La Minga pasó de ser una concepción del trabajo comunitario de los pueblos indígenas a convertirse en exitosa convocatoria a luchar pacíficamente por los derechos de todos los ciudadanos en Colombia.
Por José Ospina-Valencia
DW,
27 de enero, 2021.-
La Minga pasó de ser una concepción del trabajo comunitario de los pueblos indígenas a convertirse en exitosa convocatoria a luchar pacíficamente por los derechos de todos los ciudadanos en Colombia
“En nuestra nación caribeña Wayuu escuchamos para pensar y aprender; esto nos permite organizar nuestras ideas para buscar una solución conjunta a las cosas”, dice a DW Armando Wouriyu Valbuena, vocero de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) que reúne a los 115 pueblos indígenas, entre nómadas y sedentarios.
La idea de “buscar una solución a través del diálogo” de la etnia wayuu es, en esencia, la misma que los pueblos andinos llaman Minga, un término quechua y kichwa que revela su procedencia en la concepción inca del “trabajo comunitario”.
Pero la Minga no es solo una iniciativa social, también es una expresión de los pueblos indígenas, al tiempo que se convierte en convocatoria política: “Vivimos y sufrimos las consecuencias de las decisiones de ustedes como gobierno, luego dialoguemos”, es la solicitud cordial pero firme de los pueblos indígenas en Colombia a las autoridades, como lo explica Wouriyu, participante del capítulo étnico del Acuerdo de Paz.
Solicitudes que, a menudo, no son escuchadas por las autoridades, por lo que los pueblos indígenas deciden dar el siguiente paso: el de la movilización. Así, esta convocatoria pacífica, pero decidida, de los indígenas colombianos ha ganado gran simpatía en Colombia y el mundo: “Entretanto, los pueblos afro, los campesinos, estudiantes, sindicalistas, taxistas y desempleados, así como organizaciones sociales se identifican, apoyan y han adoptado la Minga”, acota Wouriyu, quien pertenece a la nación wayuu, una etnia de la caribeña península de la Guajira, y que habita en territorios compartidos entre Colombia y Venezuela.
Y las “cosas” sobre las que los pueblos indígenas invitan a dialogar a las autoridades son vitales para todos los 50 millones de habitantes de Colombia: “La expansión de la frontera agrícola seca los ríos y le quita el alimento a la gente. La explotación de hidrocarburos y la minería va destruyendo los bosques y quitándonos las tierras a los indígenas”, denuncia el líder wayuu, y advierte que “si a un pueblo se le priva de cultivar ,sus alimentos su cultura desaparece”.
“A los no indígenas nos ha faltado generosidad para interpretar el pensamiento indígena”, reconoce a DW el etnógrafo legal Paulo Ilich Bacca, de la Universidad Nacional de Colombia, quien propone “indigenizar” el marco jurídico internacional en favor de la aplicación de los Derechos Humanos, teniendo en cuenta las cosmologías indígenas.
Paulo Ilich Bacca, director jurídico de la línea étnico-racial del Centro de Estudios Justicia y Sociedad, con sede en Colombia, resalta que, si bien la Minga es también un instrumento de lucha política pacífica, que ha aportado al éxito del movimiento social en Colombia, esta tiene un alto valor hacia el interior de muchas comunidades en América Latina que se reúnen para “palabrear”, o sea a “usar la palabra para llegar a un consenso”.
El Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), surgido en el suroeste de Colombia, es pionero en el uso de la Minga desde hace medio siglo con un propósito prioritario: “Recuperar la tierra de los resguardos y defender el territorio ancestral y los espacios de vida de las comunidades indígenas”. Una lucha que le ha valido feroces ataques de diferentes gobiernos pero que ha visibilizado su olvido y ha logrado congregar tanto a pueblos indígenas como a buena parte de la sociedad colombiana.
La Minga ha sido acusada de ser “infiltrada” e “instrumentalizada” por supuestas fuerzas ajenas. El jurista ha investigado dichas aseveraciones y concluye que “ni la estricta organización ni los principios de la Minga permiten injerencias, advirtiendo que la instrumentalización viene más bien de políticos y medios que estigmatizan la lucha por los derechos de los pueblos indígenas”.
Lo cierto es que, según Indepaz, desde el año 2016 han sido asesinados 269 líderes indígenas, 167 durante la presidencia de Iván Duque. Por otra parte, 1.279 indígenas han fallecido víctimas del coronavirus en 72 comunidades.
Los indígenas del Cauca, y entretanto en casi todo el país, se valen de una organización respetada y temida, a pesar de no portar armas: la Guardia Indígena.“No es una Policía, es una organización desarmada no jerárquica que vela por los principios de la comunidad”, apunta el jurista Paulo Ilich Bacca, y agrega que “en las Mingas sociales, que han llevado a los indígenas a movilizarse hacia Bogotá, la Guardia Indígena va delante de la protesta velando porque nadie viole los principios del respeto mutuo”. La Guardia Indígena ha sido decisiva en la defensa de los territorios indígenas poniéndole la cara a las guerrillas, los paramilitares, narcotraficantes y la delincuencia común.
Por último, el jurista concluye que el mayor éxito de la Minga es la lucha misma contra el despojo y la recuperación del territorio ancestral, valiéndose de su propio lema: “Recuperar la tierra para recuperarlo todo”.