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La fuerza política constructiva de la multitud rebelde hoy

Jorge Díaz Piña :: 07.06.21

Reivindicamos las multitudes como accionar impugnador y transformador masivo de los pueblos en lucha de calle primordialmente, no únicamente, sin ser masa de maniobra, sino singularidades cohesionadas por la empatía y la afectualidad como nuevas formas de relación social sustitutivas de las individualistas y competitivas, anunciadoras del nuevo tipo de sociedad que se desea.
De aquí la legitimidad del pueblo de insurgir multitudinariamente con rebeldía contra el estatismo y la representación exigiendo y proponiendo la democracia radical del autogobierno popular.

La fuerza política constructiva de la multitud rebelde hoy

Sin duda, la realidad supera a su interpretación por más inteligente que esta sea. Sin embargo, en el juego inevitable de su comprensión los interpretantes apuestan el sentido de sí mismos porque están inevitablemente “condenados” a asignar significación a todo lo que en el mundo los interpela, pese a que ese todo desafiante o totalidad interpeladora parezca sin sentido, un caos de la Modernidad resistente a su escrutinio reflexivo por absurdo, una objetivación fallida, un ordenamiento imposible. Cuando decimos caos, nos estamos refiriendo a la noción de “caos contenido” con la cual Sheldon Wolin, describió a la sociedad.

En este juego nos colocamos ante nosotros mismos, emplazándonos, creyendo conocernos o reconocernos, a riesgo de salir perdiendo o derrotados por la incomprensibilidad de la realidad cuando se nos muestra absurda desde nuestra acción sentidizadora hermenéutica, semiótica o deconstructiva. La imposibilidad de atribuirle sentido al absurdo, paradójicamente, nos conduce también a buscar defensivamente el propio sentido ante el sinsentido que nos rodea trágicamente, que no es otro que la lucha contra el extravío del sentido de la existencia propia para sobrellevarla y realizarla a contrapelo. A pesar de que a veces, o casi siempre, la lucha es consigo mismos.

Lucha por suturar la cesura entre nuestros deseos de trascender humanamente y la decepción ante la inhumanidad dominante en el mundo. Por ello creemos que en el presente mundano de nuestro transcurrir se trata de asumir la vida consciente de la necesidad de liberar al sentido existencial del sinsentido que prevalece, y que se expresa en las diversas formas de alienar los modos libertarios de realizar la existencia, atendiendo en primer lugar a hacer prevalecer las condiciones que garanticen la reproducción de la vida principalmente ante la embestida masiva de la muerte. Muerte propiciada, para el caso de la pandemia actual, por ejemplo, por el desdoblamiento genocida de una parte de nosotros (pocos) contra sí mismos (las mayorías) al anteponer arbitrariamente su poder e intereses neoliberales mezquinamente al acaparar e impedir el acceso a las vacunas anticovid-19 de los países empobrecidos por aquellos mismos. Pandemia provocada también por ellos al actuar depredadoramente contra la otredad de la naturaleza como lo continúan haciendo en la Amazonía.

Frente a este contexto, descubrimos por el dolor de la sensibilidad y la negación de las injusticias, desigualdades, depredaciones de la naturaleza, hambres, pobrezas, explotaciones y dominaciones de los otros, manipulaciones, alienaciones, genocidios, retórica de los derechos, prevalencia de la fuerza y violencia de los poderes, pandemias, etcétera, que nuestra incomprensión deviene de un rechazo ético-moral a aceptar la realidad en esas condiciones indignificadoras. Es entonces cuando la realidad, el caos ya incontenible, se nos vuelve dramática y trágicamente interpretable pese a nuestras limitaciones para aprehenderla comprensivamente en su imposible totalidad, pero descubriendo que lo que está esencialmente en juego es la preservación de la vida contra el imperio de la muerte.

Es cuando rechazamos al sin sentido de lo absurdo que induce retroactivamente darle la espalda al mundo, asumiendo la irresponsabilidad ante él y los demás, e insurge contrariamente la opción ética de la rebeldía, que se realza y justifica cuando se hace multitud animada como en las actuales circunstancias en Colombia, Chile, Brasil, Bolivia, etcétera.

La rebelión como intento esperanzador de saltar los límites impuestos y la brecha entre el deseo y la decepción debida a la neutralización que propician las alienaciones de los poderes, para alcanzar la libertad plena de la existencia realizadora en el accionar de la rebelión multitudinaria y cotidiana, como está ocurriendo en casi todas las naciones de Indoafrolatinoamérica y el Caribe, porque fuera de ella, la libertad es una quimera al no tener contexto por cuanto se está definiendo en el liberador encuentro empático o afectual con los demás para actuar como socialidad política autogobernante insurgente de los cuerpos libres al reconocerse subjetivamente como iguales-diferentes, sintiendo y sintiéndose juntos para enfrentar la muerte y reivindicar el goce de la fuerza vital en la existencia ético-estética sin alienaciones, explotaciones, dominaciones, manipulaciones, pandemias, etcétera, de los poderes neoliberales. La experiencia existencial libertaria de los cuerpos vinculados afectualmente en la lucha de calle, es lo que les ha animado y dado persistencia y permanencia, suscitando la empatía internacional con sus combates antiestatistas y antirepresentacionistas.

Pareciera que el tan denostado “estado de naturaleza” desde Hobbes y Locke, en tanto reconocimiento de intereses singulares y comunes al margen de la sociedad civil y el Estado, de su contrato social y leyes, hubiera desatado sus amarras y con apasionamiento asaltara y asumiera el control de su destino. Son las pulsiones de los deseos libertarios, la subjetividad consciente, a modo de infrapolítica o emergencia de opciones políticas-antipolíticas, paradójicas o ambivalentes, alternativas a las ya agotadas por estatistas, representativistas y burocráticas, las micropolíticas articuladas horizontalmente sin el control de cúpulas dirigentes partidistas, por más que estas quieran manipuladoramente imponerse, las que primordialmente impulsan las rebeliones contra el estatismo y todas la representaciones burocráticas, y no principalmente los efectos de las crisis económicas, sociales, políticas o de la pandemia. Para percibir esto, bastaría con darse cuenta que las agregaciones corporales de las manifestaciones multitudinarias, no temen y desafían al contagio virulento por la proximidad física. Es en esta perspectiva que pensar y actuar críticamente consiste en corroer y socavar el sentido, mejor, el sinsentido, de las representaciones ideológicas y valoraciones mercantiles del poder neoliberal dominante en todas sus manifestaciones, así como el sinsentido estatista, representativista y burocrático de las izquierdas dogmáticas, reformistas y claudicantes.

Reivindicamos las multitudes como accionar impugnador y transformador masivo de los pueblos en lucha de calle primordialmente, no únicamente, sin ser masa de maniobra, sino singularidades cohesionadas por la empatía y la afectualidad como nuevas formas de relación social sustitutivas de las individualistas y competitivas, anunciadoras del nuevo tipo de sociedad que se desea. El concepto de pueblo, en la acepción teórico-política del liberalismo burgués, figura bajo la ficción discursiva de que en él radica la presunta soberanía de la democracia representativa, cuando se sabe que ésta es traducida o trans-sustanciada, mediante la expropiación electoral al elegir sus “representantes”, que deciden sin el pueblo y contra él, expropiando su capacidad decisional, alienándola en la soberanía del Estado que practica luego el despotismo contra el pueblo al apropiarse de los derechos conquistados cuando se atribuye, según el contrato social que impone hegemónicamente, la prerrogativa legal de administrarlos.

De aquí la legitimidad del pueblo de insurgir multitudinariamente con rebeldía contra el estatismo y la representación exigiendo y proponiendo la democracia radical del autogobierno popular.

diazjorge47@gmail.com


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