Hace un poco más de tres meses, gran parte del país escuchaba los discursos de posesión de los nuevos mandatarios, Luis Arce y David Choquehuanca. Arce, pese a cerrar su discurso con el compromiso de servir a todos y de trabajar por la unión e inclusión, reprodujo el guion que ha marcado la narrativa del MAS en esta última década: polarización, ajuste de cuentas, contradicción e identificación de enemigos y culpables. Su falta de experiencia en la retórica del discurso político hizo que el tono, que tal vez aspiraba a expresar firmeza, se volviera duro, casi violento. Después de todo, Arce ha sido siempre un burócrata.
Choquehuanca, en cambio, intentó recuperar ese momento inaugural, vivido en el 2006, de un proceso al que unos habían apuntado por cansancio de la política partidaria, otros por esperanza en un horizonte distinto y otros por reivindicación. Hizo énfasis en la búsqueda del equilibrio en nuestra relación con la naturaleza, al interior de las comunidades, en la relación con el otro, para lo que utilizó la metáfora de las alas del cóndor. “Nuestra verdad es muy simple, el cóndor levanta vuelo solo cuando su ala derecha está en perfecto equilibrio con su ala izquierda…”.
Arrinconado en su pequeño y anodino espacio
Si bien cargado de simbolismos aimaras expresados en metáforas, el discurso de Choquehuanca fue altamente conciliador y (auto)crítico, una especie de síntesis de lecciones aprendidas que dejó el paso de Evo Morales por el poder: “Hermanos, para terminar los bolivianos debemos superar la división, el odio, el racismo, la discriminación entre compatriotas, ya no más persecución a la libertad de expresión, ya no más judicialización de la política. Ya no más abuso de poder, el poder tiene que ser para ayudar, el poder tiene que circular, el poder, así como la economía se tiene que redistribuir, tiene que circular, tiene que fluir, así como la sangre fluye dentro de nuestro organismo, ya no más impunidad, justicia hermanos
Luego del discurso de Choquehuanca, las RRSS se llenaron de expresiones de esperanza, en otros casos de dudas razonables y, en los más realistas o antimasistas, de incredulidad. Pese a la diversidad de reacciones, todos esperamos atentos la conformación del Gabinete y los primeros pasos para ver en qué quedaban Choquehuanca y su discurso. Y ocurrió lo que se había perfilado a lo largo de la campaña electoral precedente: Arce buscaba consolidar su poder, Evo intentaba imponerse desde fuera y Choquehuanca quedaba arrinconado en su pequeño y anodino espacio de la Vicepresidencia.
García Linera estaba consciente de que acompañar a Evo desde la Vicepresidencia le supondría un papel secundario, casi ornamental, de subordinación política, y por ello jugó sus cartas desde esa lógica. Discursivamente, se puso al servicio de Evo, se preocupó de exaltar su imagen, de alimentar todas sus necesidades ególatras, mientras se incrustaba en cada resquicio de poder existente. García logró convencer a Evo de que se complementaban, se aprovechó de sus debilidades, de sus inseguridades, de sus complejos y, a punta de adulaciones, logró consolidar su propio aparato de poder, conformado por sus propios leales y sus relaciones con ciertas élites. Así García redujo a Choquehuanca, eliminó el peso de su presencia, y atizó las diferencias con Evo. No podía permitirse un sucesor.
Ahora emula a Evo y lo incluye en sus discursos
Pocos días después del 8 de noviembre, Choquehuanca, el líder posible, se fue desvaneciendo para convertirse en uno de los números que amenizan los actos protocolares en los que Arce ataca a Añez, se esfuerza en consolidar la narrativa del “golpe”, profundiza las diferencias entre su “nosotros” versus “ellos”, mientras designa a autoridades dispuestas a destruir todo lo que Choquehuanca pidió defender y reconstruir.
Así, arropados de su silencio, se han ido acomodando en los espacios de cuidado de nuestras áreas protegidas los más férreos detractores de su protección. Para que no nos queden dudas de sus intenciones, despidieron a los experimentados directores de los parques nacionales, autorizaron la explotación de minerales, alentaron los ataques a defensores de los territorios indígenas y, por supuesto, retomaron la estrategia de toma de sedes y creación de dirigencias paralelas.
La pachamama más herida que nunca
Frente a ese panorama tan desesperanzador, cuando nos preguntábamos qué posición tomaría Choquehuanca —que no podría mantenerse callado para siempre—, este decidió disputarle a Evo el rol en la campaña electoral de las subnacionales. Armado de los clichés más polarizadores de García, ahora emula a Evo y lo incluye en sus discursos. Campo versus ciudad, 500 años de sometimiento, el MAS como sinónimo de “proceso de cambio”, el “golpe”, la “recuperación de la democracia”, los enemigos derechistas k’aras, todo cupo en su nuevo discurso, ya sin referencias al equilibrio, a la paz, a la hermandad, a la libertad de expresión, a las dos alas del cóndor.
Al parecer, los tiempos de la “apanaka pachakuti”, a los que se refirió en su primer discurso, ya no son estos tiempos. Volvemos a la construcción de una hegemonía, cuyo objetivo es la acumulación del poder, a costa de la diversidad de ideas, de los equilibrios y, sobre todo, de la madre tierra.