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Chile: Instituciones depredadoras

Raúl Zibechi :: 27.08.21

Zibechi sigue encantándose con las movilizaciones grandes y pone en segundo plano el trabajo de hormiga que señalaba Galeano de “Mucha gente pequeña en muchos lugares pequeños haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo”. Esa tendencia lleva al pesimismo, pues al no ver resultados se van perdiendo las esperanzas, aunque ya está visto que las instituciones pueden absorver las dinámicas amplias e integrarlas al sistema o reducir sus posibilidades cercándolas como al movimiento zapatista, que no ha roto el cerco, sino lo ha saltado mediante la multiplicación de las autonomías comunitarias. Zibechi busca a los zapatistas en todas partes, pero la autodeterminación hoy día es de los barrios, comunas y localidades.Es muy chocante que diga “el mayor error consiste en dispersar las organizaciones de base, que son las que generan los grandes eventos y las que pueden darle continuidad a los movimientos. Sin ellas quedan prisioneros de las dinámicas institucionales que los neutralizan”, pues produce la idea de que las organizaciones deberían estar “unidas” para generar “grandes eventos” y “dar continuidad”. El error sin embargo ha sido exactamente el contrario: intentar unir organizaciones sin invertir en la unidad de los miembros de un barrio, una comuna, una localidad, en fin un nicho ecológico, en torno al mundo de la vida, el nuevo sujeto transformador que modifica su entorno partiendo de su familia y sus vecinos, ya no más de los afines ideológicos. Que la visión de lo macro político y económico no oscurezca la visión del micro mundo de las nuevas relaciones sociales y afectivas, que si no se superan las actuales difícilmente se podrá mantener “movimientos”, pues no habrá nadie transformando realmente.

Instituciones depredadoras
 
Raúl Zibechi
La Jornada
 
Aunque estamos habituados al papel devastador de los aparatos armados, legales e ilegales, contra los pueblos y sectores sociales, suele pasar desapercibido el carácter depredador de las instituciones estatales y de las organizaciones de arriba. En no pocas ocasiones, éstas desarticulan a las comunidades en resistencia de modo aún más duradero que la represión violenta.

Algo de esto sucede en el Chile de la revuelta y ahora de la Convención Constituyente. Aún tenemos izquierda, ciudadanos, titula su último artículo Manuel Cabieses, veterano luchador y periodista, director de la publicación Punto Final hasta su cierre en 2018 y ex militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria.

Con dolor y rabia alude a la dispersión del pueblo y la desorientación ideológica, ya que sectores importantes de quienes lucharon en la revuelta lanzada en octubre de 2019, fueron subordinados a la cultura excluyente de la oligarquía (https://bit.ly/3j7jbrG

Destaca que los dos principales candidatos a la presidencia, Sebastián Sichel, por la derecha, y Gabriel Boric, p).or la izquierda, son dos caras de la misma moneda, ya que ambos reciben la bendición de la Bolsa de Comercio en demostración elocuente de confianza del capital financiero en el resultado de las próximas elecciones.

La Lista del Pueblo, que había conseguido 27 asientos en la Constituyente de los 155 en juego, siendo la agrupación que encarnaba a los movimientos nacidos en la revuelta, perdió un tercio de los constituyentes por las disputas internas de poder, maniobras y acuerdos secretos que resultan ser copia y calco de la vieja cultura política.

Una de las renunciantes, la constituyente Claudia Pérez, se alejó de la Lista de Pueblo debido al hostigamiento, continuas fricciones, malas prácticas, actitudes matonescas y la evidente falta de probidad de algunos dirigentes (https://bit.ly/3kc4vGW). Se refiere a la denuncia del Centro de Investigación Periodística (Ciper), de casos de corrupción comprobada en los gastos de campaña que llevaron a la expulsión de varios activistas (https://bit.ly/3808DUP).

Medios de izquierda e independientes, como El Clarín y El Ciudadano, están intentando analizar y comprender las razones de la crisis en esta agrupación que aparecía como la vocera natural de los movimientos populares.

Uno de ellos considera que el torrente inicial de la Constituyente se ha ido aquietando hasta convertirse en un calmado cauce constitucional, en medio del cual aparecen las maniobras y acuerdos políticos tras bambalinas entre los distintos grupos de convencionales (https://bit.ly/3j77h0K).

La conclusión del periodista Guillermo Correa es que la energía de este sector se comenzó a volcar hacia las elecciones de noviembre, en la idea de poder conquistar nuevos espacios de poder en la institucionalidad capitalista que rechazaban con energía y decisión en las calles, asambleas y territorios.

En efecto, el potente movimiento popular chileno se enfrascó primero en la elección de la Asamblea Constituyente, acudiendo a las urnas el 15 y 16 de mayo, pero de inmediato sus energías se volcaron hacia las presidenciales y parlamentarias del 21 de noviembre, que se superponen a la elaboración de una nueva Constitución.

En este proceso, que pretende trasladar la potencia de la calle a las instituciones estatales, se fueron dejando jirones de principios y de rebeldías, que terminaron por desfigurar y debilitar a las organizaciones de base. Peor aún, participando en las instituciones la vieja cultura política se renueva y vigoriza, encarnando en jóvenes y militantes de los sectores populares.

Es necesario aprender de los procesos en curso, ya que se repiten de país en país con notable precisión. El levantamiento de octubre en Ecuador fue tragado por la disputa electoral, situación que puede repetirse en Colombia con las elecciones de 2022, con el agravante de que fue la más profunda y dilatada revuelta de las varias que sacudieron el continente en los últimos años.

Un primer aprendizaje dice que no es posible participar en las instituciones estatales sin practicar la cultura política tradicional. Es profundamente equivocado pensar que, desde esos espacios, se pueda hacer algo diferente a lo ya establecido. Una y otra vez observamos que las mejores voluntades se estrellan en los muros institucionales.

El segundo aprendizaje es que el mayor error consiste en dispersar las organizaciones de base, que son las que generan los grandes eventos y las que pueden darle continuidad a los movimientos. Sin ellas quedan prisioneros de las dinámicas institucionales que los neutralizan.

En algún momento debemos asumir que es preferible crear lo nuevo, que dedicarnos a reformar lo existente. Que no es posible descolonizar el Estado, ni despatriarcalizar el patriarcado; ni democratizar las fuerzas armadas y el Poder Judicial, núcleos duros de las opresiones. Es lo que nos dice la experiencia de las últimas décadas.


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