Docente en la Universidad Abierta de Cataluña, ensayista y filósofa, Marina Garcés (Barcelona, 1973), autora de “Un mundo común” y más recientemente de “Escuela de aprendices” (2020), reflexiona sobre la normalidad, la educación y los jóvenes en estos tiempos, a la vez que asegura que no cree en las utopías “sino en las ideas y las prácticas concretas de transformación, en el deseo hecho cuerpo y palabra”.

-Télam: ¿Qué pasa con las utopías hoy, que son vistas por algunos como algo obsoleto?

-Marina Garcés: Para mí el último ciclo revolucionario es el que va de 1994 a 2011, es decir, del levantamiento zapatista a la toma de plazas, desde Tahrir hasta el 15M, Occupy o tantos otros lugares y momentos de insurrección. No creo en las utopías, sino en las ideas y las prácticas concretas de transformación, en el deseo hecho cuerpo y palabra. Y esto no creo que se detenga aunque ahora parece que se hayan detenido muchos procesos. Pero basta mirar a Chile, con la constitución, a Argentina, con la ley del aborto, lo que está pasando en Rusia, etc.

-T.: - La educación como homogeneización cultural tan presente con conceptos como la “adquisición de competencias” -para el mundo laboral- se contrapone a la idea de mostrar las fisuras o diferencias. ¿Cómo se pone en evidencia que no es negativo que las grietas aparezcan en la superficie de un cristal que se vende como inmaculado?

-M.G.: Antes había que mostrar un comportamiento bien educado, impoluto, formal, para ser admitido en sociedad. Ahora hay que estar emitiendo constantes mensajes de felicidad, de entusiasmo, de potencial, de diversión, de capacidad de atraer proyectos… son dos formas de captura bajo un cristal que lo que oculta son profundos malestares psíquicos y sociales que ya hace tiempo que estallan, pero que con la pandemia se están desbordando.

-T.: Pensando en el futuro cercano o el ahora y el medio ambiente entre otros puntos urgentes ¿Qué tipo de comunidad se teje ante el “exterminio” de la defensa del mundo global”? ¿Y qué sucede entonces con los jóvenes?

-M.G.: Los jóvenes ya fueron declarados una generación perdida con la crisis de 2008. En España, de forma clara, no se ha vuelto a dar a los jóvenes un lugar medio digno en la sociedad. El paro juvenil es de un 50% y dobla la media de la UE. En América Latina se habla de juvenicidio… Con la pandemia, los jóvenes no son los más afectados por el virus, pero sí por el confinamiento (falta de trabajo, alejamiento de los estudios y de la socialización) y por la estigmatización (irresponsabilidad de grupo, criminalidad, etc).

-T.: ¿Es equívoco hablar de una nueva normalidad como etapa post-pandemia?

-M.G.: Pienso que por desgracia lo peor de la normalidad no se ha detenido. Esto es lo que siento que más desánimo provoca en mucha gente. Las vidas siguen estando semiconfinadas, abocadas muchas de ellas a la ruina, padeciendo, pero la normalidad del capitalismo sigue, con sus inversiones, con sus beneficios, con sus restructuraciones, con la devastación ambiental… ¿Cuándo acabaremos con la normalidad, cuando ni siquiera una pandemia global ha podido hacerlo? (Télam)