformaron el Estado a su medida, colocando a sus ejecutivos en puestos claves de gobierno e incluso captando a todos los presidentes. Tal situación erosionó la democra-cia pues, sin importar la opción por la que votaran los ciudadanos, la política económica y forma de gobierno fueron las mismas; así ocu-rrió con Ollanta Humala quien llegó al poder con un discurso crítico al modelo y a los pocos meses se alineó con el neoliberalismo. En si-milar sentido, para asegurar la continuidad de la política económica y tributaria, ha sido determinante la existencia de una tecnocracia que, matices más o menos, constituyó un cuerpo de profesionales asenta-dos en los ministerios y especialmente en el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) supuestamente apolíticos, pero ideológicamente comprometidos con la no intervención estatal y la promoción de la inversión privada.Tal como los peruanos hemos constatado a lo largo de las últimas décadas, el poder económico ha tenido acceso preferencial al Estado y capacidad para ocuparlo usando la “puerta giratoria”, es decir me-diante el paso de ejecutivos de las empresas a funciones de gobierno y viceversa. Asimismo, los conglomerados económicos han conseguido operar directamente desde el poder político concentrado en el Eje-cutivo de modo que, de la década del ‘90 en adelante, el 65% de la legislación en temas económicos ha sido hecha por decreto legislativo o supremo y no por el Parlamento nacional2. Conglomerados como el grupo Romero dueño de Credicorp con el Banco de Crédito o el Grupo Interbank de Rodríguez Pastor, se han enriquecido y consolidado su influencia siendo la CONFIEP, la Asociación de Banca (ASBANC) la Asociación de AFPs o la Sociedad Nacional de Minería (SNM) entre otros, interlocutores privilegiados de los gobernantes. La crisis gatillada por Lavajato develó las limitaciones del Estado 2 Entrevista en https://larepublica.pe/politica/2020/05/16/francisco-du-rand-en-el-peru-hay-una-doble-concentracion-del-poder-en-lo-economi-co-y-en-lo-politico/?fbclid=IwAR3RrWiiNbBzQOZSZCdFVZBjh_Pv3qOYTTF-xFrz-n7rAfSH6i672KS7q6Es
36Anahí Durand Guevara¿Cerrando un ciclo? Crisis del Estado neoliberal, pandemia y sociedad en Perúneoliberal y la gobernabilidad instalada, mostrando su cooptación en manos de intereses privados y su propensión a avalar esquemas de corrupción vinculados a “candados constitucionales” que complican la posibilidad de introducir reformas. Figuras como los denomina-dos “Contratos Ley” fijados supuestamente para brindar seguridad jurídica a las empresas han terminado amparando acuerdos lesivos para los intereses públicos, siendo penalizada cualquier modificación con cuantiosas multas. Lo mismo ha ocurrido con figuras como las Asociaciones Público Privadas (APP) de la cual se valieron sucesivos gobiernos para contratar con el Estado favoreciendo empresas cerca-nas a sus intereses especialmente en el sector construcción e infraes-tructura. Además, tal como evidenciaron las denuncias y testimonios del caso Odebretch el poder empresarial usaba elementos legales como la financiación de partidos políticos, realizando donaciones millonarias a los partidos con más opciones de ganar las elecciones para que una vez gobierno, los favorecieran con contratos, legislaran a su favor y aseguraran la impunidad del aparato de justicia. Este mecanismo fun-cionó por décadas, beneficiando a grupos de poder político y econó-mico al punto de involucrar a todos los ex presidentes, diversos gober-nadores regionales, alcaldes, ex ministros y altos funcionarios que hoy enfrentan sendos juicios por corrupción. Conocer esta situación gene-ró la indignación de la ciudadanía con la clase política, incrementan-do el malestar y la desafección, pero también poniendo en el debate la necesidad de cambios profundos, incluyendo la Constitución del ́93.En ese contexto de inestabilidad política, la pandemia del corona-virus agudizó la crisis del Estado neoliberal revelando su incapacidad de asegurar aspectos básicos como la salud o la alimentación de las mayorías. Las contundentes cifras exponen una verdadera catástrofe donde más de 80 mil personas murieron en ocho meses3, sumando millones de contagios y una realidad de enfermedad y muerte que pudo haberse evitado de no haberse abandonando la salud pública para favorecer esquemas de atención privada. Justamente, pese al crecimiento sostenido del PBI las últimas décadas, la inversión en salud se mantuvo estancada entre las más bajas en la región, limi-tando considerablemente la posibilidad de mejorar la infraestructura hospitalaria, desarrollar investigación médica o alentar la producción farmacéutica. El hecho de que al empezar la emergencia existieran 276 ventiladores mecánicos para una población de 32 millones de per-3 Según datos de Jhon Honkins University, al mes de noviembre Perú encabeza-ba la lista de los 10 latinoamericanos países con más muertes por covid-19 cada 100.000 habitantes (muertes per cápita) en América Latina, seguido por Bolivia, Brasil, Chile y Ecuador https://coronavirus.jhu.edu/map.html
37¿Cerrando un ciclo? Crisis del Estado neoliberal, pandemia y sociedad en Perúsonas y la ausencia de una red de atención primaria que permitiera la detección rápida y temprana del Covid-19 fue determinante en la magnitud de esta tragedia4. De otro lado, el impacto del virus reveló también la dramática desprotección social en que vive la gran mayo-ría de peruanos relacionada con la altísima tasa de empleo informal que agrupa a más de 12 millones de personas, equivalente al 71% de la población económicamente activa5, que trabajan por contrato tem-poral y/o se “recursean” al día sin ningún derecho laboral como segu-ridad social o vacaciones. Para esta mayoría de peruanos quedarse en casa significaba un día sin posibilidades de subsistencia, lo cual hizo imposible que funcionaran medidas de contención sanitaria como la cuarentena. Para paliar esta situación el gobierno dispuso el pago de un bono focalizado de aproximadamente 110 dólares a las familias identificadas como pobres. No obstante, estos bonos se entregaron desordenada y tardíamente a un grupo reducido, teniendo poco efec-to en mitigar la situación de vulnerabilidad de las mayorías. Pese a que diversos economistas y grupos de izquierda como el Nuevo Perú advirtieron de la necesidad de entregar un ingreso básico universal, remarcando que el Estado poseía los recursos para hacerlo, Vizcarra y la tecnocracia del MEF se negaron a ello, abonando con esta decisión al fracaso de la cuarentena.Pero al tiempo que se mezquinaban los recursos públicos para apoyar la situación de las familias, el gobierno implementaba un es-quema de reactivación económica favorable a los grupos de poder económico. Se aprobó así el “Programa Reactiva Perú” que destinó el 12% del PBI a “asegurar la continuidad en la cadena de pagos ante el impacto del CODIV -19”6. En una primera fase, a través del Banco Central de Reserva, este Plan entregó a los bancos 30 000 millones de soles (8,500 millones de dólares) para financiar básicamente a las grandes empresas y a las trasnacionales, apelando a la vieja fórmu-la de entregar dinero público a grandes grupos de poder financiero prácticamente sin condiciones. Junto a estas medidas, la desordenada reapertura económica presionada por los sectores empresariales agre-miados en la CONFIEP, reafirmó la primacía a los grupos de poder, mostrando la sumisión del gobierno y su incapacidad de frenar el lu-cro del mercado de las clínicas privadas o el monopolio del oxígeno y las farmacéuticas.4 https://peru21.pe/peru/coronavirus-en-peru-minsa-compro-500-ventilado-res-mecanicos-pero-recien-llegaran-en-mayo-noticia/ 5 Datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) www.inei.gob.pe 6 https://busquedas.elperuano.pe/normaslegales/decreto-legislati-vo-que-crea-el-programa-reactiva-peru-par-decreto-legislativo-no-1455-1865394-1/
38Anahí Durand Guevara¿Cerrando un ciclo? Crisis del Estado neoliberal, pandemia y sociedad en PerúLa pandemia expuso con contundencia los límites del mode-lo neoliberal y desgastó su hegemonía, evidenciando su orientación favorable a la acumulación y enriquecimiento de un pequeño grupo dominante y su imposibilidad de generar bienestar para las mayorías. Aspectos claves que garantizaron la reproducción, vigencia y legiti-midad del modelo hoy son cuestionados con fuerza por sectores más amplios de la sociedad. Es el caso por ejemplo del rol del Estado, re-ducido por las élites a promotor de la inversión privada y mero garan-te del libre mercado. A un costo altísimo en términos de enfermedad y vidas humanas, los peruanos hemos comprobado que el mercado no garantiza la salud ni la vida y que es importante un Estado garante de derechos que asegure un piso básico de protección a sus ciudadanos. Asimismo, se discute la necesidad de generar empleo digno y lo insos-tenible de mantener altas tasas de empleo informal que abandonan las mayorías a los vaivenes del mercado y sin ninguna previsión social. En general, el Estado, la institucionalidad y la narrativa neoliberal instalada a inicios de los ‘90, se encuentran profundamente debilita-das y son cada vez más cuestionadas por una sociedad afectada por la crisis y menos resignada a la continuidad política y económica.
DEL DESCONCIERTO A LA INDIGNACIÓN: RESPUESTAS SOCIALES Y CRISIS POLÍTIC
ADecía Marx en la Contribución a la crítica de la Economía Política que “el modo de producción de la vida material determina el proceso so-cial, político e intelectual de la vida en general; no es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, por el contrario, es su exis-tencia social lo que determina su conciencia”. En esta línea, podría afirmarse que en el Perú de hoy las condiciones materiales que impo-nen una vida de informalidad, precariedad e individualismo inciden decisivamente tanto en la conciencia de los peruanos sobre su propia situación, cuanto en las formas de organización y protesta que orga-nizan para afrontar las múltiples crisis que los afectan. Cuenta tam-bién el impacto de situaciones históricas recientes que erosionaron el tejido social tales como el conflicto armado, la cooptación fujimorista y la profunda crisis de representación. Desde la década de los 90 la debacle de los partidos políticos, ha alentado el ascenso de figuras “independientes”, el surgimiento de partidos vinculados a negocios y el empobrecimiento del debate político dominado por la inmediatez, el clientelismo y el espectáculo.En dichas condiciones históricas, materiales y subjetivas, frente a la pandemia la sociedad peruana y especialmente las clases populares, ha configurado respuestas que oscilan entre el malestar frente a la clase política, la renovación de lazos comunitarios y una reactivación
39¿Cerrando un ciclo? Crisis del Estado neoliberal, pandemia y sociedad en Perúde la movilización popular especialmente intensa tras la vacancia al ex presidente Vizcarra y el rechazo al golpismo del Congreso que dio lugar a masivas protestas.Respecto a lo primero, la desafección y el malestar frente a la clase política son una característica en la sociedad peruana que, junto al individualismo y la fragmentación, ha sido funcional a la hegemo-nía del régimen. Esto revela la necesidad de entender el neolibera-lismo no sólo como un proyecto político al que es posible derrotar electoralmente, sino también como una compleja articulación entre acumulación de capital y modos de vida que opera sobre el deseo y las relaciones sociales configurando una sensibilidad emocional y po-lítica. (Sztulwark, 2019). En el Perú, esta sensibilidad, que afecta la capacidad de empatía exaltando modos de vivir orientados al éxito individual y el consumismo fácil, ha conseguido enraizarse transver-salmente. La hegemonía del neoliberalismo, especialmente en el cam-po popular no sólo responde a medidas gubernamentales, también obedece a su capacidad de imponer y convencer sobre la idoneidad de modos de vidas y orientaciones aspiracionales, acompañados de una vocación sancionadora que liquida socialmente a quien no triunfa con sus propios medios o escapa a la disciplina del régimen; el ocioso, el cómplice, el rojo, el terruco. La crisis de las izquierdas, replegadas por años en ONGs o proyectos meramente electorales, contribuyeron en reforzar tal hegemonía, al tiempo que la desafección política y el malestar convivían funcionalmente a la reproducción del modelo. Por mucho tiempo las protestas contra distintos aspectos del sistema se caracterizaron por la dispersión territorial, la primacía de platafor-mas sectoriales y una precaria politización que limita sus posibilida-des de disputar representación política.No obstante, la grave situación generada por la pandemia ha permitido el desarrollo de iniciativas comunitarias articuladas por diferentes movimientos y organizaciones sociales que han sido y son claves para resistir la emergencia y revelan la persistencia de vínculos sociales arraigados en lo cultural y comunitario, contrarios al indivi-dualismo propugnado por el régimen. Es el caso por ejemplo de las organizaciones indígenas amazónicas que ante el abandono estatal organizaron redes de auto ayuda y control del territorio, convocando además diversas solidaridades para paliar la situación de los pueblos que sufren condiciones estructurales de empobrecimiento. También es el caso de las rondas campesinas en los andes que fueron funda-mentales para frenar la expansión del virus, asumiendo labores de vigilancia y ordenamiento de las zonas de vivienda y producción. En las ciudades, destaca la organización de ollas comunes y comedores populares para enfrentar colectivamente el hambre que ha traído la
40Anahí Durand Guevara¿Cerrando un ciclo? Crisis del Estado neoliberal, pandemia y sociedad en Perúcrisis y la acción de colectivos feministas, denunciando diversos ca-sos de acoso, violencia y feminicidios. Estas y otras iniciativas que se articulan ponen en cuestión la forma de convivencia y sensibilidad neoliberal, demostrando la importancia de los vínculos comunitarios para asegurar la reproducción de la vida.De otro lado, el desastre relacionado con el COVID 19 y la desa-tención estatal generó también protestas sectoriales en diversas regio-nes del país y que acumularon al malestar expresado posteriormente en las movilizaciones de noviembre. Justamente, frente al mal ma-nejo de la pandemia se sucedieron protestas protagonizadas por los trabajadores considerados “esenciales” como médicos, enfermeras y trabajadoras de limpieza pública. Diversas federaciones y gremios del personal de salud en hospitales de Lima y regiones, especialmente tra-bajadores contratados o tercerizados, protestaron por sus condiciones laborales, sin seguridad social, beneficios y en pésimas condiciones por la deteriorada infraestructura hospitalaria. También las trabaja-doras de limpieza pública, organizadas en el SITOBUR, realizaron protestas exigiendo condiciones dignas para un trabajo feminizado, considerado esencial, pero mal pagado y precarizado. Estos actores, junto a las centrales sindicales que se mantuvieron activos frente a los despidos amparados en figuras lesivas como la “suspensión temporal perfecta”, cuestionaron aspectos cruciales del régimen como la ausen-cia de estabilidad laboral y la necesidad de un margen de regulación estatal frente al lucro del mercado y los vaivenes de la crisis.Junto a los golpes sanitarios, económicos y sociales de la pan-demia, la crisis política vinculada a la corrupción y la latente ines-tabilidad institucional, han sido determinantes para resquebrajar la hegemonía neoliberal. No olvidemos que tras la renuncia de Pedro Pablo Kuscinszky el 2018, en medio de una sociedad hastiada de la clase política, Vizcarra consiguió salvar al régimen temporalmente, confrontando hábilmente con el legislativo copado por el fujimorismo y cerrando constitucionalmente el Congreso en octubre del 2019. Pero la permanencia de intereses subalternos en el nuevo Parlamento ins-talado en febrero del 2020 y su propia incompetencia -signada por un entorno mediocre y sus propias denuncias de corrupción- aceleraron su decadencia. Vizcarra se vio cercado por grupos de interés, mafias y viejos políticos tradicionales que desde el Congreso impulsaron dos procesos de vacancia presidencial; el primero debido a tráfico de favo-res en la contratación de un ex asesor, y el segundo ante acusaciones de testigos que comprometieron su gestión como gobernador regional de Moquegua con sobornos de la empresa Odebretch.El primer intento de vacancia presidencial contra Martín Vizca-rra llevado a cabo en octubre, fue ampliamente desaprobado por la
41¿Cerrando un ciclo? Crisis del Estado neoliberal, pandemia y sociedad en Perúciudadanía pues pese a todo, consideraba a Vizcarra el “mal menor” y prefería que termine su mandato en julio del 2021. La inconsistencia de las denuncias, el rechazo de la población y la develación de con-versaciones entre el ejército y un sector de parlamentarios restó res-paldo al pedido y la moción fue finalmente archivada. Sin embargo, el presidente Vizcarra quedó debilitado y expuesto como uno más de los políticos que usaban el poder para favorecer a su entorno priva-do. Por su parte, el Congreso continuó en la cuesta de desprestigio, siendo visto por la población como un espacio político dominado por intereses subalternos, mafiosos y delictivos, con pequeñas bancadas vinculadas a grupos económicos corporativos y copado por congresis-tas abocados a legislar para proteger sus negocios. Se develó también la actividad de sectores de la ultra derecha con presencia en el Parla-mento y las cámaras empresariales interesadas en vacar al presidente y hacerse del Estado para acomodar normas a su beneficio y conse-guir dilatar el calendario electoral.En ese contexto, la situación política lejos de estabilizarse empeo-ró y en el mes de noviembre, la bancada de Unión por el Perú presentó una segunda moción de vacancia presidencial. Este pedido también buscaba vacar al presidente bajo la ambigua figura de “incapacidad moral permanente” ahora por la presunta responsabilidad de Martín Vizcarra con malos manejos económicos cuando fue gobernador re-gional de Moquegua. Estas acusaciones resultaban más serias, pero se encontraban ya en manos de la fiscalía que podría avanzar las in-vestigaciones una vez que dejara la investidura presidencial. En esta ocasión también la ciudadanía rechazaba ampliamente el impeach-ment prefiriendo que Vizcarra culminara su mandato y rechazando las artimañas del Congreso más ocupado en destituir al presidente que en atender la emergencia de la pandemia. No obstante, en un solo día el Congreso optó por vacar a Vizcarra y el diputado Manuel Meri-no fue proclamado presidente aupado por una coalición de derechas emergentes y tradicionales en una maniobra que generó un masivo y contundente rechazo popular.Entre el 9 y el 15 de noviembre se sucedieron en Lima y las princi-pales ciudades movilizaciones masivas protagonizadas especialmente por jóvenes y estudiantes en rechazo al golpismo parlamentario y exi-giendo la renuncia de Merino al cargo de presidente. La indignación frente a una clase política imbuida en componendas para hacerse del poder pese a la peor crisis económica y social en décadas, incentivó y agudizó la indignación en las protestas. La fuerte represión policial, que costó la vida a dos jóvenes en Lima, no pudo detener el despliegue de movilización ciudadana, sien-do decisiva para la caída del efímero gobierno apenas a cuatro días
42Anahí Durand Guevara¿Cerrando un ciclo? Crisis del Estado neoliberal, pandemia y sociedad en Perúde instalado7. Asimismo, en estas jornadas de movilización popular estuvo muy presente la demanda de una nueva Constitución, plan-teándose este cambio como una posibilidad para cerrar el ciclo de crisis y abrir un momento de discusión hacia un nuevo pacto social que replantee el rol del Estado y el mercado en la sociedad.Tras la pronta renuncia de Manuel Merino y luego de una acciden-tada negociación, el Parlamento designó como presidente transitorio a Francisco Sagasti; diputado por Lima del centrista Partido Morado que asumió el gobierno con un discurso conciliador. No obstante, la inestabilidad política se mantiene, pues el mismo presidente transito-rio no cuenta con una correlación favorable en un Congreso que sigue siendo el mismo que vacó a Vizcarra y pareciera dispuesto a mantener la crisis con tal de imponer su propia agenda. Se ha abierto además una estructura de oportunidad política favorable a las protestas de diversos sectores afectados por décadas de neoliberalismo, como los trabajadores de la agro exportación que paralizaron las carreteras del país una semana en rechazo a un régimen laboral especial que permi-te figuras de grave explotación laboral. La paralización de los trabaja-dores de la agro exportación, de los trabajadores públicos temporales, de los trabajadores mineros entre otras que se han activado tras las movilizaciones de noviembre pese a la pandemia, configuran un es-cenario de impugnación al Estado y al modelo mucho más de fondo, enlazándose cada vez más con la crítica al orden constitucional. El momento político pareciera propicio para salidas transforma-doras incluyendo la posibilidad de concretar un proceso constituyente que culmine en una Nueva Constitución. En este ambiente de movi-lización, politización y expectativas democratizadoras se desarrollará el proceso de elecciones generales de abril del 2021, siendo decisivo las propuestas de los distintos actores políticos para avanzar o frenar estos cambios, sea renovando el modelo o clausurando definitivamen-te el ciclo neoliberal.
EPÍLOGO TEMPORAL: CRISIS POLÍTICA Y CIERRE DEL CICLO NEOLIBERAL
En medio del desgaste de las elites gobernantes y con una mayor re-acción crítica de la población frente al impacto de la crisis, el agota-miento del ciclo neoliberal impuesto el 92 se muestra inminente; la pregunta es si abrirá uno distinto, qué procesos entran en disputa y qué características podría tener esta nueva etapa. 7 Mayor información en https://www.nodal.am/2020/11/crisis-politica-en-pe-ru-mueren-dos-personas-en-protestas-y-el-congreso-evalua-renuncia-de-ma-nuel-merino/
43¿Cerrando un ciclo? Crisis del Estado neoliberal, pandemia y sociedad en PerúPartiendo de afirmar que es posible la apertura de un nuevo ciclo, un primer escenario a disputar tiene que ver con el impulso al proce-so constituyente. Como confirman las últimas encuestas, la demanda de cambio constitucional es mayoritaria en los y los peruanos y lo que más bien se encuentra en disputa es la magnitud de este posible cambio constitucional; si se trata de hacer reformas puntuales o si corresponde elegir una Asamblea Constituyente encargada de formu-lar una nueva8. Sin duda influye en Perú lo ocurrido en Chile tras el estallido del 2019 pues en ambos países las élites golpistas gobernan-tes optaron por «constitucionalizar» el modelo neoliberal, colocan-do candados que hicieran muy difícil introducir reformas. En Chile, luego de treinta años y en medio de una revuelta generalizada, los candados saltaron y el pueblo en un referéndum optó por instalar una Asamblea constituyente. En Perú, aunque el acumulado militante y organizativo no presente la densidad chilena, existe también un áni-mo impugnador y destituyente que puede cerrar el ciclo neoliberal y acabar de abrir uno nuevo. La presencia de una nueva generación de jóvenes, reconocida como “la generación del bicentenario” ha toma-do las calles y no parece estar dispuesta a conformarse con arreglos superficiales; sin duda su protagonismo será decisivo para dirimir la dimensión del proceso constituyente, sea un proceso de reformas o un cambio integral con participación popular.De otro lado, las elecciones de abril del 2021 son otro proceso en disputa clave para definir el cierre del ciclo. Las fuerzas de derecha harán lo posible por oxigenar el sistema, aunque ello implique pro-meter “cambiar todo para que nada cambie” buscando colocar piezas de recambio como el ex arquero de Alianza Lima George Forsyth o el tecnócrata Julio Guzmán. Pero esta vez el descontento, la moviliza-ción y los cuestionamientos de fondo al modelo configuran un escena-rio favorable a políticas de izquierda y progresistas que podrían tener opción de ganar y llevar adelante un gobierno capaz de realizar cam-bios sustantivos en lo económico y político. Que la disputa electoral oriente la salida de la crisis a un giro progresista no es una posibilidad lejana o arriesgada. En los últimos veinte años un sector importante de la población ha votado consistentemente a favor de una propuesta de cambios o por lo menos crítica al modelo. Esto se evidenció en el 2011 cuando un 30% del electorado votó por Ollanta Humala, aunque luego de ganar la presidencia abandonara su plataforma progresista y 8 Según la encuesta CELAG de diciembre 2020, 9 de cada 10 peruanos y peruanas creen que es necesario cambiar la Constitución actual. Consultados sobre la proble-mática, un 42% sostiene que el país necesita una nueva Constitución, mientras que un 47% señala que es menester realizar algunas reformas a la actual Carta Mag-na. https://www.celag.org/peru-mestizos-endeudados-constituyentes-y-populares/
44Anahí Durand Guevara¿Cerrando un ciclo? Crisis del Estado neoliberal, pandemia y sociedad en Perúse alineara con la hegemonía neoliberal. Ocurrió también el 2016 con el 18% de la población que votó por Verónika Mendoza quedando a muy poco de pasar a la segunda vuelta. La dispersión en los partidos de derecha golpeados por los escándalos de corrupción y los costos de la pandemia, juega a favor del posible triunfo de una candidatura progresista de izquierda, siendo nuevamente Verónika Mendoza con la plataforma Juntos por el Perú la posibilidad más viable. Ello expli-ca en buena cuenta el afán de los grupos políticos con presencia en el Congreso de bloquear la apertura del sistema a nuevos partidos y mantener la inestabilidad deslizando una posible postergación de las elecciones con el pretexto del COVID19.Vivimos una crisis de proporciones mundiales que ha puesto en cuestión la ideología, la gobernabilidad, el manejo económico y la forma de organizar la sociedad vinculada al neoliberalismo. Este modelo, que ya venía perdiendo hegemonía antes de la pandemia, ha sufrido golpes contundentes con el triunfo del MAS en Bolivia y la mayoritaria aprobación del cambio de Constitución en Chile, cuyas repercusiones se sienten especialmente en el área andina. En Perú, puede afirmarse un momento determinante para cerrar el ciclo y abrir uno distinto claramente transformador. Aunque en otras ocasiones el neoliberalismo haya mostrado su capacidad de renovarse, hoy existe espacio para levantar con fuerza argumentos en defensa de lo colecti-vo, que replanteen el rol del Estado y cuestionen radicalmente el lucro del mercado. Es un momento clave para disputar el relato de la pos pandemia y articular un bloque histórico popular potente que impulse proceso constituyente y gane poder y gobierno en el campo electo-ral. Pero es un momento clave también para repensarnos como co-munidad, proponiendo también un horizonte de futuro, ese “sentido de época” que reclamaba José Carlos Mariátegui, capaz de alimentar inquietudes, reorientar sentidos y modos de vida superando el indi-vidualismo exacerbado que nos aísla y el consumismo que deteriora el planeta. Se puede avanzar en cerrar el ciclo asegurándonos de no volver a lo mismo, ensanchando el espacio para garantizar lo públi-co sobre la base de la solidaridad, la comunidad en torno al cuidado mutuo. Próximos también a celebrar el bicentenario de la instalación de una república fundada sobre profundas continuidades coloniales, puede ser el momento de afirmar un nuevo camino de emancipación y esperanza.
BIBLIOGRAFÍA
Durand, F. (2004). “Neoliberalismo, empresarios y Estado”. Deba-tes en Sociología, N°29. Lima, Perú. Departamento de Ciencias Socia45¿Cerrando un ciclo? Crisis del Estado neoliberal, pandemia y sociedad en Perúles. Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Escalante, F. (2016). Historia mínima del neoliberalismo, orígenes intelectuales de una revolución cultural. Lima: La Siniestra Ensayos.Gago, V. (2014). La razón neoliberal. Economías barrocas y prag-mática popular. Buenos Aires: Ediciones Tinta Limón. Sztulwark, D ( 2019). La ofensiva sensible; neoliberalismo, popu-lismo y el reverso de lo político. Buenos Aires: Colección Futuros Próxi-mo