Hay un Abascal bajo cada Gabilondo.
Es lo que no nos deja pensar la alternativa “democracia o fascismo”, pura cultura de la transición hoy podemizada.
Vox explicita y afirma sin tapujos los fundamentos del orden social que el PSOE simplemente disimula: dominación de clase, de género y de raza.
La cultura consensual habla con lengua de serpiente: por fuera la retórica de la moderación que oculta las fuerzas de que está hecho realmente nuestro mundo y por dentro la amenaza permanente (”o esto o el caos”) contra todo lo que se mueva.
La derecha agita el miedo (separatismo, comunismo bolivariano). La izquierda el miedo al miedo (fascismo, extrema derecha). Pero en los dos casos los fundamentos de nuestra normalidad quedan intocados, blindados.
El fascismo no es -nunca fue- una anomalía o una aberración, como siempre ha pensado y hoy repite el progresismo (acabo de escuchárselo a Mónica García), sino un fenómeno redundante con la normalidad. No es un mal que se puede aislar para mantener el resto del cuerpo puro, porque la contaminación está ya dentro.
Es esa normalidad lo que se trata de transformar para atacar sus bases materiales y subjetivas. Estas son elecciones sin alternativa real de cambio sistémico. Votemos por quien veamos que puede preservar un poco más lo que aún consideramos imprescindible para una vida común digna, pero engañándonos lo menos posible.