No es “sandinismo”, es “orteguismo”, aseguró.

Para Baltodano, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que surgió en los años 1960 y lideró la revolución de 1979, es la “antítesis” del “verdadero sandinismo”, un “aparato en defensa del poder” de Ortega -quien busca un cuarto mandato consecutivo en las elecciones del domingo- y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo.

Baltodano, también historiadora, se exilió en agosto con su familia ante la “persecución” que -dijo- sufrían por parte del gobierno. No quiso revelar el país donde se refugió tras salir de Nicaragua en plena oleada de detenciones contra la oposición, previa a los comicios.

“Simulación perversa”

¿Cómo era el sandinista de antes y cómo es el sandinista de hoy?

En aquellos años ser sandinista era luchar por la liberación de Nicaragua de la dictadura somocista apadrinada por el imperialismo norteamericano. El sandinista tenía que ser honrado, ejemplar, con una entrega sin límites. Nuestra aspiración era una Nicaragua en democracia, con justicia social y económica.

¿Cómo se explica la transformación del FSLN?

Es el resultado de un largo proceso que comenzó con el control absoluto que logró Daniel Ortega, primero privatizando al Frente Sandinista, al que convirtió luego en aparato electoral a su servicio.

Después, el control progresivo de todos los poderes le facilitó disponer de una fuerza en donde se integraron todo tipo de lacras provenientes del sandinismo, del somocismo, liberalismo, empresarios y bases cuyos intereses son fundamentalmente materiales, aunque se pretendan justificar con diatribas y retórica izquierdizante.

¿Qué viene en Nicaragua después de las elecciones?

La continuidad del estado de cosas. El 7 de noviembre habrá una simulación perversa y macabra. Todo está diseñado para tratar de dotar de legitimidad al régimen.

¿Cómo califica al FSLN de hoy?

Es un aparato, un tendido cuya misión es la defensa del poder de la pareja (presidencial). Es usado para transmitir las orientaciones dentro y fuera de los aparatos estatales. Parte de sus elementos son las fuerzas paramilitares, con las que se reprimió a cientos de jóvenes en 2018. Un tenebroso aparato de vigilancia y denuncia de cualquier disidencia.