Mariam Rawi (nombre ficticio) es activista de la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (RAWA, por sus siglas en inglés), organización abiertamente feminista y secular que lleva más de cuarenta años luchando desde la clandestinidad contra la ocupación soviética, el régimen talibán, la ocupación de la OTAN y ahora vuelve a afrontar un futuro de fundamentalismo religioso. En esta entrevista realizada el pasado lunes 16, Mariam Rawi nos habla de RAWA y de la situación a la que se enfrentan ahora Afganistán y, especialmente, las mujeres.
—¿Cómo se creó RAWA y en qué consiste vuestro trabajo?
—RAWA fue creada en 1977 como la primera organización política feminista, trabajando por los derechos de las mujeres y con la creencia de que, sin la independencia de nuestro país, luchando contra el fundamentalismo y, en aquel momento, contra la ocupación soviética, no podemos alcanzar la igualdad en los derechos de las mujeres. La fundadora, Meena, posteriormente asesinada por los partidos fundamentalistas, desarrolló el trabajo principalmente desde la clandestinidad. Somos una organización política que alza su voz especialmente contra el fundamentalismo, contra la ocupación y contra el gobierno de los fanáticos religiosos en las diferentes partes de Afganistán.
Mientras tanto, también hemos trabajado para ofrecer asistencia social a las mujeres necesitadas. En aquellos años, RAWA estaba establecida principalmente en Pakistán porque había muchas personas refugiadas durante la ocupación soviética y, posteriormente, durante los enfrentamientos en Kabul. Tras la caída de los talibán, RAWA volvió a Afganistán y en estos veinte años que hemos estado trabajando aquí, sobre todo hemos ofrecido cursos de alfabetización a las mujeres, servicios sanitarios… Con todas las dificultades que tenemos, siendo arrestadas y atacadas. También hemos organizado actos, reuniones y campañas de concienciación para mujeres.
Pero, en definitiva, creemos que solo el conocimiento político y las actividades políticas pueden cambiar la situación. No somos como una ONG o proveedoras de servicios sociales para la gente. Aunque, mientras tanto, ante las necesidades de las mujeres y ante las condiciones de pobreza de nuestro país, creemos que, para que las mujeres puedan alcanzar la independencia económica y algún tipo de apoyo, indudablemente necesitan también servicios sociales. Y nosotras intentamos ofrecer ambos aspectos, con diferentes proyectos para conseguir que estas mujeres sean independientes.
—Por lo tanto, no creéis solo en asistir a la población necesitada en un momento puntual, sino en empoderar a las personas, a las mujeres, para que tomen acciones y para crear un gobierno mejor.
—Exactamente. Porque la única solución para Afganistán y para una mejora más profunda y un cambio real de la situación es establecer un gobierno secular y democrático. Defendemos el sistema secular porque en los últimos cuarenta años hemos visto que, cuando el fundamentalismo religioso ha tomado el poder, ha utilizado la religión como un arma contra nuestro pueblo. Solo un gobierno democrático puede garantizar los derechos de las mujeres y los derechos de las minorías en igualdad, junto a otras libertades sociales, como la libertad de expresión, etc., y debe ser un gobierno secular, que no tenga nada que ver con la religión.
Creemos que la religión es algo personal. Cada persona debe tener el derecho de elegir cuál quiere practicar o no, y cómo quiere hacerlo. Pero la mentalidad fundamentalista es completamente diferente. Quieren controlar todos y cada uno de los aspectos de la vida, incluyendo la política y el gobierno, a través de la religión.
—Este aspecto de la secularidad es interesante, porque, a menudo, en los países occidentales se cree que ese concepto no existe en Oriente Medio. ¿Crees que es posible un feminismo islámico, basado en la religión?
—Creo que, desgraciadamente, la religión limita, todas las religiones. A menudo vemos que, cuando el hinduismo, el cristianismo o el islam utilizan la religión como una herramienta para mantener el poder, tienden a convertirse en fanáticos. Especialmente en los gobiernos de Estados islámicos, hemos visto que se ha utilizado la religión como un arma muy poderosa contra la población. Y por eso creemos que cualquier tipo de valores de progreso que estén vinculados a la religión no pueden ser útiles, son bastante engañosos.
No estamos en contra de la religión, pero debe ser una elección personal de cada individuo. Y es que todos esos derechos sociales de los que hablábamos no tienen nada que ver con la religión ni con la nacionalidad o la parte del mundo en la que vivas. Probablemente, incluso en los países más subdesarrollados o en las sociedades más restrictivas, a la gente le gustaría disfrutar de la prosperidad, de todo tipo de libertad: de expresión, de pensamiento, de cómo te gustaría que fuera el gobierno, etc. Pero, desafortunadamente, sobre todo en estos gobiernos que están bajo el control de fundamentalistas, como en Afganistán, intentan controlar poco a poco la sociedad. Como en Irán. Irán es un buen ejemplo: cómo un gobierno fundamentalista religioso está controlando a la población, especialmente a las mujeres.
—Ahora, los talibán se han hecho con el poder, y muy rápido. ¿Qué crees que va a ocurrir? ¿Cuáles son los principales problemas y peligros que enfrentan las mujeres? Han dicho que esta vez van a apostar por la diversidad y no van a hacer lo que hacían hace veinte años. ¿Qué opinas de esto?
—Definitivamente, estamos seguras de que su mentalidad, sus creencias y su naturaleza, que es el fundamentalismo y el terrorismo, no han cambiado en absoluto. Pero en todo este tiempo han aprendido algunas cosas de la última vez que estuvieron en el poder. Han aprendido la necesidad de mostrar otra cara ante la comunidad internacional y el mundo, mostrar que han cambiado mucho, como dicen. Pero, si ves la realidad, durante las conversaciones de paz en Catar no hablaron sobre la lucha de las mujeres. Solo aseguraron que protegerían los derechos de las mujeres y la sharia (ley islámica), cuando la sharia en sí misma limita mucho estos derechos. La sharia dice que las mujeres deberían ser lapidadas hasta la muerte y que a quien robe se le deben amputar las manos y los pies, y cosas así.
Desde que tomaron el poder el día 15, los talibán han dado entrevistas y discursos utilizando las fuentes gubernamentales, diciendo que no tienen nada contra las mujeres ni contra la población en general, que pueden regresar a sus trabajos, solo con la exigencia de vestir la ropa “religiosamente apropiada”, con el burka y el lungee (turbante). Pero creo que esto solo durará las primeras semanas. Una vez que se hagan con el control completo del gobierno, sin duda mostrarán su naturaleza real y cambiarán las leyes. Aunque, presionados por los diferentes gobiernos de su alrededor, harán que creen en las elecciones. Puede que celebren elecciones, que establezcan un parlamento y nuevas leyes, pero siempre reforzando sus propias creencias. Así que, lentamente, intentarán legitimar sus normas y la limitación de los derechos de las mujeres.
Tenemos informes de lugares tomados en las últimas semanas donde se dio la orden de que las mujeres debían dejar el trabajo y no volver, supuestamente por la “protección de las mujeres”. Pero no es tal, sino que limitan sus derechos. Escuché la entrevista a uno de los líderes de la delegación talibán en Catar y un periodista le preguntaba por qué no había ninguna mujer en su delegación. Y su respuesta fue: “Porque nosotros intentamos tener el mayor respeto por los derechos de las mujeres. Y este respeto, en nuestra opinión, reside en mantenerlas en casa para ofrecerles la mejor seguridad. Si ellas salen, aparecen en público, si hablan sobre sus valores o necesidades, esto desmerece sus derechos y valores. Por eso no queremos mujeres en nuestra delegación. Son principalmente los hombres quienes pueden controlar la sociedad, la población… Y nosotros, los talibán, ofrecemos protección a las mujeres también”.
Lo que aprendimos tras la última vez que gobernaron los talibán y lo que la mayoría de gente decía era que vivíamos en un cementerio, que era muy seguro, no ocurría nada. En los últimos veinte años, la mayor preocupación de la gente han sido los robos, ataques suicidas, asesinatos, secuestros… Esto se terminará durante un breve periodo de tiempo, pero las personas vivirán como muertas, ya no estarán vivas. Por ejemplo, habrá prohibiciones en la música, en la televisión, probablemente también en las redes sociales, en apps, que ya sabemos que son como una adicción para las nuevas generaciones. (Ríe). Lo que sabemos es que será muy duro, difícil y peligroso vivir.
—¿Qué está haciendo o planeando hacer RAWA en esta situación tan crítica?
—Por el momento, estamos buscando nuevos caminos, porque probablemente tengamos que cambiar algunas cosas, ya que no sabemos cómo evolucionará la situación, todo está pasando muy rápido. No esperábamos que en veinticuatro horas los talibán se hicieran con Kabul. Y, tras este tiempo, no tenemos gobierno, ni presidente, y el puesto de ministro de Asuntos Exteriores también está vacío. No hay nadie. Así que no sabemos qué va a pasar en los próximos días. Pero, como decía al principio, RAWA siempre ha sido muy cautelosa con la seguridad de sus activistas y miembros y continuaremos trabajando desde la clandestinidad, buscando nuevos caminos y medios. Si, por ejemplo, las redes sociales siguen abiertas, si Internet está abierto, habrá más oportunidades para alzar la voz. Si no, sin duda encontraremos otras vías para mostrar nuestra resistencia.
Por cierto, es muy interesante que, durante la primera noche en Kabul, una mujer cuyo nombre no ha trascendido escribió varios eslóganes en las paredes de las calles de la capital: “Death to taliban” (“muerte a los talibán”). No es algo simple, porque sabíamos que desde el primer día en que entrasen en la capital, todo estaría controlado, pero esto demuestra que también hay mujeres que se están levantando contra los talibán y contra su fundamentalismo religioso. En los últimos veinte años, han disfrutado de la oportunidad de recibir una educación, trabajo y más libertades. Por ello, creemos firmemente que la resistencia en Afganistán será más potente y, por supuesto, habrá muchas mujeres que se levantarán contra los talibán. No sabemos cómo será ni por qué medios, pero tarde o temprano esto ocurrirá.
—¿Hay sectores de la población que apoyan a los talibán, especialmente hombres jóvenes? Si es así, ¿por qué?
—Es muy difícil contestar a esa pregunta con sí o no, porque ha sido distinto en las diferentes zonas de Afganistán. Creo que en las zonas rurales, la gente, y especialmente los hombres, estaban más dispuestos a aceptar a los talibán, porque para ellos no supone un gran cambio. Una de las principales razones es el gobierno que teníamos, toda la administración de Karzai estaba muy deteriorada y era corrupta. Esa es la razón de que la gente estuviera harta y en algunas zonas los talibán, aunque no oficialmente, ya estaban en el poder con sus comités religiosos, las madrasas (escuelas islámicas) que controlaban y unas generaciones a las que han lavado el cerebro. En muchas partes de Afganistán, las escuelas no funcionaban, pero las madrasas tenían miles de chicos jóvenes. Muchas familias eran tan pobres que no podían alimentar a sus hijos y los enviaban a estas madrasas en nombre de la educación y aprendizaje del Corán y estudios religiosos. Todo esto abrió la puerta a que los talibán fueran bienvenidos.
Pero estoy absolutamente segura de que en las ciudades la situación es muy diferente, debido a una generación mucho más instruida, que cree en la igualdad y en los derechos de las mujeres. Millones de familias estaban orgullosas de enviar a sus hijas a la escuela y de que consiguieran trabajo. Para ellas no es fácil aceptar esta mentalidad de los talibán. Y miles de viudas, que son el único sustento de sus familias y no tienen otra opción que salir y trabajar para criar a sus hijos. ¿Qué futuro les espera? ¿Qué pasa con todas esas jóvenes que han perdido a sus padres en algún ataque suicida y ahora están trabajando para ayudar a sus hermanos pequeños? Va a ser muy difícil para la mayor parte de la sociedad aceptar estas restricciones.
—Una de las cosas que hicieron los talibán el primer día fue cambiar la bandera en el palacio presidencial. ¿Cómo afecta su llegada al poder a los Estados de alrededor? ¿Están enviando un mensaje a sus camaradas de otros países, a otros grupos fundamentalistas?
—Creo que estamos bajo el asedio, no solo de los talibán, sino también de países que quieren interferir en Afganistán, como Pakistán, Irán, que se trata de un régimen religioso fanático, o Turquía, donde Erdogan, con toda esa apariencia occidental, es fundamentalista y estaría encantado de tener a los talibán en el gobierno. Y apoyaría las leyes para reforzar el gobierno de los talibán en la sociedad. El impacto más negativo de los talibán en Afganistán creo que ha sido el mensaje positivo inmediato en todas las redes de intereses fundamentalistas del mundo. Estoy segura de que la situación es bienvenida por Al Qaeda allí donde tengan bases, por el ISIS y por los fundamentalistas iraquíes, iraníes y todas las redes fundamentalistas del mundo, porque, como la otra vez, encuentran aquí un paraíso seguro. Y estoy segura de que Afganistán, una vez más, se convertirá en el centro de la red para todos estos partidos, mentalidades e individuos fundamentalistas, gozando del apoyo del gobierno talibán.
—¿Y qué pasa con los gobiernos? ¿Esto puede beneficiar a alguna de las grandes potencias: Estados Unidos, Rusia, China…?
—Puede parecer que los talibán luchan contra Estados Unidos, pero en RAWA siempre hemos considerado que el fundamentalismo, en cualquiera de sus formas, ya sean los anteriores yihadistas, o los actuales talibán, fue criado y alimentado y ha sido ampliamente apoyado política y económicamente por Estados Unidos. De hecho, fue la CIA la que creó y fortaleció el fundamentalismo en Afganistán. Pero, tras su desarrollo, escapó de su control y ahora todo el mundo sabe que los talibán no son solo un grupo unido, hay diferentes facciones. China tiene su facción favorita, Irán tiene la suya y, por supuesto, en la cima está Pakistán, que trata directamente con los talibán afganos y les proporciona todo tipo de ayuda. Así que, a pesar de toda la independencia que los talibán pretenden mostrar al mundo, mantienen vínculos secretos con diferentes gobiernos. Ahora depende de cada gobierno la forma en la que trata con ellos. Pero nosotras creemos que por la propia protección y seguridad de los países de alrededor, intentarán mantener buenas relaciones con los talibán.
De todas maneras, ellos mismos han aprendido que, sin apoyo internacional y buenas relaciones con los países vecinos, no pueden mantenerse mucho tiempo. Y probablemente el principal cambio que traerán en su política serán las relaciones internacionales. Por eso, si has seguido las noticias, habrás visto su insistencia en entrar en Kabul sin violencia, no querían combatir por el poder en Kabul. Esto es porque la mayoría de gobiernos les han advertido de que si entraban por la fuerza no serían reconocidos como gobierno oficial. Incluso ahora, los talibán todavía dicen que no controlan la administración de Kabul, que están esperando a una shura, una especie de comité, que tome el control. Esto es principalmente porque quieren darle un buen nombre o título para conseguir apoyo internacional.
En los últimos cuarenta años hemos visto que los gobiernos occidentales, y especialmente Estados Unidos, nunca han pensado en el pueblo afgano, nunca han sido amigos del pueblo afgano, solo han mirado por sus propios intereses y siempre han intentado apoyar el terrorismo y el fundamentalismo en nombre de los derechos de las mujeres y en nombre de la democracia.
—Lo que es una paradoja.
—Exactamente. Recuerdo cuando hace veinte años, tras el 11 de septiembre, muchas personas estaban contentas porque Estados Unidos iba a venir a Afganistán para proteger los derechos de las mujeres y para luchar contra el terrorismo, y pensaban que todo el país iba a cambiar. Veinte años es mucho tiempo y el gobierno de Estados Unidos ha gastado billones de dólares, ¿para qué? ¿Para traer de vuelta a los talibán? ¿Para traer de vuelta las mismas miserias y el mismo dolor para nuestras mujeres? En 2001, la población de Kabul no llegaba al millón, pero ahora hay seis millones de personas en la capital. ¿A los gobiernos occidentales no les importa lo que le ocurra a estas personas? ¿Si son maltratadas, asesinadas, si se enfrentan a limitaciones, restricciones o presiones con este gobierno religioso?
Todo lo que querían era retirar sus tropas, lo cual es bueno y agradecemos. Creemos que el principal motivo tras ellas era interferir junto a Estados Unidos y apoyar directamente el fundamentalismo afgano. Así que, si Estados Unidos se va, si la OTAN se va, sin duda será muy bueno para el futuro de Afganistán. Ahora, el pueblo afgano se enfrentará solamente al enemigo local, que son los talibán, que, aunque tienen apoyo internacional, al menos, por primera vez en mucho tiempo, el fundamentalismo estará debilitado si Estados Unidos y la OTAN dejan de apoyarlos de verdad. Por supuesto, también es el momento para Arabia Saudí, Turquía o India, pero al menos esperamos que el gobierno más poderoso, que es Estados Unidos, deje de tratar con los talibán, también por todos los asuntos internos que Estados Unidos tenía en este país.
—Precisamente, el ejemplo más reciente y más representativo del control estadounidense es lo que está ocurriendo en el aeropuerto. Estados Unidos lo controla y no permite los vuelos comerciales para la población, que se agolpa allí.
—Lo que está ocurriendo en el aeropuerto es también que la gente se está precipitando hacia allí y, en este mismo momento en que hablo contigo, estoy escuchando un incremento de los combates y, en diferentes partes de la capital, los grupos talibán están luchando. Y mucha gente está corriendo al aeropuerto y escalando a los aviones para salir del país, aunque no tengan pasaporte, ni visado, ni ningún otro papel en sus manos. Así es, este es el caos que está aconteciendo en el aeropuerto de Kabul.
Por otra parte, una de las mayores traiciones del gobierno estadounidense y de los gobiernos occidentales es que están intentando llevarse a las jóvenes generaciones que están cualificadas y estaban en posiciones importantes del gobierno, en los medios de comunicación y en otros sectores de la sociedad. Creo que dejan a Afganistán solo de nuevo con esa generación de estudiantes religiosos de la que hablábamos antes, educados en las madrasas.
—¿Se están llevando a las personas más cualificadas?
—Exactamente. Desde la semana pasada, se están llevando a muchas de esas personas que estaban en agencias de ayuda, en los medios, algunas personalidades públicas, especialmente mujeres, para ofrecerles protección, y están dejando el país. Algunos son amigos y vecinos míos, que están corriendo al aeropuerto o han ido a embajadas para solicitar protección para dejar el país lo más pronto posible. Están preocupados, pueden ser objetivo de los talibán en los próximos días.
—Finalmente, ¿qué le dirías a la comunidad internacional y a las sociedades de los países occidentales, especialmente en esta situación crítica?
—Creo que la mayoría de Estados occidentales, probablemente, tienen muy buenas políticas para sus propios países, pero nunca han tenido buenas políticas hacia Afganistán. En primer lugar, creo que las sociedades deberían presionar a sus gobiernos para que no reconozcan al gobierno talibán, que no es oficial ni representativo, aunque celebren elecciones y aunque creen un parlamento. Nunca jamás será representativo de la población afgana y no debería ser reconocido. Y, por supuesto, cortar todas las relaciones diplomáticas con este gobierno será algo que les debilitará.
De todas maneras, nosotras hemos observado que hay una gran diferencia entre las políticas de los gobiernos y la opinión pública occidental hacia Afganistán, hacia la gente que sufre aquí. Personalmente, he visitado algunos países europeos muchas veces, he estado en España, en colegios, universidades, en diferentes actos públicos y he visto el sentimiento que existe. Recordarás que, tras el 11 de septiembre y los posteriores ataques en Afganistán, hubo una enorme resistencia, incluso en Europa. Movimientos contra la guerra, actos y manifestaciones, con el fin de alzar la voz del pueblo y, especialmente, de las mujeres afganas. Creo que estos movimientos deberían seguir.
En los últimos años, Afganistán ha estado completamente olvidado, así que sería muy positiva la aparición en medios de comunicación, en redes sociales o campañas de concienciación social sobre la situación real de Afganistán. Los periodistas deben recordar que un ataque suicida o una masacre en sí mismos no deben ser noticias de última hora. La situación asfixiante a la que conduce la vida diaria también podría serlo. “Estamos preocupados por las nuevas generaciones, por estas chicas y estos chicos que necesitan educación, necesitan una escuela”. Esto a cualquier nivel: los medios y la ciudadanía pueden estar informados sobre lo que ocurre en Afganistán y así presionar a sus gobiernos para dar los pasos correctos, para aprender de las políticas anteriores y dejar de apoyar el fundamentalismo y el terrorismo en Afganistán.
—¿Te gustaría añadir algo de lo que no se haya hablado?
—Creo que hemos hablado de lo más importante. Personalmente, ahora no estoy en un estado mental muy bueno por toda esta situación. Ayer salí y vi gente corriendo hacia algún lugar y… Habrá que ver qué ocurre la semana que viene. Lo que me gustaría enfatizar es que el mundo no debe estar decepcionado. Puede que la libertad esté débil en Afganistán, pero nunca morirá.
—Así que ¿hay esperanza?
—Sí, definitivamente. Hay esperanza y creo que, tras lo que hemos aprendido en los últimos veinte años y en el anterior gobierno de los talibán, la resistencia y la esperanza son mucho más fuertes. Se necesitará tiempo para organizarse mejor, pero se abrirán nuevos caminos.
FUENTE: Tania Lezcano / Nueva Revolución