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Colombia. Asambleas populares: Un ejercicio de democracia callejera

Juan Sebastián Barriga Ossa  :: 10.07.21

Decenas de personas congregadas en un parque escuchan atentamente mientras uno de los vecinos del barrio toma la palabra. Algunos asienten mientras habla, otros toman nota o hacen un repaso mental de lo que dirán cuando les toque su turno en el micrófono. Los presentes tienen claras las reglas del encuentro. Se interviene por turnos, se respeta la palabra del que está hablando, lo que no gusta se argumenta, lo que se quiere agregar se propone y las decisiones se toman en consenso y a través de una votación en la que todas las personas tienen el mismo peso. Son las dinámicas básicas de una asamblea popular, una de las formas más solidarias, efectivas y antiguas de ejercer la democracia.

 

Asamblea popular: Un ejercicio de democracia callejera

En todos los rincones del país la ciudadanía se está reuniendo para debatir y tomar decisiones respecto a su futuro.

Decenas de personas congregadas en un parque escuchan atentamente mientras uno de los vecinos del barrio toma la palabra. Algunos asienten mientras habla, otros toman nota o hacen un repaso mental de lo que dirán cuando les toque su turno en el micrófono. Los presentes tienen claras las reglas del encuentro. Se interviene por turnos, se respeta la palabra del que está hablando, lo que no gusta se argumenta, lo que se quiere agregar se propone y las decisiones se toman en consenso y a través de una votación en la que todas las personas tienen el mismo peso. Son las dinámicas básicas de una asamblea popular, una de las formas más solidarias, efectivas y antiguas de ejercer la democracia. 

Desde el inicio del Paro Nacional, a lo largo de todo el país, distintos grupos de personas han comenzado a organizarse para juntarse y discutir acerca de las problemáticas que viven los territorios en los que habitan y buscar soluciones a estas. Realizando de esta forma un ejercicio democrático tan antiguo como la palabra misma.

Desde hace varias décadas, los gobiernos de Colombia han sacado pecho al decir que en este país, azotado por 60 años de guerra y violencia, se ha vivido la democracia más estable de la región, pero la palabra democracia es muy amplia y compleja y no solo se limita a elegir unos representantes cada cuatro años en unas elecciones.

Para entender esto hay que volver al pasado, más puntualmente a la Grecia de inicios del Siglo VI antes de nuestra era. En ese entonces, Atenas estaba gobernada por Solón, un sabio estadista y político que cuando asumió el poder de la ciudad, enfrentó una crisis causada porque la riqueza, la tierra y el poder estaban concentrados en unos pocos nobles terratenientes conocidos como eupátridas. Una situación similar a la de Colombia donde según un informe publicado en 2017 por Oxfam, organización que lucha por erradicar la desigualdad en el mundo, en Colombia el 1% de la población concentra el 81% de la tierra

Para solucionar este problema, Solón hizo una serie de reformas con las que le quitó a la aristocracia el monopolio del poder y lo repartió de forma equitativa entre los hombres libres de la ciudad. Así nació la ecclesia o asamblea legislativa de la Grecia antigua, la cual tenía sus limitaciones, porque sólo podían asistir varones que hayan prestado servicio militar y cuyos padres fueran atenienses, pero en este espacio todos los presentes tenían voz y voto igualitarios. 

Héctor David Rojas Villamil, Phd en Filosofía, magíster en teoría jurídica y docente de la Universidad del Rosario, explica que la ecclesia: “era un órgano que se encargaba de deliberar y era la instancia última en la toma de decisiones. Decisiones que se tomaban levantando la mano. Se calcula que podrían pertenecer cerca de 40 mil o 60 mil hombres, pero ciertamente no todos iban a la asamblea por las distancias. Se calcula que podrían ser reuniones de unas 6 mil personas, teniendo en cuenta que era el quórum que se pedía. Entonces, tampoco eran asambleas pequeñas, eran significativamente grandes”.

Si bien este modelo es la referencia más común que se tiene de las primeras estructuras democráticas occidentales, María Paula Sabogal Serrano, magíster en filosofía con especialidad en políticas públicas con perspectiva de género y docente de las Universidades Javeriana y Santo Tomás, acota que:Atenas no fue el único pueblo del planeta que tomó decisiones democráticas. También se dieron en pueblos de África y en las comunidades indígenas de América. En la edad media igual habían asambleas y la gente se reunía a tomar decisiones sobre sus comunidades, esto no es una cosa que requiriera siempre de un sistema político”.

La consolidación de la democracia sustentada por un sistema político es algo de la modernidad y tuvo sus raíces en los pensamientos de la Ilustración y en la Revolución Francesa. En este periodo histórico, comenzaron a caer o a perder poder las monarquías europeas y se empezó a crear lo que hoy conocemos como el Estado Nación. 

“En últimas lo que hace la revolución francesa es la pregunta básica de que los seres humanos puedan autodeterminarse porque existe esta idea de la soberanía popular y de que las personas pueden regirse a sí mismas”, explica María Paula, quien agrega: “pero esto implicó que los monarcas fueron la clase cuestionada y descabezaron a los reyes para promulgar la idea, que hoy suena muy básica pero en ese entonces era muy descabellada, de que todos los seres humanos son libres, iguales ante la ley y están en un escenario de fraternidad, cuidado y paz social. Ahí se empiezan a instaurar las formas de gobierno que llamaríamos parlamentarias”

La mayoría de las repúblicas parlamentarias se sostienen sobre un Estado que estructura el territorio que conforma un país y se encarga de administrar lo público. Para evitar que el poder se concentre, por lo general estos Estados cuentan con una división de poderes, que en Colombia son el Judicial (cortes), el Ejecutivo (presidencia) y el Legislativo (congreso), y cada cierto tiempo a través de un proceso electoral, el pueblo elige a un gobierno que administrará este Estado y creará políticas públicas que busquen el bienestar de la mayoría. 

Básicamente lo que se busca cuando hay elecciones, es que la ciudadanía elija personas que la representen en las instancias de poder de una forma que refleje la variedad de ideas, culturas, contextos y personas que habitan en un territorio. 

Héctor David, a través de las ideas del historiador británico Quentin Skinner, explica que la palabra representación puede significar dos cosas: por un lado puede ser hablar en nombre de otro, un abogado habla en nombre de su defendido, por ejemplo. Y en cierta medida la democracia tiene ese sentido, los representantes del pueblo son quienes hablan en nombre de este. Pero hay otra acepción de la palabra que es su acepción pictórica. Por ejemplo, lo que hace un artista cuando pinta un paisaje, lo representa. Parece que podemos tener las dos cosas respecto a las democracias representativas. La idea de que los parlamentos no deberían solamente hablar en nombre del pueblo, sino que deberían de alguna forma representarlo pictóricamente. Debería uno poder ver reflejado en su representación a la composición de su pueblo: a las distintas facciones, a las distintas visiones de mundo, a las distintas concepciones que haya en la sociedad”

Dos de los logros más importantes de la Constitución de 1991 de Colombia, son que desde su instauración, este se convirtió en un país pluricultural y multiétnico, lo cual dio voz y visibilidad a miles de personas. También se pasó de tener un modelo de democracia representativa a una democracia participativa. Eso significa que en este país, la toma de decisiones no solo se limita a quienes están en el poder, sino que el pueblo tiene el derecho a sugerir o presionar para que se cumplan propuestas y también ha decidir de forma autónoma sobre sus propios territorios. 

Para lograr este modelo de una democracia más incluyente, efectiva y no limitada a las jornadas electorales, en 2015 se creó la Ley Estatutaria de Participación Ciudadana. En la que existen una serie de mecanismos que permiten el derecho a participar como: el Referendo, la Iniciativa Legislativa y Normativa, el Plebiscito, la Consulta Popular, la Ley de Convocatoria a Asamblea Constituyente y el Cabildo Abierto. 

El problema es que estos mecanismos no se aplican o se ejecutan mal o simplemente no se respetan. El mejor ejemplo es que la Corte Constitucional tumbara las consultas populares en contra de la minería, que se dieron en municipios como Cogua, Cundinamarca, bajo el argumento de que la exploración y explotación en el subsuelo le competen al orden nacional y no local. Lo cual ha generado un gran debate al respecto. 

Además una de las cosas que ha evidenciado el Paro Nacional de 2021, es que en el país existe una severa crisis de representatividad. Buena parte de la ciudadanía no confía o no se siente representada por los dirigentes. Esto se refleja en las encuestas de aprobación de los mandatarios. Según Ivamer, la desaprobación del Presidente Iván Duque es del 74%, la del Congreso es del 84%, la de la Alcalde Claudia López es del 50% y la del Alcalde Daniel Quintero es del 44%. 

Por eso, en distintos lugares del país se han conformado asambleas populares organizadas por la propia ciudadanía. “Así como no nos representa el Comité del Paro, tampoco nos representa el gobierno, por eso es necesario crear otros mecanismos de toma de decisiones y de organización que sean más legítimos que los existentes”, comenta un vocero de la Asamblea Popular de Ciudad Bolívar, la cual se creó la segunda semana de mayo de 2021. 

Por su parte un vocero de la Asamblea Popular de Chapinero, que se creó en el marco del Paro Nacional de 2019 y retomó actividades este año, opina que: “estos espacios son vitales porque la visión generalizada que se le ha metido a la ciudadanía es que la política tiene una naturaleza exclusivamente partidista y tiene como máxima expresión las jornadas electorales cada cuatro años, lo cual en últimas es perfectamente funcional para quienes tiene el poder en el país, porque no generan los escenarios para la formación política, para la participación ciudadana y para que sea la gente la que tome en sus propias manos el destino de sus comunidades y pueda generar una incidencia real en las decisiones que se toman en el territorio en el que viven”.

En un principio, muchas de estas asambleas se armaron para organizar temas logísticos de las movilizaciones, pero a medida que la necesidad de discusión y expresión crecía en la gente, fueron tomando nuevos propósitos. Por ejemplo, en Ciudad Bolívar se creó un corredor humanitario que se reúne cada semana para realizar varias actividades que incluyen jornadas culturales, ollas comunitarias, micrófonos abiertos, eventos de pedagogía y formación académica. Además, se han podido articular acciones con las alcaldías y los ediles locales y se han creado pliegos de exigencias hechos en conjunto por las personas que se suman a las asambleas. 

“Yo creo que lo que está pasando es una apropiación de la ciudadanía que empieza a ser parte del espacio público, empieza a considerar la calles no solamente como el espacio para marchar, en el sentido clásico de las marcha que es ir de un punto a al punto b, sino para reunirse y eso, en un escenario pandémico, es supremamente valiosos porque es el lugar del encuentro”, destaca María Paula Sabogal Serrano. 

Dicha apropiación se ve reflejada en las actividades y resultados que están dejando las asambleas. Por ejemplo, en la Asamblea de Ciudad Bolívar se busca: “generar pedagogía y conciencia de lo que se está viviendo a partir del arte o de otras expresiones, pero también buscamos espacios que permitan hacer denuncias y sensibilizar a la gente desde otros lenguajes. Queremos mostrar que hay otras formas de movilizarse que no es solamente la marcha, aunque la apoyamos, pero el mensaje es que la movilización también es de ideas, comenta el vocero de esta asamblea. 

María Paula analiza que en estos espacios se está dando un concepto que viene de la ecclesia griega, el cual es la isegoría, la cual significa “que todo el mundo tiene el derecho a decir algo”, y estos muy destacable porque como explica la docente: “creo que hay un fenómeno muy interesante que se está dando ahorita y es que la gente no está necesitando de medidores, ni voceros, ni representantes, para manifestarse políticamente y esto lo vemos desde la calles con el pendón hasta la creación de nuevo medios de comunicación populares”

Gracias a esto, de alguna forma la gente está empezando a volver a confiar en los vecinos. El hecho de poder juntarse, conocerse, escucharse sirve para recomponer el tejido social y crear un espacio fraterno en el que se da otro concepto de la Grecia antigua que es la homonoia, la cual Héctor David Rojas Villamil explica como: “la idea de amistad, de concordia. Dentro de esa visión de igualdad democrática viene la idea de que, de alguna forma, entre amigos no hay injusticias. Y que de alguna forma el escenario de la asamblea es un escenario de amistad.

Y donde hay amistad y confianza, se empieza a construir cosas nuevas y se empiezan a intercambiar saberes. Es común encontrar en las asambleas populares, personas que expliquen o inviten a hacer debates que por lo general están confinados a los recintos de la academia o del congreso. Estos encuentros también tienen una intención formativa la cual es vital para el sostenimiento de la democracia, porque como explica Héctor David, existe la idea de que “la democracia ayuda a forjar virtudes en los ciudadanos y una unidad cívica”.

Además, ese ejercicio de debatir implica escuchar, discutir, argumentar, enseñar e incluso ceder. “Cuando yo tengo una democracia yo entro en deliberación con otro y esa deliberación constante me lleva a mi a desarrollar virtudes cívicas como la tolerancia, pues voy a tener constantemente que oír a gente que está en desacuerdo conmigo. O por ejemplo, la argumentación: voy a tener que defender y argumentar mis posiciones porque se las tengo que justificar a los demás”, explica Héctor David. 

Y si bien de a poco las asambleas populares de las ciudades han logrado hacer actividades, unir a la gente y comenzar procesos que produzcan cambios en los territorios, todavía falta un puente más directo con el Gobierno local y el nacional. En las últimas semanas se han realizado reuniones entre algunas alcaldías y los miembros de la Primera Línea, pero  todavía existe un gran desconfianza y una enorme polarización respecto a estos encuentros. Además falta que se concreten los pliegos de exigencias y que se tracen planes claros, transparentes y ejecutables para cambiar la realidad del país 

Tal vez la vía constitucional más efectiva para lograr acuerdos entre la ciudadanía y el Gobiernos, es a través de la implementación del Cabildo Abierto. En la Ley Estatutaria de Participación Ciudadana se especifica que estos podrán realizarse “por iniciativa de un número no inferior al cinco por mil de los ciudadanos del censo electoral del respectivo departamento, municipio, distrito, localidad o comuna, se considerarán los asuntos que los residentes soliciten sean estudiados, siempre, y cuando sean de competencia de la respectiva corporación. Es obligación del alcalde o gobernador, según sea el caso, asistir al cabildo abierto”

La ley también aclara que los mandatarios no solo tienen la obligación de asistir, sino de dar respuestas a las inquietudes de la ciudadanía. “Una semana después de la realización del cabildo se realizará una sesión a la cual serán invitados todos los que participaron en él, en la cual se expondrán las respuestas razonadas a los planteamientos y solicitudes presentadas por los ciudadanos, por parte del mandatario y de la corporación respectiva, según sea el caso”, especifica el documento.

Sea cual sea la metodología a la que se llegue, es importante destacar que estos son espacios legítimos y soberanos, hechos de forma espontánea que responden a unas agendas políticas creadas por la ciudadanía y no por una entidad política. De hecho, según cuentan los voceros de las asambleas, muchas de las personas que participan, nunca antes habían hecho un ejercicio como este y en muchos casos nunca antes habían hablado en público. 

“Hay una necesidad y por eso se está dando una metodología sobre la exigibilidad de los derechos básicos en este momento. Los que estamos aquí tenemos que ser sujetos activos en la toma de decisiones frente a por ejemplo: las elecciones, el panorama político, pero también tenemos que ser veedores ciudadanos sobre el cumplimiento de las cosas o las garantías a las que lleguemos”, comenta el vocero de la Asamblea de Ciudad Bolívar. 

Pero también es importante demostrar que este ejercicio democrático no solo se limita a las asambleas populares, los cabildos abiertos o los debates en el congreso. También es vital que se replique en la toma de decisiones de las familias en sus hogares, de los empleados en sus empresas, de los residentes de un edificio, etc. 

Incluso María Paula sostiene que en la actualidad, gracias a las nuevas tecnologías, estamos viendo nuevas formas de democratización del conocimiento y nuevas formas de encuentro. “La pandemia nos obligó a buscar nuevas formas de organización a través del activismo digital que implica que la gente entendió, que a través de redes puede comunicarse y generar más formas de apropiación del mundo y más formas de educarse que no están limitadas a la educación formal o las universidades. No necesitamos profesores, ni la academia porque el conocimiento está a la mano. Lo que sí necesitamos es reunirnos, organizarnos, hablar y hacer que ese conocimiento se vuelva útil y creo que una lección que nos están dando los jóvenes ahorita, es que lo están haciendo sin que ninguno de nosotros ‘los adultos’ estemos mediando. Es un fenómeno maravilloso”, opina. 

Seguramente una de las lecciones que nos ha dado la pandemia y el Paro Nacional es que no podemos volver al viejo país sino a uno mejor. Por eso, desde las asambleas populares se está cultivando la esperanza de que estos ejercicios y espacios perduren más allá del paro y se vuelvan mecanismos autónomos, ciudadanos y populares que fortalezcan la democracia. Como dice el vocero de la Asamblea de Ciudad Bolívar, “los ciudadanos somos los primeros constituyentes”, y por ende el mantenimiento de la democracia está en nuestras manos.

 


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