No apoyamos la tesis de los cambios a través del estado, pues su utilización como aparato de poder sólo reproduce los modos y las condiciones de la sociedad patriarcal de la propiedad, el individualismo, la competencia y la transformación de la eco-logía en eco-nomía, la mercantilización del mundo natural, incluyendo a los seres humanos. Por ese motivo ya no interesan las formas o “vías” de alcanzar o tomar el poder, sino como avanzar hacia el cambio civilizatorio que implique mostrar cómo sería ello y no sólo hablar o prometer un mundo mejor.
DEL GOBIERNO DE LA PEQUEÑA BURGUESÍA ILUSTRADA A LAS FORMAS DE VIDA COMUNITARIA
Jaime Yovanovic (Profesor J)
No apoyamos la tesis de los cambios a través del estado, pues su utilización como aparato de poder sólo reproduce los modos y las condiciones de la sociedad patriarcal de la propiedad, el individualismo, la competencia y la transformación de la eco-logía en eco-nomía, la mercantilización del mundo natural, incluyendo a los seres humanos. Por ese motivo ya no interesan las formas o “vías” de alcanzar o tomar el poder, sino como avanzar hacia el cambio civilizatorio que implique mostrar cómo sería ello y no sólo hablar o prometer un mundo mejor.
Lo primero a considerar es que se trata de respetar la diversidad, no los diversos modos de organización y lucha que normalmente ocultan sus objetivos que ya sabemos que es la toma del poder que requiere articular fuerzas organizadas en todas partes para “dirigirla” hacia esa meta. Ello significa que los esfuerzos serán más productivos si en vez de reclutar y organizar “tropas” o los “órganos de poder popular” que serán arrojados contra el gobierno de los jóvenes ilustrados para “exigirles” cumplimiento y demostrar que son los malos contra los buenos que protestan e intentan convencernos de que ellos en el poder lo harán mejor, con lo que volvemos a lo mismo y al final aparecen los de la izquierda revolucionaria ilegal disputando los votos y la gente de la pequeña burguesía que ganó las elecciones, cuando todos hemos visto que en realidad se trata de continuar con la administración concertacionista (el partido del orden) del aparato estatal, con lo que tendremos los mismos problemas que provocaron el estallido social.
Habrán y hay múltiples formas de abordar los diferentes problemas que aquejan a la población en cada barrio, comuna, ciudad y campo y la idea ya no es juntarlos a todos, sino reconocer, valorizar y aprender de cada experiencia sean marxistas, anarquistas, feministas, ecologistas y tantos otros en el proceso de profundización de su actuar no sólo en tanto resultados, sino básicamente en sus formas de establecer nuevas relaciones para compartir lo que es común en cada lugar o localidad, cosa que podamos aproximarnos entre nosotros en este barrio y en el otro.
En esa tarea tendremos que aprender como hacer las cosas sin apoyarse en el dinero, pues ahí aparece el estado, el comercio y los municipios ofreciendo recursos y así atrapan a los incautos e interesados reproduciendo el valor mercantil y el sometimiento a las reglas del mercado, y como los funcionarios serán “de izquierda”, el hecho pasará piola y sin querer queriendo repetimos los mismos comportamientos, aunque eso nos permite descubrir que la finalidad de los gobernantes de las capas medias ilustradas es la defensa del capitalismo, de las empresas y del status que han alcanzado gracias a “sus estudios”, lo que en el fondo los retrata en algunos aspectos como peores que los fachos que critican, que son igual de comerciantes con la única diferencia que el estado-macho violador en este caso usa vaselina y condón, lo que no hace el pro-militar.
Así el estado gobernado por “la izquierda” deja de ser enemigo portador de látigo y armas pasando ahora a portar en una mano un pomo de vaselina y en la otra una caja de preservativos.
Esa clase media tiene un gran sector permeado de una sensibilidad ética, ecológica y feminista que podrá madurar y acercarse a las formas de vida comunitaria y al distanciamiento de las relaciones mercantiles sólo si las ve con sus propios ojos y no sólo en un texto, un discurso o una barricada, sino en las formas de vida y relaciones internas de los barrios periféricos donde llega en una ONG, fundación, escuela o centro de salud a “servir” o ayudar y en realidad no ve mucha cosa que le ayude a madurar.
Proponemos contribuir de dos maneras al desarrollo de las formas de vida comunitaria que procuran múltiples experiencias en los barrios populares: La primera es la realización de talleres gratuitos de uno o dos meses en los barrios que nos avisen en el correo unlibre@gmail.com y la segunda mediante la distribución de textos de autores, experiencias y opiniones, para lo cual invitamos a leer “Volver a la “comunidad” con Karl Marx. Una revisión crítica de la dicotomía comunidad-sociedad” que puede ver en https://www.facebook.com/notes/marx-sin-marxismos/volver-a-la-comunidad-con-karl-marx-una-revisi%C3%B3n-cr%C3%ADtica-de-la-dicotom%C3%ADa-comunid/2660950660824497/
Traemos aquí algunos fragmentos del texto, para tener una idea:
“Al operar [el trabajador] por medio del movimiento sobre la naturaleza exterior a él y transformarla, transforma a la vez su propia naturaleza” (Marx, 2011[1867]: 215-216). Esa naturaleza o esencia humana no es otra cosa que “el conjunto de las relaciones sociales”, como sostiene en la sexta de las “Tesis sobre Feuerbach” (Marx, 1845); luego la esencia humana no es “algo abstracto inherente a cada individuo” y, por lo tanto, tampoco algo fijo, inalterable y a-histórico, sino el modo real y concreto que adquieren las relaciones sociales en cada etapa histórica9. En otro lugar el filósofo sostiene: “Por cuanto el verdadero ser comunitario es la esencia humana, los hombres, al poner en acción su esencia, crean, producen la comunidad humana, la entidad social, que no es un poder abstracto-universal, enfrentado al individuo singular, sino la esencia de cada individuo, su propia actividad, su propia vida, su propio goce, su propia riqueza” (Marx, 1974[1844]: 137).Por consiguiente, la propia realización de la existencia humana produce inmediatamente una determinada forma de ser de la comunidad.
La conciencia adquiere centralidad en la explicación de lo social o lo genérico: indudablemente somos seres sociales, pero mientras no tomemos conciencia de ello y actuemos en consecuencia, nuestra vida no responde plenamente a aquella condición. El conocimiento sobre las leyes que rigen la organización social es lo que hace posible que los seres humanos tengan un margen de acción sobre sus condiciones de vida. Mientras lo social aparezca ante nuestros ojos como algo completamente ajeno a nosotros, exterior, extraño, estaremos sometidos a nuestras propias fuerzas considerándolas independientes y sintiéndonos incapaces de modularlas. La emancipación implica, entonces, la capacidad de disponer de nosotros mismos para repensar y refundar nuestras relaciones. De lo contrario estamos bajo el influjo de la enajenación en sus más diversas formas.
En la medida en que prolifera el intercambio de mercancías (esto es, que se expande el predominio del valor de cambio) se reduce el espacio reservado a la producción de bienes destinados al propio usufructo (más que consumo), es decir, de valores de uso13. Por eso podemos afirmar que el capitalismo –en cuanto sistema peculiar de relaciones sociales– destruye las relaciones comunitarias; y, asimismo, considerar el conjunto de relaciones sociales resultante (la “sociedad” capitalista) como opuesta a la configuración de lo social que impera en el seno de las comunidades.
El carácter mítico, inventado, no real, de la sociedad capitalista reside, pues, en el hecho de que la unidad entre los individuos no descansa en su relación directa, en el intercambio de bienes y la satisfacción de necesidades recíprocas, sino en la interacción diferida y mediada a través del dinero en el mercado. Los seres humanos no se relacionan entre sí, primordialmente, como personas o individuos y por las cualidades que les son propias, sino en cuanto vendedores y compradores de cosas ajenas.Así pues, la “sociedad” capitalista (con el predominio del valor de cambio y del dinero, que es su expresión más desarrollada) se funda y produce un tipo de relaciones en el que los individuos, mutuamente indiferentes entre sí, están recíprocamente ligados a través de sus productos (mercancías).
Dice Marx: “Los individuos están subordinados a la producción social, que pesa sobre ellos como una fatalidad; pero la producción social no está subordinada a los individuos y controlada por ellos como un patrimonio común” (ibídem: 86).Podemos concluir pues, con Marx, que la sociedad que debería ser entendida como la comunidad humana (y en este sentido, ambos términos son equivalentes) está transfigurada en un engendro comercial; la comunidad aparece bajo la forma de la sociedad comercial. La inversión y la ocultación características de la conciencia necesariamente mixtificada que emerge bajo el capitalismo, sólo pueden presentar la sociedad bajo su forma enajenada. Así, la sociedad como “sociedad” burguesa es vista como la única posible, la única verdaderamente humana, la única adecuada a la “naturaleza” humana.
Silvia Federici sostiene que contrariamente a la imagen corriente de la Edad Media como una época oscura, estática, caracterizada por la ignorancia y dominada por una bruma espesa que mantenía a cada uno en su lugar, su reconstrucción de ese período arroja un cuadro muy distinto: el de unas sociedades envueltas en una “lucha de clases implacable” (Federici, 2010[2004]: 42). La aldea feudal resistió enérgicamente su destrucción y se opuso encarecidamente a la imposición de las nuevas regulaciones introducidas por el capitalismo, “lo que indica que el mundo precapitalista de la aldea, que Marx desvalorizó llamándola «idiotez rural»18, pudo producir un nivel de luchas tan elevado como cualquiera que haya librado el proletariado industrial” (ibídem: 124). De hecho, de acuerdo con la autora, 17 Término que se ha traducido como “tierras comunales” o “lo común”, según el caso.18 La autora se refiere a la siguiente expresión del Manifiesto del Partido Comunista que constata la visión progresista que compartían Marx y Engels: “La burguesía ha sometido el campo al dominio de la ciudad. Ha creado urbes inmensas; ha aumentado enormemente la población de las ciudades en comparación con la del campo, substrayendo una gran parte de la población al idiotismo de la vida rural. Del mismo modo que ha subordinado el campo a la ciudad, ha subordinado los países bárbaros o semibárbaros a los países civilizados, los pueblos campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al Occidente” (Marx y Engels, 2005[1848]: 107). Cabe señalar sin embargo, que la consideración marxiana del mundo campesino no era tan unilateral y despectiva como, a simple vista haría suponer esta afirmación. En otro trabajo sostiene: “La contraposición entre la ciudad y el campo sólo puede darse dentro de la propiedad privada. Es la expresión más palmaria de la absorción del individuo por la división del trabajo, por una determinada actividad que le es impuesta, absorción que convierte a unos en limitados animales urbanos y a otros en limitados animales rústicos, reproduciendo diariamente este antagonismo de intereses. El trabajo vuelve a ser aquí lo fundamental, el poder sobrelos individuos, y mientras exista este poder, tiene que existir necesariamente la propiedad privada. La abolición de la antítesis entre la ciudad y el campo es una de las primeras condiciones para la comunidad” (Marx y Engels, 1958[1846]: 56).