Para Juan Carlos Pinto (in memoriam)
La muerte de Felipe Quispe Huanca, el Mallku, ocurrida en La Paz el 19 de enero, es una oportunidad para pensar en la lucha política latinoamericana actual. Su trayectoria une la lucha anticapitalista de las décadas de ‘60 y ‘70, la resistencia frente a las dictaduras, la emergencia de movilización indígena y alzamiento anti neoliberal, sin concluir su recorrido comulgando un triunfalismo o pragmatismo de clausura, junto a gobiernos progresistas sudamericanos, como muchos militantes de su generación.
Felipe Quispe fue un líder indianista. El indianismo-katarista es el movimiento que surge como auto-organización de las comunidades campesinas de los Andes bolivianos en los años 60-70, como pensamiento político y organización para la lucha que se opone al sindicalismo amarillo del sector campesino, aliado a los gobiernos militares. El indianismo katarista se confunde con la defensa de la nacionalidad étnica y, desde los años 80, dio lugar a una miríada de formas de intervención en la política y la cultura, división que se confunde, sin embargo, en el indianismo comunitario.
Como forma de expresión de las comunidades en su tránsito entre el campo y la ciudad, el indianismo fundó partidos, radios, revistas, participó de gobiernos, propuso política agrícola y también se involucró en la lucha armada. El indianismo se relaciona también con una espiritualidad y visión de mundo propia de los Andes. También tuvo expresiones filosóficas, de pensamiento histórico y político. Habiendo nacido cerca del sindicalismo campesino, cuenta también en sus filas con iniciativas que desde los años 90 rechazan la forma sindicato en una búsqueda de reconstrucción local de instituciones ancestrales desde el territorio, en busca de reconocimiento estatal pero sin disputar sus instituciones.
El indianismo de Felipe Quispe se asocia al encuentro con el marxismo y la lucha revolucionaria, aunque también denuncie el racismo de la izquierda y se haya ido alejando de las referencias teóricas socialistas para apoyarse especialmente en la reivindicación autodeterminativa indígena. El Mallku fue trabajador de la construcción, participó en varias organizaciones políticas de orientación katarista, cayó preso en 1992 por su participación en el Ejército Guerrillero Tupaq Katari (EGTK) que iniciaba acciones armadas durante el gobierno constitucional de Jaime Paz Zamora. Estudió y se recibió de historiador, publicando media docena de libros sobre la lucha indígena, Tupaq Katari y análisis política autobiográfica.
En estos días los obituarios recuerdan la dureza de “las dos bolivias” que marca al indianismo desde Fausto Reynaga y que Felipe Quispe expresó y difundió como posicionamiento político en la coyuntura de las luchas de comienzos de este siglo. El hablar “de presidente a presidente” con Hugo Banzer; la respuesta a periodista paceña, sobre el sentido de su lucha “para que mi hija no sea su sirvienta”, o la continuidad con la lucha de Tupaq Katari y la construcción de su retorno. Otra frase célebre cuenta que cuando se hablaba del ofrecimiento de la vicepresidencia en una candidatura de Jaime Paz Zamora, él respondió que más bien sería candidato a presidente, mandando a Jaime Paz al Ministerio de Asuntos de Blancos, ironizando el lugar que lo indígena tenía en los gobiernos de entonces.
Pero sus expresiones son muchas veces reducidas a discursividad, sin dar cuenta de la continuidad de la opresión neocolonial que ponen en evidencia. La política reducida a lo mediático y un líder político presentado en frases descontextualizadas. Otras veces su lucha se entiende como una cuestión de identidad u orgullo indígena, como si lo que estuviera en juego fuese meramente una cuestión de reconocimiento sociológico, sin cuestionamiento del orden social. Su discurso y reconocimiento indígena no puede separarse de una crítica radical a la colonialidad y el capitalismo, emitida desde el lugar de la autodeterminación de un pueblo.
El indianismo del Mallku frente al MAS
Como dirigente, como comunario, como organizador de movilización y como ejecutivo de la Central Sindical Única de los Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), el Mallku fue protagonista de momentos en que la fuerza del levantamiento indígena se manifestó en luchas contra el Estado. Tuvo influencia determinante sobre la política boliviana en los años 2000 y 2001, en que la central de sindicatos campesinos (fundada por el katarismo a fines de los 70) retoma una línea combativa, e inicia un ciclo de protestas que, integrado a movilizaciones de otros sectores del país, llevaron a la renuncia del presidente Sánchez de Lozada, en 2003, abriendo el camino que llevaría al triunfo del MAS a finales de 2005.
Sería un error también ver en la disputa de liderazgo que mantuvo con Evo Morales algo que se reduce a una cuestión personal. Felipe Quispe representaba una línea más confrontativa indígena y anticolonial. El sector salido de la lucha cocalera que formó el MAS, fue eficiente en la construcción de un movimiento que alcanzó la presidencia, apoyándose también en la CSUTCB como base de su estructura, pero a partir de la otra vertiente de una dividida central y con una construcción que no cuestionaba tanto como Felipe Quispe las instituciones en que obtendría representación. Las federaciones cocaleras son compuestas por campesinos con características sociales diferentes a las comunidades del altiplano. La ruptura con un comunitarismo ancestral producto de la migración, la relación con la producción y el mercado, la aceptación del significante Bolivia explica en parte porque el proyecto político sería diferente.
El MAS avanzó sumando sectores de izquierda, pero lejos del leninismo y del clasismo fuerte en las minas de donde provenían muchos cocaleros. Con base más quechua y mestiza que aymara también se alejaría del imaginario político indianista. Aunque también se reconocería como indígena, y contaba con experiencia de militantes que venían del katarismo, la conducción de Evo Morales se inclinaría más a una inclusión en la formación nacional boliviana, de raigambre popular o de izquierda antiimperialista no radical. Se acercaría más al peronismo o el lugar suelto y disgregado del Partido de los Trabajadores en Brasil que a la lucha indianista más fuerte en el altiplano. Aunque lejos del marxismo de los años 70, y del trotskismo de gran tradición en Bolivia, sectores del MAS encontrarían también afinidad política con Cuba y Venezuela, referencias que nunca sedujeron al Mallku Felipe Quispe.
Entre las distintas líneas políticas que componen al indianismo katarista, Felipe Quispe expresaba el camino de la insurrección, sublevación y levantamiento como método de lucha, siendo reacio a las alianzas y a la política “mestiza”, en Bolivia asociada a los partidos q’ara (de blancos) y ONGs, en que el MAS se zambulló de cabeza. En 2002, Javier Sanjinez cita la frase “el mestizaje me da asco” en la crítica que Quispe también hacía contra los indios que usan “ideas prestadas”, o que se prestaban a integrarse en la fracasada idea de estado nación, según sus palabras.
El Mallku también se mantendría distante de otro indianismo que desarrollaría el debate de lo “pluri-multi” que el MAS incorporaría a la Constitución aprobada en 2009. Ya en el periodo de la primera presidencia de Sánchez de Lozada, de 1993 a 1997, se habían aprobado derechos para pueblos indígenas durante la vicepresidencia de Victor Hugo Cárdenas, dirigente de esta tradición. Felipe Quispe era distante de esta política, de un indianismo que se acercaba también a ONGs, la iglesia y partidos (de izquierda y derecha), y que también derivó en líneas opositoras al gobierno del MAS, con expresiones liberales o, en el caso de de Victor Hugo Cárdenas, incluso acercándose actualmente a posiciones conservadores comunes a las nuevas derechas populistas sudamericanas.
El Mallku es lucha indígena contra la sociedad colonial y no una lucha por reconocimiento social, o de una identidad, que en Bolivia es mayoritaria. La búsqueda desenfrenada de cargos por parte de la militancia del MAS y dirigencia campesina (“los buscapegas”) encontró justificación política en la interpretación enunciada desde el Estado de que de esa forma se revertía el racismo y se descolonizaba Bolivia. La descolonización que podemos encontrar en la política del indianismo comunitario del Mallku, debe buscarse con el sentido de indianización. Algo como una plurinacionalidad que modifica de hecho la estructura del Estado, con naciones o estados aymaras y de otras etnias que van más allá de un micropoder local admitido, en una revolución indígena de los pobres del campo reconfigurando la sociedad actual.
El Mallku tampoco debe ser recordado por su papel en la incorporación de “derechos indígenas”, como dijo Carlos Mesa en estos días. Los derechos, en todo caso, responden a la correlación de fuerzas que se diriman políticamente. Frente a un proceso que privilegió el acuerdo a cualquier contenido, el Mallku fue muy crítico con las concesiones del MAS a la oposición liberal y de derecha para la aprobación de la Constitución. Firmó en los días de aprobación de la Constitución que todavía pasaría por referéndum un documento titulado “¡traición al movimiento indígena y popular! Evo Morales y el MAS acaban de arrodillarse nuevamente ante la derecha, los racistas y la reacción”. El MIP de Felipe Quispe criticaba que el MAS había retirado del proyecto el límite para el latifundio, con retroactividad, se había limitado la justicia comunitaria y el modelo tradicional de parlamento había sido preservado.
En su crítica abierta al MAS, y su rechazo de diversas invitaciones para sumarse al gobierno, el Mallku mostraba un lugar político diferente, aymara, que no encontró su potencia mientras la fuerza electoral de Evo Morales se mantuvo alta. Después de la llegada de Evo Morales al gobierno hay un declinio del Movimiento Indígena Pachakuti (MIP), que años antes había constituido la primera bancada indígena en el congreso boliviano, con influencia y peso considerable.
El Mallku fue desplazado por un tiempo que privilegió una política común al progresismo sudamericano: pragmatismo, inclusión y negociación con sectores opositores, cálculo electoral, acuerdo con las élites y también porosidad con el movimiento de creación de nuevas elites políticas y económicas. En sus años de gobierno, MAS se alejaría del lenguaje y posiciones surgidas de la movilización y la búsqueda de descolonización, presentes todavía durante la Asamblea Constituyente (2006-2007), y su política electoral propondría desarrollo, salto industrial y un foco en la “clase media”.
Si bien inicialmente, en la Asamblea Constituyente, el MAS incorpora banderas indianistas como plurinacionalidad y el carácter comunitario, Evo Morales construyó un movimiento nacional boliviano. Se alejaría así de las organizaciones indígenas, de históricos aliados y disidentes aceptando el papel de gestión progresista sin ruptura con las elites. Durante el conflicto del TIPNIS, con los indígenas de tierras bajas, el propio Morales se definiría como sindicalista antes que indígena, y la identidad política evista y boliviana se impondría frente a la de indianista, socialista o quechua y aymara. El MAS oficializaría el término “plurinacionalidad”, pero no tendría consecuencias reales en la modificación de las instituciones. Sería entendida como la posibilidad de ocupar democráticamente las mismas.
Antes que una derrota del Mallku, debe entenderse entonces una derrota del proyecto revolucionario que él defendía, con el cual se mantuvo leal, firme en la crítica indianista, que encontraría resonancia en nuevas generaciones aymara, cada vez más urbanas, pero siempre con desconfianza con la política mestiza, donde se ubica el MAS, o al menos el “entorno blancoide” de Evo Morales siempre denunciado desde el indianismo. Con el retroceso de la fuerza política del MAS, en 2016, después de la derrota del intento reeleccionista contra el que militó el Mallku, pueden verse signos de una posible vuelta del indianismo crítico, aunque ya no ligado a la tradición revolucionaria de lucha de clases.
En 2020 el Mallku volvió a liderar el Cuartel General Indígena de K’ala Chaca, dos décadas después del levantamiento en que con una guarda indígena expulsó a las fuerzas estatales de seguridad, tomó instituciones, bloqueó el altiplano y marchó hacia La Paz. Con bloqueos contra el gobierno de Jeanine Áñez, exigiendo el llamado a elecciones donde no sería él quien disputaría, el Mallku mostró nuevamente la fuerza del indianismo de las comunidades aymaras. A pesar de su enemistad con el MAS, una vez definidas las elecciones presidenciales, llamaría en un discurso filmado a votar por Luis Arce, que criticaría por su paso por varios gobiernos pero veía como mal menor.
La fidelidad y asociación de Felipe Quispe con la lucha de movilización comunitaria, no debe entenderse como oposición con lo que sería la lucha por la vía institucional. Al momento de su muerte, las encuestas mostraban un primer lugar en intención de voto para acceder a la gobernación de La Paz en las elecciones de marzo de 2021. El Mallku siempre rechazó “la politiquería”, la política de cargos, que en el MAS se convirtió en un espacio de carreras políticas para dirigentes campesinos. Sin un contexto de movilización y lucha social que permita pensar en una revolución, cabe preguntarse qué tipo de proyecto político alternativo al MAS sería posible desde el indianismo de Felipe Quispe.
Su participación en el parlamento muestra un comportamiento que contrasta con el MAS y el progresismo sudamericano en general. Ocupó este espacio sin perder su lugar, de la comunidad. Se cuenta que se sentaba en un cuero en el piso del salón de sesiones, como en el campo, antes de que la política indígena sea incorporada visualmente a la etiqueta estatal, de forma pomposa y ceremonial. Cuando lo consideró necesario renunció a su banca. Abandonó el parlamento y volvió a plantar. De Evo Morales hay una anécdota que lo muestra en otro lugar. Como diputado -incluso expulsado- destacó en una oportunidad el poder ir al mismo baño que un conocido senador de derecha. El MAS buscó ocupar el Estado colonial, reivindicando su derecho a ser Estado e intervenir políticamente desde este lugar, no a transformarlo o superarlo desde un poder social organizado.
El ejemplo del Mallku en la política sudamericana actual.
La importancia de Felipe Quispe va más allá de un discurso, de empoderamiento indígena entendido como ocupar altos cargos del Estado, y también del orgullo identitario al que se lo asocia por su papel destacado en las movilizaciones que mostraron un florecimiento de la lucha indígena. Felipe Quispe hablaba en nombre de poblaciones aymara que no dejaron de estar sometidas, de sufrir racismo y estar fuera y contra el poder estatal controlado por la clase dominante.
Esta fidelidad a la denuncia desde abajo del rumbo neoliberal nos lleva a pensar en la política sudamericana en momentos de derrota del progresismo, inestabilidad política y crecimiento de las derechas. Uno de los elementos que explica el voto popular en candidatos conservadores es el juego mediático en que estos se presentan como externos y críticos de las instituciones. Es la izquierda progresista la que termina hablando en nombre de la democracia burguesa, del funcionamiento institucional de la república liberal, colonial en la crítica indianista. Las denuncias anticorrupción y contra las instituciones, el énfasis en la seguridad y los mitos del capitalismo emprendedor apoyan una derecha que obtuvo un perfil popular.
La izquierda progresista que fue gobierno o que se reorganiza pactando con la derecha una Asamblea controlada en Chile, izquierdas con discurso despolitizado volcadas a lo electoral en Brasil y otros lugares, con direcciones, bases y candidatos que raramente se involucran en luchas sociales o provienen de la clase trabajadora. La renovación de la izquierda no cuestiona en muchos casos la participación del progresismo en los consensos desarrollistas, sojeros, de gran minería. La política se reduce a la disputa mediática, la seducción de la clase media, o a la representación identitaria sin cuestionamiento de las formas de funcionamiento del poder.
En Bolivia, una política progresista de conciliación, no enfrentamiento de las elites y el neoliberalismo, que terminó enfrentando al gobierno del MAS con las organizaciones indígenas históricas, se vive con la contradicción de que las ideas y símbolos del indianismo son incorporadas a la liturgia estatal. Aunque el Mallku reivindicaba la wiphala, la Pachamama, y la comunidad, aparecía especialmente como líder comunitario despojado de toda esta dimensión simbólica representando más bien al indio de abajo, cuya lengua todavía es excluida, y su lugar social es subalterno.
El Mallku hablaba desde el lugar donde los indígenas del campo y la ciudad continúan siendo desplazados. Al contrario de la versión idealizada del Estado Plurinacional, Felipe Quispe hablaba desde la profundidad de la historia y desde afuera como alguien que ató su destino político al pueblo aymara y la lucha por la emancipación. Su lugar es así el de una izquierda antirracista, clasista, opuesta a las instituciones decadentes del capitalismo burgués republicano.