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La gira como desafío al imaginario rebelde

Raúl Zibechi :: 02.07.21

Construir una agenda propia, abajo y entre abajos, es sinónimo de autonomía; mientras la agenda que reacciona al poder, con lo valiosa que resulta, no consigue todavía situarse en el terreno autónomo. Es evidente que construir una agenda de este tipo requiere tiempo, paciencia y mucha voluntad, porque construir en colectivo es mucho más difícil que destruir (como hace el sistema) o mandar a otros (como hace la vieja cultura política).

La gira como desafío al imaginario rebelde
 
Raúl Zibechi
La Jornada
 
El pensamiento crítico y las prácticas rebeldes y revolucionarias fueron contaminadas por la lógica militar, hasta moldearlas en el espíritu de la guerra, lo que se aceleró con las revoluciones del siglo XX. Los conceptos de táctica y estrategia, de ofensiva y defensiva, entre otros, comenzaron a ocupar un lugar central en el pensamiento crítico.

Las luchas sociales pasaron a ser consideradas parte de un dispositivo militar, al punto que una simple huelga fue definida por la Internacional Sindical Roja como combate huelguístico, los obreros formando parte del ejército huelguístico, mientras los dirigentes integraban el estado mayor de la clase obrera en lucha.

Es evidente que se trataba de una cultura política que subordinaba a las masas a las jerarquías del partido y del sindicato, quienes definían las tareas de un conjunto humano que, como su nombre indica, no tenían capacidad de dirigirse por sí mismas, sino sólo de seguir el camino trazado por los dirigentes, en general autoproclamados.

Reflexiones que vienen al hilo de la gira zapatista en curso y de la inconveniencia de nombrarla con los conceptos de la vieja cultura política. En principio, estaríamos ante la mayor ofensiva política de los de abajo en mucho tiempo. Sin embargo, la idea misma de ofensiva no es ni suficiente ni alcanza para describir lo que empieza a suceder.

La ofensiva es, siempre, contra algo que debe ser derrotado o neutralizado. Pero la gira es otra cosa. Si bien la resistencia de los pueblos se realiza contra el capitalismo y el neoliberalismo, la metáfora militar confunde, apunta en una dirección que no es.

Es cierto que en 2019 el EZLN rompió el cerco político, mediático y militar establecido contra los territorios zapatistas. Pero el cerco no se rompió a la manera militar, sino política, a través de la organización de nuevas comunidades y bases de apoyo. Quienes traspasaron el cerco fueron básicamente mujeres y jóvenes, que usaron como arma la palabra y la escucha para promover la campaña Samir Flores vive, en la que se crearon nuevos caracoles y centros de resistencia (https://bit.ly/3xkGbIp).

La lógica militar implica escalar hacia el poder estatal, para eso se hace la guerra, mientras la lógica zapatista supone crecer hacia los lados, mediante la organización de más y más comunidades, pueblos y barrios. Son dos modos opuestos de caminar: hacia arriba y hacia abajo, hacia el Estado o hacia los pueblos.

En este punto, una aclaración. El uso de armas no se relaciona con adoptar una lógica militar que desemboque en el militarismo. Los pueblos originarios, negros y mestizos siempre han utilizado armas, para defenderse y para seguir siendo pueblos, pero no convirtieron el uso de las armas en argumento para imponerse y someter a otros pueblos, personas o colectivos.

La gira zapatista debemos entenderla como un enorme ejercicio de diálogos y escuchas, entre cientos de colectivos y miles de personas, en círculos de iguales, para reconocernos, aprender lo que tenemos en común para seguir caminando, enriquecidos por lo vivido y lo conocido. No imagino a nadie diciendo lo que otros deben hacer, como en la vieja cultura política.

Es una gira para visibilizar y fortalecer las redes que existen, desde hace casi tres décadas. Redes que han mutado, sobre todo por el recambio generacional acelerado luego de la crisis de 2008, cuando unos cuantos movimientos europeos se territorializan y comienzan un nuevo caminar que, de algún modo, establece nuevos diálogos con los movimientos de América Latina.

La segunda cuestión que me parece destacable es que la gira crea su propia agenda, no reacciona a la agenda de arriba. En general, los movimientos reaccionan a las iniciativas del capital, para resistirlas y frenarlas. En este caso, se trata de una iniciativa nacida en las comunidades zapatistas, y en varios movimientos de la geografía mexicana.

Construir una agenda propia, abajo y entre abajos, es sinónimo de autonomía; mientras la agenda que reacciona al poder, con lo valiosa que resulta, no consigue todavía situarse en el terreno autónomo. Es evidente que construir una agenda de este tipo requiere tiempo, paciencia y mucha voluntad, porque construir en colectivo es mucho más difícil que destruir (como hace el sistema) o mandar a otros (como hace la vieja cultura política).

La gira zapatista es el hecho político más trascendente de los últimos tiempos. Una aventura que permitirá conocer nuevos mundos, algunos que ni siquiera sospechamos porque nacen en las fisuras que hemos ido creando, que sólo son visibles para quienes las abrieron, en tanto los políticos y los medios de arriba las ignoran o desprecian, en caso de que lleguen a verlas.

Los frutos se verán en algún momento. Como ha sucedido con el Concejo Indígena de Gobierno, a mi modo de ver la mayor creación de abajo, las cosas se cocinan a fuego lento, en cientos de asambleas, encuentros e intercambios.

 


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