Las demandas originales de los rebeldes zapatistas de Chiapas se crecieron a semillas. Inicialmente 11, y pronto 13, han servido de guion subterráneo para la mayor parte de las luchas indígenas contemporáneas de México.
Ciudad de México. Las demandas originales de los rebeldes zapatistas de Chiapas se crecieron a semillas. Inicialmente 11, y pronto 13, han servido de guion subterráneo para la mayor parte de las luchas indígenas contemporáneas de México. Al amanecer 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) desafió de frente al Estado Mexicano, desnudó en unas horas la realidad de los pueblos originarios, y apuntó una ruta de liberación que, 27 años después, no sólo sigue válida, sino que ha evolucionado y se ha adaptado a los contextos específicos con derivaciones, correcciones y añadidos.
La revista electrónica Desinformémonos lanzó a partir de mayo pasado una sección especial que durará 13 meses, uno por cada demanda zapatista desglosada en Tzam, sección especial multimedia coordinada por la escritora y lingüista Yásnaya Aguilar y la periodista Gloria Muñoz Ramírez.
“Buscamos restablecer el diálogo entre las propuestas zapatistas y la realidad de los distintos pueblos indígenas. No que se hable desde lo literal del EZLN, sino considerando los contextos y las personas que se expresan de manera muy libre y, a veces, contrastante”, expone Yásnaya Aguilar en entrevista con La Jornada.
Las editoras explicaron al presentar el proyecto: “Tzam significa ‘dialogar’ en ayapaneco, una de las más de 60 lenguas que se hablan sobre territorio ancestral, sólo que ésta, con sus menos de 10 hablantes, se encuentra en peligro de desaparecer”.
Recuerdan que “el primer día de enero de 1994, miles, millones de personas en México y en muchas partes del mundo, conocieron la historia de los pueblos mayas organizados en el EZLN”. Sus motivos y dolores, añaden, “quedaron plasmados en la Primera Declaración de la Selva Lacandona, documento en el que desglosan sus intenciones”, siendo sus demandas: trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz. “En los meses siguientes, ya como producto de sus encuentros con la sociedad civil, sumaron derechos de la mujer y derecho a la información. Trece demandas en total”.
Yásnaya Aguilar, autora ayuuk (mixe), de reconocida voz en las redes sociales y los medios, es una profesional del lenguaje. “La idea es desarrollar una plataforma donde cada mes se publique a 10 personas de pueblos indígenas en distintos formatos, que pueden ser poesía, narrativa, crónica, video, audio, expresión gráfica”. El 13, agrega, “es un número significativo en el calendario mántico de los ayuuk y de otras culturas; el 13 es fundamental para los rituales”.
En el contexto del viaje a Europa de los delegados del EZLN y los 500 años de la Conquista, Tzam retoma la agenda zapatista desde diversas fuentes. “Ahora el presidente pone la agenda todas las mañanas”, dice Aguilar. “Creemos que la agenda debe ser múltiple y diversa”.
Se trata, en sus palabras, de “platicar entre todas y dejar que los textos interactúen”. Aquí se le pregunta a la entrevistada si Tzam será una sección sólo hecha por mujeres. Y responde: “En un principio no se planteó así, pero como parte del desarrollo, hasta ahora sólo han participado mujeres. Ahora vemos que sería increíble si logramos que todas las autoras sean mujeres, 130 de ellas, todas indígenas y no necesariamente las voces conocidas, por ejemplo de escritoras”.
Aguilar reside en su comunidad, Ayutla Mixe, Oaxaca, pero tiene una presencia constante en medios universitarios e incluso realiza una serie de televisión con el actor Gael García. Conocida por sus posturas contrastantes desde el pensamiento propiamente indígena, enfatiza que se pretende desarrollar las “semillas” planteadas por los zapatistas. La primera semilla, ya en línea (https://tzamtrecesemillas.org/sitio/category/13semillas/trabajo/), es “trabajo”.
Son demandas de justicia en general, apunta, pero es desde lo específico que Lupita Vázquez, de Acteal, habla del trabajo no asalariado del campesinado y las labores de construcción y mantenimiento cotidiano de los hogares. O como experimenta Lorenza Gutiérrez, ayuuk, del Colectivo de Trabajadoras del Hogar. O Selene Gallardo, o’odham, cuando cuenta del trabajo en medio de la violencia y las muertes a cargo de los narcotraficantes.
Se incluye poesía de Diana Domínguez, también ayuuk; un cuadro de la pintora mazateca Domi que ilustra el trabajo de los pescadores. La zapoteca Roselia Checa y la totonaca Irlanda Ramos hablan del trabajo con la especificidad de la mujer, así como la comerciante callejera mazahua Magdalena García Durán, admirable luchadora social. Y más.
El tema para junio es “tierra”, abierto a multitud de interpretaciones, y de alguna manera fundamental. “Democracia” es una semilla bien interesante de plantear, agrega Yásnaya Aguilar. “Permite leer la democracia liberal desde la tradición comunitaria. Revisaremos la relación del feminismo con las mujeres indígenas”.
Deja claro que las demandas de los pueblos originarios están vivas y sin cumplimiento en lo real. “He oído a compañeros que militan en la 4T del gobierno que, ante las protestas actuales, hacen preguntas como: ‘¿por qué se movilizan si ya llegó la justicia social?’. En Tzam podemos hablar de todo esto desde otros lugares, en un momento tan simbólico como los 500 años”.
Admite que “siempre ha habido ‘intermediarios’ de los pueblos (académicos, activistas, religiosos, funcionarios), pero ahora se trata de escribir desde la no intermediación”. Lo cual la lleva al asunto que la apasiona: las lenguas originarias, su escritura y su expresión viva y moderna.
“La escritura ha tenido siempre un filtro bien clasista. En el caso de los pueblos hay textos bilingües que están implicando el esfuerzo de platicar con lenguas que no son la nuestra. Hay un esfuerzo por hacer esto presente en la lengua impuesta, la que tradicionalmente se usa en su contra.”
El castellano, más que lengua franca para los pueblos, “es resultado para ellos de un proceso violento. A diferencia de otras lenguas francas, se impuso destruyendo las existentes. El latín no puso necesariamente en riesgo otras lenguas: coexistió con ellas. La Conquista y la imposición de los Estados nacionales en cambio implican un combate a las lenguas indígenas”.
La colonización no es necesariamente destructiva: “Un danés que aprende inglés no pone en riesgo su lengua. Y el préstamo léxico es común entre las lenguas. Ese no es el problema. Se conocen los ‘préstamos’ mixe-zoqueanos a los pueblos mayas sin que éstos perdieran nada. Las lenguas vivas se prestan palabras. Hay un español mixe. Un español rarámuri. Eso es inevitable. Con un sello lingüístico peculiar en cada caso”.
Por último, recuerda que en el pasado “hubo la manifestación escrita de ciertas lenguas, pero fue cortada por el Estado. También es hora de retomar las tradiciones de escritura donde las hubo”.