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Colombia: El antimonumento, puño-corazón

Raúl Zibechi :: 18.06.21

La comunidad Puerto Resistencia, en Cali, que lleva 50 días en lucha contra el mal gobierno de Iván Duque, inauguró esta semana una construcción de 12 metros de altura, que forma un brazo que se extiende hacia el cielo y culmina con un puño que sostiene un cartel con el lema “Resiste”. Una de las pintoras, Valentina, relató a los reporteros su imagen de la obra: “El monumento significa que empezamos desde abajo y vamos creciendo desde la noche, y arriba cuando termina el día, encontramos nuestra palabra ‘Resiste’”. Y agrega que “resistencia es victoria”.

El antimonumento, puño-corazón
 
Raúl Zibechi
La Jornada

La comunidad Puerto Resistencia, en Cali, que lleva 50 días en lucha contra el mal gobierno de Iván Duque, inauguró esta semana una construcción de 12 metros de altura, que forma un brazo que se extiende hacia el cielo y culmina con un puño que sostiene un cartel con el lema Resiste (https://bit.ly/35usREV).

La obra colectiva fue construida por obreros que trabajaron colocando andamios, soldando y puliendo, mientras la comunidad barrial acercaba arena, cemento y palas. Algunas personas donaron las luces para la iluminación del espacio y muchos objetos. Con esto demostramos al gobierno que sí podemos y el gobierno enojado porque le dimos un ejemplo, lo que hacen los pobres, que la unión hace la fuerza, relata un vecino (https://bit.ly/35usREV).

Artistas y pintoras se encargaron del decorado de la enorme pieza, con escudos multicolores y las caras de varios manifestantes caídos. Una de las pintoras, Valentina, relató a los reporteros su imagen de la obra: “El monumento significa que empezamos desde abajo y vamos creciendo desde la noche, y arriba cuando termina el día, encontramos nuestra palabra ‘Resiste’”. Y agrega que resistencia es victoria.

La obra se concluyó en apenas 19 días de minga y la inauguración fue una fiesta comunitaria en la que hubo música y un cacerolazo sinfónico, con el bullicio de miles de jóvenes, mayores, niños y gente de todas las edades que provenían no sólo del barrio sino de muchos puntos de bloqueo de Cali. Baile y más baile cerraron una jornada memorable.

La obra fortalece la identidad del pueblo caleño, que sigue en pie pese a las dudas y retrocesos del comité de huelga, dispuesto a negociar con el gobierno algunas promesas que no se harán realidad. Las primeras líneas de autodefensa, porque las hay de jóvenes, de madres, de sacerdotes y hasta de militares retirados, se pueden sentir tan identificadas con la obra colectiva como las familias sacudidas por la represión y la muerte.

En rigor, se trata de un antimonumento, bien distinto y hasta antagónico respecto de los que construye la cultura colonial y patriarcal de la clase dominante.

Se trata de una obra colectiva y comunitaria, hecha desde abajo por los de abajo, anónima; por tanto, mientras los monumentos tienen autor, que recibe sus beneficios, Resiste fue hecho por el pueblo y está dedicado al pueblo, mientras los monumentos de arriba están dedicados a varones blancos, militares las más de las veces, violentos y genocidas que reciben el patético nombre de héroes.

En segundo lugar, en la obra de Cali no se exaltan individuos, no se construyen pedestales ni caballos sobre los que monta el héroe. Porque los monumentos de arriba encarnan el maltrato y destrucción de lo vivo: se elevan sobre miradores, encima de animales, de los seres humanos y no humanos. Miran a la humanidad desde arriba, como les corresponde por lo que son.

El antimonumento Resiste enseña todos los colores de la vida, en contrate con la mortecina uniformidad de los monumentos de arriba. Fue construido con los materiales de la resistencia (como los escudos de la autodefensa) y de la vida cotidiana, aquellos que la comunidad fue aportando en silencio y con el entusiasmo de ver reflejada su identidad en una obra que nadie podrá olvidar.

La construcción del antimonumento fue necesariamente posterior al acto de justicia realizado por el pueblo misak, la madrugada del 28 de abril, cuando inició el paro al derribar el monumento al invasor Sebastián de Belalcázar en un mirador de la ciudad. No fue un capricho sino la decisión colectiva de las 58 autoridades de los tres pueblos misak que condenaron al conquistador por genocidio, acaparamiento de tierras y violación de mujeres durante la conquista.

Crear y construir lo nuevo no puede hacerse sin desorganizar y desbaratar lo viejo. No decimos destruir, porque se trata de desmontar el lugar de los opresores, desarticular el sistema capitalista y corrernos del lugar de oprimidos, que pasa por dejar de sostener tiranos y caudillos.

Destruir es otra cosa. Por eso la delegación zapatista en Europa tiene prohibida la portación y uso de armas de fuego de cualquier tipo, y no puede ni proponer, ni sugerir, ni alentar cualquier actividad que implique, o derive en, el uso de armas de fuego en el lugar donde haga su trabajo, señala el comunicado del 14 de junio (https://bit.ly/2RZR8PY).

El antimonumento Resiste durará tanto como la comunidad organizada perdure en su capacidad de movilizarse y defenderse colectivamente. Los cuerpos represivos esperarán el momento para demolerlo, como escarmiento a quienes se atrevieron a soñar mundos nuevos.

Sin embargo, la memoria es terca y quienes se levantaron una vez, saben que volverán a hacerlo cuando sea necesario. La construcción colectiva muestra en lo alto un puño: Un puño cerrado es un corazón, dijo un comunero. La dignidad de los corazones-puño, abriendo caminos.

 


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