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Salud y revolución: reflexiones sobre el sistema sanitario en Rojava

Kurdistán América Latina :: 30.03.21

El modelo de atención de salud comunitaria busca combinar la tecnología e investigación médica con la medicina natural tradicional, sin descontar el valor de ninguna de las dos. Un asunto crucial para los comités de salud es la prevención de enfermedades, pues ven como los estados gastan toneladas de dinero en el tratamiento de enfermedades pero no invierten los mismos recursos en la prevención: “El sistema estatal ve a la sociedad como si estuviera enferma y necesitara ser curada, pero es el sistema en sí el que es la enfermedad de la sociedad“.

Salud y revolución: reflexiones sobre el sistema sanitario en Rojava

En el territorio del norte y este de Siria, conocido como Rojava o Kurdistán Occidental, la descentralización de poder promovida por la auto-administración, plantea interesantes propuestas también en el terreno sanitario. El modelo de comunas desarrollado con la revolución iniciada en 2012, donde vecinas y vecinos se organizan para resolver sus problemas en un modelo comunitario y confederal, busca solucionar colectivamente los problemas que vive la población del norte y este de Siria. Esta sociedad sin Estado encuentra en los consejos municipales su alternativa al centralismo que los modelos de Estado-nación tratan de imponer, construyendo una sociedad diversa y plural.

Tras la última invasión de Turquía en octubre 2019, la mayoría de ONG’s que brindaban apoyo en materia sanitaria se retiraron de la zona, dejando un enorme vacío tanto en el suministro de medicinas como en la atención sanitaria. La situación de guerra condiciona enormemente las necesidades médicas, y los hospitales militares se cuentan entre los principales elementos a tener en cuenta a la hora de analizar el sistema sanitario. Hablar de sanidad pública puede ser confuso aquí, pues el Estado sirio cuenta con muy reducida presencia en los territorios de la auto-administración. Los hospitales civiles son gestionados por el Comité de Salud vinculado a la auto-administración democrática, y es la principal institución trabajando para cubrir las necesidades sanitarias de la población. Los hospitales militares son gestionados por el Comité Militar de Salud, vinculado a las FDS (Fuerzas Democráticas Sirias), y ambos comités se encuentran bien coordinados entre sí. Hay algunos ejemplos de cooperación con las estructuras leales al régimen de Bashar Al-Assad, como es el caso de la unidad de diálisis del hospital civil de Haseke, donde el Estado sirio mantiene su presencia (seguridad, suministros, salarios). El Comité de Salud mantiene un sistema sanitario que combina los hospitales civiles con comités locales de salud, vinculados a las estructuras municipales.

Heyva Sor a Kurdistan (Luna Roja de Kurdistán, una organización humanitaria fundada por la diáspora kurda en Europa) ha sido el principal actor a la hora de organizar la asistencia sanitaria y la coordinación con las pocas organizaciones internacionales presentes. Una de estas, Cadus, reporta sus actividades y proporciona algunos datos sobre la infraestructura existente en Rojava. El objetivo de Heyva Sor y las organizaciones con que colabora es proporcionar atención médica gratuita o de muy bajo costo. De los 700 médicos que había originalmente en los tres cantones en el territorio de Rojava, sólo quedan unos 100. Heyva Sor dispone de un reducido número de personal especializado y personal administrativo, pero cuenta con más de 200 voluntarios que trabajan de forma no remunerada, recibiendo formación y capacitación para luego incorporarse como personal especializado. Desde hace años, voluntarios internacionalistas, entre los que se cuentan doctores, paramédicos y personal de enfermería, se han incorporado en los trabajos de Heyva Sor. Esto ha facilitado cooperación internacional en infraestructuras, y se han construido nuevos hospitales como el de Qamishlo, Kobane, Haseke o Til Temir. Este último lleva el nombre de Sehid Legerin, en memoria de la médica internacionalista llegada de Argentina. Legerîn (Alina Sánchez) combatió contra Daesh en las filas de las YPJ, para luego ejercer como copresidenta del Comité de Salud, hasta que falleció en un accidente de tráfico poco antes que el nuevo hospital de Til Temir pudiera abrir sus puertas al público.

Sanidad en tiempos de guerra

La guerra condiciona el modelo sanitario no solo por las necesidades médicas, también por la reorganización del territorio. Tras la victoria contra el Daesh, una enorme cantidad de territorios se han unido a la auto-administración democrática, trayendo nuevos retos y dificultades. También la gran presencia de campos de refugiados conlleva enormes dificultades para el modelo sanitario. El campo de Al-Hol, principal centro de detención de familiares de los combatientes del Estado Islámico, cuenta a día de hoy con más de 60.000 personas, en su mayoría mujeres y niños, a los que se presta asistencia sanitaria. El campo Washokani, a las afueras de Haseke, aloja alrededor de 20.000 personas refugiadas, forzadas a dejar atrás sus hogares de Serekaniye tras la invasión de los grupos apoyados por Turquía. También en la región de Shabba se cuentan decenas de miles personas refugiadas procedentes de la región de Afrin, hoy ocupada por grupos salafistas afiliados con las milicias pro-turcas. Tres grandes campos de refugiados han sido construidos por Heyva Sor en Shaba, aunque las condiciones en estos campos son extremadamente difíciles debido a su localización, al noroeste de Siria, aislados del territorio gestionado por la auto-administración. Las fuerzas del régimen despliegan un rígido embargo alrededor de estos campos, y a las enormes dificultades sanitarias propias de los campos de refugiados, hay que sumar las desmedidas tasas que se imponen para suministrar comida y medicamentos necesarios, llegando a cobrar 10.000 dólares por cada camión que accede a los campos. La UNCHR (United Nations High Commissioner for Refugees) no presta ningún apoyo a estos campos en Shabba, aunque si lo hace de forma reducida a los demás campos en los territorios de la auto-administración.

La falta de medios en los campos de refugiados es un grave problema, y aunque en los hospitales es algo mejor, aún hay enormes carencias. No hay ecocardiograma Doppler, ni diagnósticos de CT o MRT. Los diagnósticos de laboratorio se reducen al mínimo, con excepción quizás del hospital de Haseke, hospital en el que el doctor Abbas, de origen iraní pero residente en Suecia donde ha ejercido durante décadas como virólogo, ha construido un laboratorio que ha sido de gran ayuda. El hospital civil de Haseke cuenta con ocho camas para el monitoreo de cuidados intensivos, otras ocho en el hospital de Qamishlo, seis más en Manbij y Raqqa, cuatro en Derik y tres en Kobane. El número total de camas ICU en el Norte y Este de Siria es 35. Los suministros médicos son limitados, y a pesar de haber un fácil acceso de medicamentos de producción siria, fármacos especializados son prácticamente imposibles de conseguir por el embargo que vive Rojava. Heyva Sor trabaja para asegurar la importación de ciertos fármacos para pacientes crónicos, por ejemplo inmunosupresores como Cyclosporin o Micofenolat, necesario para personas con trasplantes de riñón y que, sin ellos, no podrían sobrevivir. La larga trayectoria de Heyva Sor como organización humanitaria les permite importar esto medicamentos desde la zona del Gobierno Regional de Kurdistan en Iraq, organizando también su distribución gratuita entre quienes lo necesitan.

La otra cara de la moneda del modelo sanitario es el auge de la medicina privada, que en los últimos años está creciendo ampliamente. Tras dos años de la victoria frente al último reducto del Daesh en Baguz (Deir Ezzor), y tras un año y medio de la última invasión militar de los grupos pro-turcos en Serekaniye y Tal Abyad, el norte y este de Siria atraviesa un periodo de relativa estabilidad militar. Sigue habiendo esporádicos choques en los frentes contra los grupos pro-turcos, pero la emergencia de la guerra no está tan presente. Esta estabilidad ha venido acompañada de un gran número de clínicas privadas que en el último año han abierto sus puertas. El personal sanitario especializado trabaja por las mañanas en los hospitales civiles y militares, pero cada vez más doctores dedican las tardes a sus iniciativas privadas. La auto-administración mantiene los hospitales en funcionamiento, pero esta estabilidad militar ha venido acompañada también del colapso de valor de la libra siria. Las sanciones económicas de Estados Unidos contra la economía Siria (Caesar act), firmadas por Trump en diciembre del 2019 y aplicadas desde junio de 2020, han tenido un efecto devastador. A principios de 2011, la libra siria cotizaba a poco menos de 50 libras por dólar, pero en febrero de 2020 la libra llegaba a límites históricos con un cambio en el mercado negro de 1.000 libras por 1 dólar. Un año más tarde, en febrero de 2021, el cambio era de 4.000 libras por 1 dólar. Pocas economías pueden absorber una caída como esta, y aunque la auto-administración trata de compensar este desplome aumentando los salarios, no está claro cómo afectará esta situación no solo al sistema sanitario, sino a todo el modelo de auto-administración. Los comités locales de salud mantienen sus trabajos sin mayores diferencias, y los hospitales mantienen sus puertas abiertas, pero está por ver hasta qué punto esta expansión del sector privado en sanidad afectará el desarrollo sanitario de la región.

Crisis del Covid en Rojava

En marzo de 2020 se detectaron los primeros casos en Siria, y se activó un improvisado protocolo de respuesta. La auto-administración decretó toques de queda y se restringió la movilidad entre ciudades durante dos semanas. Se organizó un comité de respuesta al coronavirus y se evaluaron las necesidades y riesgos. Una vez más fue Heyva Sor quien asumió la mayor carga de trabajo. Se elaboraron protocolos de emergencia y se planificó la construcción de nuevos emplazamientos especializados, como el nuevo hospital para Covid-19 construido en Qamishlo. La falta de ventiladores para respiración asistida se vio como una prioridad, y se organizó una comisión para dar solución a este problema. Con la ayuda de impresoras 3D, se elaboró el primer prototipo funcional, para luego construir más y abastecer así los hospitales. Se compraron máquinas de análisis de PCR, así como suministros de mascarillas y equipos de protección. La respuesta a la emergencia fue rápida y eficaz, y el número de casos fue muy reducido. El Centro de Información de Rojava elaboró informes sobre la situación de manera regular.

El bloqueo que vive la región restringe enormemente la movilidad con el exterior, y a pesar de las dificultades que esto crea para la población, también ayudó a contener la propagación del virus. El número de casos contabilizados ha sido reducido, alrededor de 10.000 personas infectadas, y el número de muertes llegaba apenas a 70 a finales de 2020. Cabe remarcar que mucha población no acude de forma regular al hospital por casos no graves, y la capacidad de efectuar tests ha sido relativamente limitada. Otro dato a tener en cuenta es la pirámide de población, pues la guerra y otras dificultades condicionan una demografía con poca población envejecida -el principal grupo de riesgo por infección de coronavirus. Esta combinación de factores ha contribuido a que la pandemia pasara prácticamente inadvertida en esta región, donde la mascarilla, la distancia de seguridad o los toques de queda, no han sido más que meras recomendaciones para la población.

La salud como proyecto político

Como recogen en el documental Neither State Nor Market: Communal Health Care In Rojava, “el problema es que antes de la revolución había una conexión profunda entre la salud y el poder del Estado.” Así que estamos construyendo un nuevo sistema con una nueva base, tratando de eliminar esta conexión. La salud es una de las áreas clave que está representada por estructuras e instituciones específicas en el nuevo sistema. Entonces, los principales objetivos para la salud en Rojava son: primero, resolver el problema de las relaciones entre la salud y el poder. Segundo, hacer una crítica y reconstrucción de la relación entre la sociedad y los médicos. Y tercero, devolver la propiedad de la salud a la sociedad.

El modelo de atención de salud comunitaria busca combinar la tecnología e investigación médica con la medicina natural tradicional, sin descontar el valor de ninguna de las dos. Un asunto crucial para los comités de salud es la prevención de enfermedades, pues ven como los estados gastan toneladas de dinero en el tratamiento de enfermedades pero no invierten los mismos recursos en la prevención: “El sistema estatal ve a la sociedad como si estuviera enferma y necesitara ser curada, pero es el sistema en sí el que es la enfermedad de la sociedad“. Jiyan, médica indonesia-alemana integrada en el comité de salud militar nos contaba: “Cuando hablamos de medicina, partimos de que la medicina farmacéutica no es la solución. Es todo lo que hay antes de lo farmacéutico, nuestra forma de vivir, pero también usar la investigación para encontrar soluciones a enfermedades graves o necesidades para una cirugía adecuada. No debería tratarse del dinero o de la medicación como una forma de obtener beneficios. Se trata de compartir y cuidar los unos de los otros, conectar las decisiones a un marco más general”.

Un ejemplo esperanzador es la clínica de salud “Şîfa Jin”, situada en Jinwar, el pueblo de las mujeres. A estas alturas, es ampliamente sabido que la revolución de Rojava es la revolución de las mujeres, y Şîfa Jin es quizás el mejor ejemplo práctico de esta revolución en el campo de salud. Merivan, doctora gallego-catalana que trabajó durante meses en Şîfa Jin describe así el proyecto: “Es un centro de salud y curación para mujeres y niños basado en la medicina natural y moderna, y ha sido una parte fundamental de la aldea desde el comienzo de la construcción de Jinwar. Además de todas las demás áreas de nuestras vidas, queremos organizar y dar forma a nuestra atención médica y, por lo tanto, también ser un ejemplo para todos los lugares donde las mujeres buscan alternativas a los sistemas de atención médica anteriores”.

Rojava es una revolución social, es una sociedad revolucionaria, donde las personas se organizan para solucionar sus problemas en democracia directa. Las comunas y consejos locales, las cooperativas y las academias, funcionan con la fuerza y la voluntad de las vecinas y vecinos que las forman. Y este modelo se aplica a todos los aspectos de la vida, incluida la salud así como la economía, la educación, la justicia, la autodefensa, la ecología, la cultura, el arte. Rojava nos demuestra que una sociedad sin estado no solo es posible, sino que es la unica forma de lograr una sociedad verdaderamente democrática. Este modelo ha iniciado su camino en oriente medio, entre la crudeza de la guerra y el oro negro que mueve las arterias del capitalismo. Rojava es una puerta a otra forma de pensar la sociedad, a otra manera de entender la democracia que escapa del modelo eurocéntrico del Estado-nación. Y son las mujeres las que abren esta puerta al grito de Jin Jiyan Azadî (¡Mujer, Vida, Libertad!).

FUENTE: Rok Brossa /


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