Silvia Federici, Verónica Gago y Luci Cavallero, compiladoras de ¿Quién le debe a quién?
Cómo la deuda externa se conecta con el endeudamiento en los hogares y pesa más sobre las mujeres
“Hoy estamos sujetas a un nuevo modo de encarcelamiento. Antes estábamos encerradas en las casas, dependientes, controladas. Hoy estamos encarceladas por condiciones inhumanas de trabajo, encarceladas por la deuda”, dijo Silvia Federici en la presentación del libro que compiló junto a Verónica Gago y Luci Cavallero: ¿Quién le debe a quién? Ensayos transnacionales de desobediencia financiera (Tinta Limón y Fundación Rosa Luxemburgo). Allí se devela cómo la deuda externa se traduce en deuda doméstica y cuáles son las estategias de resistencia que se elaboran en distintas partes del mundo.
¿Quién le debe a quién? es una pregunta que parece simple y, sin embargo, implica una inversión de fondo. Dar vuelta la tortilla. No tomar por supuesto quiénes tienen derecho a reclamar la cuenta impaga. Esa pregunta está por debajo de la coyuntura nacional y global, como un tendido de hilos que lo demarcan todo. ¿Qué deudas? ¿De quién? ¿Desde cuándo y hasta cuándo? ¿Quiénes son lxs acreedorxs?
Hacer la pregunta y ponerle cuerpos concretos, desnaturaliza la abstracción financiera, tanto de la deuda externa como de las deudas domésticas. De estas cuestiones nos ocupamos en el libro que acabamos de publicar junto a la teórica y militante feminista italiana Silvia Federici, autora de la consigna que hoy es grafitti popular: “No es amor, es trabajo no pago”.
Se trata de un libro-manifiesto titulado con esa misma pregunta: ¿Quién le debe a quién? Ensayos transnacionales de desobediencia financiera (Tinta Limón & Fundación Rosa Luxemburgo). Compone un mapa de análisis y experiencias de confrontación con la deuda externa y doméstica, a partir de escrituras desde Argentina, Puerto Rico, Chile, Ecuador, Guatemala, Marruecos, España, Estados Unidos, Italia y Brasil. Porque preguntar quién le debe a quién nos ubica, de modo inevitable, en el plano de la acción.
Una serie de movimientos feministas, antirracistas y populares están aquí y ahora resistiendo al endeudamiento, haciendo de la lucha contra la deuda (tanto pública como privada) una consigna en varias geografías. La pregunta puede ir más lejos: ¿cómo se anudan las deudas y los trabajos? O dicho de otra manera: ¿de qué trabajos se nutre el endeudamiento?
La deuda vampiriza los esfuerzos. En las casas, está antes del trabajo y del ingreso. Esa precedencia temporal la convierte en una aspiradora de los esfuerzos por venir. Y, por tanto, pone las condiciones para que el trabajo se haga más precario y se acumule junto a la carga de tareas de cuidado.
Desde las prácticas que se narran en el libro queda claro que la deuda es una herramienta política de gobierno y que no hay manera de comprenderla y desarmarla sin una narración también política de su funcionamiento. La hipótesis con la que trabajamos es la siguiente: una lectura que profundiza y pluraliza lo que significa el endeudamiento, haciendo énfasis en cómo la deuda aterriza en la vida cotidiana de las personas, permite también ampliar lo que entendemos como luchas contra la deuda.
En nuestro país, la discusión sobre quién le debe a quién está más vigente que nunca: en la demanda por un salario universal que se reivindica a partir de exigir el reconocimiento de trabajos comunitarios, estratégicos aún más en pandemia; cuando el estado contabiliza los años de cuidado como aportes para el acceso a la jubilación, reconociendo un trabajo ya realizado; y al mismo tiempo, cuando se discute la ilegitimidad de la deuda con el Fondo Monetario Internacional.
La deuda como guerra
Silvia Federici lo dice de manera contundente y lo señaló en la primera presentación pública del libro (Presentamos ¿Quién le debe a quién? Ensayos transnacionales de desobediencia financiera): “La deuda externa es una forma de guerra que ha comenzado a fines de los años 70 como parte de la reorganización de la economía global, como parte de esta fase del capitalismo que se llama neoliberalismo. Ha sido usada como una herramienta de esclavización, de despojo y de empobrecimiento. Y sobre todo en el Sur global, como una herramienta de recolonización, justo luego de las luchas anti coloniales.
“Ha sido creada artificialmente, impulsando a los países que salían de ser colonias a tomar préstamos, con un interés muy bajo, y después incrementaron los intereses sobre el dólar, que es la moneda de los préstamos. Así que, de la mañana a la noche, gran parte del mundo que venía de luchas fuertísimas se encontró completamente endeudado. Y esta deuda ha servido para cortar los servicios sociales, para reformar y ajustar estructuralmente. Prácticamente, la deuda ha sido la manera de recolonizar las economías”.
El vínculo entre deuda externa y colonización es clave porque apunta a su dinámica propiamente política y, más precisamente, geopolítica. Por un lado, porque en esa recolonización se convierte en una herramienta que obligará a la venta de recursos naturales, marcando un nexo clave entre deuda y extractivismo. Por otro, porque disciplina hacia adentro de los países con el recorte de presupuestos y servicios públicos, limitando la posibilidad de acción de los gobiernos.
Un paso siguiente es su traducción en deuda privada o doméstica. “Es importante focalizarnos sobre la deuda que afecta especialmente a las mujeres. En estos años hemos descubierto -en Estados Unidos, aunque es una situación global- que las mujeres que trabajan tienen una deuda enorme. ¿Y por qué? Porque en los trabajos que tienen reciben sueldos mínimos, lo cual no les permite ninguna autonomía”.
La deuda externa tiene, en el caso de los países tercermundistas, un histórico vínculo con la limitación de las políticas públicas: siempre a favor del recorte y la llamada “austeridad”. Como en un juego de dominó, progresivamente la deuda externa, a medida que empobrece, se conecta con la expansión del endeudamiento de los hogares.
En nuestro país, las políticas de ajuste aplicadas bajo el chantaje del FMI han producido siempre una caída sostenida en el poder adquisitivo de los ingresos (salarios, jubilaciones y subsidios) y una saga de privatizaciones y recortes. Pero con la deuda externa monumental negociada en el apuro electoral del gobierno de Mauricio Macri, se dio un salto cualitativo: la deuda se tradujo en velocidad inédita en la experiencia cotidiana de estar endeudadas para vivir, mientras se devaluaba la moneda y se fugaban divisas.
Hacer malabares estirando los ingresos con financiación de tarjetas de créditos, préstamos familiares y agencias de efectivo rápido se volvió algo cotidiano para gran parte de la población. En ese sentido, en el libro proponemos el término “colonización financiera de la reproducción social” para nombrar el proceso por el cual las poblaciones más precarizadas, pasan a depender de la deuda para el sostenimiento de su economía diaria.
Con la pandemia, como sabemos, todo se agravó. En números abrumadores, ha significado para muchos hogares la aparición de nuevas deudas. Pero también y, al mismo tiempo, se han incrementado los trabajos reproductivos y, en particular, de cuidados. Así, la situación es paradójica y problemática: trabajar más y, al mismo tiempo, estar más endeudadas.
Este es un fenómeno global que también atraviesa los textos del libro: frente a la idea de suspensión, de un detenimiento de ciertas actividades durante la cuarentena, los trabajos reproductivos se intensificaron, al mismo tiempo que aumentó el endeudamiento de los hogares, haciendo que el sector financiero sea uno de los grandes beneficiados en medio de una crisis sanitaria, ecológica y social sin precedentes. ¿Cómo se está enfrentando esta situación en cada lugar? ¿Qué disputas existen sobre la salida de la pandemia en términos de endeudamiento, pero también de reconocimiento de los trabajos llamados esenciales? ¿Qué estrategias son necesarias para invertir la carga de la deuda?
Luchas contra la deuda
Una lectura que pone imágenes concretas y pluraliza la comprensión de lo que significa el endeudamiento permite también ampliar lo que entendemos por estrategias contra la deuda. En ¿Quién le debe a quién?… , la Colectiva Feminista en Construcción, de Puerto Rico, narra su militancia contra la deuda en clave anticolonial.
El paro internacional feminista de 2017 fue un punto clave: “Allí, mujeres, en toda nuestra diversidad, pusimos nuestros cuerpos en la calle, frente a la Policía, con un mensaje claro y contundente: no aceptaríamos ni una medida de austeridad más y exigíamos la cancelación de la deuda ilegal” dicen Shariana Ferrer y Zoán Tanis.
Su consigna desde entonces es “Nosotras contra la deuda”. Para el 8M de 2019 impulsaron el “Embargo Feminista” contra los bancos, responsables de decenas de miles de desahucios a familias, pero que además habían participado activamente en el esquema de endeudamiento gubernamental.
La deuda no sólo se apropia de lo público y lo común, sino que también ha invadido las casas. Este problema se replica de modos diversos en varios lugares del mundo. El texto entre el Colectivo NiUnaMenos e Inquilinos Agrupados vuelve a decir “la casa no puede ser un lugar de especulación inmobiliaria ni de violencia de género”, marcando cómo se entreveraron esas cuestiones en el abuso de propietarios con amenazas de desalojo mientras que las situaciones de encierro pandémico agravaban las violencias domésticas.
Desde el madrileño barrio de San Diego, se cuenta que ondea una pancarta contra la Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb), para identificar quiénes se ocultan en la sigla que firma los desalojos. Sareb es conocida como “la mano invisible detrás de la subida de alquiler actual en el Estado español”.
Uno de los grandes compradores de las carteras de Sareb es el fondo de inversión Blackstone. Escribe Lotta Meri Pirita Tenhunen de la Plataforma Afectados por la Hipoteca (PAH): “En plena pandemia, tejimos nuestra campaña por una vida digna en una vivienda digna, algo que veníamos discutiendo con la huelga feminista”.
La deuda parece un problema individual y privado, por lo que pretende anular la capacidad de protesta social. Dice Federici: “A diferencia de la explotación laboral, la deuda es una explotación individualizante. Es una explotación que te aísla. Existís en relación individual: unx con un banco, con una compañía de préstamos, con la tarjeta. Además, es un tipo de explotación que es invisibilizada. Y que te hace sentir culpable. Y por eso es tan eficaz”.
Justamente lo que ha pasado es que la deuda ha logrado aterrizarse e inmiscuirse en muchos territorios disímiles, sacando provecho de cada uno de manera diferente. Gladys Tzul, investigadora y activista de Guatemala, escribe que la toma de deuda que pone de garantía a las tierras comunitarias indígenas, amenaza su carácter inembargable y colectivo. Muchos de los créditos se entregan mediante los “finqueros locales”, que son los hijos de militares que se han apropiado de manera ilegal y/o por la fuerza de tierras en el contexto de la guerra guatemalteca. Esos mismos créditos se usan para acelerar la conversión al cultivo de palma africana con agrotóxicos.
¡A desendeudar!
La antropóloga y activista Hannah Appel es co-fundadora del Debt Collective de Estados Unidos, que cada día está interpelando a Joe Biden para la cancelación de la deuda estudiantil. Movilizar la historia abolicionista en relación a la deuda, le permite conectar los diferentes movimientos surgidos en los últimos años en EE.UU. -de Occupy Wall Street a Black Lives Matter- para proponer estratégicamente crear sindicatos de deudorxs, que desarmen la experiencia de aislamiento que implica la deuda.
La cuestión, insiste, es cómo desplegar un poder colectivo capaz de ejercer presión sobre el sistema financiero: “¿Es posible aprovechar este endeudamiento desigual y masivo que caracteriza la etapa actual del capitalismo para construir poder? De ser así, ¿cómo usamos ese poder para crear los sistemas financieros alternativos y las relaciones que necesitamos?”.
La cuestión de otras arquitecturas, arreglos e instituciones financieras es fundamental para dar un paso propositivo y disputarle a la deuda justamente su carácter salvador a altísimos costos: eso que hace cuando nos saca de un apuro frente a un vencimiento, cuando nos permite comprar lo que necesitamos ante la urgencia.
Este debate implica también evidenciar de qué manera se direcciona el crédito en nuestros países, cuál es el rol de los bancos en el financiamiento de las actividades productivas y cuál es el andamiaje institucional que vehiculiza el saqueo.
Desde Ecuador, la organización feminista Mujeres de Frente junto con la experiencia de la Caja de Ahorro 1 de Mayo, proponen el armado de “comunidades de cooperación” para desviarse de los circuitos usurarios y organizar otras lógicas vinculadas al trabajo en las economías populares de calle.
Así, las mujeres de la organización, donde se encuentran comerciantes y ambulantes, recicladoras, trabajadoras del hogar a destajo, mujeres ex-carceladas, acceden a sus necesidades de financiamiento con tasas de interés menores a las que ofrece la banca y los chulqueros (prestamistas informales) y con la posibilidad de presentar garantías colectivas para evitar que la deuda actúe como fuente de pérdida de relaciones personales.
Andrea Aguirre, fundadora de la organización, lo cuenta muy claro: “Podríamos sintetizar que la policía, la central de riesgos y la deuda son tres elementos de bloqueo de la economía popular. La Caja funciona como apertura de una posibilidad de ahorro y crédito en la desigualdad. Los créditos para comerciantes autónomas fueron pensados muy al ras de lo que las compañeras fueron narrando y se han utilizado como inversión para sostener el comercio”.
“Nos deben una vida” es una explicación sintética y contundente de cómo pasarle la cuenta al neoliberalismo. Se viralizó como grafitti con el fragor de la revuelta en Chile, poniendo la deuda en el centro. Juan Pablo Rojas, del colectivo Deuda Educativa, ha venido militando y denunciando el lugar central que tiene el endeudamiento en el modelo impuesto por la dictadura de Pinochet, y las distintas estrategias que se están llevando a cabo para enfrentarlo, desde el litigio judicial a la acción directa.
El 26 de agosto de 2020, luego de presentar el proyecto en el Congreso, lograron que se eliminaran los registros financieros de deudas por educación. Hoy están proponiendo tres candidaturas a diputadxs desde la propia organización.
En la línea de intervenciones legales, desde Argentina, los investigadores Eduardo Codiani y Pedro Biscay aportan un texto en el que dan cuenta de la estrategia jurídica que utilizaron para denunciar, en conjunto con la Coordinadora de Abogadxs de Interés Público (CAIP) y el Movimiento de Empresas Recuperadas, la ilegalidad de la deuda externa récord asumida durante el gobierno de Macri.
Que nos paguen lo que nos deben
¿Qué significa hacer política posicionándose desde el lugar de acreedoras? Esta es una manera concreta de responder que nos deben a nosotres. “Somos las encargadas de gestionar los hogares y de gestionar la vida. Desde ahí comenzamos a endeudarnos. Luego empieza más endeudamiento cuando ya no puedes sobrevivir en los países de orígen y te expulsan o tomas la decisión de salir fuera y migrar a buscar una vida mejor. La migración tiene unos costos. Cuando llegamos a los países de “acogida”, conseguimos trabajos de cuidado, y trabajos que son muy poco valorados en general. Al tener esa deuda para nosotras es como un sinvivir”, señala Rafaela Pimentel, integrante del colectivo de trabajadoras de hogar radicado en Madrid, Territorio Doméstico.
En la presentación de ¿Quién le debe a quién? Pimentel fue directo a la cuestión política: “El libro es un desafío para que las mujeres hablemos de esto que nos está vetado: siempre nosotras gestionamos la vida, pero no nos dejan gestionar los recursos. Tenemos que exigir que nos paguen lo que nos deben a muchísimas mujeres que hemos trabajado gratuitamente, especialmente con los cuidados”. Luchar por valorizar los trabajos es también una de las formas de desobedecer la deuda.
Dice Federici: “Primero hay que combatir la deuda. Pero, al mismo tiempo, tenemos que cambiar la relación laboral e incentivar a armar un proceso de reapropiación de la riqueza social. Y aquí el título de nuestro libro es fundamental: ¿Quién debe a quién? Las mujeres, nuestras abuelas, madres, generaciones de mujeres en todo el mundo han sido explotadas, han trabajado sin pago, sin beneficios, sin compensación, en situación de dependencia. La acumulación capitalista se ha hecho sobre el cuerpo de millones de mujeres. Y sobre todo de mujeres racializadas, mujeres colonizadas. Creo que la lucha contra la deuda se debe asociar en forma inseparable de una lucha por la valorización del trabajo de reproducción, y su reorganización para que recuperemos el tiempo para nosotrxs”.
Aun en la crisis, sabemos que América Latina es un continente que se rebela una y otra vez a los planes que las finanzas internacionales tienen para el empobrecimiento de las mayorías