Las 22 autoridades indígenas y los 7 thuthenas como representantes de los planes de vida de las comunidades pertenecientes a Çxhab Wala Kiwe (Territorio del Gran Pueblo) manifestamos nuestra inmensa preocupación ante los hechos sucedidos, nos encontramos en un momento crítico para cada camino de nuestro proceso de lucha. La unidad, la tierra, la cultura y la autonomía está bajo un fuego constante.
Desde que empezó este nuevo periodo en la historia de Colombia que llaman “posconflicto” hemos tenido que enfrentar las condiciones de una guerra que no para de enraizarse como maleza en nuestros territorios. Estamos cansados de responder a la emergencia. No paramos de producir pronunciamientos, boletines de derechos humanos, comunicados a la opinión pública y ruedas de prensa. Y, sin embargo, la situación humanitaria solo empeora.
Lo más reciente en esta guerra que padecemos desde hace ya cuatro años ha sido las explosiones en La Emperatriz en el municipio de Caloto, la amenaza de construir un batallón militar en la misma, y el intento de homicidio a un líder comunitario en el territorio de Kitek Kiwe, en el municipio de Timbío. Estos hechos atroces responden a una estrategia que conocemos muy bien, con la cual cada bando busca justificar y perpetuar su presencia en los territorios indígenas.
A esta estrategia pertenecen, además, los asesinatos de comuneros, secuestros, innumerables hostigamientos y aún más amenazas, retenciones ilegales, abusos de autoridad, persecuciones y señalamientos. Estas acciones en contra de la población y el movimiento indígena vienen de todas partes, pues aquellos quienes poseen las armas tienen un interés común: lucrarse de la guerra, desestabilizar y destruir un proyecto político que propone permanentemente alternativas de vida en las cuales sus armas no tienen lugar.
Y es debido a esta propuesta milenaria de resistencia que la guerra se ensaña en nuestros territorios, pues no hay nada que enfurezca más al poder constituido que el florecimiento de opciones organizativas que pueden prescindir de él. Una pequeña muestra de ello es nuestra minga comunitaria para la reparación del puente de Río Negro. Demostramos a los violentos en cada oportunidad que el camino de la autonomía está en la palabra y en lo comunitario.
La reacción es siempre violenta. De todas partes amedrentan el ejercicio de autoridad del kwe kwe ne’j we’sx o sat’h we’sx (autoridades ancestrales) y el control territorial de los kiwe thegnas (guardia indígena). Por un lado, las disidencias que disputan nuestro territorio pretenden suplantar la autoridad y capturar para sus antojos los espacios organizativos. Y por el otro, la fuerza pública busca posesionarse definitivamente en territorios estratégicos como La Emperatriz, actualmente en proceso de liberación, proyecto que pondría en extremo peligro no solo a las familias liberadoras, sino a las comunidades de La Selva, Bodega Alta, Chorrillos y Tóez.
Ante esto, nuestro llamado es a actuar. Así como la minga comunitaria en Toribío, nuestro llamado es para todos los veintidós territorios a ponernos en función de la defensa de la vida. El mandato ya ha sido ratificado en numerosas ocasiones, y hoy, cuando la guerra parece en camino de regreso a sus tiempos más difíciles, es imperativo volver sobre lo que hemos construido y fortalecerlo; por la vida y por la armonía territorial.
“Cuenten con nosotros para la paz, nunca para la guerra”