Fernando Matamoros Ponce
Comunizar
Aquí la PRIMERA PARTE, la SEGUNDA PARTE y la TERCERA PARTE de este mosaico de hilos de la historia zapatista a contrapelo.
CUARTA PARTE
I
Imprevistamente en el pensamiento tradicional dominante, el espíritu crítico del pasado, incluyendo el espectro intempestivo de Karl Marx, concurre en las citas del presente. En efecto, cuando miramos los múltiples movimientos de resistencia, podemos constatar que la herencia de tradiciones del pensamiento crítico sigue manifestándose en una actualización de sonrisas de fantasmas (Bensaïd, 2012, 1995 y Derrida, 1993) expresadas en instantes constitutivos de lo local de una memoria conflictual. Completa de confianza en un esfuerzo y anhelo de la vida contra el eterno retorno de la muerte, produce acontecimientos de ruptura creativa. Esta experiencia modelada por deseos de felicidad se nutre de afluentes prolíficos de herencias inscritas en los orígenes de la palabra y danzas en la naturaleza. Por esto, los rituales secularizados de indígenas ayudan a des-cubrir cómo en los mismos objetos los rizomas y metabolismos de la esperanza se entretejen y familiarizan con el prójimo. Con la voluntad inscrita en la memoria, muchas veces inconsciente, estas raíces milenarias producen en la situación del presente otras reglas, comportamientos y moralidades éticas con el Otro. Desde luego, las pequeñas materialidades de fineza ética en el pensamiento no pueden ser medidas en planos teórico-conceptuales y pragmáticos de métodos técnicos y estadísticos de las estructuras impuestas en las fragmentaciones de las ciencias. Sin embargo, como nos enseñó Michel de Certeau (2005), la ausencia del Otro es una historia de cercanía del sentimiento que, discretamente, pero seguramente, se desplaza en la memoria como poesía pura de la palabra. Así, en los horizontes de los debates agudos del lenguaje acontecido en la historia de lo indígena, no solamente se remodelan espacios de gentrificación y patrimonialización turística del mercado, sino nacen aquí y ahora en los umbrales de territorios y espacialidades del espíritu rebelde, posibilidades materiales de las sutilezas del ser y estar contento en fiestas legendarias de la humanidad. Por esto veremos cómo, en el caminar preguntando de los zapatistas por las noches oscuras del capitalismo, los contenidos interiores del lenguaje humano cuestionan las durezas y violencias de conceptualización de ideas y manipulaciones políticas del lenguaje sistémico imperante.
Entonces, para entender, aprehender y producir una experiencia del conocimiento de ideas y pensamientos culturales en los hechos concretos de la larga marcha indiana (Certeau, 1994: 147-161) es necesario mirar el mundo inteligible y sensible a partir de principios del entendimiento de los juzgamientos que anticipan las acciones. Por esto, los indígenas zapatistas consideran el pasado como las contradicciones del producto abortado de esculturas rotas por la historia de violencia. En los grandes viajes acontecidos de la historia colonial, podríamos decir que, con la sonrisa candente de Benjamin (1988: 151), los indígenas protestan y se rebelan contra mitos de identidades establecidas por la barbarie de espíritus puristas del mercado; no ofrecen nada, sino bloques, pedazos mercantiles preciosos. Las cosas y el sujeto vaciados de contenido cultural, religioso de lo político se desbastan en imágenes domesticadas, metodológicamente, por una historia lineal y homogénea del consumo. Así, lo queramos o no, el pensamiento y acciones zapatistas en la actualidad del presente con el pasado nos lleva a reflexionar nuestra interpretación de luchas como deseos teológicos, pilares filosófico-sociales de confrontaciones de una felicidad atormentada. Por ejemplo, el amor, amistad y el don en sus dimensiones de experiencia más pura chocan, constantemente, con el proyecto totalizante de valorización mercantil dominante.
Nuestras imágenes de hipótesis son incompletas y solamente provisorias, pues no existe sujeto puro. Sin embargo, dioses y diosas en su experiencia legendaria hacen posible mirar como usos y costumbres comunitarias se entrecruzan con la teología política como doctrina de la naturaleza en el universo. Agua, tierra, sol, luna y estrellas se vuelven protagonistas de una lucha contra la violencia del mercado. En este mundo mecánico donde vivimos se muestran casos idénticos de reproducción del sistema de representaciones políticas autorizadas por sistemas de pensamiento determinados y cerrados. Sin embargo, desde los orígenes de la humanidad, discontinuos en la vida cotidiana, materiales históricos, recuerdos en la memoria enjuician verdades de lo absoluto del mercado o disposiciones económicas que circulan en los medios de comunicación. No nos referimos a una posición utópica y teocrática de mitos estatales o héroes conmemorados en panteones o parlamentos con nombres escritos en letras color oro. Se trata de una dis-posición para destacar cómo en el acontecimiento actual y el metabolismo ligado a la violencia sobre la naturaleza y la humanidad que la habita existen iluminaciones culturales de sonrisas mediadas por la violencia del fetiche del mercado. Todas son sensibilidades del alma o artes espirituales que nacen en la estructura de injusticia, terror y sufrimientos precoloniales, coloniales y poscoloniales: una catástrofe instaurada por lógicas estructurales que escinden valores de vida con la comunidad.
Seguramente esta mirada dialéctica sobre la teología en la situación de la Covid19, influenza porcina y otras pestes creadas por el sistema encontrará objeciones en las erudiciones de ciencias sociales en general o en consejeros mediáticos de ciencias políticas tradicionales. Incluso, ateísmos certificados en el realismo de separación del Estado e Iglesia datan el drama de las espiritualidades a contrapelo de los mitos y sus instituciones. Sin embargo, en un viaje con zapatismos surrealistas a bordo, por ejemplo, la poesía en los mensajes del teatro de Armand Gatti (2006), puesta en escena en espacios de imaginarios, nos ayuda a comprender que todos los objetos deseados en la naturaleza, milenariamente, son brotes de rizomas subterráneos. Salen a la luz para enfrentar procesos de despojo y violación de derechos ancestrales. Podríamos constatar cómo, en las modas del arte de múltiples Fridas Kahlos, la experiencia del arte y sus representaciones se transforman en un simple estado de naturaleza muerta. Podemos sentir cómo, entre piñas y corazones simbólicos, materiales subterráneos se vuelven aspiraciones melancólicas del aura. Sin embargo, como el flâneur que deambula (Baudelaire, en Benjamin, 1979), las fantasías utópicas transcritas en glifos significativos de ecos universales del cosmos se vuelven representaciones sociales del amor y la felicidad. Así, Armand Gatti rememora entrelazamientos surrealistas de la palabra en la historia de cuerpos y naturaleza, energías espirituales que terminan en realidad con una victoria del tiempo de la duración de las tradiciones.
El canto de sus raíces en la tierra; diferentes momentos de sus 2340 uinals[i] de existencia; una reina (la madre cósmica); una mujer en sus posibles virtualidades; un paisaje cuando deviene costuras de nuestras abuelas; un cuarto de luna, donde se elevarían, bajo la forma de una noche de amor, siempre las repeticiones de cantos crepusculares y nocturnos” (Gatti, 2006: 13).
Íntimamente ligadas a privaciones de felicidad, estas líneas de fuga articulan o segmentan en territorialidades aquellos movimientos de desterritorialización (Deleuze y Guattari, 1972 y 1980), posibilidades rizomaticas del anti-œdipe o revoluciones moleculares (Guattari, 1972) a contrapelo de la historia. Así, pensamos que los movimientos en Altamar de los zapatistas son expresiones a contrapelo de las instituciones y contra la violencia cotidiana. Mil mesetas de la memoria en el estado de excepción. Grietas históricas entre-abiertas en la historia de las semejanzas de las experiencias de la humanidad. Como nos enseña Walter Benjamin (2007) en la Tesis XVII de las tesis de la historia, cuando estas afinidades se inmovilizan un instante en los espacios, con las constelaciones saturadas de tensiones, producen un choc que cristaliza una mónada mesiánica de salvación. Primero con el enlace de las intuiciones del pensamiento y conocimiento, pero, en segundo lugar, con las uniones posibles entre las ideas en la totalidad de la experiencia indefinible a lo largo de esta guerra entre el sistema y la naturaleza. Un signo servil de posibilidades revolucionarias en el combate por el pasado de los oprimidos que se oponen no solamente con la conciencia pura en el sistema, sino también a la conciencia empírica que nos domina. En este sentido, iluminaciones milenarias de generaciones indígenas se difunden en espacios oscuros de la muerte carnavalesca del mundo moderno. Son pruebas contundentes del aura surrealista de lo bello que se representa antropológicamente en dioses y diosas desde los manantiales profundos de combates de nuestro ser mortal, pero espiritual por la vida. Una inmensa solidaridad que unifica teselas de un mosaico, cifras estelares que se combinan con la magia iluminadora de la lluvia, el viento, la tierra, la vegetación y el hombre que despliega sus alas con la amistad y aprecio por la libertad.
Sin duda, es una multiplicidad simbólica en los objetos mismos. Camuflados, alienados o fetichizados sus raíces fundamentales son parte del árbol significativo de la inmanencia de la lucha de clases. Aunque subterráneas, la memoria se actualiza en las singularidades. Serían no solamente el complemento a los aportes del materialismo histórico, sino la redención de momentos singulares aplastados en la historia de los vencidos.
Así, frente a un sol negro en el mundo, los zapatistas ponen a disposición posibilidades del calendario de resistencias en México. Representaciones de la palabra con el baile luminario de la diosa luna, Ixchel, en el mar (SupGaleano, 2021) se transforman en rememoraciones cultuales capaces de rebasar datos de la historia, estremecen, aceleran y hacen estallar suelos y cielos distantes entre si, como los sueños del todavía-no-aun; aun cuando para los racionalistas de las reformas puede parecer una “mamada metafísica” o solamente una “pipa que deja escapar el humo hacia los cielos”. Sitúan una pieza más en la lucha de clases del calendario nuevo en esta modernidad de violencia mundial y guerra. Para esos materialistas del historicismo lineal y homogéneo de vasos llenos o medio llenos del empirismo objetivo, realista y equilibrado por el sistema inmodificable de sobrevivencia de los vencedores, la desaparición de los vencidos es una constante. Pero, como lo sugiere la sonrisa elocuente y memorial de Walter Benjamin en su tesis XV del concepto de la historia, en el fondo son los mismos días concertados para escuchar violines de la repetición del eterno retorno de lo Mismo. Sin embargo, pensando la ecología como el grito de la tierra y los pobres (Boff (1997), las esperanzas desplegadas en los enlaces de múltiples movimientos de los zapatistas son hermandades con el cosmos entero. Su insistencia en un concepto temporal de la esperanza produce las temporalidades del tiempo de resistencias y rebeldías como una derivación de recuerdos de luchas de la felicidad del pasado que brilla como rayos resplandecientes de asteroides en el tiempo infernal de los reformistas que nada terminan en su encadenamiento causal. Son posibilidades de herencias de tradiciones en la existencia ecológica con el Otro, días de fiesta con sueños de revoluciones del pasado encarnadas en los diarios de conmemoración. Como objeto modelado por las lógicas del capitalismo, la ecología se vuelve gritos de la tierra, pero, también, alianzas de esperanzas con los gritos de los pobres. “Todos rehenes de un modelo de comportamiento” situado en la violencia al sentido del universo, por encima de las cosas en vez de estar con ellas dentro de la gran comunidad cósmica” (Fazenda Sossego, en Boff, 1997), los mundos diversos en el mundo repiensan las relaciones con la naturaleza y la vida contra la muerte. En el fondo es el tiempo del pasado que se encuentra con el presente para lograr la fusión dialéctica de la imagen del aura, orígenes en el fenómeno de plenitud en el tiempo de la estética.
Parafraseando a Michael Löwy (2020), siempre y a toda luz un cometa incandescente con el Otro reaparece con la poesía y libertad surrealista contra el ornamento de la masa. Al mismo tiempo que los zapatistas miran melancólicamente un sol negro en la historia colonial, ensombrecido por los discursos de guerra capitalista, despliegan un juego de palabras para llenar el tiempo vacío de la repetición del sufrimiento. En efecto, como en los sueños imaginarios de los rebeldes del pequeño indio Yacoñooy, los indígenas aman en noches poéticas la luz heredada en los relatos de los viejos, los antiguos que viven en la memoria y tradiciones del tiempo de los sueños. Esos indígenas que fueron maestros y guías de la palabra reconfigurada en la globalización enseñaron en la soledad de las montañas que la vida no solamente es palabra. También son acciones de lucha por defender el territorio; la casa rodeada de lagos, mares, vientos de esperanza en los matices del dolor del mundo; el todavía no existente pero presente en las brechas de resistencias. El SupGaleano y los subcomandantes Marcos (hoy SupGaleano) y Moisés (2020b) recuerdan que iluminaciones de la herencia del Viejo Antonio, que miraba la fogata junto a la lluvia, les permitió volver a observar realidades que aún no existían. Y como no estaban esas realidades de sueños y deseos, tampoco las palabras para describirlas vivían. Entonces, fue necesario pensar y trabajar con palabras existentes para recrear los recuerdos con poesías indefinibles en el mundo concreto de violencia. Con sub-y-sup-versiones de lo bello pensaron las posibilidades del movimiento y la fiesta para ir más allá de usos del placer establecido por el consumismo. Si pudiéramos interpretar con un concepto este acercamiento melancólico de la memoria activa en las luchas, podríamos decir con Sigmund Freud y Walter Benjamin (en Münster, 1996: 113) que los zapatistas van más allá de la memoria de los vencidos para rescatar los residuos de los recuerdos en su carácter de posibilidades de su función destructora. Por esto, para acomodar sus modos extraños en este mundo materialista, empírico y violento de la civilización catastrófica del capitalismo, desconocidos en este mundo caótico y de miseria, recrean con la conciencia lo urgente e importante de la vida para que, con cantos y juegos poéticos y proféticos de esperanza, la memoria involuntaria en las luchas se transforme en una memoria voluntaria de transformación del mundo.
Quizás, como los indios crow, rodeados, asediados y confinados en sus autonomías, con sus corazones lastimados y una esperanza desesperada (Eagleton, 2016: 90), los zapatistas tienen que moverse con el juego de palabras y acciones para producir nuevos conceptos capaces de reconstruir una narración de posibilidades. Mediados por el cataclismo eminente, aunque no son comprendidos al exterior en su dimensión de lucha de clases, vuelven a zarpar o volar con luminarios de nuevas palabras construidas de imaginarios en los limites históricos de sus formas de vida. Precisamente porque han evaluado la ruptura histórica que estamos viviendo con la pandemia, revaloran problemáticas de resistencias asediadas y violentadas para producir, nuevamente, posibilidades en el mundo opaco y cerrado de las nuevas formas de dominación y militarización, en particular del partido MORENA y la 4T de Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Así, podríamos citar la declaratoria del encuentro por la vida en el Istmo de Tehuantepec, un territorio que tienen, quieren y defienden contra los megaproyectos desarrollistas del corredor interoceánico, pensados y organizados por el gobierno de la 4T. Frente a los trenes transístmicos que transportaran mercancías de por lo menos 10 parques industriales entre Oaxaca y Veracruz, además de una serie de gasoductos al lado de las vías del tren (energías fósiles y mano de obra barata), movilizan recuerdos dispersos en la memoria. Son sueños, iluminaciones profanas y subversivas de constelaciones de la historia cultural mexicana que, gracias a una valoración positiva de una espiritualidad anterior, posibilitan renovaciones de negaciones acumuladas en lejanías del tiempo y distancias cercanas con lo indígena (Villoro L., 1979: 238 y 242). Como los caminos recorridos durante los cientos de años de colonización y mestizaje, la defensa y esperanza de mestizos e indígenas, hacedores de poesía, enfrentan con el corazón y el pensamiento la violencia del palabrerío de capataces de proyectos míticos del Progreso. Son bastante realistas para re-conocer las dificultades creadas por el populismo mexicano y eventualidades de la guerra de los mercados globalizados, pero son conscientes del progreso violento que ve al indio como un sujeto a educar. Al igual que el mestizaje estatal de razas autorizadas, desde el mito de Occidente-civilizador y castas establecidas en lógicas de expansión del Capital y dominación, no solamente son luchas de resistencia, sino también invenciones de artes de la palabra y artes plásticas contra esos elementos épicos del Progreso. Con los recuerdos de las derrotas, dinamizan las renuncias para remover el espíritu destructor enganchado a los recuerdos. En despecho de su posición social minoritaria de indígenas en los procesos de dominación, fortalecen sus posibilidades contra la “continuidad” reificada de la historia con motivaciones legendarias de juegos teatrales del deseo en las tradiciones de la vida; una experiencia que llena y articula las posibilidades de plenitud de sus contenidos.
Si miramos el México contemporáneo podemos constatar que no se han asimilado, todavía, los sucesos ocurridos durante los diferentes periodos de los conquistadores para la colonización del México moderno. Los caracteres y el destino establecido en los medios y fines de la política siguen siendo partícipes de controversias en la permanencia de exclusión y sobreexplotación enunciadas en los paradigmas del poder: una memoria del choque de civilizaciones en el nuevo mito del fin de la historia. Así, por ejemplo, podríamos citar las implicaciones clasificatorias de identidades en el cambio social, inducido por la guerra de imágenes durante los intentos de conquista de imaginarios en el siglo XVI (Gruzinski, 1990 y 1991).
un proceso de fusión, absorción o redefinición y defensa de las especificidades en el cuadro de una oposición de lo local en lo global. En la confrontación intervendrán [características físicas] como filosofía de las razas en lo religioso, lo político y lo económico, pero también lo simbólico. No obstante, en todos estos campos de acción, la negación del Otro estará en el centro de las reorganizaciones de identidades: españolas, criollas, mestizas, indígenas, africanas. Desde el principio de la Colonia, [el] proceso constitutivo de las comunidades creyentes y políticas se [tradujo en las formas de dominación de las lógicas de acumulación] en una ‘ley de castas’, y en la construcción de grupos separados, hecha en función de […] ascendencias plasmadas representativamente en pinturas de castas [coloniales] (Matamoros Ponce, 2007: 23).
Por esto, como afirman los indígenas del EZLN, actualmente, los administradores del Capital son subalternos amantes del fetiche de cantidad mercantil y monetaria. No saben decir en el infierno eternal que vivimos otra cosa que: primero dinero, después dinero y al final dinero también. Así, en la violencia cotidiana, según el Subcomandante Moisés, los relatos del Viejo Antonio (en SupGaleano, 2020b: 233), y los recuerdos en la memoria permiten caminar y gobernar con el corazón. Afirman que, con estas constelaciones de violencia cotidiana, han “surgido muchas necesidades, otras necesidades” implicadas en las administraciones del racionalismo redificado por la mercancía. Atestan que ya no están resistiendo y sobreviviendo en este mundo impropio, como hacia el Viejo Antonio, sino que están soñando otro futuro y practicando otros y nuevos caminos para seguir “descubriendo lo que les hace falta”. Estos recuerdos de resistencias les permiten interrumpir las apariencias espectaculares de lo bello para crear las tensiones que permiten el despliegue dialectico de las correspondencias históricas de los grandes momentos de las rebeliones indígenas. Entonces, no solamente es el sentido de una experiencia material de luchas concretas por la tierra, sino, sobre todo, es la expansión de la experiencia comunitaria de tradiciones de liberación que puedan hacer justicia a la práctica cultural y religiosa de una metafísica en el sentido de una teología y una moral semejante a las condiciones estéticas de lo bello. Su esperanza se funda en espacios de drama y tragedia con el despliegue de la catástrofe general de la guerra, siempre lo mismo: condena y muerte. En este sentido, las correspondencias con el mundo de violencia en la historia política de lo indígena-mexicano y la esperanza resitúan desafíos de las formas más vivificantes de la vida comunitaria para sobrepasar las formas perniciosas del Capital. Desde la vida cotidiana, elementos rudimentarios antiguos devienen identificaciones que van más allá de la experiencia empírica de la sobrevivencia. Para enfrentar las escaseces prosaicas de la necesidad y embellecimiento de una vida egoísta y cobarde, los zapatistas toman conciencia de la naturaleza y del palpitar de los corazones para la vida.
El Viejo Antonio mira la fogata resistiendo a la lluvia. Bajo el chorreante sombrero de paja enciende, con un tizón, su cigarrillo forjado con doblador. El fuego se mantiene, escondiéndose a veces bajo los troncos; el viento le ayuda y con su aliento aviva las brazas que enrojecen con furia […] Vendrá el día en que la muerte vista sus ropas más crueles. Adornados sus pasos con engranes y chirridos, la maquina que enferma los caminos, mentirá diciendo que trae bonanza mientras siembra destrucción. Quien se oponga a ese ruido, que aterra plantas y animales, será asesinado en su vida y su memoria. Con plomo la una, la otra con mentira. La noche será así más larga. Más dilatado el dolor. Más mortal la muerte […] Entonces la más primera, la tierra madre, se elevará y reclamará con fuego su casa y su lugar. Y por sobre las soberbias edificaciones del poder, avanzaran arboles, plantas y animales, y con sus corazones vivirá de nuevo el Votán Zapata[ii], guardián y corazón del pueblo. Y el jaguar caminará de nuevo sus rutas ancestrales, reinando de nuevo donde quisieron reinar el dinero y sus lacayos […] Y esto dicen que dicen los muertos de siempre, los que morirán de nuevo, pero entonces para vivir […] Se calla el Viejo Antonio y, con él, la lluvia. Nada duerme. Todo sueña (SupGaleano, 2020b: 239 y 242).
Con esta actitud ética de una vida nuda y silenciosa en los subterráneos de la historia, los zapatistas se oponen al coctel político de MORENA y a los efectos “chapulín”[iii] de su democracia. Buscan otras salidas a la crisis económica creada por la pandemia desde 2020 y no dejan de repetir que este sistema administrativo tiene nombre en la historia. Más allá de las formas enmascaradas del mercado (como el neoliberalismo en sus diferentes modalidades formateadas), sus contenidos simuladores se llaman capitalismo, violencia y ecocidio en el planeta tierra. Con estas propuestas del pensamiento en las acciones podemos destacar que materiales de solidaridad y fraternidad siembran colectivamente en sus territorios. Y no solamente la tierra que conquistaron en luchas precedentes, sino relaciones sociales de esperanza que se anidan simbólicamente con vientos y lluvias de sueños en y por el mundo. Los zapatistas afirman que defienden la tierra y el derecho de trabajar para vivir, y no vivir para seguir acumulando el Capital. Por esto, aseveramos que adeudos con las luchas del pasado resurgen en la perspectiva de una memoria voluntaria en sueños de redención de campesinos que dieron su vida, como el llamado Votán Zapata y Francisco Villa para defender las tierras. Habría que recordar que la imagen del Votán en las tradiciones indígenas es el corazón del pueblo, de los montes, de los seres. Su latido viene con las constelaciones, ecos de muertos y muertas refugiados en los bosques aun no talados por las grandes empresas madereras. Está presente en la memoria con sus montañas y valles. Es el sentido de la vida, del espacio y tiempo material con sus sueños para reflexionar cómo memorias y utopías se encuentran actualizadas en la génesis de los imaginarios del neozapatismo (Matamoros, 1998: 441).
Mediante el respeto y reconocimiento mutuo, origen utópico de las palabras en su relación con la naturaleza, aspiran cambiar la mirada para producir, desde el espacio del conocimiento, posibilidades del pensamiento crítico en las reconfiguraciones estéticas del movimiento contradictorio. Es decir, parafraseando a Henri Lefebvre (2013: 164), lo significante y lo no-significante, lo percibido y lo vivido, lo real y lo invisible en la historia del dolor y sufrimiento participan, en la practica y teoría, de una historia del querer diariamente, aun con las pesadillas que nos despiertan por las noches. Comprender estas últimas en base del pensamiento y la abstracción sobre una naturaleza original y única de lo humano -pensamiento-vida-espíritu, deseos moleculares que nos rodean- permitiría redoblar sueños aplastados en las pesadillas. Significativos en las representaciones que se desvían de la historia de violencia, estos residuos de los recuerdos de los vencidos devienen conscientes mediante lo que, comúnmente en la teoría psicoanalítica, se llamaría el “choc traumático”. Y no se trata de una esencialidad sin materialidades concretas, sino de características representativas propias, locales (sitios, climas, lluvias y vientos) recortadas y fragmentadas por excitaciones ligadas a lo global externo.
Así, podríamos decir que existe una escritura siempre actual y sincrónica de lazos internos conectados por el tiempo y espacio de la lucha de clases para un proyecto político de invención de la sociedad. Como lo mencionamos anteriormente, ya que la poesía no existiría si no coexistiera con la crisis que la funda, podríamos preguntarnos como Armand Gatti (2006: 58-59): ¿Qué sería el indio blanco, amarillo, rojo, negro sin el sueño que se desvía de la época ornamental de las grandes masas? Quizás, como afirma Gatti, no es sino el paraíso perdido que, a través del tiempo, actualiza la alegría de la vida con el baile en rituales históricos de plantas, montañas, desiertos y ríos con sus mares. “Su cuerpo es la tierra, su espíritu es el sol, su pensamiento es una chispa del sol incrustado sobre la serpiente que se acurruca en el cerebro”. Por esto, en medio de la desesperanza que nos enajena con el miedo a los dioses del caos-guerra y catástrofe del aislamiento-destrucción, resurgen espectros de asesinados, desaparecidos y presos políticos, esperanzas serpenteadas y admirativas por las maravillas del tiempo del lenguaje y representación humana en la tierra. El anhelo, aunque desposeído por el robo, la mentira, la rapiña y la muerte envenenada por las lógicas capitalistas, nutre posibilidades para cruzar la puerta vigilada por guardianes del poder. Es como subir nuevamente las escaleras de los vencidos. O, mejor, es como navegar con la nave-montaña para redescubrir la experiencia estética fundamental del tiempo: esa delgada y frágil elegancia de hilos de una estructura filosófica actualizada con el vértigo de nuestras interioridades.
En los intervalos temporales del pasado en el presente, los habitantes indígenas no viven solamente en el tiempo continuo y lineal de los vencedores. Aunque existen peligros amenazadores, diariamente, viven, también, un tiempo interrumpido y discontinuo de antagonismos del pasado. Con cuidado se mueven en las líneas de fuga. Con el don acumulado en la experiencia de solidaridad de las comunidades zapatistas, defensas y delanteros ligan los condicionamientos exteriores de violencia (coloniales y ecología humanas dañadas) para en un juego de palabras y actos renovar artes de las resistencias. Como están conscientes que no están solos en las batallas de historias coloniales, buscan completar el equipo y se ejercitan con las imaginaciones para los encuentros con el Otro. Incomprensibles o silenciadas en las normalidades establecidas por las ciencias políticas y la historia lineal y homogénea, propulsan actitudes y experiencias susceptibles de comunicar con Él otro sus interioridades, sensibilidades de corazones para compartir ese sueño de salir de los encierros identitarios. En efecto, como lo señalaba Félix Guattari (1972: 142), las revoluciones moleculares viven con signos o fragmentos del pavor que nos constriñen a ser buenos ciudadanos consumidores, padres, madres, hijos, trabajadores, bellos y bellas disciplinadas para obedecer. Por esto, los zapatistas buscan salir del terror de la prisión de los deseos en sus formas miserables de identidades: racismo, sexismo y xenofobias. Acusados de ser antimarxistas por su crítica a corrientes tradicionales dominantes del Progreso, nos parece que su marxismo pone al orden del día la lucha de clases en sus representaciones locales del deseo que mueven con “códigos secretos” para imaginar y transformar lo cotidiano. A través de la potencia de la palabra navegan transversalmente ordenes establecidos en los discursos de las reglas y normas para transgredir ese orden establecido por el terror y el miedo. Como los zapatismos del siglo pasado, sus propuestas ponen en perspectiva la lucha de clases. No solamente crean nuevos conceptos o conceptualizaciones de sobrevivencia consumidora, sino el plus en los corolarios de la experiencia empírica de la civilización y la mercancía.
Como sucedió en la organización del Encuentro del Pensamiento crítico frente a la Hidra en el año 2015, se propusieron y se proponen navegar a contracorriente de la tormenta que vivimos. Como el Ángel de Paul Klee, que veremos enseguida, extienden sus alas para detener la tempestad-catástrofe que viene desde el paraíso. Producen discontinuidades al proceso unilineal de totalización de la historia universal. En ese momento, desde sus municipios autónomos (caracoles zapatistas), invitaron a otro encuentro intergaláctico, más abajo y a la izquierda, para completar el rompecabezas contra el objeto que debe ser definido como una catástrofe permanente. Buscaron conjuntar todas las partes invisibles, como señalando que la fuerza del conjunto lo es gracias al sentido que se adquiere con las otras partes; una sorprendente crítica al Progreso y positivismo que acumula los hechos de manera lineal con las ciencias autorizadas que niegan o ignoran las utopías con sus características esenciales de las imágenes estéticas en un devenir. Así, desde ese momento del encuentro contra la hidra, el SupGaleano (2015: 10-11) cuenta que se aventuraron a pensar y penar para la construcción de otra Arca de Noé. ¿Otra locura para salvar las flores multicolores que se han sembrado en territorios zapatistas y otras resistencias en el mundo? Más allá del arca divina de Noé y las señales de pajaritos para refundar la humanidad y su naturaleza, el SupGaleano destacó que la racionalidad indígena es un sentido común para enfrentar la lluvia-tormenta-diluvio que se avecina en la crisis ecológica y humana mundial. Salvar a la gente, los animales y sus plantas en su interior no solamente significaba salvar los cuerpos, sino, sobre todo, el pensamiento crítico y la cultura que reflexiona las genealogías históricas de resistencias múltiples en el mundo. Entonces, las reflexiones zapatistas (desde ese momento, y sin pandemia ni 4T) emplazaban a ver y escuchar con el corazón (también), desde las ceibas más altas, más lejos y con más profundidad los tiempos de violencia que acechaban la vida diaria. Y como el modo zapatista ha sido mirar que al final está el principio, lo cual ha permitido salvar lo urgente (vivir) y lo importante (la solidaridad y la dignidad), ponen en práctica posibilidades de los orígenes del lenguaje y cultura indígena para preguntar cómo caminar con conceptos nuevos hacia afuera, pero mirando hacia adentro. No solamente descifran las condiciones de su situación en la catástrofe de la historia, sino actualizan la figura de la utopía en su doble modalidad teológica y política de la experiencia mesiánica (liberación y revolución). Como veremos más adelante, construyen desde la realidad concreta una experiencia con latidos o suspiros religiosos de los excluidos.
Como si la reflexión zapatista emplazara a ver que falta lo que falta, y no sólo lo que hay, lo que se percibe como inmediato. Algo como lo que hizo Walter Benjamin con el Angelus Novus de Paul Klee, Al reflexionar sobre la pintura, Benjamin la ‘completa’: ve al ángel, pero también ve lo que el ángel ve, ve hacia dónde es arrojado por lo que ve, ve la fuerza que lo agrede, ve la huella brutal. Ve el rompecabezas completado: ‘Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se muestra a un ángel que parece a punto de alejarse de algo que le tiene paralizado. Sus ojos miran fijamente, tiene la boca abierta y las alas extendidas; así es como uno imagina al Ángel de la Historia. Su rostro está vuelto hacia el pasado. Donde nosotros percibimos una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única que amontona ruina sobre ruina y la arroja a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado, pero desde el Paraíso sopla un huracán que se enreda en sus alas, y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irresistiblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras los escombros se elevan ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso’ (Tesis X sobre la filosofía de la historia). Entonces es como si nuestras reflexiones fueran un reto, un enigma del Acertijo, un desafío […] Es como si lo pensáramos al mundo, cuestionando su torpe girar, debatiendo su rumbo, desafiando su historia, disputando la racionalidad de sus evidencias […] O, para ponerlo en términos de la Sexta [comisión organizadora de problemáticas con el exterior]: las mismas formas de explotación, represión, discriminación y despojo […] Como si allá arriba el poder hubiera mantenido invariable su funcionamiento. Como si la hidra no hubiera regenerado sus múltiples cabezas […] y nosotros, nosotras, zapatistas, miramos de reojo esos movimientos en la realidad. Ponemos, entonces, más atención, subimos a lo alto de la ceiba para tratar de ver más lejos, no lo que paso, sino lo que viene. […] Vemos que viene algo terrible, más destructivo si posible fuera. […] Y, entonces, pues, por esos decimos que es dislocado, o sea que no todo en un lugar, sino que en muchas partes y en muchos lados. Y decimos que es mundial, bueno, porque en todos los mundos hay pensamientos críticos, que están preguntando qué pasa, por qué, qué hacemos, cómo, y esas cosas que se piensan en teoría” (SupGaleano, 2015: 22-23 y 27-30).
En este sentido, nunca ha sido fácil alejarse del pensamiento habitual. ¿Cómo evitar complicidades con los políticos enganchados en el mito del Progreso y desarrollo de la técnica, explotación y destrucción de la naturaleza? Así, las minúsculas resistencias de las autonomías indígenas, comparadas con la concepción positivista de la historia, en su repetición de dolor y sufrimiento, se preguntan: ¿cuántos caminos tienen que recorrer para transformar los imaginarios en posibilidades creativas de sueños que obran en la historia? Considero que las imágenes en su modalidad utópica por la felicidad son inseparables de los recuerdos en la memoria de los vencidos. Por estos cuestionamientos difíciles con las presiones diarias en la realidad de las subjetividades, me parece que las representaciones del pasado indígena son desligamientos enmarcados por la violencia del Capital. Pero, también, son “índices secretos” que nos reenvían a la redención de la justicia buscada por esos vencidos en la historia. Si es así, entonces, pensando con Walter Benjamin (2000: III; 428), existe una cita secreta entre las generaciones pasadas y los zapatistas. Tal pretensión va más allá de “triturados” repetidos en la historia del Progreso. Toman la constelación indígena de nuestra época. Desde las profundidades de la perdida, resistencia, rebeldía y levantamiento insurreccional, se entrelazan con fondos rojos. Con imágenes de felicidad de los grandes acontecimientos rebeldes y autonómicos del indigenismo mexicano, para ir más allá del indigenismo folclorista del turismo, refundan un concepto capaz de unir el “índice secreto” en el tiempo presente. Con chispas históricas de la rebeldía del pasado refundan gestos abrumados, pero con inspiraciones para actos del levantamiento. Así, cada uno de los instantes que se viven en las contradicciones del mundo indígena moderno, ponen al orden del día posibilidades de redención de tantas generaciones aplastadas por las lógicas de violencia cotidiana. Y no solamente de cuerpos dañados por la explotación, sino de una experiencia espiritual extra-empírica de tradiciones, usos y costumbres que les han permitido crear y recrear representaciones de la experiencia del hacer la resistencia en las comunidades. Así, en el entremés de imágenes invertidas del mercado pandémico se muestran posibilidades de fe y esperanza; entrecruzamientos de fuerzas que pudieran detener la catástrofe anunciada por discursos y prácticas de lo Mismo. No obstante, en la violencia desatada en sus comunidades existe un terreno de renacimiento fertilizado a lo largo de años de lucha contra la subjetividad del Capital. Una forma no concluida, pero que diera lugar a la historia de los deseos una vez más en la tormenta que se avecina. Luchas contra la dominación y por el reconocimiento devienen puntos de partida de gestos críticos a las amargas verdades en ideas demasiado puras de la transgresión y trascendencia.
II
Así, antes de seguir estas reflexiones conceptuales sobre la historia inscrita en singularidades o individualidades de indígenas, afirmamos que no negamos la gravedad del virus que recorre el mundo. Pero, constatamos en las in-versiones cotidianas de la comunicación de la mercancía cómo dichos y hechos sobre el “bicho” están ligados a las condiciones del Capital-Trabajo en la crisis. En muchos espacios políticos, no solamente en México, escuchamos: no se preocupen, todo está bajo control, no entren en pánico ni se dejen llevar por tantas y tantas comunicaciones de conservadores que invaden nuestros algoritmos de las redes sociales. Pero, también, desde la misma realidad de guerra, en informaciones dislocadas y ambulatorias de tristeza, podemos escuchar y mirar cómo se administran tensiones y conflictos políticos de las instituciones ligadas a las formas del trabajo abstracto. Corrientes partidarias, MORENA, PRI, PAN, PRD, y otros satélites del poder, están supeditados, desgraciadamente, a las ordenes del mercado para controlar y vigilar la producción capitalista, al mismo tiempo que producen discursos en-mielados de promesas y limosnas.
Durante esta pandemia de la COVID19, con sonrisas disfrazadas de optimismo, los representantes del gobierno han mostrado la guerra como extensión de la política, con tendencias numéricas del desarrollo y el control de fronteras: enfermos, sospechosos de contagio y muertes que no toman en cuenta o silencian otras realidades de la pestilencia del sistema capitalista: cárceles, por cierto, llenas de indígenas que sufren condenas por sus luchas por la tierra; niños y niñas hambrientos y disfrazados de payasos en esquinas de corredores automovilísticos; “cuidadores” de autos en estacionamientos de supermercados y calles que solicitan sus pesitos, limosnas para seguir sobreviviendo en vecindades populares con casas derruidas por el tiempo y la especulación inmobiliaria de los patrimonios; hospitales psiquiátricos confinados en los riesgos de contaminación; asilos de ancianos abandonados en el silencio de su soledad. Podríamos enumerar, imaginar, todos y todas aquellas que, en un efecto domino, mueren por otras enfermedades no tratadas, pero por las consecuencias y efectos colaterales del coronavirus: cáncer, sida o incluso suicidios. Todavía no contabilizados en su totalidad, durante las crisis de angustia y ansiedad generadas por la pandemia durante 2020-2021, por ejemplo, también debemos mencionar a las victimas sin derechos a la salud pública. Sin pruebas PCR fueron enlistados en casos de neumonía atípica o influenza. ¿Qué decir de estas cifras invisibles en las estadísticas establecidas? ¿Sus números serán falsos o serán mentiras calculadas para legitimar la reapertura de fabricas, restaurantes, hoteles y antros diversos? ¿Sus palabras objetivarán la exteriorización degradada de la crisis con pretextos de autoafirmación burguesa? Nuestras sospechas y miedos se concretan. Después de varias denuncias de periódicos de renombre internacional sobre la situación sanitaria en México (New York Times, Washington Post, El País, por ejemplo), dirigentes gubernamentales en México mencionaban y repetían diariamente que, solamente, establecían sus estadísticas con las cifras de defunción por Covid19, declaradas por los hospitales públicos y privados. O, también, afirmaban que sus cifras no contenían todas las “actas de defunción” de los estados de la republica mexicana, que éstas tardaban para poder integrarlas en los datos a la Secretaría federal de Salud.
Sin embargo, en 2021, casi un año después del confinamiento y la anarquía de estos discursos, el Instituto de Estadística y Geografía (INEGI) mencionó que las cifras de muertes deberán ser multiplicadas, incluso por 2.45; lo cual contabilizaría una cantidad cercana al medio millón de fallecimientos para este periodo (Despeghel, 2021). Es más, también nos podríamos preguntar sobre la campaña de vacunación, bastante publicitada por los medios de comunicación en un contexto de políticas electorales. También nos preguntamos ¿por qué la vacuna no es gratuita para todos los países? ¿O, por qué los gobiernos tienen que comprarlas con los recursos públicos? ¿Por qué no mencionan en los grandes medios de comunicación los limites de vacunas, tan discutidos por epidemiólogos y políticos en Europa? ¿Por qué el silencio mediático y político sobre lo inquietante de la variante inglesa, sudafricana y brasileña de la Covid19 que sigue sus mutaciones? ¿Por qué no se mencionan las sospechas que estas variantes producen resistencias a anticuerpos, incluso en personas que ya se han contagiado o personas vacunadas? (Cf., Herzberg, 2021). Para responder a estas preguntas, sobre el mal que recorre el mundo, tenemos que ser como aquellos detectives o investigadores profesionales que se mueven en los caminos de historias a contrapelo, incluso contra las leyes impuestas por instituciones policiacas de control y vigilancia. Como los investigators mencionados por Siegfried Kracauer (2001) en su análisis de la Novela Policiaca, hay que, quizás como locos erasmianos o kafkianos ir con cuidado, pues lo que digas será parte de las condenas o señalamientos peligrosos. ¿Cuál es el secreto del crimen del trabajo abstracto del Capital: conquista, esclavización, robo? Si ponemos en evidencia las perversiones de ese idilio de la economía política con la ley y el trabajo que ha reinado en las únicas fuentes de la riqueza (Marx, 1975: 607), no solamente encontraremos la metamorfosis constitutiva de procesos problemáticos, económicos, sociales, psicológicos y políticos de contextos mediados por policías y militares. También veríamos el asunto del mito de violencia que domina los sufrimientos, al mismo tiempo que deseos como posibilidades de una dialéctica de interioridades, como la llamó Sören Kierkegaard (en Kracauer, 2001: 158). ¿Qué queda frente a las políticas ritmadas por la tragedia sobre las grandes masas? Nada, diría Terry Eagleton (2016: 14), cuando no podemos superar las hipocresías del medio ambiente político y sanitario en su expresión más ampliada ni la perdida de esperanzas del pasado. Pero, aun así, la precisión de la palabra nada, en el “hoyo negro” de los espacios cerrados de la política y la economía, abre un desafío para sobrepasar los condicionamientos más perniciosos y destructivos del sistema que protege ricos y aísla a los condenados de la tierra.
Como en un teatro kafkiano u orwelliano de dis-cursos modernizados por espejos en pantallas zoom-bies, la constante es el “estado de sitio” capitalista en la gestión política e ideológica de hechos y opciones gubernamentales para enfrentar un virus que re-aparece como natural y terrorífico en una guerra sin relaciones sociales que lo produjeron. Incluso, el presidente Andrés Manuel López Obrador persistió con un optimismo aterrador y sin tapabocas desde el inicio de la pandemia que todo iba e ira bien con las promesas de 4T. Como un hombre carismático, el “salvador” presento en una ocasión imágenes sacras que, según él, le regaló el pueblo. En abstracto, como el opio religioso del pueblo, diría Marx, pues no sabemos dónde las compró o quién le recomendó sacarlas de la bolsa mágica, como un mago que saca conejos o palomas asustadas frente al público. El 27 de abril del 2020 declaró que todo iba bien, que no había que preocuparse, pues vamos bien, se ha podido domar la pandemia, el crecimiento ha sido horizontal; el país saldrá de la crisis, de la caída brutal del Producto Interno Bruto sin problemas. Entre tragedia y farsa, diría Karl Marx en el 18 Brumario de Louis Bonaparte, el discurso populista sigue repitiendo diariamente con una sonrisa aterrorizante que se gestionan opciones del confinamiento, pero, sobre todo, con tendencias contradictorias para reimpulsar economía hecha añicos: inflación y caída del PIB, cierre de fabricas, aeronaves estacionadas, hotelería y restaurantes clausurados y/o en quiebra por falta de clientes. Sin hablar, desde luego, que en las esquinas por-dioseros solicitan una limosna por el amor de Dios.
Por lo tanto, esta administración capitalista centra sus estrategias en el objeto, humanos y cosas para reanimar la economía con reaperturas. Durante 2020 y 2021 vimos cómo los megaproyectos, refinerías en el Golfo de México, trenes en el istmo de Tehuantepec y en la región maya de Chiapas, junto con el nuevo aeropuerto con base militar, avanzaron en las contradicciones ecológicas, aun con afectaciones al medio ambiente y sitios arqueológicos sin explorar. Sin tomar en cuenta la situación de brotes y rebrotes de la pandemia, se ajustan los discursos de peste, pero con militares bien centrados en las imágenes de las pantallas. Quisieron controlar la situación de la circulación del virus con semáforos verdes, amarillos y rojos que se volvieron obsoletos, pues en las ciudades y los pueblos la “anarquía” del Capital quedó bajo control del ejercito en múltiples posicionamientos concretos. Quién quiere comer, tiene que trabajar; quieren dinero para pagar deudas acumuladas, también pequeñas y medianas empresas. Te prestamos, pero tienes que arriesgar la vida, incluso en los supermercados y otras tiendas rehenes de decisiones afirmativas del dinero y las finanzas. Podemos mencionar que apoyos financieros a las empresas han sido desarrollados por grandes de las finanzas. American express ofreció y ofrece promociones entre 5 y hasta 10.000 pesos rembolsados en lo que llamaba apoyo a las “pequeñas empresas”, en realidad grandes grupos comerciales como Costco, Palacio de Hierro, incluso Amazon, y grandes restaurantes que, desde luego, tienen el dinero para administrar tarjetas privilegiadas de esta compañía.
Así, en su democracia actualizada con dispositivos militares, escuchamos aterrorizados la reprobación de aquello que no está de acuerdo con sus mandatos. Incluyendo al EZLN se aplican correspondencias con líneas de la derecha mexicana, el Frente Nacional -FRENA, pero con discursos populistas de su nueva normalidad (incluso grandes palabras indigenistas revueltas en el gobierno hibrido de la 4T. El exsecretario del Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), Víctor Manuel Toledo (2021) afirmó que no hay diferencias entre la derecha y extremas izquierdas. Todos son iguales, no han avanzado en la comprensión del mundo moderno del trabajo.
No hay, por ejemplo, diferencia mayor entre los posicionamientos del EZLN y los de FRENA [movimiento de corrientes de derecha y del mercado]; ambos podrían convocar a eventos conjuntos o suscribir los mismos manifiestos, pues sus discursos hepáticos, plenos de fantasías y de calumnias, son coincidentes”.
Aunque el mismo Víctor Manuel Toledo reconoce las contradicciones de la 4T, llena de “luchas por el poder” y “agronegocios” contaminantes, la especificidad funcional de las instituciones es responsable. Los otros, los que se oponen a los trenes Maya e interoceánico en el Istmo de Tehuantepec, son partes de “una ‘izquierda’ tozuda y visceral, anclada como un barco enmohecido en las ideologías del siglo XIX”. Simplificadamente, si no sigues la corriente o si no te alineas te acusan y condenan al silencio con una sentencia anacrónica de: o eres conservador y atrasado o eres neoliberal reaccionario, no hay otro mundo posible en sus discursos. Los de abajo y a la izquierda, los silenciados, los vencidos son negados por la cacofonía maquiavélica, “chapulinera” y populista del momento. Repetición argumentada por las ciencias realistas que se acomodan electoralmente en el desarrollo mercantil de las metas21 (publicidad electoral mediática del cotidiano Milenio durante las elecciones del año 2021. Sin embargo, y afortunadamente también, miramos cómo fuerzas invisibles del silencio y del corazón dañado resignifican la historia de la naturaleza. Parafraseando a Marx (1975: 607), para enfrentar la peste de los grandes proyectos liberales del Progreso científico y desarrollo de la acumulación, abren las imágenes para agrietar las lógicas de la llamada acumulación originaria del Capital que reproduce el circulo vicioso de guerras, sangre encharcada y la desertificación. En otras palabras, miramos cómo mientras unos acumulan riqueza, otros venden su pelleja diariamente en funciones programadas del trabajo figurado que invierte las contradicciones en extensiones y limites de los paradigmas establecidos.
En este mundo de traiciones y de cambios de camiseta, sobrevivir se convierte en una búsqueda de certezas variables frente a los absolutos, pensamientos únicos, traumatizantes del “fin de la historia”, del “así es”, del “siempre ha sido así” y del “así será”. Como dice Walter Benjamin en sus Tesis sobre el concepto de la historia: el burdel del historicismo con la puta “il était une fois” va siempre unido al “flâneur”, el catrín soñando con el mundo del fetiche de la mercancía. [Por esto] cambiar de vida, superar la barbarie son cosas esenciales de la otra historia la suspendida en el tiempo, un viaje sin retorno, pero saturado [de recomienzos] de la esperanza para su hermana la utopía (Matamoros 1998: 24).
En este sentido y a contrapelo de la historia establecida por los vencedores, creemos que los zapatistas del siglo XXI (CCRI-EZLN, 2020) producen otra locura impertinente en la normalidad del desarrollo y progreso de la crisis pandémica en la humanidad. Son conscientes de peligros proteccionistas de identidades culturales que garantizan, también, la reproducción de fragmentaciones de identidades clasificadas en los peligros de odios acumulados en las subjetividades dañadas. Sin embargo, los zapatistas han madurado a través del tiempo los encerramientos identitarios para invertir y disimular, mediante la potencia de lo negativo, las semejanzas que trabajan y juegan con los paradigmas del sueño. Son conscientes que los aislamientos o ghettos de extremas-derechas se nutren de estereotipos nacionalistas de razas, mestizajes, al mismo tiempo que, paradójicamente, odios a las diferencias y reconocimientos. Así, aun en las contingencias con tintes apocalípticos, como durante las epidemias del siglo XVI, existe, en medio del caos, una inteligencia que puede contagiar convicciones de esperanzas en una pluralidad con diferencias culturales en el mundo. Si hiciéramos un resumen de la historia veríamos que las semejanzas no son solamente el compendium e index de violencia. Tampoco es, exclusivamente, una filosofía del pensamiento que interpreta el mundo. Contra alianzas de barbaries, dirían Edgar Morin y Anne Brigitte Kern (1993), el pensamiento dialéctico recupera lo concreto y abstracto de las imágenes para historiar el tiempo de sensibilidades del “querer” en el espacio agonizante de la Tierra-Mundo-Patria. Según nosotros, no se trata de lo absoluto y ontológico del devenir metafísico establecido por la alienación del fetiche de la mercancía, sino el lugar de memoria de una comunidad ligada por sus afectos culturales. Por esto, consideramos que los zapatistas miran la historia como el producto de contradicciones que provienen del tiempo concreto de la humanidad en la lucha de clases. Son simultaneidades mundiales del Capital-Trabajo. Unas se atemperan con las ideologías del “perdón” por la violencia pasada. Otras se agravan con el conjunto de contradicciones que genera el valor de cambio y el valor de uso. Incluso, podríamos decir que son escisiones del valor de la vida cultural cotidiana contra la productividad del valor, fetichismo de la mercancía y el dinero. No solamente adquieren el sentido de las resistencias valorativas de la vida del amor y la solidaridad, inscrita en la cultura simbólica, sino designan y crean con el Otro, otro espacio de vida. Así, por ejemplo, no hay que olvidar que, a finales del siglo XVI, los occidentales representaban únicamente uno por ciento de una población de diez millones de habitantes; el resto, concentrada en el campo, era población indígena. Entre 1570 y 1595, periodo de epidemias, la población descendió a dos millones (Dussel, 1994, en Matamoros, 2015: 337). Esta dimensión es importante, pues, si consideramos las relaciones trabajo abstracto con el trabajo concreto, la población trabajadora era superior a los propietarios en el mundo. Puede parecer una banalidad, pero hay que recordar que el franciscano Gerónimo de Mendieta denunciaba las lógicas de acumulación y exterminación. Basándose en la experiencia del dominicano fray Bartolomé de las Casas en las islas del Caribe, miraba con una lupa profética y apocalíptica los acontecimientos de exterminación como expresiones del mal diabólico (ídolo del oro) que se corporizaba en la avaricia y explotación. Contradictoriamente, veía la catástrofe de desaparición como una condena que “caía sobre el imperio capitalista” (Mendieta, 1997: I; 58, en Matamoros, 2015: 464).
Por estas razones conceptuales, creemos que los indígenas zapatistas del siglo XXI recrean y combaten con la palabra histórica de la conquista e invasión del siglo XVI posibilidades de liberación. Con partes, constelaciones rebobinadas a la inversa de la historia de violencia, reactivan el espacio unitario cultural de lo local, pero con el todo; diferencias culturales de resistencia a la violencia del Capital: Europa, África, Oceanía, Medio Oriente y Oriente. En este sentido, apoyándonos en la mirada de Antonio Gramsci (Jean Séguy, 1984, en Matamoros, 2007: 34), la estrategia zapatista podrá parecer ese lugar extraño, incluso simpático y pintoresco en el folclor establecido en la historia del mercado. Sin embargo, en el momentum de anillos asfixiantes en la larga noche oscura del capitalismo, y para heredar a las generaciones futuras las posibilidades de un lugar social de justicia y libertad, las preguntas e invenciones exploratorias de estrategias del discontinum zapatista abren, otra vez, posibilidades poéticas de imaginarios de otro mañana concreto en la historia. Por lo tanto, la experiencia zapatista en la modernidad demuestra que, mientras la historia no haya llegado a ese fin de la historia anunciado por la repetición de lo mismo en el capitalismo, la historia del pasado en el presente podría ser digna de las extensiones de distinción en la cotidianidad. O sea, un lugar donde enseñar no se transforme en camuflaje del discurso del poder productivista, sino en un lugar que ofrezca posibilidades culturales del intercambio interrogativo sobre las múltiples diferencias en espacios no limitados por las circunscripciones instauradas en muros regionales y nacionales del capitalismo. Salirse del engaño diario, quizás, no sea la solución última, pero en las artes de la política, mediada por el drama y la tragedia, podrían volver a dar posibilidades a las palabras y acciones para producir, con las artes del hacer, espacios alternativos a la violencia cotidiana. Es decir que, frente a las sobre-determinaciones tiránicas de la imitación que se repite diariamente, los ejemplos de melancolías indígenas, con sus símbolos representativos y síntomas encarnizados, son primordiales para renunciar y producir con los detalles aquellos depósitos del más allá del principio del placer, incluso del detalle de identidades: el sentido de la vida que insiste, a pesar de todo, con la misma imagen de la muerte.
En este sentido, la experiencia nutrida por múltiples experiencias de pluralidad de la palabra y la naturaleza del EZLN y el Congreso Nacional Indígena zarpó en marzo del 2021 en un viaje interestelar, hacia paisajes en disidencia. Parecería de ciencia ficción para los dictámenes bien parados en instituciones. Por esto, aunque podríamos ser acusados de terroristas o conservadores por las instituciones de la modernidad y sus crisis, el “corte epistemológico” al mito del progreso es parte de esas minúsculas resistencias o astillas del tiempo rebelde (Cohen, 2015 y Tischler 2019). Se sitúan como ese “estado de excepción” que es la regla en la historia del querer. Cuando se produce la palabra y acción en un espacio alternativo se muestran las voces de las desgracias que recorren el mundo. Pero, aun en la desesperanza, se producen lugares de utopías para pre-suponer, otra vez, y aún en la tragedia del mundo, la esperanza que se figura en desfiguraciones posibles.
La historia nacería, pues, de un intento por comprender y explicar el presente acudiendo a los antecedentes que se presentan como sus condiciones necesarias. En este sentido, la historia admite que el pasado da razón del presente; pero, a la vez, supone que el pasado sólo se descubre a partir de aquello que explica: el presente […] Así, el intento por explicar nuestro presente no puede menos que estar motivado por un querer relacionado con ese presente” (Villoro L., 1985: 38 y 39)[iv].
Así, aun si las insistencias del dogma científico del silencio o del ocultamiento deliberado quiera la desaparición de resistencias abajo y a la izquierda, como los surrealistas en la larga noche de la acumulación de Capital, cometas incandescentes vuelven a producir iluminaciones de esperanza. Como la imaginación creadora con el pasado de Antonio Machado: el caminante hace camino al andar. Y, al amanecer con esa estrella de la mañana las correspondencias de afinidades invisibles de tradiciones filosóficas y política de sueños y poesías surrealistas subversivas se entrecruzan en la historia de resistencias (Löwy, 2000). Es decir que, aunque los senderos del pasado están controlados por los vencedores, la tradición de los invisibles reenvía chispas de esperanzas que se renuevan en las tiranías del presente. Parafraseando a Jérôme Baschet (2018: 314), las urgencias del pensamiento y la acción cotidiana de los indígenas zapatistas se combinan con tiempos largos de preparación y construcción de estrategias inspiradas en el todavía-no-aún: el principio esperanza (Bloch, 1977a). Por esto, fortificar temporalidades emergentes de futuros inéditos de tradiciones, incluso teológicas sobre lo divino y sagrado de la vida, permite anticipar conjuraciones sagradas de interioridades como posibilidades de sueños en las lagrimas de Eros. Diría George Bataille (2012), la felicidad y erotismo contra la moralidad de la civilización prostituida por el mercado devienen chispas incandescentes. Debajo de las cenizas permanecen brasas del pasado.
Lo que viene y sucederá con la violencia militarizada en estos tiempos difíciles, inquietantes y oscuros de fe en el ídolo-progreso-dinero-muerte es cuestión temporal de la lucha de clases contra el fetiche instaurado y totalizante en dolores históricos de la humanidad en la naturaleza. Por esto, es necesaria una teoría unitaria, no fragmentada, que permita presentar o ampliar globalmente la mirada al conjunto de problemáticas socioculturales del espacio local y regional de resistencias plurales y conflictos como espacios alternativos a la repetición instrumentalizada en la historia del capitalismo. Es necesario rescatar aquellas expresiones de negatividad en el lenguaje. No solamente volver a mirar la naturaleza y sus relaciones sociales como productoras del espacio concreto de la lucha de clases. También, debemos mirar el punto de partida histórico de otras conceptualizaciones estratégicas de las relaciones sociales y sus contradicciones Capital-Trabajo. Tanto del derecho del más fuerte que impone la violencia mítica de la democracia encarcelada y teocrática de violencia cotidiana civilizatoria como del desarrollo tecnológico en sus relaciones con Eros (Marcuse, 2002). Entonces, frente a discursos homogéneos, enmarcados por la abstracción que organiza salidas pragmáticas de crisis sanitarias y económicas, que invaden los medios de comunicación, podemos decir que los discursos sobre hechos sociales son antagónicos, umbrales del momentum. Como relampagueantes en las imágenes, apenas surgen en los tiempos concretos del sistema del momento, como continuidad del horror y el miedo a la muerte (eternal retorno), aparecen, también, en los lugares de memoria discordancias históricas, acuerdos, desacuerdos y fragmentaciones. Por esto, miramos dialécticamente cómo el imperioso discontinumm reaparece, constante y silenciosamente, en una época fragmentada por las identidades autorizadas por la forma política (genero, locales, regionales, nacionales, étnicas y religiosas), pero matizadas por diferentes colores o matices corporales en tiempos humanos antagónicos al Capital.
Por ejemplo: usted decide mirar a los musulmanes. Puede usted elegir, por ejemplo, entre quienes perpetraron el atentado contra Charlie Hebdo o entre quienes marchan ahora por los caminos de Francia para reclamar, exigir, imponer sus derechos. Puesto que usted ha llegado a estas líneas, es muy probable que se decante por los ‘sans papiers’ […]. Usted se pregunta por el número. Le parecen muchos, o pocos, o demasiados, o suficientes. Ha pasado de la identidad religiosa a la cantidad. Y entonces usted se pregunta qué quieren, por qué luchan […] ¿Les pregunta usted su creencia religiosa, cuántos son? ¿O les pregunta por qué abandonaron su tierra y decidieron llegar a suelos y cielos que tienen otra lengua, otra cultura, otras leyes, otro modo? Tal vez le respondan con una sola palabra: guerra. O tal vez le detallen lo que esa palabra significa en su realidad de ellos. Guerra. Usted decide investigar: ¿guerra dónde? O, más mejor. ¿Por qué esa guerra? Entonces le abruman con explicaciones: creencias religiosas, disputas territoriales, saqueo de recursos o, simple y llanamente, estupidez. Pero usted no se conforma y pregunta por quién se beneficia de la destrucción, del despoblamiento, de la reconstrucción, de la repoblación. Encuentra los datos de diversas corporaciones. Investiga a las corporaciones y descubre que están en varios países, y que fabrican no sólo armas, también autos, cohetes interestelares, hornos de microondas, servicios de paquetería, bancos, redes sociales, ‘contenido mediático’, ropa, celulares y computadoras, calzado, alimentos orgánicos y no, empresas navieras, ventas en línea, trenes, jefes de gobierno y gabinetes, centros de investigación científica y no, cadenas de hoteles y restaurantes, ‘fast food’, líneas aéreas, termoeléctricas y, claro, fundaciones de ayuda ‘humanitaria’ […,]. Pero usted se pregunta si el mundo o la humanidad no son responsables, también, de esa marcha, plantón, campamento de migrantes, de esa resistencia. Y llega entonces a concluir que, puede ser, es probable, tal vez, es un sistema íntegro el responsable. Un sistema que produce y reproduce el dolor, a quienes lo infligen y a quienes lo padecen” (SupGaleano, 2020a).
En este sentido, determinaciones del pensamiento materialista de la dignidad, diría John Holloway (2011: 21), producen con la osadía del día a día luchas fundamentales en la historia de la pluralidad. También, como lo sugieren los zapatistas, en esta coyuntura y contexto de la pandemia, lo más precioso, ya que raro en este mundo fragmentado por las luchas políticas institucionalizadas, reaparecen con el palpitar del corazón, poesías y cantos para hacer posible en el baile con el ausente la inteligencia generosa capaz de respetar al Otro, aquel que moviliza, secretamente, desde la diferencia, las sensibilidades e intuiciones instaladas en una multitud anónima viviente. Diferencias que no pueden ser solucionadas en la inmediatez de proyectos de desarrollo industrial, ni siquiera por discursos populistas de fragmentación, instrumentalizados por las leyes del poderoso trabajo abstracto, sino por el sencillo reconocimiento de ser diferentes en la naturaleza, pero transformados en instrumentos políticos de conflictos y contratos que reconocerían en la pluralidad de las culturas aquellas semejanzas que van más allá de la economía de la muerte. Una muerte que insiste en la imagen del drama y tragedia del sujeto encarnado en la esperanza construida con sus partes simbólicas de índices minúsculos, pero esenciales en las resistencias.
Como dicen los mexicanos, las propuestas impetuosas del viaje en altamar, con una llegada al Viejo Mundo Europeo, aparecerá como un desmadre en medio de una situación de la chingada en la política mexicana. Es más, algunos comentaristas dirán que no tienen nada de importancia o que sus propuestas políticas son insignificantes, pues no están en los rieles de las instituciones que pueden salvarlos de su situación de tristeza. O, también, sus acciones son advertidas u ocurrencias de políticas sin sentido, pues únicamente se oponen como homo sapiens, desnudos a las coherencias reformadoras de la 4T de Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, si no tomamos en cuenta los razonamientos que fijaron las razones históricas para funcionar, las estrategias de los indígenas, crudas y no-violentas de comunidades indígenas, no pueden servirse cocinadas en un primer dibujo de la realidad empírica de la administración gubernamental. Es otro sueño en los espíritus del pensamiento real y concreto de lo salvaje que se dispone conceptualmente, con la diversidad de conceptos en el concepto, para construir un mundo nuevo. Así, con una mirada e invención de lo cotidiano con las artes del hacer (Certeau: 1990 y 2005) y el deseo como producción del espacio, el viaje en altamar de los zapatistas vuelve a abrir posibilidades urgentes e importantes de la vida en este mundo de guerra y destrucción. Incluso, la racionalidad de una aparente locura indígena se instaura con la audacia de imágenes de la realidad para volver a producir el movimiento de deseos a contrapelo de los populismos de la historia. Por el sólo hecho de escribir al revés las partes de un nuevo programa zapatista en la altamar, las ciencias políticas autorizadas en las formas estatales encadenaron los hechos, como hechos empíricos de locura en la realidad dominante, sin ver las razones culturales y memoriales de cuerpos torturados y asesinados que, desde su misma realidad racionalizada políticamente, se disponen a caminar a contrapelo de programas bien reflexionados, también, por la racionalidad capitalista del progreso y desarrollo industrial bajo las premisas del capital financiero.
Por esto, la esperanza reaparece en la vida como combate contra el último proverbio de existencia humana: la muerte que nos acosa todos los días. Como el pequeño guerrero Yacoñooy (Subcomandante Marcos, en Matamoros, 2006), frente a la fuerza de los mitos establecidos en el derecho capitalista, el corazón madura con el escudo de la palabra y el glifo contra el mismo soberbio y poderoso Estado militarizado. Enfrentan con la no-violencia, también, desde sus cartografías y calendarios la organización de otras campañas, más allá de las autorizadas. Frente al resultado de división de grupos étnicos y fragmentación social y política, desde la Sexta Declaración de la Selva Lacandona (EZLN, 2005) la búsqueda de oxigeno, ante el “suicidio” de la soledad en lo local, volvió a abrir posibilidades de relaciones con diversos movimientos. Para romper el hielo de discursos del fin de la historia y las utopías, inventan posibilidades desde sus lugares de origen para irrumpir desde las interioridades con el querer, que sigue siendo otro, en relación con las exterioridades del orden establecido. En este sentido, el espectro del carácter destructor de Walter Benjamin (2000: II: 330-332) contra el destino delineado en el historicismo, aconseja que el sentimiento en su carácter destructor ha comprendido que esta vida formateada no vale la pena. Pero, también, son conscientes que el suicidio no debería realizarse en su soledad de las montañas, pues la historia les enseñó que nada es durable, solamente el recomienzo de ilusiones acosadas por la inquietante y creciente certitud de las desigualdades.
Por esta razón, inscrita en su experiencia de resistencia en la vida colectiva, buscan por todos lados caminos. No es una casualidad que sea un umbral, una zona de frontera entre dos lugares de las palabras. Aunque poco comprensible en la cacofonía del poder y la dominación de la democracia es una ruptura que abre posibilidades de palabras contra el lenguaje establecido. Sería el recomienzo de fiestas revolucionarias, si, como afirma Michel de Certeau (2005: 243), la palabra nacida de la ruptura no se queda anclada en autonomías sin contacto con el Otro. Si la palabra queda desligada de las posibilidades de otro mundo con los mundos (el Otro) la fiesta deviene un mañana en el olvido. Por esto consideramos que, dónde unos ejemplares de la política administrativa del Capital chocan con paredes y montañas, la experiencia de las comunidades indígenas mira en la oscuridad cómo despejar desde el umbral los caminos de violencia. Y no necesariamente con la fuerza brutal, a veces necesaria, sino con las fuerzas más nobles de historias de amor que los atraviesan. Con estas constelaciones, desde el inicio del siglo XXI, se embarcaron dentro de lo que el Subcomandante Marcos (2001) llamó la Cuarta Guerra Mundial; la humanidad contra las lógicas destructoras que dominan las subjetividades y la política en el mundo. Saben que, si pierden la guerra contra la soberbia del poder y sus conceptos estatales, mitificados por corrientes políticas de derecha, extrema-derecha e izquierdas tradicionales, seguirán siendo solamente héroes caídos, implicados en esa historia del paria condenado sobre la tierra (Fanon, 2002 y Varikas, 2007). Por eso resisten con el tiempo de la dignidad del lenguaje, reconfigurando conceptos de justicia y libertad. Parafraseando a Gabriel García Márquez (2020 y 1983) en Cien años de soledad, para remodelar conceptualmente memoriales de la historia, normas, valores y éticas cotidianas con el Otro, los zapatistas elevan aquellos procesos del lenguaje y sus representaciones memoriales contra el horror económico de epidemias.
III
Vueltos cuerpo colectivo comunitario con múltiples individualidades, incluyendo sus lenguas maternas y el castellano, los indígenas se sublevan contra el empirismo manifestado por discursos factuales del poder ligado a las lógicas devoradoras de cuerpos e individualidades. En este sentido, aunque invisibles en las lógicas empíricas dominantes del mercado, desde la fuerza del silencio (EZLN, 2013), invisibilidades culturales de indígenas abren caminos para habitar tiempos de la libertad acorralada por el fetiche del mercado. Incluso, podríamos añadir que posibilidades de las constelaciones de quijotes y soñadores en los grandes momentos del indigenismo mexicano (Villoro L., 1979) reaparecen y dan herramientas para seguir excavando las interrelaciones en las ciencias, motivaciones y deseos del mestizo-indígena inscritos en representaciones de dioses y diosas actualizados en la modernidad de teologías y estéticas. Esta mirada unitaria sobre el mundo no solamente permitiría comprender la presencia histórica de violencia, en aparentes distopias, sino reconocería cómo grietas o brechas, abiertas en tensiones antagónicas y utópicas del pasado de los llamados salvajes, son manantiales que, no solamente, contradicen las premisas de la brutalidad del empirismo, sino son también gérmenes racionales de utopías de parias contra la guerra en la actualidad.
Entonces, aunque el léxico de empresa coloniza y enajena, incluyendo el universo de la investigación racionalizada por el trabajo abstracto, confiado a equipos competitivos y ciencias sociales que no miden los debates ni la libertad de expresión, sino la identificación de verdades mitificadas en los rankings cuantitativos de luchas enmarcadas en las lógicas del derecho (fragmentaciones de genero, agudizadas en nacionalismos o en partidos populistas), los zapatistas desfiguran con las artes de las resistencias en la historia las posibilidades semejantes en la vida. Marc Augé (2010: 69-70) nos advierte que existen fenómenos conexos entre la pobreza y las desigualdades crecientes en los espacios del conocimiento. Pero lo más inquietante, subraya, es el surgimiento de una “aristocracia planetaria del saber, del poder y la fortuna frente a una masa de consumidores y una masa cada vez mayor de excluidos del saber y el consumo”. Es más, podemos constatar que las imposiciones estructurales del liberalismo imponen progresivamente sus convicciones, desplazando o eliminando ideológicamente el sentido de las fronteras de lo desconocido en la historia de la humanidad.
Por esto, constatamos, a contracorriente, que pequeñas resistencias o disonancias actualizan el tiempo de la salvación a contrapelo de la historia. Así, apoyándonos en la mirada dialéctica de “los que esperan” (Kracauer, 2008: 111-124), donde algunos especialistas de ciencias y profesionales políticos chocan, en la soledad de los días en las ciudades, otros construyen, incluso con migajas de esperanzas dejadas en los caminos de la violencia, encrucijadas para embarcar sueños e imaginarios hacia un nuevo viaje liberador. Y no necesariamente por la aventura, ni vocación turística en caminos y mares embrutecidos por el calentamiento solar, llenos de peligros, sino por lo que contienen de esperanza los rumores del mar. Como lo señalé anteriormente, en los realismos que se presentan como imposibles de atravesar, o escepticismos que surgen del campo de experiencia del conocimiento, múltiples empirismos realistas con el poder se enfrascan, encierran o entrechocan en las luchas por el poder establecido. Por esto, los discursos de los indígenas rebeldes, subterráneos en pantallas de la modernidad, presentados como irrealistas, infrarealistas o ultraizquierdistas chocan con los discursos dominantes y virulentos del no hay otra salida que esta sociedad. En este sentido, debemos entender las diferencias como parte de aspiraciones de reconocimiento para cambiar el mundo. Incluso, aunque contradictorios, pues hay que trabajar y producir valores de uso, también, debemos comprender que en el mismo tiempo y espacio del Capital se constituyen tiempos de esperanza territoriales. La fuerza del corazón que enfrenta desesperadamente una guerra de la dignidad contra el poder establecido en los mitos institucionales de violencia (Holloway, 2004).
Por esto, nos preguntamos otra vez: ¿la historia tiene un sentido? Si miramos que múltiples movimientos irrumpen del vacío y silencio creados por la arrogancia del fetiche del mercado y el dinero (deslumbrados que imponen sus ideologías alienantes de manera violenta), también reaparecen (como las modas en su reproducción mercantil) con sus contenidos históricos en espacios creativos de lo Nuevo contra lo Mismo. Así, podríamos verificar que no existe un solo combate sin las dificultades de contradicciones en el mundo, pero la experiencia considerada como lo urgente (sobrevivir) para la vida con sus propias identidades contradictorias, pero con lo importante (vivir) de esfuerzos producidos con lazos de temporalidades de resistencia y rebeldía de las comunidades. Con el sentido de abnegación por la fe en lo desconocido los zapatistas enfrentan el hambre y dolor, pero también ponen al orden del día la importancia de la palabra como escudo para una transformación profunda y radical del mundo. En otras palabras, intentan establecer lazos para seguirse familiarizando con la esperanza en diversos espacios de las resistencias para, con ella, alcanzar, naturalmente, no sin dificultades, lo constitutivo de la experiencia invisible, pero existente en la esperanza inteligible de Otro Mundo posible. En este sentido, para entender la dinámica trascedente de las imágenes que dis-ponen los zapatistas, es necesario mirar los signos encarnados en las formas simbólicas de pertinencia, pues las funciones del idealismo como una unidad situacional de la imagen al concepto y del concepto a la imagen es una constante en la lucha de clases. Sin meter en el mismo carril a teóricos liberales y cristianos de extrema derecha, constatamos que los zapatistas enfrentan un sistema ideológico fundado en las desigualdades legitimadas por naturaleza mítica de la violencia del Capital y el individualismo de emprendedores del mercado. Más allá de caricaturas de viejos nacionalismos revolucionarios, los indígenas en México se enfrentan a los escenarios de la Republica amorosa, la cual lleva mascaras de extremas derechas religiosas.
En este sentido, como lo señaló Roger Bartra (2021) en el regreso a la jaula de antiguos autoritarismos del PRI, las contradicciones internas de la 4T no solamente son evidentes, sino fatales. En los mitos de esta “nueva izquierda”, señaló al exsecretario de Hacienda, Carlos Urzua, quien no es “especialmente de izquierda”. Subrayando los peligros religiosos y autoritarios inscritos en conflictos de interés del gobierno de AMLO, Bartra destaca que las relaciones del gobierno de la 4T con viejos priistas de dudosa reputación democrática son evidentes. Por ejemplo, recapitula que Manuel Bartlet, antiguo miembro del PRI, actual director de la Comisión Federal de Electricidad declaró 10 millones de pesos en 2020, 4 millones más que en 2019. Nos recuerda también que a este político profesional se le cayo el sistema electrónico de conteo electoral durante el fraude de 1988; y a quien se le sospecha de ser el autor intelectual del asesinato del periodista Manuel Buendia en 1984. Destaca, también, que Urzua se preguntó o denunció: ¿Cómo, cuándo y por qué Alfonso Romo, que admira a Augusto Pinochet y Marcial Maciel con tendencias admirativas por el Opus dei y los Legionarios de Cristo devino intimo amigo de AMLO y jefe de la Oficina de la Presidencia? ¿Son casualidades o son las tendencias ideológicas de AMLO, constituyendo una institucionalización de valores religiosos anclados en la historia de corrientes religiosas de extrema derecha y del PRI? Según Bartra, la propuesta (31 de mayo de 2019) del Reglamento de la Secretaría de Gobernación de AMLO cristaliza una moral cristiana autoritaria como una guía ética para la transformación de México. Bartra enumera el popurrí de citas de la Biblia y otros textos espirituales. Aludiendo a Buda, Confucio, Tolstoi y Eduardo Galeano, junto con el cantante Silvio Rodríguez, AMLO propone colaborar con actores religiosos para la “reconstrucción del tejido social” en los “proyectos de una cultura de paz”, pilares que consolidaran la propuesta de Republica Amorosa y la Economía Moral de AMLO (Bartra, 2021: 82 y 83-93).
¿Estas preferencias de AMLO son problemáticas sociales de las contradicciones de la historia en la sociedad del espectáculo que recupera la historia para los procesos de legitimación política? Podríamos mencionar que este año 2021, en medio de los festejos de la llamada conquista por la caída de Tenochtitlán, se instaló en el zócalo de la ciudad de México una pirámide hollywoodense, folclórica y turística llena de colores y sonidos que olvidaron que en estos campos de batalla los indígenas comenzaron la resistencia. No podemos dejar de recordar ese gusto por montajes similares, como en la ceremonia del 1º de diciembre de 2018 cuando AMLO tomaba el poder del gobierno. Los reflectores de cadenas nacionales exponían coreográficamente un populismo inflamado, donde el pueblo deviene el salvador mediante visualizaciones, por lo menos alucinantes de la manipulación de la historia de los pueblos indígenas. En efecto, el desmontaje y montaje de representaciones movilizaban sentimientos coloridos de indumentarias indígenas con crucifijos, bastones de mando indígena, limpias con incienso para purificar a AMLO, quien quiso conmover sentimientos históricos anclados en los campos de batalla históricos. En medio de esta puesta en escena, bien diseñada por profesionales del espectáculo, AMLO afirmó que no le interesaba “el poder”. Sin embargo, durante estos años del gobierno de la 4T, vemos cómo, durante las conferencias mañaneras cotidianas, no solamente reaparece un autoritarismo que, en nombre del pueblo, desautoriza opositores a su democracia, sino que aparecieron o se anunciaron des-medidas aspiraciones caudillistas al poder.
Así, parafraseando a Henri Lefebvre (2013: 15), la cotidianidad está configurada con formas parceladas o fragmentadas de identidades etno-centradas de la historia. Como lo hemos mencionado, comunalismos y nacionalismos, neofascismos y populismos mortuorios, fragmentaciones de genero, hombre, mujer, homosexual, lesbianas y/o trans-genero, ecologías transferibles y sostenibles, devienen propuestas para una optimización parafernalia para la producción de valor. Es importante mencionar que estos problemas de sociedad son cuantificados por una individualidad encerrada en fronteras nacionales y propulsada en lógicas de mercantilización de cuerpos y subjetividades. Sin embargo, aunque encierran posibilidades de la negatividad subsumida por la violencia cotidiana, muchas veces, aunque inconscientes en el olvido, resurgen las contradicciones de mutilaciones de valor desde el interior de la memoria y el dolor impuesto por los vencedores. Incluso negatividades en sus múltiples reconfiguraciones históricas son presentadas mitológicamente en rangos y rasgos asimilables y vendibles en espacios instrumentalizados por la abstracción del valor en el mercado. Por ejemplo, museografías y paisajes campestres y urbanos del conocimiento, estilizados por imágenes turísticas, devienen la condición humana del trabajo abstracto en el ser-y-estar sumergido por las contradicciones del “reconocimiento” y la “naturaleza” del consumo de masas. Incluso, podríamos decir que los más profundos secretos de sueños y utopías son subsumidos por reconfiguraciones de la acumulación del Capital, incluso de los mitos religiosos. Así, podemos mencionar cómo en la experiencia de museos comunitarios en México se forman imágenes dialécticas entre las visiones ancladas en las comunidades y la visión oficial de la historia.
Manuel Melgarejo Pérez (2019 y 2021), señaló que el museo-cosa está alienado por las ideologías nacionalistas. Pero, al mismo tiempo, afirma que a más de 500 años de la invasión a Mesoamérica es un campo de batalla de experiencias religiosas instaladas en el aura de los orígenes de objetos: deseos que las crearon en sus relaciones con la naturaleza. Las reapropiaciones y reconstrucciones chocan, constantemente, con la memoria oficial impuesta de forma sistemática. Así, podemos observar que los museos comunitarios con sus actores en resistencia, por ejemplo, se salen o escapan, simbólicamente, de la lógica capitalista en algunos instantes dialecticos. Como lo mencionamos, los actos y piezas resguardadas en museos son imágenes del pensamiento en detenimiento de dioses y héroes de la historia. Aunque se actualizan combates quijotescos (Adorno, 2003b: 192), los ecos de las memorias se reflejan en oficialidades establecidas por el positivismo y tendencias del pensamiento empírico que se conjuntan en el concepto de experiencia como un valor fundamental en la lucha de clases. Así, el museo como institución en el mercado de imágenes es un hecho que se basa en las herencias que se acumulan en ese espacio.
En este sentido, las constelaciones en su interior no rompen con la forma-institución, pues está mediado por las formas de encierro y olvido de las interioridades [espiritualidades en los aromas religiosos de un mundo sin corazón, diría Marx]. Y, sin embargo, rompen con la forma clásica de legalidad testamentada, pues no se halla amparada por una conformación, totalmente, legislada por las políticas públicas [de museos nacionales]. Es, pero no es también una imposición estatal, pues se mueve con las constelaciones de lo comunitario como lucha. Esta contradicción permite entrever distintos procesos legitimadores de la forma política, y también de legitimación de saberes del conocimiento que nunca se adecua[n], completamente [por su negatividad], a la visión de hegemonía y dominación del mundo contemporáneo […] Además que son contradictorios y antagónicos por las singularidades y particularidades inscritas en la conformación de territorios, son una reapropiación y construcción [desde el pasado en el presente], chocan con la memoria oficial que se pretende imponer de forma sistemática” (Melgarejo Pérez, 2019: 68).
Por esto, consideramos que una arqueología política y utópica no debería tener miedo de encontrase con la misma situación de repetición sintética conceptual en los fenómenos de la conciencia empírica. Cuando se excava, rescata o redime aquellos contenidos de las tradiciones del tiempo perdido aparece una promesa de bien-estar de dioses secularizados con la naturaleza de la vida. Tlaloc, Huitzilopochtli, Tezcatlipoca, Quetzalcóatl y otras tantas manifestaciones del seno maternal de Tonantzin, la más antigua de las divinidades de Mesoamérica e Ixchel, por ejemplo, salen de museos e islas turísticas para actualizarse, embrocarse o invertir con las comunidades los combates de la historia. Por esto, como nos lo recuerda Henri Lefebvre (1966: 5), si rescatamos la propuesta sociológica del pensamiento de Karl Marx (heredada de Hegel y de Kant, a pesar de todo y contra todo) podríamos descubrir en las relaciones cómo la conjunción de actividades (tiempo y espacio) y sus obras son experiencias filosóficas del pensamiento desesperado, pero reflexivo y crítico de las relaciones sociales antagónicas. Si nos despejamos de la abstracción especulativa sobre la alienación de las identidades institucionalizadas en la conciencia en-si, de las identidades individuales o colectivas, como los indígenas, por ejemplo, las relaciones sociales de-muestran cómo la inmanencia de la lucha de clases del sujeto-acción-lucha-creación y objeto-cosa-disfrute son acciones nutridas de la experiencia de organización para-si como lucha de creación de alternativas en el mundo alienado. Abiertos estos caminos, rescatamos de la producción de obras de arte las posibilidades de sensibilidades estéticas del querer en la historia, entre las que figuran, culturalmente, la técnica y las ideologías, instituciones artísticas y religiosas de espacios alienados por el mercado. Es decir, se ponen a disposición las imágenes que, arrancadas de los aposentos vigilados por las instituciones (museos y centros arqueológicos turísticos), actualizan la comprensión de la actualidad de recuerdos que juegan, aun con el riesgo de una apuesta: perder y/o morir en las recomposiciones políticas de tradiciones con el pasado. Al ser consciente que el aislamiento es la lógica de la política liberal totalizante, se ponen a disposición imágenes y significados representativos en la misma melancolía constitutiva para romper la tragicomedia que vivimos cotidianamente.
En este sentido, una epistemología sobre las problemáticas conceptuales del pensamiento y pandemia puede parecer teórica y abstracta cuando reflexionamos sobre constelaciones históricas de lo desconocido, aparentemente desaparecidas en el pasado, pero que constituyen imágenes representativas de significantes antagónicos de pensamientos alternativos memoriales. Así, metodológicamente, cuando situamos el momento histórico indígena en la coyuntura pandémica actual observamos cómo las explicaciones de enfermedad e implicaciones en poblaciones del trabajo están mediadas por estilos geométricos y/o calculados de una racionalidad gobernada por lógicas autorizadas de la abstracción que constituye el dolor de cuerpos y subjetividades memoriales. Todo se pasa como si el poder de acceder al mundo real no pudiera deshacerse de fantasmas del pasado que siguen atormentando el presente. En esta situación podríamos anotar que el descontento separa pensadores importantes de la historia y la filosofía. Por ejemplo, Marx tomó distancias de Hegel, al igual que de las grandes categorías de Adam Smith y David Ricardo. Esta situación constituyó las contradicciones del mismo Marx cuando describía el desarrollo de las fuerzas productivas inscritas en el progreso, al mismo tiempo que las posibilidades visibles del sentido de liberación de la clase trabajadora.
Estas contradicciones las encontramos en la misma literatura y filosofía, donde los actores viven constantemente en el vaivén del pensamiento y la realidad que los envuelve. Por ejemplo, podemos encontrar el descontento como la base principal del pensamiento en la escritura que mira el hecho real, al mismo tiempo que las posibilidades de los miserables. En este sentido, Karl Marx no solamente describía conceptualmente con su teoría del valor la síntesis de los horrores de los miserables, explotados y sin perspectivas. Para de-mostrar en los hechos cómo la cosa-objeto y el sujeto-actor deviene productor de riqueza desenmascaraba, también, las condiciones que hacen a los miserables. En este sentido, al igual que en las primeras faces de la crítica de la economía política del Capital, Marx describe las pautas del conocimiento para entender cómo los conceptos conceptualizados del capital son simuladores de procesos de empobrecimiento de la experiencia acumulada en la historia de luchas sociales. Cuestiona y desenmascara cómo la riqueza del valor, desarrollada por Smith y Ricardo, deviene el mito del bienestar disponible en la naturaleza que, a largo plazo, será la justificación de la producción capitalista.
Podríamos decir con Bolívar Echeverría (1998) que desenmascarar las múltiples cabezas de la hidra del fetiche del valor de cambio y el dinero es el centro temporal del drama y tragedia del valor de uso y sus utopías. Pero, al mismo tiempo, la interpretación y acciones de la violencia devenida la antítesis de los fines mágicos del mercado se transforma en posibilidades conscientes de luchas contra la violencia. En efecto, cuando todo lo demás de la cultura queda insignificante, desgraciadamente, la repetición de discursos mecánicos de la salud física se centra en los excesos conductores reproductivos de la fuerza de trabajo en el mercado. Así, la crisis, provocada por la pandemia, por ejemplo, reaparece agudizada en las problemáticas sociales de la desigualdad de genero, mujer, hombre, marchas de migrantes, hambre, dolor y experiencias de la “guerra de los dioses”, expresada en movimientos religiosos y nacionales. Incluso, para el caso de las mujeres, indígenas e inmigrantes en grandes metrópolis, podríamos preguntarnos ¿por qué la angustia en ambientes crepusculares se transforma en efervescencias emocionales de grupos vulnerables en la sociedad capitalista? ¿Por qué estos grupos, en particular, expresan mayores desigualdades en las condiciones de trabajo o por qué son los que están más expuestos a la violencia de la explotación durante la pandemia; o inclusive porqué son este sector dónde el acontecimiento les da razón? Parece evidente, pero las respuestas del sistema capitalista han evacuado y/o dejan de lado las cuestiones sociales del trabajo abstracto. Solamente constatan con las estadísticas un aumento de violencia familiar y desempleo de sectores extranjeros ligados a trabajos precarios. Incluso, para el caso de las mujeres que durante la pandemia se exponen todavía más a las cargas del doble trabajo y violencia familiar, han aparecido políticas de apoyo, mediatizadas por Coca Cola y su industria en publicidades de la cadena en español de CNN para las mujeres emprendedoras de negocios mercantiles. Es decir que, frente a la agudización de diferencias producidas por el sistema económico y político imperante, ideas de sabios, gobernantes y teocracias del conocimiento, instaladas en instituciones administradoras de la distribución de recursos financieros públicos, incluyendo capitales culturales y simbólicos en las “iglesias”, aprueban intenciones mediadas y teledirigidas por el trabajo abstracto.
Ideológicamente en las imágenes de desastres, productoras de mitos, preocupadas por el continnum de la catástrofe humana, hacen responsables a compulsiones planetarias o a castigos divinos por la corrupción imperante en los sistemas políticos, enmarcados por lógicas de enriquecimiento, o por pecados humanos que se comenten en cantidades acumuladas por el dinero, el consumo y el placer. Dejando las bases estructurales en su sitio, sin moverlas, observamos que las imágenes dominantes siguen produciendo espacios discursivos de fragmentación, guerra y dolor. Vivimos con desesperación y la mentira que se mueven en el ambiente mediático de extravagancias de modas y prostitución de cuerpos e identidades fragmentadas por los muros nacionales, aisladas y subsumidas por la totalidad del capitalismo que organiza la Guerra, otra vez, con las fragmentaciones de identidades múltiples de la historia: migrantes que huyen de la guerra en sus países y atraviesan el mediterráneo en búsqueda de trabajo, musulmanes, judíos, cristianos, indios, mestizos, mujeres, masculinidades, hombres, jóvenes, viejos, travestis y transexuales acusados de pervertidos, etcétera, etcétera.
Desde luego que esta Guerra Mundial del Capital-trabajo muerto y el trabajo vivo, creador de riquezas, está determinada por los conceptos de paz moralidad y ética compuesta en el lenguaje del capitalismo Si miramos cómo la guerra es el fundamento del gobierno y los militares a nivel mundial, constatamos que las diferencias sobreviven a las prioridades políticas del mercado nacional y mundial en las decisiones de aislamiento y confinamiento de poblaciones. Preocupados por las distancias necesarias de salubridad, como rumiantes, protegidos con policías y ejércitos siguen “deshierbando” o desforestando bosques y selvas. Preocupados por las mercancías que deben consumirse en el día a día, incluso, la destrucción de la naturaleza, bajo iluminaciones de la luna y las estrellas, siguen siendo, en cadenas mediáticas y redes sociales imágenes dis-puestas para el consumo turístico por ejemplo. Múltiples promociones financieras movilizan fundamentos del pensamiento social para abrir y cerrar bares, centros nocturnos, restaurantes, moteles de clandestinidades prostituidas, hacen volar aviones y abren cadenas de hoteles frente a playas paradisiacas.
Por lo tanto, no hay objeto sin el sujeto en la vida dañada. Por esto, aunque en los procesos históricos de los vencidos el trabajo deviene alienación por el trabajo abstracto, siempre existe una posibilidad práctica de la desalienación. Si no es así: ¿por qué resurgen de cenizas o entre las ruinas de la barbarie moderna capitalista esperanzas de la crítica? ¿Qué se re-compone con las constelaciones del pasado en actos simbólicos y alegorías de indigenismos incorrectos o insurrectos que organizan, mediante la autonomía, posibilidades de la cultura en el continum, pero con el descontinum? Por estas preguntas, resaltamos cómo paisajes de lo común y acciones políticas zapatistas re-surgen a través de imágenes en la conformación contradictoria de luchas por la existencia de saberes rizomáticos de la historia a contrapelo. En este sentido, la cultura se retroalimenta de las herencias de ritmos sonoros sintomáticos y reveladores de palabras y sonrisas espirituales que se reflejan en las fantasmagorías de espectros del pasado. Como lo mencionamos anteriormente, estas relaciones contradictorias del sujeto y el objeto son las condiciones de la crítica a las escisiones de lo sagrado y lo profano de fines metafísicos de la historia; pues, como afirmaba Marx (1972: 41):
es el hombre que hace la religión y no es la religión la que hace al hombre […] La religión es el suspiro de la creatura oprimida, el alma de un mundo sin corazón. Ya que ella es el suspiro de condiciones sociales, donde el espíritu está excluido, ella es el opio del pueblo”.
Entonces, el individuo y las comunidades no son seres acurrucados en las soledades de sus pequeños espacios territoriales, fuera del mundo. Sus esperanzas, suspiros o deseos espirituales oprimidos, son expresiones del mundo invertido. Por eso, consideramos que, aunque contradictorias las experiencias de vidas mutiladas, actores políticos en la cultura se mueven con el entusiasmo de la dignidad milenaria, complemento esencial del sentido espiritual de protesta contra el fetiche y la alienación. Son representaciones significativas en campos colectivos de la situación de sueños anticipantes de interioridades que exteriorizan otro porvenir. Son apuestas que podrían ser un fracaso, pero también posibilidades expuestas en sueños dormidos. Despiertos en las prácticas inventivas del hacer, inclusive, psicológicamente, apoyándonos en Sigmund Freud (1969 y 2011), podríamos evocar que los sueños y pesadillas no son experiencias irracionales. Son una constante batalla racional de ilusiones expresadas en los devenires de múltiples problemáticas psicopatológicas en la vida cotidiana (incluyendo, desde luego, esquizofrenias mencionadas por Gilles Deleuze y Félix Guattari -1972 y 1980). En otras palabras, los abandonados evocan con gestos y ritmos de la palabra y la acción el deseo bienaventurado que reaparece como si nunca hubiera sido traducido o concluido en los miserables años del Homo Sapiens. Cada sonido de las palabras, justicia y libertad, parecieran voces de ultratumba, murmuraciones que vienen de las profundidades del lenguaje humano para pre-decir las posibilidades del porvenir.
De las brumas ondulantes del fantasma surgen sombras que acarrean al ego en su ronda, la ronda de un mundo mejor donde millones de otros egos se dan la mano. Todos los sueños de un mundo mejor buscan exteriorizar su interioridad, se alzan hacia el arco iris extravertido o desposan la bóveda celeste” (Bloch, 1976: 116).
En este sentido, frente al mundo mitificado de alienación enmascarada del lenguaje que exhorta venganza (religiones, versus identidades y nacionalismos), los zapatistas movilizan sus condiciones internas para reconectar esfuerzos de protestación contra el mundo real. Son aromas espirituales de esperanzas históricas en el universo totalizante de la mercancía. Gigantescas batallas en los monumentos sangrientos de catástrofes permanentes en el infierno cósmico del mundo actualizan reflexiones y movimientos del zapatismo. Enfrentan la repetición permanente de las máscaras mecanicistas del realismo circundante. Frente a las fuerzas contradictorias que quieren salvar el mundo con las mismas mecánicas institucionales de las burguesías y el desarrollo de la destrucción de la naturaleza, la propuesta de viaje zapatista hacia Europa, como diría Auguste Blanqui (2002) en su obra La Eternidad de los Astros, vuelve a poner al orden del día una crítica a las magias fantasmagóricas de populismos ambientales del mundo real. Así, aunque pequeña y minúscula en las subjetividades de las vidas dañadas, consideramos que la Montaña en Altamar es una tentativa melancólica del internacionalismo agonizante en la llamada posmodernidad. Quieren volver a re-unir sentimientos, tendencias contradictorias del placer y el heroísmo mediante un movimiento que permita salir de la llamada posmodernidad capitalista. Una barbarie de la repetición petrificada en la agonía congelada del progreso que se repite en el eternal regreso de excrementos de la dominación. Lo Mismo, siempre y en todas partes. Es el drama, la tragedia decorada con una humanidad que se corrompe con la grandeza del poder y orgullo monótono de jueces-caricaturas del derecho. Desde las prisiones que vivimos con el mito de la violencia y la guerra los zapatistas desencadenan, otra vez, ilusiones que siembran en el infinito posibilidades para cambiar el mundo. Que son pequeñas astillas rebeldes en las lógicas dominantes no tenemos dudas, pero, al mismo tiempo, su especificidad es la búsqueda de salvamento de la esperanza que fomenta posibilidades contra el pensamiento totalitario dominante.
En conciencia, no se puede para nada exigir más […] No son en lo más mínimo fantasmas, sino actualidad eternizada. He aquí sin embargo un gran defecto: no hay progreso. ¿Por Dios! No, son reediciones vulgares, repeticiones inútiles. Tales son los ejemplares de los mundos pasados, tales los de los mundos futuros. Sólo el capítulo de las bifurcaciones permanece abierto a la esperanza. No olvidemos que todo lo que uno hubiera podido ser aquí abajo, lo es en alguna parte en otro lado […] En el fondo, es melancólica esta eternidad del hombre por medio de los astros, y más triste todavía este secuestro de los mundos-hermanos por la inexorable barrera del espacio. ¿Tantas poblaciones idénticas que pasan sin haber sospechado su mutua existencia! […] La misma monotonía, la misma inmovilidad en los astros extranjeros. El universo se repite, sin fin, y se planta en su lugar. La eternidad desenvuelve imperturbablemente en el infinito las mismas representaciones” (Blanqui, 2002: 96-99).
Entonces, para no quedarnos congelados y/o petrificados frente a demonios que conforman la hidra capitalista, primeramente, su-pongamos que el querer relacionado con el presente no solamente nos permite escapar históricamente a la tiranía del mercado, reproducido por los gobiernos, redes sociales ligadas a esa aristocracia planetaria de ciencias autorizadas, sino que produce en el tiempo concreto de guerra un espacio significante de posibles para la transformación del cuerpo social. Potencialidades correspondidas, desde luego, con las imposiciones de tendencias y frecuencias impuestas por las estrategias y tácticas en redes y lugares. ¿De qué contenidos queremos hablar y cómo debemos mirar el caos económico, político y desorden social, genérico y metabólico de la humanidad? ¿Serán dimensiones espirituales de negatividad las relaciones interpersonales las que se movilizan culturalmente en los campos de batalla de la historia? Queremos seguir pensando que lo que da sentido a las luchas en las prisiones de las subjetividades son las formas “arquitectónicas” del placer y deseos contra el dolor y el sufrimiento en la vida, pero cambiando los ritmos del corazón que se siente sólo y abandonado entre los muros que no solamente son fríos, sino que, además, nos quieren suicidar. Por esto, la realización zapatista de estas coincidencias en el “estado de excepción” que vivimos como la regla sacude su peste discursiva. Estas búsquedas de contactos en el mundo de vidas dañadas no son fortuitas, son la maduración de ideales en la experiencia de otro mundo con muchos mundos. Actualmente, como lo mencionamos, con sus usos y costumbres llevan lejos su pasado, es decir, su corazón. No solamente quieren abrazar la rebeldía en otros espacios de resistencia, sino que van dispuestos a escuchar y aprender de otras historias, geografías, otros calendarios y modos culturales para producir nuevos sones que ritman y armonizan ecos del pasado en el presente. Tan indestructible, como intemporal, la idea en el pensamiento colectivo es entretejer tiempos del pasado intencional e internacional en sus luchas, por ejemplo, contra el progreso del mal llamado Tren Maya que lleva en su intencionalidad parques industriales manchados del oro negro. En otras palabras, las acciones zapatistas complotan y fraternizan con los colores e idiomas del arcoíris, donde cada palabra contiene un grito que se vuelve eco para rebotarlo en el mundo y llenarlo de dulzura y esperanza.
Cierto este acercamiento melancólico a los tiempos perdidos de la historia parecerá una misantropía para las “virtudes” contradictorias de reformistas en los espacios realistas. También puede ser catalogado de locura o, incluso, de ascetismo religioso y teológico. Mediante el montaje o la animación de obras de teatro en la vida, el pensamiento nutrido de ideas e invenciones, inclusive caprichos, como los niños que se rebelan contra las máscaras de violencia, los zapatistas suben a la escena para dialogar con otras resistencias. Hay que recordar que si en 1994 se festejaba la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en las ruinas de las revoluciones del pasado, hombres y mujeres intervinieron críticamente contra ese mundo de violencia. No fue fácil frente a los miedos del contexto de derrotas del siglo pasado, pero pusieron a disposición sus herencias de fantasías, imaginarios y sueños de otro mundo contra la normalidad establecida. Es más, su intervención esquizofrénica de sueños e imaginarios silenciados por la normalidad del poder en las instituciones rasguño y rasga aún las naciones con posibilidades de caídas del orgullo de esas burguesías y políticos que viven al ritmo de la técnica que nos devora.
Cierto, tal vez, estas negatividades con sus imaginarios contra la violencia naturalizada ni siquiera rasguen la epidermis del mundo. Por esto, consideramos que la reaparición de indígenas actualizó con la Montaña en Altamar esas otras partes sumergidas de la punta del iceberg: interioridades de una virginidad del mundo de libertades sin nacimiento en el universo entero. Su apuesta de sueños detalló poéticamente en la dispersión algunas posibilidades de miríadas inscritas en los crímenes y desgracias de campos terrestres. Desde luego, es una minúscula resistencia en el mismo drama escenográfico de las pantallas ruidosas del ornamento de la masa en el universo infernal de la física mecanicista de la sociedad burguesa. Y, sin embargo, la presencia y palabras de los zapatistas elevan, nuevamente, y a pesar de ser silenciados en los tiempos de la posmodernidad, las posibilidades del lenguaje que cuestiona una supuesta coherencia heredada. De nuevo, otra vez, brotan y florecen aspiraciones móviles del sentido histórico en el espacio. En este sentido, el montaje de la Montaña zapatista sería en sus imágenes lo que en las formas de la política son los actos del desmontaje. Como lo indicamos, sus significados de función estratégica se encuentran en las energías de transgresión acumuladas en posiciones de los lugares de memoria espacial de la experiencia comunitaria. Movilizan alegorías indígenas que se remontan a elementos cronológicos milenarios para mostrar la inmanencia política de juegos significantes de huellas de la historia para la lucha de clases.
Así, consideramos que su apuesta es un atrevimiento con la voluntad optimista y una advertencia sobre los peligros que acechan a la humanidad. Parafraseando a Bertolt Brecht y Walter Benjamin (en Didi-Huberman, 2008: 151), las huellas de guerras del pasado con sabor a cenizas o los intentos de desaparición del mundo indígena son “torpes tentativas” en comparación con las guerras tecnológicas que estallaran si no se rompen o cortamos la mecha de los que las preparan sin esconderse. Así, la osadía zapatista de la Montaña en Altamar, podríamos decir se remonta a la invitación del EZLN (1996) al Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo. Pone a disposición, desde sus orígenes, imaginarios de una lejanía. O, más bien, una distancia que deviene lo que complementaria el aura cultural de las luchas tan cercanas que siguen sonriendo en las imágenes dialécticas de la vida. Es aquí y ahora en estos tiempos de la sociedad del espectáculo fetichista del dinero y la mercancía donde las imágenes recomponen palabras indígenas como una parte cronológica de los vencidos.
Nos parece que estas enseñanzas de antiguos abecedarios rebeldes resignifican algo diferente a las fragmentaciones creadas por la historia guerrera totalizante de los vencedores que han subsumido el pasado en una cárcel. Sin ningún propósito totalizante de la única vía de salvación, renuevan, pues, astillas teológicas (que no son teocráticas), rebeldes y guerreras que se afilan desde lo particular de las autonomías con las constelaciones de la inmanencia de la lucha de clases y sus contradicciones. Y no estamos concluyendo tampoco con una teología teocrática, dogmática y encerrada en prisiones institucionales, sino de una teología de la liberación que toma en sus manos o se nutre, explícitamente, de las enseñanzas de luchas por la emancipación de la opresión y explotación. Una guerra de imágenes del pathos de dioses de la naturaleza material y concreta que, aunque perdida por la razón capitalista fetichizada y/o mitificada, abre brechas por los caminos con las sonrisas de fantasmas de la historia. Se actualiza mediante las posibilidades de experiencias utópicas contra las nuevas formas sistémicas estructurales del vampirismo (Bihr, 2021) mítico que, disimulándose en lógicas cínicas de los vencedores, sigue chupando la sangre del trabajo vivo.
Aquí la PRIMERA PARTE, la SEGUNDA PARTE y la TERCERA PARTE de este mosaico de hilos de la historia zapatista a contrapelo.
Imágenes: Alejandro Echeverría, Paisajes del Confinamiento, 2020.
Publicado por Comunizar en agosto de 2021.
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Notas:
[i] Es posible que esta palabra utilizada por Armand Gatti corresponda a la familia lingüística del maya. Si es así, winal correspondería a un periodo de 20 días; es decir, en este texto de Gatti, aproximadamente, 129 años (Nota de pie de pagina núm. 2, en Gatti 2006: 89).
[ii] La imagen del Votán en las tradiciones indígenas es el corazón del pueblo, de los montes, de los seres. Su latido viene con las constelaciones, ecos de muertos y muertas refugiados en los bosques. Está presente en la memoria con sus montañas y valles. Es el sentido de la vida, del espacio y el tiempo material con sus sueños para reflexionar cómo memorias y utopías se encuentran actualizados en la génesis de los imaginarios del neozapatismo ver Matamoros, 1998: 441)
[iii] El efecto chapulín es una metáfora popular y cotidiana que se refiere a los cambios de bancada de los diputados en periodos electorales. Saltan de un partido a otro, de derecha a izquierda y de izquierda a derecha. ¿Dónde quedo la ética política o virtud de la Republica amorosa de MORENA cuando muchos miembros de ese partido vienen saltando con la memoria conservadora de la “dictadura perfecta” del PRI, como la llamó Mario Vargas Llosa?
[iv] Subrayado del autor, Fernando Matamoros Ponce (FMP).