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La clave anarquista en el pensamiento de Michel Foucault

Diego Fernando Rodríguez Casallas :: 10.12.21

El presente trabajo no es un artículo sobre el filósofo francés Michel Foucault, sino que es un texto sobre el anarquismo y los aportes de Foucault a dicha corriente filosófico-política, que se enmarca en un contexto en el cual el mote anarquista llena de desconfianza a la comunidad académica frente a la validez de las reflexiones teóricas de un intelectual. En este orden de ideas entendemos la clave anarquista como los puntos de convergencia entre la construcción teórica individual y la corriente filosófica política referida.

La clave anarquista en el pensamiento de Michel Foucault

Diego Fernando Rodríguez Casallas

Abogado, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Administrador Público de la Escuela Superior de Administración
Pública (ESAP). Magíster en Derecho con énfasis en Derecho Público de la Universidad Externado de Colombia.

Justicia, No. 30 - pp. 96-106 - Diciembre 2016 - Universidad Simón Bolívar - Barranquilla, Colombia - ISSN: 0124-7441
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Resumen
El presente trabajo no es un artículo sobre el filósofo francés Michel Fou-
cault, sino que es un texto sobre el anarquismo y los aportes de Foucault a
dicha corriente filosófico-política, que se enmarca en un contexto en el cual
el mote anarquista llena de desconfianza a la comunidad académica frente a
la validez de las reflexiones teóricas de un intelectual. En este orden de ideas
entendemos la clave anarquista como los puntos de convergencia entre la cons-
trucción teórica individual y la corriente filosófica política referida.


La opinión del ciudadano corriente, a
posteriori de informarse sobre el ideario
anarquista, es que el movimiento va muy
lejos al afirmar que no pueden reconci-
liarse Estado y sociedad. Casi nadie cree
posible vivir en un mundo sin gobiernos.
Aguilar (2001, p.4).


INTRODUCCIÓN
El presente texto no es un escrito sobre Mi-
chel Foucault, sino que trata sobre el pensamien-
to anarquista y los aportes que el filósofo francés
realizó a dicha corriente del pensamiento políti-
co, y tiene como intención provocar la reflexión
en la academia desde una licencia literaria que
se autootorgó el autor.
Entrando en materia, después de tres décadas
del fallecimiento del filósofo y psicólogo francés
Michel Foucault, sus aportes a la Ciencia Políti-
ca siguen siendo relevantes para la comprensión
de las dinámicas de poder inmersas en las rela-
ciones humanas y en la vida política de nuestros
pueblos, pues la criticidad, elaboración y pro-
fundidad de contribuciones llegaron a posicio-
narlo como uno de los filósofos más importantes
del siglo XX. Sin embargo, su contribución al
discurso anarquista ha sido poco visibilizada y
discutida, por lo que, en gracia de discusión, el
presente escrito tiene como intención visualizar
o poner en escena los aportes del pensamiento
de este filósofo.
El pensamiento anarquista en los escenarios
políticos y/o académicos ha sido pasado de lar -
go, al considerársele como referente poco dura-
dero de una visión romántica que se ha preocu-
pado más por los objetivos, que por los métodos
de su construcción política, generando como
problema su materialización o concreción. “Un
ejemplo de las dificultades en la concreción del
proyecto de sociedad propuesto por el anarquis-
mo o referente histórico (aunque efímero) fue el
anarquismo español de finales del siglo XIX”
(Tusell, 2007, p.327), ejercicio extinto entre
purgas, persecuciones políticas, crímenes de Es-
tado, guerras civiles y el franquismo.
Otros ejemplos del anarquismo y sus dificul-
tades en la concreción se dieron en Argentina y
Europa, visualizados como casos sui generis de
un pensamiento romántico de difícil materiali-
zación y fácil extinción. También han existido
acercamientos entre la ideología anarquista y
movimientos sociales, sindicales y de lucha so-
cial sobre el particular:
Los anarquistas no ignoraban la importancia de
los sindicatos, y muchos jugaron un papel ac-
tivo dentro de ellos. Por otra parte, las raíces
del sindicalismo yacían en el ala anarquista de
la Primera Internacional, y un gran número de
anarquistas abrazaron el sindicalismo. No obs-
tante, una sección vocal de anarquistas siempre
sospechó que estas uniones eran bases de jerar -
quías internas indeseables, y que, con demasiada
frecuencia, se centran en corto plazo [en] “bene-
ficios económicos”: salarios –mayor, menos ho-
ras de trabajo, etc.– a expensas de la liberación
social general (Van der Linder, 2010, p.26).
El anarquismo se ha asociado de esta forma
con movimientos de resistencia o protesta social
en ocasiones violenta, lo que ha generado una
reacción de rechazo a sus postulados desde los
ambientes académicos y políticos en los cuales
se asocian sus métodos con las vías de hecho
que “impiden” la salida política de discusión y
contraargumentación.
Otra dificultad frente a la divulgación y acep-
tación de los postulados anarquistas es la contra-
dicción con los pilares teóricos del discurso he-
gemónico de democracia liberal que defiende y
legitima teóricamente los intereses económicos
fundados en el concepto de propiedad. La teolo-
gización del derecho es entendida, en este orden
de ideas, como la dogmatización de principios
como el respeto a la propiedad privada, entre
otros que son cuestionados por el pensamiento
anarquista. Sin embargo, la discusión sobre la
libertad que dicho discurso provoca o encarna
sigue estando presente y de una u otra forma
ha permeado la actividad política por fuera de
la teologización del derecho y el reduccionismo
económico. En algunos ordenamientos consti-
tucionales y desarrollos jurisprudenciales dicha
teologización o dogmatización se va a ver ma-
nifestada en las denominadas cláusulas pétreas
como paradigmas inamovibles e indiscutibles, a
lo cual surge la pregunta desde la sociología ju-
rídica y la política de ¿Si el derecho es un cons-
tructo social resultado de la actividad política,
por qué existen principios o dogmas que no pue-
den ser discutidos?
A pesar que en algunos escenarios el mote de
anarquista ha implicado un referente peyorati-
vo que pretende restar validez a la construcción
teórica, dicho pensamiento se ha mimetizado en
diferentes fórmulas eufemísticas (pensadores
posmodernos, alternativos, etc.), para eludir la
asociación a dicha línea de pensamiento.
Difícilmente un movimiento sea tan inmedia-
tamente asociado con el crimen político o con
una utopía impracticable, como el anarquismo.
Por añadidura, en términos generales, da la im-
presión de surgir por generación espontánea y
desaparecer del mismo modo. Sin embargo, tie -
ne no solo su desencadenante concreto sino que
se prolonga hasta nuestros días con periodos de
aparente adormecimiento y sucesivos despertares
(Aguilar, 2001, p.4).
El pensamiento de Michel Foucault (1987)
no es ajeno a la dinámica del discurso anarquis-
ta, ya que al centrar su atención en los proble-
mas de la libertad, la vigilancia, el control y el
poder (como puntos centrales de su reflexión)
establece un nexo poco discutido e inescindible
con las lógicas anárquicas o por lo menos visua-
liza la crisis de la libertad frente a las formas de
ejercicio del poder. Esta tendencia crítica de su
pensamiento fue evidenciada en su concepción
sobre la ética del intelectual, y manifiesta:
¿En qué puede consistir la ética de un intelec -
tual? se preguntaba Foucault en una entrevista
realizada por François Ewald, para responder
acto seguido que, a su juicio, la razón de ser de
los intelectuales estriba precisamente en un tipo
específico de agitación que consiste sobre todo
en la modificación del propio pensamiento y en
la modificación del pensamiento de los otros. El
papel de un intelectual, afirmaba, no consiste en
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decir a los demás lo que hay que hacer. ¿Con qué
derecho podría hacer esto? Basta con recordar
todas las profecías, promesas, exhortaciones y
programas que los intelectuales han llegado a for-
mular durante los dos últimos siglos y cuyos efec-
tos conocemos ahora. El trabajo de un intelectual
no consiste en modelar la voluntad política de los
demás; estriba más bien en cuestionar, a través de
los análisis que lleva a cabo en terrenos que le son
propios, las evidencias y los postulados, en sacu-
dir los hábitos, las formas de actuar y de pensar,
en disipar las familiaridades admitidas, en reto-
mar la medida de las reglas y de las instituciones
y a partir de esta re-problematización (en la que
desarrolla su oficio específico de intelectual) par-
ticipar en la formación de una voluntad política
(en la que tiene la posibilidad de desempeñar su
papel de ciudadano (p.9).
No se pretende en este escrito afirmar que
todo intelectual está llamado a imbuirse en las
lógicas del anarquismo: sin embargo, de las re-
flexiones y los puntos centrales del análisis de
uno u otro intelectual se puede desvelar una in-
tencionalidad o afinidad con un marco ideológi-
co o teórico político como lo es el anarquismo.
A semejanza con las ideas del anarquismo,
Foucault (1987) exterioriza la preocupación
por el cuestionamiento de las formas sociales:
1) las arquitecturas o estructuras del poder y 2)
el control que ponen en crisis la libertad de los
seres humanos, instrumentalizándoles de forma
funcional al orden económico existente, pues la
visualización del ser humano como un “sujeto”
o su reducción a un simple objeto tanto de estu-
dio como de dominio o administración implican
como preocupación un acercamiento al ideario
del anarquismo.
El poder sobre el cuerpo y la disciplina lo-
grada mediante la continua vigilancia han de
construir un “sujeto” dependiente del discurso
dominante que legitima las estructuras de poder
y a quien articula en un sistema de dominación
que le niega su posibilidad de ser feliz por fuera
del mismo, restringiendo finalmente la libertad
de “ser”.
Con la finalidad de identificar la clave anar-
quista en el pensamiento de Foucault el presente
escrito tendrá tres momentos: 1) la explicación
de las principales ideas del pensamiento anar -
quista; 2) los principales aportes del filósofo
francés y 3) la clave anarquista en el pensamien-
to del filósofo francés.
1. El pensamiento anarquista
Los siglos XVIII y XIX dieron como resulta-
do un contexto interesante para la especulación
filosófica y el pensamiento político en medio de
las transiciones del modelo económico y políti -
co absolutista al de democracia liberal.
En el contexto europeo, el paso del modelo
de producción feudal al capitalista (en lo eco-
nómico), con sus consecuencias en la transición
del Estado absolutista al Estado de Derecho (en
lo político), materializa las garantías dentro del
ordenamiento jurídico en las noveles relaciones
de dominación económica, que a la postre serían
justificadas desde los desarrollos teóricos del
iusnaturalismo contractualista.
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El escenario descrito con antelación dejó un
campo de reflexión crítica utilizado para la cons-
trucción teórica del marxismo y el anarquismo.
Estas dos corrientes surgen como hijos melli -
zos de un mismo contexto, fueron fecundados
en tiempos de cambio y adquirieron identidad
propia con sus padres Marx y Proudhon, uno
aceptado y el otro, condenado a crecer bajo la
sombra de su hermano. Dichas corrientes filosó-
fico-políticas surgen paralelamente a los discur-
sos que desde lo ideológico irían a justificar el
Estado de Derecho y las relaciones económicas
que esa forma de Estado protege.
El pensamiento y la teoría política en un
primer momento se han preocupado por la re-
flexión con relación a la mejor forma de gobier-
no y la explicación de las formas de gobierno
existentes. Problemas como:
¿Qué es lo justo? o ¿qué es la justicia? son
preguntas que han gravitado en torno a la acción
política con su manifestación en el derecho y las
formas como se toman las decisiones sobre los
problemas de la vida pública con su manifesta-
ción en las formas de gobierno; lo anterior va
aparejado del discurso de legitimación de sus
estructuras y la delimitación entre la esfera pú-
blica y la esfera privada en las relaciones socio-
jurídicas.
Por lo anterior, en un segundo momento po-
dríamos afirmar que el pensamiento político y
la teoría política como discurso han justificado
las relaciones de dominación en diferentes con-
textos, por lo general, sobre una base de relacio-
nes de privilegio económico; es en este sentido
que el discurso anarquista trasciende al discurso
marxista, que no ahondó en el concepto mismo
de la propiedad privada como fundamento de
la exclusión económica, discusión que desde el
inicio marcó distancia en Proudhon (2005).
Ampliando el punto, los valores dominantes
en una sociedad han de justificar las relaciones
de dominación en un contexto histórico-geo -
gráfico específico en el afán de lograr la acepta-
ción de dichas estructuras. El anarquismo como
pensamiento político surge de forma paralela al
marxismo teniendo como principal exponente
o precursor a Pierre Joseph Proudhon (2005),
cuya principal obra fue ¿Qué es la propiedad?,
escrita en 1841, en la cual realiza una crítica al
iusnaturalismo contractualista como base de la
ideología liberal, dado que legitima el derecho
de propiedad como base del individualismo y la
desigualdad social reproduciendo las estructuras
de dominación económica. En palabras de Car-
los Díaz (1972):
Si tuviese que contestar a la siguiente pregun-
ta: ¿Qué es la esclavitud? y respondiera en po-
cas palabras “Es un asesinato”, mi pensamiento
se aceptaría desde luego. No necesitaría grandes
razonamientos para demostrar que el derecho de
quitar al hombre el pensamiento, la voluntad, la
personalidad, es un derecho de vida y muerte, y
que hacer esclavo a un hombre es asesinarlo.
¿Por qué razón, pues, no puedo contestar a la
pregunta “qué es la propiedad”, diciendo concre-
tamente que es un robo, sin tener la certeza de
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no ser comprendido, a pesar de que esta segunda
afirmación no es más que una simple transforma-
ción de la primera? (p.65).
Anarquía significa ausencia de poder, el
anarquismo trasciende las lógicas del Estado,
cuestionando su necesidad y problematiza su
utilización independientemente de la identidad
ideológica que adquiera, entendiéndole simple-
mente como un ente de dominación, que limita
las libertades de los individuos o genera una so-
ciedad marcada por las desigualdades; de esta
dicotomía surgen el anarquismo individualista y
el anarquismo solidario. A diferencia del mar-
xismo, en esta primera etapa aquel no considera
la lucha de clases y la revolución obrera como
un mecanismo de acceder a sus pretensiones po-
líticas, porque la existencia de un Estado y de
propiedad privada significa formas de domina-
ción basadas en el privilegio económico, inde-
pendientemente que el Estado esté en cabeza
del proletariado. Además, en dicho sentido la
dinámica de dominación se ha de desplazar a la
posibilidad de tener injerencia sobre la misma
estructura, situación que mantiene los esquemas
de dominación con diferentes agentes.
En una línea de tiempo después de los apor-
tes de Pierre Joseph Proudhon (2005), tenemos
los aportes de Mijaíl Bakunin, quien toma dis-
tancia del marxismo evidenciando la capacidad
de corrupción del poder materializado en el Es-
tado y en el gobierno entendido como autoridad,
fuerza y ostentación. En este orden de ideas la
lucha de clases y la dictadura del proletariado se
ha de constituir en un intercambio de un opre-
sor por otro; en la elaboración de su discurso,
el anarquismo apropia rasgos de otros filósofos
(Aguilar, 2001) con relación a la dialéctica his-
tórica de evolución de la humanidad, lógica que
posteriormente entrará en crisis con la escuela
de Frankfurt especialmente con las reflexiones
de Hannah Arendt (1993).
La oposición a cualquier forma de Estado
y del interés económico como mecanismos de
dominación y de generación de desigualdad so-
cial serán los pilares del pensamiento anarquista
en esta primera fase de su construcción teórica,
que adquirirá posteriormente nuevos escenarios
de problematización de las dinámicas sociales y
del poder.
El pensamiento libertario o anarquista en
Kropotkin (fundador del anarco-comunismo)
incluye al campesinado en la lucha libertaria,
a diferencia del marxismo que le veía con me-
nosprecio, y postula el equivalente moderno a la
justicia redistributiva planteando el principio de
asignarle a cada quien lo que necesita. Kropo-
tkin visualiza el anarquismo como una postura
ética y cosmogónica, viendo en las instituciones
religiosas otra forma de dominación; así podría-
mos resumir su pensamiento en ni Dios, ni Es-
tado.
Otros aportes a la construcción conceptual del
anarquismo fueron hechos por varios filósofos
y educadores, quienes plasmaron los preceptos
conceptuales del “anarquismo individualista”
como la contracara del anarquismo “igualitario
o solidario”, dos visiones que se oponen a la
opresión o dominación del poder institucionali -
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zado, del poder del Estado. El anarquismo como
corriente filosófica e ideológica ha tomado mu-
chas formas: desde el anarquismo sindical hasta
el feminismo anarquista, entre otras corrientes
que han aproximado sus luchas a las ideas liber-
tarias; al final la lucha en contra de la opresión y
la dominación se ha de irradiar en todos los es-
cenarios en los cuales estén presentes. También
las formas de materialización de la ideología en
comento han de adquirir diferentes dimensiones
desde la especulación filosófica hasta la violen-
cia.
En este orden de ideas, Foucault (1987)como
crítico social tiene un primer acercamiento con
el anarquismo en el concepto de poder pastoral
entendiéndose este en la utilización de la fe como
mecanismo de dominación o de reproducción de
las formas productivas; también encontramos un
acercamiento con el anarquismo en el concepto
de la vigilancia como mecanismo de ejercicio de
poder; de igual forma, en sus estudios sobre la
sexualidad y en la subjetivación del ser humano
con su reducción a objeto de estudio, en todos
esos escenarios se encontrarán aristas anarquis-
tas en el filósofo francés.
Michael Foucault (1987) no se declaró anar-
quista abiertamente tal vez por las implicacio -
nes que dicha declaración le habría traído con
relación a su posición social y prestigio, dado
que según se manifestó con anterioridad, dicho
pensamiento se ha visualizado frente a la comu-
nidad académica como poco sólido, por decir lo
menos.
2. El pensamiento de Michel Foucault
Michael Foucault (2000), de origen francés,
psicólogo y filósofo, fue uno de los pensadores
más importantes del siglo XX, y sus aportes a
la comprensión de fenómenos sociopolíticos si-
guen siendo de utilidad en la interpretación de
las dinámicas del poder y sus formas de ejerci-
cio sobre el sujeto.
Michel Foucault es ahora reconocido como una
figura clave en la escena intelectual de Occidente
contemporáneo. A lo largo de su obra reflexionó
acerca de la actualidad política que vivió, desde
su nacimiento en Francia en 1926 hasta su muer-
te en 1984. Se dedica a la crítica filosófica de la
presente, preguntando: ¿Qué está pasando hoy?
¿Qué está pasando ahora? ¿Y qué es este «ahora»,
que todos habitamos (1986b: 88)? Como reflejo
de la actualidad en nuestro presente, Foucault
quizá habría seguido dos líneas de discusión. En
primer lugar, a pesar de todos los cambios dramá-
ticos, muy poco ha cambiado. Todavía estamos
atados a las identidades en torno al cual los con-
flictos étnicos, nacionales y raciales se pelearon.
Las mismas formas de poder que nos unen a estas
identidades, a través de un proceso de Foucault
se refiere como assujettissement o subjetivación,
siguen funcionando. En segundo lugar, al igual
que estamos obligados por los mismos tipos de
identidad, también estamos obligados en nuestro
pensamiento político para filosofías desarrolladas
antes de la Primera Guerra Mundial, a pesar de su
falta de prevención de los excesos de la política
que persigue en torno a cuestiones de identidad
(Simons, 1995, p.1).
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Michel Foucault nació el 15 de octubre de
1926 en Poitiers (Francia) y murió de sida el
25 de junio de 1984 a la edad de 57 años. De
formación psicólogo y filósofo, las principales
influencias de su pensamiento fueron filósofos
alemanes, con ideologías materialistas, existen-
cialistas, entre otras. Docente catedrático duran-
te más de 14 años del Collège de France y de
algunas universidades estadounidenses en asig-
naturas relacionadas con la historia de los sis-
temas de pensamiento, este autor influyó en las
reflexiones de su época desde una visión crítica
de la historia, la psiquiatría, la medicina y la so-
ciología, siendo el sujeto y el poder su principal
objeto de estudio. Sus principales obras fueron:
De las palabras y de las cosas, La historia de la
locura, La historia de la sexualidad, Vigilar y
castigar, entre otras. Sobre las particularidades
del pensamiento del filósofo francés refiere Si-
mons (1995):
El trabajo anterior de Foucault analiza los lími-
tes de los discursos de las Ciencias Humanas en
las que se desarrollaron diversas definiciones de
la subjetividad humana. Su atención se desplaza
al eje poder porque Foucault encontró que las
condiciones de posibilidad para los verdaderos
discursos sobre sujetos humanos incluyen las re-
laciones complejas entre el conocimiento sobre
las personas y los sistemas de gobierno. Ciencias
Humanas y gobierno moderno constituyen mu-
tuamente en nexos de poder/saber, que Foucault
etiqueta [variamente] como la disciplina, la nor-
malización, la bio-política, el gobierno, la policía
y el pastoreo. Tiene mucho trabajo invertido en el
análisis del poder Foucault, y luego afirma que
él no está interesado en el poder como tal, sino
en los diferentes modos en que las relaciones de
poder convierte al ser humano en sujetos (1982a:
208). En este punto, Foucault discierne maneras
en que las personas participan en su propia sub-
jetivación mediante el ejercicio de poder sobre
sí mismos, atarse a las definiciones científicas o
morales de quienes son. Él se refiere a esta rela-
ción con el yo como ética. La crítica fundamental
de Foucault de la era moderna es que los tres ejes
de subjetivación están tan estrechamente entrela-
zados que las únicas subjetividades, o modos de
ser un sujeto, a nuestra disposición son opresi-
vas. En estas condiciones, también debemos re-
chazar las filosofías humanistas de la asignatura.
La negativa de lo que somos, por lo tanto, implica
resistir las verdades que las Ciencias Humanas
pronuncian, las formas modernas de gobierno
que nos subjetivan, e incluso nuestras opiniones
aparentemente autónomas (p.2).
La preocupación de Foucault (1987) se cen-
tra en que el ser humano es fraccionado, clasi-
ficado y diseccionado como objeto de estudio,
desde la economía, la política, la medicina y la
psiquiatría, reduciéndole en la materialidad o en
la praxis de dichas ciencias a un instrumento, a
un objeto a ser administrado; de esta forma tras-
lada su atención del individuo al fenómeno del
“poder” y a la vigilancia como mecanismo de
ejercicio de poder.
Foucault (1975), en la obra Vigilar y casti-
gar, identifica en las estructuras arquitectónicas
instrumentos de dominación útiles al sistema
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económico y a las formas de ejercicio del po-
der sobre el cuerpo, entre las cuales se destaca a
forma de ejemplo paradigmático “el panóptico”,
estructura en la cual confluyen la arquitectura
y las tecnologías de administración del poder
dado que su diseño hace de la vigilancia sobre
el cuerpo una forma de control de la conducta de
los individuos, que se encuentran “confinados”
en dicha estructura.
El panóptico de Bentham es la figura arquitectó-
nica de esta composición. Conocido es su princi-
pio: en la periferia, una construcción en forma de
anillo; en el centro, una torre, esta, con anchas
ventanas que se abren en la cara interior del ani-
llo. La construcción periférica está dividida en
celdas, cada una de las cuales atraviesa toda la
anchura de la construcción. Tiene dos ventanas,
una que da al interior, correspondiente a las ven-
tanas de la torre, y la otra, que da al exterior,
permite que la luz atraviese la celda de una parte
a otra. Basta entonces situar un vigilante en la to-
rre central y encerrar en cada celda a un loco, un
enfermo, un condenado, un obrero o un escolar.
Por el efecto de la contraluz, se pueden percibir
desde la torre, recortándose perfectamente sobre
la luz, las pequeñas siluetas cautivas en las cel -
das de la periferia. Tantos pequeños teatros como
celdas, en los que cada actor está solo, perfecta-
mente individualizado y constantemente visible.
El dispositivo panóptico dispone unas unidades
espaciales que permiten ver sin cesar y reconocer
al punto. En suma, se invierte (204) el principio
del calabozo; o más bien de sus tres funciones
–encerrar, privar de luz y ocultar–; no se con-
serva más que la primera y se suprimen las otras
dos. La plena luz y la mirada de un vigilante cap-
tan mejor que la sombra, que en último término
protegía. La visibilidad es una trampa (Foucault,
1975, p.185).
Con el análisis de la vigilancia en cuanto me-
canismo de ejercicio de poder, el filósofo francés
hace una descripción de los sistemas de control a
través de la vigilancia y las estructuras arquitec-
tónicas, semejando una reproducción e irradia -
ción de la cárcel y el panóptico en las estructuras
sociales, en el colegio, en la empresa, en el hos-
pital entre otros; considerado como mecanismo
de administración de los cuerpos, a largo plazo
este va generando las disciplinas necesarias para
la activación del sistema productivo y las estruc-
turas de poder que le soportan. De forma similar,
Foucault (2000) en La verdad y las formas jurí-
dicas evidencia que el discurso entendido como
construcción humana es otra forma de ejercicio
de poder, o por lo menos determinada forma de
legitimación del poder, puntos que ampliaremos
a renglón seguido.
3. La clave anarquista
Entrado en materia y a forma de conclusión,
la clave anarquista en el pensamiento del filó-
sofo francés Foucault (1987) empieza con el
primer problema afrontado por él: “la libertad”,
que se encuentra ligado inescindiblemente con
el pensamiento libertario que ha de configurar
las tesis anarquistas con sus diferentes matices a
lo largo de su construcción conceptual.
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En su primera etapa, el pensamiento del fi-
lósofo francés centra su atención en la libertad
para concluir su inexistencia en un contexto en
el cual el individuo se encuentra instrumentali -
zado para ser funcional al aparato productivo;
de aquel primer hallazgo Foucault desplaza su
atención a las arquitecturas o mecanismos de
ejercicio del poder con la vigilancia y la disci-
plina como su táctica y estrategia.
De igual forma, en La verdad y las formas
jurídicas (Foucault, 2000), libro que es una re-
copilación de sus conferencias en diferentes
escenarios, este autor examina cómo el cono-
cimiento es una construcción social ligada al
discurso dominante en la legitimación de las es-
tructuras de poder, la cual se transforma en una
prisión inmaterial a los individuos que nacen en
un determinado contexto. Dichas reflexiones
del filósofo francés son una provocación a la re-
flexión sobre las arquitecturas de la dominación
desde el discurso que justificara privilegios e in-
tereses económicos. En una tercera etapa, abor-
da un problema ético del cuidado de sí desarro-
llado en la Hermenéutica del sujeto, que puede
entenderse como un principio de solidaridad en
la medida que no constituye una apropiación del
esfuerzo ajeno.
Ampliando el punto, la clave anarquista en
el pensamiento de Foucault (2000) se encuentra
en la inconformidad intrínseca a sus reflexiones,
en sus arqueologías del poder y de las formas
sociales que desvelan desde el análisis histórico
la intencionalidad de las estructuras de poder,
las formas de opresión y los actores en los en-
tramados del poder. Sus cuestionamientos ponen
en crisis el sistema de valores que legitima los
privilegios de las clases dominantes mediante el
discurso y el ejercicio del poder desvelando sus
inconsistencias, o por lo menos la distancia en-
tre el contenido del discurso y su intención.
La libertad como problema filosófico ha
ocupado las agendas de diferentes escuelas del
pensamiento en el análisis de la relación liber-
tad-poder, dicotomía que ha imbricado el pen-
samiento político a lo largo de la historia para
algunos como necesidad de limitación de los al-
cances de la conducta humana y para otros como
necesidad de emancipación frente a la tiranía.
Sin embargo, “la libertad” es la clave, el pilar
o la línea vertebral del anarquismo o del pen-
samiento libertario ergo, principal problema del
pensamiento de Foucault (1987), y hace parte de
los pensadores libertarios o anarquistas.
En conclusión, independientemente de que
Foucault (2000) no se ha visualizado como par-
te del grupo de pensadores anarquistas, los ejes
centrales de su pensamiento a nuestro parecer le
posicionan en dicha corriente de pensamiento,
siendo provocador de reflexiones libertarias que
permiten dar una nueva dinámica al pensamien-
to anarquista “en clave de Michel Foucault”,
aunque para algunos parezca un simple juego de
palabras.
REFERENCIAS
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