Decidí escribir esta reflexión a la luz de los reportajes publicados sobre las breves visitas que familiares pudieron hacer a los más recientes rehenes políticos del régimen Ortega-Murillo. En algunos de estos reportajes se menciona que estas personas “no están siendo torturadas”, para referirse a que no han sufrido tortura física. Esto es una equivocación. El maltrato psicológico es tan grave como la tortura física, según convenios y tratados internacionales de derechos humanos.
Si te tienen secuestrada injustamente y además en celdas de aislamiento tan pequeñas que producen vértigo, con una bujía encendida día y noche que te priva del sueño, sin derecho a tomar regularmente la luz del sol, sin poder hacer ejercicios, sin una hoja de papel en donde escribir tus reflexiones, ni acceso a ningún libro, ni siquiera la Biblia…
Si solo te dejaron ver durante 20 o 30 minutos a un solo miembro de tu familia luego de estar 60, 70, 80 o 90 días desaparecido por una presunta “investigación” que oculta un juicio político… Si además la Policía te hostiga, te toma fotos y videos de ese breve encuentro en el que no podés hablar con libertad… Si no permiten que tu familia te deje alimentos acordes con tus padecimientos y estado de salud, o no te entregan todas las medicinas necesarias, si ni permiten que te atienda un médico y por ello has bajado abruptamente de peso… Y si además tenés que hacer tus necesidades fisiológicas en un hoyo en el suelo…
Si tu abogado no ha estado presente en ninguna de las audiencias express que además se hacen en secreto, en la propia cárcel y no en los juzgados… Y si además todos los días te someten a intensos interrogatorios, y te mantienen incomunicada, en aislamiento, dándote información falsa sobre lo que pasa afuera o te interpelan con la situación de riesgo en que están tus hijos e hijas. Entonces, eso se llama tortura psicológica.
La tortura empieza con el secuestro injusto y la privación de libertad, empieza sustrayéndote de la vida y el mundo real para tenerte engavetado en una celda sin ver la luz del día. Eso es precisamente lo que viven y sufren las presas y presos políticos en Nicaragua, junto con sus familias también secuestradas por esta tragedia llena de sañas y perversiones que atraviesan los complejos de los torturadores. Y me refiero no solo a los últimos 35 rehenes sino a las más de 150 personas que aún siguen secuestradas, entre ellas Marvin Vargas, quien este año cumplió 10 años injustamente preso. Me refiero también a todas las personas que ya sufrieron estas formas de torturas durante las masivas detenciones arbitrarias de los últimos años.
De acuerdo con la publicación de Hernán Reyes, del Comité Internacional de la Cruz Roja Internacional (CICR), titulada Las peores cicatrices no siempre son físicas (2007): “Hoy existe una definición universalmente aceptada de la tortura, a saber, la que figura en la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes de las Naciones Unidas de 1984. Según ese texto, por tortura se entiende todo acto que consiste, para un agente de la función pública, en infligirle de manera intencionada a una persona “un dolor o sufrimientos graves, físicos o mentales” con un objetivo preciso… Por lo tanto, se ha demostrado que los métodos psicológicos pueden ser extremadamente coercitivos, constituir una práctica de tortura y ser ilegales. En ese sentido, el primer Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la Tortura, el profesor Peter Kooijmans, hizo una declaración donde fusionó los métodos y los efectos de la tortura:
[“]A veces se hace una distinción entre tortura física y tortura mental. Pero esa distinción parece tener más significación en lo que respecta a los medios por los cuales se practica la tortura que en cuanto a su carácter. Casi invariablemente, el efecto de la tortura, cualesquiera que sean los medios por los que se practica, es físico y psicológico […]. Su efecto común es la desintegración de la personalidad [”]”
A la luz de esta realidad, debemos denunciar con firmeza que las presas y presos políticos están siendo sometidos a tortura psicológica en Nicaragua, y exigir su inmediata liberación. No podemos darle ni un ápice de oxígeno político al régimen, que pretende confundir a la población y a la comunidad internacional, ocultando las graves violaciones a derechos humanos que continúan ocurriendo diariamente en nuestro país, como las terribles masacres que sufren las comunidades indígenas de Nicaragua, y como las verdaderas torturas a las que somete a las y los presos políticos.
*Abogada ambientalista, defensora de derechos humanos e integrante de la Articulación de Movimientos Sociales