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La democracia desde la práctica zapatista

Odín Ávila Rojas :: 17.01.22

Repensar la democracia desde una realidad histórica diferente a la genealogía griega ateniense y el modelo liberal de las sociedades latinoamericanas contemporáneas es uno de los retos que, sin proponérselo, han puesto a discusión los zapatistas o neozapatistas en los espacios públicos, sociales, políticos e incluso académicos. Pero, aún más importante es mirar hacia la reconstrucción democrática hecha por ellos mismos, producto de su propia práctica cotidiana y determinada por su sentido comunitario frente al sistema capitalista actual

La democracia desde la práctica zapatista1

Por Odín Ávila Rojas2

En homenaje a Paulina Fernández Christlieb†

Poesía perdóname por haberte ayudado a comprender que no estás hecha sólo de palabras.
-Roque Dalton, Historias y poemas de una lucha de clases-

Repensar la democracia desde una realidad histórica diferente a la genealogía griega ateniense y el modelo liberal de las sociedades latinoamericanas contemporáneas es uno de los retos que, sin proponérselo, han puesto a discusión los zapatistas o neozapatistas en los espacios públicos, sociales, políticos e incluso académicos. Pero, aún más importante es mirar hacia la reconstrucción 

1
 El presente artículo es una versión actualizada de un texto de mi autoría titulado: “La experiencia zapatista: análisis sobre sus prácticas democráticas” (2018), publicado en la Revista de Ciencias Sociales, ds-fcs, vol. 31, núm. 42, pp. 195-211. También es resultado de una reflexión posterior al libro que escribí este año 2020. editado por Quinto Sol, titulado  El indígena desde el zapatismo: un caso de centralidad política del indio. 
2 Mexicano. Doctor en Ciencias Sociales (uam-Xochimilco). Maestría en Estudios Latinoamericanos (unam) y licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública (unam). Profesor de pregrado, posgrado e investigador en Ciencias Políticas de Tiempo Completo en la Universidad del Cauca. Integrante del Grupo de Investigación giaprip de cipol-Unicauca. Investigador junior por Colciencias. Investigador (sni-Conacyt). Autor de los libros: El indígena desde el zapatismo: un caso de centralidad política del indio (2020), editado por Quinto Sol en México, y El indianismo vs Vivir Bien. La disputa vigente del indio en Bolivia (2020), publicado por la Universidad del Cauca en Colombia. Última publicación: Anticolonialismo: pensadores negros e indios en América Latina (2021). 
Correos electrónicos: odinavila@unicauca.edu.co; avilaodin@gmail.com.

democrática hecha por ellos mismos, producto de su propia práctica cotidiana y determinada por su sentido comunitario frente al 
sistema capitalista actual (Harvey, 2020). 
Si se toma como referencia el levantamiento de 1994 para ubicar el nacimiento de la propuesta democrática zapatista, entonces 
puede decirse que, desde ese año a la fecha, han surgido en América Latina y el resto del planeta Tierra una importante cantidad de 
trabajos, escritos e investigaciones sobre el concepto y el proyecto 
político de la democracia de los rebeldes del sureste chiapaneco 
(Ávila, 2020). Pocos son los estudios sobre el zapatismo que tienen como preocupación central explicar las prácticas y dinámicas 
que hacen funcionar la experiencia de su ejercicio democrático en 
términos de reflexión de una teoría política. 
Por lo tanto, en este trabajo, la dinámica comunitaria zapatista 
puede comprenderse como aquellos flujos en los que circula la 
politización de los sujetos en términos colectivos, es decir, donde 
intercambian voluntades, pensares y acciones para encontrarse o 
desencontrarse en la discusión con el fin de establecer determinados acuerdos sobre la dirección del entramado comunitario (vv.
aa. del Equipo Enlace, 2004: 65).3
Precisamente, la idea de este texto es tratar de aproximarse a 
explicar y analizar la dinámica comunitaria zapatista con base en 
las siguientes preguntas: ¿cómo se desarrolla su dinámica democrática?, ¿qué tipos de prácticas sustentan y hacen posible la forma 
de hacer política de los zapatistas?, ¿cuáles son los pisos organizativos de las autoridades rebeldes? y, por último, ¿cuál es el alcance práctico y el horizonte del mandar-obedeciendo en la actualidad? Las preguntas anteriores se sintetizan en este texto en tres 
ejes: 1) autonomía y organización de las autoridades; 2) prácticas 
y mecanismos de representación; 3) el aprendizaje político rebelde 
3 Para un mayor detalle véase vv.aa. de Equipo enlace; Para comprender las autonomías: 
una aproximación desde tres experiencias indígenas en Chiapas, México, Enlace, comunicación y capacitación A. C., 2004. La importancia de la obra citada reside en que nutre el 
concepto desde las experiencias de tres casos en proceso, que plantean la dinámica comunitaria en torno a la idea autonómica del autogobierno, la autogestión y la identidad 
cultural; por lo tanto, su enfoque ayuda a un acercamiento a lo comunitario en el sureste 
mexicano, teniendo presente lo estatal como límite subalterno. 
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y la “Escuelita Zapatista” y, posteriormente, 4) conclusiones: los 
retos de la materialización de la democracia zapatista. 
1. Autonomía y organización de las autoridades 
La autonomía y la organización de las autoridades en las comunidades zapatistas se fundamenta en la soberanía territorial y en 
la idea de autogobierno; por ello, la organización política y administrativa del gobierno autónomo zapatista se compone por tres 
conjuntos de autoridades que ejercen sus funciones en sus respectivos niveles de gobierno —comunidad, municipio y zona—, 
sin que esto quiera decir que haya límites o fronteras territoriales 
absolutos entre uno y otro ámbito”,4
 según identifica Paulina Fernández Christlieb (2010) en su trabajo al interior de las comunidades. Confirma este dato el teniente insurgente Moisés (2006) en 
la “Digna Rabia”,5
 al explicar que estos niveles gubernamentales 
también son colectivos democráticos: “las Bases de Apoyo Zapatista o Pueblo; los Municipios Autónomos Rebeldes o marez, y 
Las Juntas de Buen Gobierno”. A esto debe agregarse otro piso político y social: los Caracoles. 
De esta manera, son cuatro en total las entidades que hacen 
funcionar la relación entre quienes mandan obedeciendo y el 
resto, que obedece mandando. Cuando Marcos (subcomandante 
4
 Cfr. Marco Estrada Saavedra, La comunidad armada rebelde y el ezln, México, El Colegio 
de México, 2007. Según la versión de Marcos Saavedra, una de las tesis principales sobre la 
lucha de los zapatistas consiste en verlos como un factor que ha contribuido al desgarramiento social en las comunidades, en especial, las pertenecientes a la zona de Las Cañadas, 
cuya población es mayoritariamente tojolabal. 
5 El Festival Mundial de la Digna Rabia fue un evento que reunió a una parte importante de 
las resistencias definidas como anticapitalistas dispersas en varias regiones del planeta Tierra, con el objetivo de establecer un diálogo recíproco entre ellas. Su convocatoria estuvo a 
cargo del ccri-ci del ezln el día 15 de septiembre de 2008. El tema del primer festival es 
“Otro Mundo, Otro Camino: Abajo y a la Izquierda”. Se celebró en tres sedes. Del 26 al 29 
de diciembre en el Lienzo Charro de Los Reyes Iztapalapa, Ciudad de México. El 31, en el 
“Corazón Céntrico de los Zapatistas delante del Mundo”, Chiapas y del 2 al 5 de enero de 
2009, en el Cideci, en San Cristóbal de las Casas. Entre las características del festival se incluyeron: debates sobre los procesos políticos, económicos y sociales, tanto a nivel nacional 
como internacional, análisis, conferencias, agenda cultural, área de exhibición de artículos 
de interés, guardería, zona de alimentos y, en general, intercambio de experiencias sobre las 
diversas maneras de construir la autonomía. 
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insurgente) pregunta a Moisés (teniente coronel) cómo está organizado el Ejército Zapatista, éste le responde lo siguiente: 
Primero están pues nuestros compañeros y compañeras de los pueblos, que son las bases de apoyo. Y de ahí es, ahí democráticamente, 
pues, eligen un responsable local, que es quien controla, pues, las 
comunidades. O sea cada pueblo tiene sus responsables locales, tanto hombres y mujeres. De ahí… esos compas que fueron elegidos 
sus responsables locales cada pueblo buscan otro responsable que le 
llamamos regional, o sea quien controla ya ahora sí varios pueblos. 
De ahí… sale así los compañeros que son los comandantes y comandantas que son los que controlan varias regiones. Pero su trabajo pues los compañeros comités, los comandantes y comandantas, 
prácticamente es la que controlan toda la zona, las cinco zonas que 
hay, que es Garrucha, Realidad, Morelia, Oventic, Roberto Barrios; 
entonces, así como está eso, son ellos los que controlan todo, cada 
zona, cada quien con sus comités, los comandantes y comandantas. Además de ahí eso, los compañeros comités, comandantes y 
comandantas, lo que hacen entonces es que tienen que ver ya un 
suplente de ellos, para que entonces, como en este caso que estamos 
hablando de nuestros compañeros caídos, ya hay quien sustituye. 
Antes de eso entonces hay un candidato, que son los que empiezan y 
eso a ver si pasan, pues, a ser suplentes…” (Marcos, subcomandante 
I., y Moisés, teniente coronel, 2011: 4). 
Las autoridades correspondientes a las bases de apoyo se conforman por cientos de colectivos, los cuales, a su vez, están integrados por las familias trabajadoras y productoras de los recursos 
de subsistencia que, al mismo tiempo, son la manutención material de la resistencia zapatista. Esto no significa que los representantes en el resto de los niveles organizativos de la política no participen en el proceso; al contrario, realizan labor en la milpa, en la 
recolección de cosecha, en la elaboración de tejidos y, en general, 
brindan ayuda constante la comunidad, método por el cual son 
elegidos por la colectividad para acceder a cargos representativos. 
Las bases de apoyo del ezln se organizan en poblados, comunidades o parajes, y digamos quien está a cargo de ellos, quien se 
responsabiliza de ellos es un responsable local… lo hacen así por la 
conciencia, por la necesidad, porque solamente así puede hacer el 
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trabajo, o un plan pues de trabajo, o el trabajo pues de la lucha. No 
hay ningún pago de eso pues (Marcos, subcomandante I., y Moisés, 
teniente coronel, 2011: 4). 
Al fin de cuentas, los cientos de colectivos son los que activan 
la dinámica para exigir la obediencia de los otros niveles de autoridades zapatistas, porque son planificadores y evaluadores de los 
proyectos a desarrollar en las regiones. Pueden verse como un tipo 
de regulador de la politización desde lo social a través de prácticas 
cotidianas. Cada autoridad es pueblo, al igual que debe reproducir 
esos saberes indígenas y prácticas que permiten la conservación 
comunitaria con respecto a la naturaleza. 
Cuando una sociedad elige una tecnología, no sólo decide un conjunto de procedimientos y artefactos, responde también una serie 
de preguntas importantes respecto a su proyecto existencial: ¿qué 
problemas les parecen más urgentes que deben ser atendidos?, ¿a 
qué parte de la colectividad desea favorecer?, ¿cómo será el orden 
social?, ¿qué tipo de relación se establecerá con el medio ambiente?, ¿qué tipo de consenso se producirá?, ¿cuáles son sus valores y 
principios importantes?, y desde luego, ¿puede haber la capacidad 
de construir un proyecto político que sea común para todos los 
integrantes que viven en esa sociedad especifica?…
Estas preguntas ilustran cómo el entramado comunitario, al 
elegir su propio gobierno, también discute el horizonte, el proyecto y la materialización de la forma política-social que va a configurar su organización de vida; por lo tanto, las bases zapatistas 
son las rectoras del proceso que va a orientar lo político. He ahí su 
trascendencia democrática. 
La voz de los pueblos, además de representarse en lo local, 
también lo hace en lo regional, es decir, en los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (marez), los cuales surgen con la 
necesidad de llevar a cabo los Acuerdos de San Andrés después de 
la respuesta negativa del gobierno federal. Pueden señalarse tres 
líneas discursivas que sostienen la legitimidad de los marez en 
la movilización zapatista, con respecto a su enlace con la historia 
nacional:
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Primero se identifican los municipios rebeldes con los municipios 
libres por los que combatieron Emiliano Zapata y Ricardo Flores 
Magón, así como con la construcción de México como nación independiente; segundo, reivindican el derecho del pueblo mexicano 
a crear sus propias formas de gobierno, tal como está establecido 
en el artículo 39 de la Constitución: Nuestros Municipios Autónomos son legales, están amparados en el artículo 39 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que es la máxima 
ley de los mexicanos y dice que el pueblo tiene en todo momento derecho a decidir su forma de gobierno; y tercero, se inscriben 
en la constitución de los municipios autónomos en la lucha por la 
democracia y por nuevas formas de relación entre gobernantes y 
gobernados, exponiendo la dicotomía que existe entre las autoridades indígenas y las formas antidemocráticas del mal gobierno 
(López Monjardin y Rebolledo, 1999: 120-121).
Los marez se han encargado de ser una instancia política y 
administrativa que responde a la necesidad de organizar autoridades en las regiones, cuya autonomía depende de una importante 
población indígena y por supuesto identificada con la resistencia 
zapatista. Aracely Burguete agrega: “se observa en los municipios 
autónomos… una diversidad de denominaciones y se nombran 
bajo distintas figuras: municipios rebeldes, municipios autónomos en rebeldía, consejos municipales autónomos, ayuntamientos 
autónomos, pueblos autónomos, etcétera” (Burguete, 2002: 292). 
Cabe señalar que:
la importancia de llamarse municipios —indígenas, rebeldes o 
autónomos— radica en el puente que se construye a través de los 
nombres, las historias y los proyectos entre las bases de apoyo zapatistas y el resto de los mexicanos: los mestizos, los campesinos y 
los citadinos, los que también reivindican el municipio libre. Si se 
hubiera legislado y se hubieran modificado las políticas públicas 
según lo acordado en San Andrés, los municipios autónomos zapatistas podrían haber iniciado una ruta hacia la institucionalización. 
Sin embargo, lo que les dio visibilidad y presencia pública en 1998 
fue la traición del gobierno a la palabra empeñada y la intensificación de la guerra: la masacre de Acteal y su secuela de millares 
de refugiados en el municipio de Chenalhó; el estrechamiento del 
cerco y las incursiones militares contra las comunidades; el des-
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pliegue y multiplicación de los grupos paramilitares y la ofensiva 
del gobierno estatal y federal contra los municipios rebeldes (Burguete, 2002: 122). 
La municipalidad zapatista opera por medio de órganos gubernamentales denominados Consejos Autónomos,6
 los cuales 
tienen la responsabilidad de velar por el desarrollo de los proyectos 
de bienestar, salud, tierra y educación a favor de las comunidades. 
Asimismo, su integración consta de representantes pertenecientes 
a cada región autónoma. También existen otras funciones históricas; por ejemplo, la ayuda a las oleadas de refugiados y perseguidos e incluso la defensa de aquellas víctimas del paramilitarismo 
chiapaneco, sin importar de qué comunidad sean originarias. 
Los marez y las comunidades en conjunto forman el tercer nivel representativo: las Juntas de Buen Gobierno,7
 que son la forma 
de gobierno que han decidido construir las comunidades para articular de manera horizontal las decisiones de lo local y lo regional 
con lo comunitario, emitiéndose un despliegue de mando autónomo, aun con respecto al Comité Clandestino Revolucionario del 
ez. En palabras de Marcos: 
El ezln habla por los de abajo, por los gobernados, por los pueblos 
zapatistas que son su corazón y su sangre, su pensamiento y su camino. Nosotros estaremos pendientes de defenderlos, que para eso 
somos el Ejército Zapatista, el Votán-Zapata, el guardián y corazón 
del pueblo. Así que desde ahora ya no seré vocero de los municipios autónomos rebeldes zapatistas. Ellos ya tienen quien hable, y 
bien, por ellos. En mi carácter de mando militar de las tropas za6 También debe señalarse que los Consejos Autónomos tienen como finalidad denotar la 
autosuficiencia, autodesarrollo, compromiso con el entorno y con la colectividad. Consúltese Jorge Fuentes Morúa, “La larga marcha hacia la autogestión indígena”, en Guillermo Michel (coord.), Caminos del zapatismo: resistencia y liberación, México, Redez, 2005, 
pp. 58-59.
7 Según Miguel A. Ramírez, las Juntas del Buen Gobierno han constituido un paso importante para el proyecto autonómico zapatista, porque la creación de estas instancias de 
mando-obediencia ha respondido a la necesidad de satisfacer la representación y la organización concreta de cada uno de los niveles del autogobierno comunitario que hacía falta 
en etapas anteriores del zapatismo. Véase el texto de este autor, La autonomía y La Otra 
Campaña van. El movimiento Zapatista y sus impactos en la transición procedimental de la 
democracia y cambio social, México, Ediciones Palabra y Utopía, 2008. 
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patistas, les comunico que, a partir de ahora, los Consejos Autónomos no podrán recurrir a las fuerzas milicianas para las labores de 
gobierno. Deberán… esforzarse en hacer como deben hacer todos 
los buenos gobiernos, es decir, recurrir a la razón y no a la fuerza 
para gobernar (Subcomandante I. Marcos, 2003a).
Las Juntas del Buen Gobierno, a pesar de la pobreza extrema 
y las limitantes políticas de los primeros años, demostraron ser 
impulsoras de áreas y problemáticas a las que, con la entrada de las 
corrientes neoliberales al Estado moderno, las instituciones mexicanas dejaron de asistir en beneficio de la sociedad. Para tratar de 
contrarrestar lo anterior, los zapatistas han generado sus propias 
soluciones, en las que la salud, la educación y el trabajo son piezas 
fundamentales en la toma de decisión comunitaria. Por ejemplo: 
En el terreno de la salud, cientos de promotores y promotoras se 
preparan en anatomía, fisiología y sintomatología, en tratamientos 
y, sobre todo, en medicina preventiva y colectiva. Hay talleres de 
vacunación que atienden enfermedades parasitarias y respiratorias; casas de salud comunitarias provistas de botiquines con las 
medicinas básicas, tanto de patente como herbolaria. Existe una 
clínica-hospital con quirófano, consultorio dental, laboratorio de 
análisis clínicos, un área de oftalmología y otra de ginecología, 
laboratorio de herbolaria, farmacia y cuartos de hospitalización. 
También están las clínicas municipales —una con consultorio 
dental, laboratorio de análisis clínicos y ambulancia— que ofrecen consulta gratuita y, cuando hay, la medicina también es gratis. 
Cuentan con un laboratorio de herbolaria y casa de alimentos conservados, para mujeres yerberas, hueseras y parteras capacitadas 
(Martínez Veloz, 2009).8
Las políticas estructuradas en los marez y las bases de apoyo 
son impulsadas por las Juntas del Buen Gobierno, no sólo orientándolas a los rubros de la salud, sino a plantear alternativas con 
respecto a otras carencias en la vida al interior de las comunidades 
en resistencia, tales como:
8 Los datos mencionados, fueron extraídos de la siguiente fuente periodística: Jaime Martínez Veloz, “ezln: primer sexenio de Las Juntas de Buen Gobierno”, La Jornada, 31 de julio 
de 2009. Disponible en: http://www.jonada.unam.mx/2009/07/31/index.php?section=opinion&article=016a1pol
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En el campo de la educación, cientos de delegados y promotores 
y promotoras de educación, en centros de capacitación, donde 
se estudia producción, educación, política, artística, cultura, lectura-escritura, salud, deportes, matemáticas, historia e idiomas 
(español y lengua indígena materna), materias elaboradas por 
educadores y educadoras de los municipios autónomos rebeldes 
zapatistas (marez), más de 200 escuelas comunitarias en resistencia; más de 10 secundarias, donde se estudia lenguaje y comunicación, matemáticas, ciencias sociales, ciencias naturales, humanismo (filosofía del zapatismo), lengua materna y producción, y como 
parte de la graduación se hacen tareas de agroecología, educación 
en primarias, apoyo a oficinas de comercialización, trabajo en farmacias. En el área productiva se crearon bodegas de abastecimiento que atienden cientos de tienditas comunitarias, zapatistas y no 
zapatistas; cooperativas autónomas de café orgánico, bordados, artesanías; talleres de tecnología en zapatería; se creó una casa editorial: Ediciones Autónomas en Rebeldía, con publicaciones propias; 
un sistema de medios de comunicación autónomo, con estación de 
radio regional transmitiendo en la frecuencia de 6.0 megahertz en 
la banda de los 49 metros de onda corta, Radio Insurgente, la voz 
de los sin voz. Voz oficial del ezln, cuya programación abarca temas de salud, educación autónoma, derechos y trabajo colectivo de 
las mujeres, cuentos para niñas y niños, campañas contra el alcoholismo, comunicados del ezln, audioteatros sobre la resistencia 
y la autonomía, barra de noticias que se escucha en Guatemala, el 
Salvador, Nicaragua y el resto de Centroamérica (Martínez Veloz, 
2009).
Entonces, las Juntas del Buen Gobierno, como forma de mando, imprimen una dinámica de defensa del proceso autonómico 
zapatista, el cual consiste en implementar mecanismos de ejercicio democrático como “el asambleísmo, la rotatividad, la destitución de cargos y la deliberación colectiva”9
 en niveles no sólo hacia 
adentro de los pueblos zapatistas, sino además en la articulación 
decisoria entre los cientos de familias que integran los marez, al 
9
 Tales mecanismos y dinámicas comparten determinados rasgos con la lógica comunitaria 
de los pueblos indígenas en Bolivia y otros lugares en Latinoamerindia. 
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sumárseles las jbg10 y los Caracoles, que dan vida a la movilización 
de los herederos del Votán-Zapata en el sureste mexicano. 
Los antecedentes de las jbg y los Caracoles son los órganos 
políticos llamados Aguascalientes, cuya función era enlazar a la 
sociedad civil con el ezln por medio del diálogo. Desde 1994, con 
la creación del primer Aguascalientes llamado “Guadalupe Tepeyac”, a 2005, puede decirse que hubo una reorganización geopolítica e institucional de los entramados políticos zapatistas. Fue un 
proceso que no se dio de la noche a la mañana, sino una transición 
interna basada en el ensayo/ error, pero también en las respuestas 
políticas de algunos sectores de la esfera civil hacia el zapatismo.
Debe recordarse que la forma de gobierno por la que han optado los zapatistas no plantea un funcionamiento profesional del 
mando en términos del liberalismo moderno. Al contrario, quienes ocupan los cargos lo hacen de manera gratuita y además sujetos al trabajo comunitario, de la misma forma en que la supervisión cotidiana de las bases colectivas está presente para ser la voz 
y el eco de la reciprocidad entre representación y participación. 
Además, ningún miembro de la comunidad está exento, o debe 
estarlo, de la responsabilidad de asumir un cargo político en el 
transcurso de su vida. Esta situación es reproducida en cada una 
de las jbg, con sus respectivos nombres, que son: 
La Junta de Buen Gobierno Selva Fronteriza (que abarca desde Marqués de Comillas, la región de Montes Azules, y todos los municipios fronterizos con Guatemala hasta Tapachula), se llama “Hacia la Esperanza”, y agrupa a los municipios 
autónomos de General Emiliano Zapata, San Pedro de Michoacán, Libertad de los Pueblos Mayas, Tierra y Libertad; La Junta 
de Buen Gobierno Tzots Choj (que abarca parte de los territorios 
donde se encuentran los municipios gubernamentales de Ocosingo, Altamirano, Chanal, Oxchuc, Huixtán, Chilón, Teopisca, 
Amatenango del Valle), se llama “Corazón del Arcoíris de la Esperanza” (en lengua: Yot’an te xojobil yu’un te smaliyel) y agrupa a los municipios autónomos de 17 de Noviembre, Primero de 
Enero, Ernesto Che Guevara, Olga Isabel, Lucio Cabañas, Miguel 
10 Abreviación de Juntas del Buen Gobierno. 
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Hidalgo, Vicente Guerrero; La Junta de Buen Gobierno Selva 
Tzeltal (que abarca parte de los territorios donde se encuentra el 
municipio gubernamental de Ocosingo), se llama “El Camino del 
Futuro” (en lengua: Te s’belal lixambael) y agrupa a los municipios 
autónomos de Francisco Gómez, San Manuel, Francisco Villa, y 
Ricardo Flores Magón; La Junta de Buen Gobierno Zona Norte 
de Chiapas (que abarca parte de los territorios en donde se encuentran los municipios gubernamentales del norte de Chiapas, 
desde Palenque hasta Amatán), se llama “Nueva Semilla Que Va a 
Producir” (en tzeltal yach’il ts’ unibil te yax bat’p´oluc; y en chol: 
Tsi Jiba Pakabal Micajel Polel) y agrupa a los municipios autónomos de Vicente Guerrero, Del Trabajo, La Montaña, San José en 
Rebeldía, La Paz, Benito Juárez, Francisco Villa, y por último; La 
Junta de Buen Gobierno Altos de Chiapas (que abarca parte de 
los territorios donde se encuentran los municipios gubernamentales de los Altos de Chiapas y se extiende hasta Chiapa de Corzo, 
Tuxtla Gutiérrez, Berriozábal Ocozocuautla y Cintalapa), se llama “Corazón Céntrico de los Zapatistas Delante del Mundo” (en 
lengua: Ta olol yoon zapatista tas tuk’il sat yelob sjunul balumil), 
y agrupa a los municipios autónomos de San Andrés Sakamchén 
de los Pobres, San Juan de la Libertad, San Pedro Polhó, Santa 
Catarina, Magdalena de la Paz, 16 de Febrero, y San Juan Apóstol 
Cancuc (Marcos, subcomandante I., 2003).
Las jbg tienen un vínculo íntimo con los Caracoles; al igual 
que se complementan entre sí, nacen de la mano y comparten la 
organización de la representatividad junto con otros pisos creados 
con anterioridad por el entramado comunitario. Bien explica Gloria Muñoz Ramírez: 
Con la inauguración de los Caracoles y las Juntas de Buen 
Gobierno no se cerró (¿o se abrió?) un ciclo iniciado siete meses 
atrás, el primero de enero de 2003, cuando en la ciudad de San 
Cristóbal de las Casas, la Comandancia General del Ejército Zapatista dio a conocer su postura frente al poder político nacional, su 
decisión de hacer realidad los Acuerdos de San Andrés, que traicionaron los tres poderes de la nación, y su plan de seguir tejiendo re-
Formas de autogobierno comunitario
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des con las luchas y resistencias que encabezan otros pueblos, tanto 
de México como de otras partes del Mundo (Muñoz, 2003: 252). 
Debe comprenderse a los Caracoles como los espacios y territorios en donde se desempeñan las jbg; por lo tanto, son el nivel 
que materializa el imaginario democrático en el que se enlaza la 
representación de la comunidad y la obediencia de las autoridades 
para hacer cumplir los proyectos sociales de la misma colectividad. 
Pablo González Casanova conceptualiza los Caracoles como 
aquel 
nuevo estilo de ejercer el poder de comunidades entramadas en la 
resistencia y para la resistencia, en que sus comandantes se someten a las comunidades para construir y aplicar las líneas de lucha 
y organización, sin que por eso dejen de decir su palabra ni unos 
ni otras, pero siempre con respeto a la autonomía y dignidad de 
personas y pueblos, que ven en cualquier actitud paternalista y en 
cualquier generosidad humanitaria no sólo algo parecido a las acciones cívicas de los enemigos sino a las acciones equivocadas de 
los amigos, hermanos y compañeros que no han comprendido la 
importancia que tiene la solidaridad (González Casanova, 2003).11
Los Caracoles combinan e integran en la práctica la construcción del poder realizada por las redes de pueblos autónomos y la 
integración de órganos de poder como autogobiernos, en los que 
hay una lucha por plasmar una alternativa que sea capaz de trascender la municipalidad impuesta por la lógica de lo estatal-nacional, de tal manera que fomente la creación de municipios autónomos rebeldes que fortalezcan la potencialidad de resistencia de 
los pueblos y su capacidad de creación de un sistema alternativo. 
Ambas políticas, de construcción y de integración del poder, se dimensionan a partir de su identidad y con el imaginario que vincula lo comunitario con el territorio. Así, se fomenta “una política de 
resistencia y de creación de comunidades y redes de comunidades 
11 El autor sugiere comprender a los Caracoles como la concreción que interrelaciona la 
idea de poder colectivo con la de territorialidad y la forma de hacer comunidad. Para saber más, véase Pablo González Casanova, “Los caracoles zapatistas. Redes de resistencia 
y autonomía (ensayo de interpretación)”, 2003. Disponible en: http://www.jornada.unam.
mx/2003/09/26/per-texto.html 
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que hagan del fortalecimiento de la democracia, de la dignidad y 
de la autonomía la base de cualquier proyecto de lucha” (González 
Casanova, 2003).
2. Prácticas y mecanismos de representación
La tarea de los zapatistas en su práctica democrática ha sido abarcar a los cientos de familias que conforman desde cada uno de los 
niveles organizativos y bases sociales, hasta los diferentes cargos 
y rincones decisorios, en los que los sujetos zapatistas participan 
de manera constante y mediante una relación directa entre representantes y representados. Por ejemplo, pueden observarse una 
serie de prácticas sociopolíticas que imprimen a las comunidades 
del sureste rebelde chiapaneco una condición democratizadora a su autodeterminación. Tal reproducción de praxis política 
tiene su fundamento en la concreción de valores éticos y en la 
articulación de la idea de cooperación solidaria con la de participación. Por lo tanto, el asambleísmo, el consenso, la distribución equitativa de responsabilidades, la rotatividad y alternancia 
de autoridades, junto con el trabajo colectivo, son los rasgos que 
hacen funcionar la dinámica de estructuración de la politización 
del zapatismo. Por ejemplo, el asambleísmo zapatista puede leerse como una “forma de diálogo. Habla la autoridad para anunciar 
la razón de la reunión. Puede iniciar su anuncio, `oj kal awab `yex 
chab` ´oxe kúmal, les voy a decir, ustedes escucharán algunas palabras. Siguen las palabras que explican la razón de la asamblea. 
Al haberlas escuchado, responde la comunidad” (Lenkersdorf, 
2008: 75). 
Si bien esta práctica puede rastrearse siglos atrás en el modelo 
ateniense, en la realidad del sureste chiapaneco, y por parte de los 
rebeldes herederos de Votán-Zapata, se recodifica en clave amerindia, como una actividad deliberativa que permite discutir los 
asuntos que involucran a la totalidad social en la toma de decisión; 
sólo que a diferencia de los atenienses clásicos, éstos han extendido el espacio y tiempo de la asamblea a cada rincón, sin excluir 
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a ningún habitante de la comunidad de la participación política 
en ella. 
Debe considerarse que la sociedad griega ateniense era clasista, 
sexista y racista, por lo que el papel de las mujeres en el asambleísmo dependía de las figuras masculinas de autoridad. En contrasentido a este modelo democrático directo, el zapatismo plantea 
un tipo de asamblea en el que su construcción se desarrolla a cargo de sujetos plurales, con una visión del mundo y del cosmos que 
pone en diálogo a la humanidad con la naturaleza.
Lo anterior conlleva la necesidad de generar acuerdos intersubjetivamente en un sentido más incluyente, en el que las diferentes voces integrantes de la comunidad sean escuchadas para 
hacer vivir el nosotros comunitario. Esto se denomina “consenso”, 
una vía política que no trata de marginar ni someter a la minoría 
a la regla de la mayoría. Por el contrario, “hay una multitud de 
opiniones que se intercambian y no coinciden. Hay un hablar y 
escuchar entre todos los asambleístas. Cada uno quiere hacer su 
proposición y escuchar cómo lo entienden los otros y qué dicen 
ellos” (Lenkersdorf, 2008: 75), con el fin de superar el disenso por 
medios dialógicos. 
Por esa razón, las autoridades comunitarias se eligen de manera consensual y con mecanismos que sujetan a los representantes 
a la voluntad colectiva. Esto se apoya en la distribución equitativa 
de responsabilidades, la rotatividad y la alternancia de las autoridades como mecanismos para regular el abuso de poder en los 
municipios, localidades, relaciones interfamiliares e, incluso, en el 
establecimiento de la justicia entre las comunidades. 
Entonces, puede decirse que el valor del trabajo y los sistemas de elección de los representantes adquieren una dimensión 
colectiva, al convertirse tanto en el medio como en el fin para 
conseguir el bienestar común. Cualquier persona que quiera 
ser autoridad debe tener una trayectoria basada en su labor cotidiana en las milpas, frijoleras, los potreros y, en general, las 
actividades de subsistencia propias de la comunidad; o por lo menos, antes de esto, nadie puede ser tomado en cuenta para ocupar 
un cargo de representación popular. 
La democracia desde la práctica zapatista
445
El komon `a` tel (trabajo colectivo en tojolabal) puede presentarse en los siguientes casos: 
El trabajo de los comuneros en un proyecto particular de la comunidad; el trabajo de familiares y vecinos en la milpa de uno de 
ellos. Así se ayudan mutuamente uno tras otro, y el trabajo de los 
comuneros que han colectivizado sus milpas y, de este modo y a 
la vez, se preocupan por el bienestar de todos y cada unos de sus 
socios (Lenkersdorf, 2004: 206). 
Una vez que es elegido un compañero de la comunidad para 
hacerse responsable de los asuntos comunes, tiene la tarea de obedecer las exigencias y materializar las decisiones tomadas en las 
asambleas. Si sucede lo contrario, se aplica la revocación de mandato y se propone por vías asambleístas la sustitución por otro 
compañero que tenga mejor disponibilidad para servir y que haya 
demostrado honradez y eticidad en su labor cotidiana. Por esta 
razón, los periodos de gobierno son limitados; pero, sobre todo, 
tienden a fomentar la rotatividad para evitar la formación de una 
clase monopolizadora del control de las relaciones políticas.
No hay que olvidar que la construcción de proyectos autónomos en las poblaciones indígenas asocia lo democrático con los 
trabajos colectivos porque, como bien expresa Lenkersdorf: 
otro es el pensamiento… los comuneros se consideran libres por 
no preocuparse, principalmente de sus intereses individuales, sino 
por dedicarse al fomento de sus hermanas y hermanos. Este pensamiento presupone otro principio de organización social: el bien 
común es la base de bienestar de todos y cada uno… (Lenkersdorf, 
2004: 207).
Cabe señalar que la dinámica de las prácticas democráticas 
zapatistas puede rastrearse muchos siglos atrás en las sociedades mesoamerindias y, con el paso del tiempo, ha ido reactualizándose. Un ejemplo es “la república de indios en el siglo xvi” 
(Lenkersdorf, 2010: 225-228), en la que algunos pueblos de Chiapas desarrollaron el sistema de cargos para hacer una distribución 
equitativa de los recursos comunitarios, a pesar de la dominación 
Formas de autogobierno comunitario
446
y presión de los cabildos implantados por las instituciones de la 
Nueva España. 
El aprendizaje político rebelde y la “Escuelita Zapatista” 
La Escuelita Zapatista se desarrolló a lo largo del año pasado y los 
primeros días del presente en las instalaciones de la Unitierra en 
San Cristóbal de las Casas, al igual que en las distintas comunidades zapatistas del sureste de Chiapas. Fue impartido el primer 
grado del curso titulado “La libertad según l@s zapatistas” durante 
los siguientes tres periodos: el primero abarcó del 12 al 16 de agosto de 2013; el segundo se llevó a cabo del 25 al 29 de diciembre de 
2013 y, el tercero del 3 al 7 de enero de 2014.12
Este evento, lejos de ser un encuentro puramente intelectual 
o un escenario para escuchar hablar a algunos de los dirigentes y 
académicos de las izquierdas autodenominadas críticas y antisistémicas, fue planteado, más bien, como una iniciativa de diálogo e 
intercambio de experiencias y aprendizajes o desaprendizajes políticos entre los compañeros de las bases zapatistas pertenecientes 
a cada uno de los cinco Caracoles y a una variedad amplia de invitados provenientes tanto de México, como del resto del planeta 
Tierra. 
 “La Escuelita Zapatista”, más allá de ser un espacio rebelde de 
producción de conocimiento, significó, en sí misma, una expresión democrática de los saberes y anhelos que surgen en la lucha 
social y que, a lo largo del tiempo, han sido hilvanados a consecuencia de la histórica alianza entre pueblos indígenas, sujetos 
mestizos e izquierdas latinoamericanas. Por eso, el reglamento del 
primer día de “La Escuelita Zapatista” es el de “cumplir todos los 
días…”, refiriéndose así a que precisamente el tema de la disciplina 
es una condición política y social necesaria para poder construir 
12 Hubo otros eventos que acompañaron tanto antes como después el proceso de “La Escuelita Zapatista”. Por lo tanto, debe consultarse el siguiente enlace para cualquier aclaración, 
calendarización y detalles de las fechas: Moisés, subcomandante I., “Nuevas fechas para la 
Escuelita Información de videoconferencias y otras cosas”, 2013. Disponible en: http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2013/07/18/nuevas-fechas-para-la-escuelita-informacion-de-videoconferencias-y-de-otras-cosas/
La democracia desde la práctica zapatista
447
la autonomía como un proceso educativo y democrático, es decir, 
no es una decisión impuesta, sino más bien de autoconciencia. 
Esta idea refuerza el postulado de “atribuir a la escolarización la 
función de transformar la sociedad y la mentalidad, la identidad y 
la conciencia etnonacional” (Baronnet, 2012: 37).
Debe señalarse que “La Escuelita Zapatista”, como parte integral del proyecto histórico y político del neozapatismo, representa 
una suerte de respuesta desde la propia práctica a los análisis e 
investigaciones que se hacen en los burós universitarios de aquellas instituciones de estudios superiores y posgrados en Francia, 
Estados Unidos, España y otros tantos países de América Latina 
y, en general, del mundo entero. Por ejemplo, los zapatistas no 
necesitan que un sociólogo francés, como el internacionalmente 
conocido Yvon Le Bot, a pesar de la importancia de su trabajo, les 
diga qué es o no es su movimiento y sus correspondientes procesos políticos.
Con “La Escuelita Zapatista”, el zapatismo recordó a la sociedad civil nacional e internacional que la lucha social es un proceso 
de aprendizaje político. Es decir, que aquella sociedad que no se 
conoce a sí misma, con grandes dificultades puede generar sus 
propias formas de organización colectiva. Por eso, es importante 
que las distintas clases, sectores y grupos con una condición subalterna tengan un conocimiento profundo de sus respectivos modos de organizarse, exponer sus repertorios, estrategias, tácticas, 
prácticas y, sobre todo, que puedan analizar, entender y asimilar 
las coyunturas para así, plantear en conjunto una ruta democrática de reformar o incluso, en casos como el mexicano, transformar 
de raíz las estructuras, las instituciones y redefinir las relaciones 
estatales. 
Por lo tanto, en este sentido la idea de “La Escuelita” no fue una 
escuela de cuadros militantes del ezln ni tampoco un honoris causa para académicos de izquierda; ni mucho menos fue convertir 
en revolucionarios zapatistas en automático a quienes tienen otros 
tipos de experiencia social y política en México, América Latina y 
el resto del planeta Tierra. Más bien, “La Escuelita” fue una especie 
Formas de autogobierno comunitario
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de encuentro entre el decir de los dirigentes y el quehacer de las 
bases sociales, producidos bajo la lógica del mandar-obedeciendo. 
Estas relaciones de mando-obediencia hacen que, mediante 
mecanismos y prácticas, las bases sociales puedan regular y sujetar la voz de quienes, en un momento dado, son representantes 
u ocupan un cargo comunitario. Aquí los rebeldes tienen mucho 
que decir, incluso más que sus propios mandos superiores. Precisamente, en “La Escuelita Zapatista”, los distintos intelectuales, 
académicos, estudiantes, líderes de organizaciones sindicales y 
otros simpatizantes del “abajo y a la izquierda” entraron como 
alumnos. La idea consistió en cambiar la figura del gran sabio, 
del líder soberbio, por la humildad y la paciencia, además de propiciar la valoración del otro como compañero de la lucha social. 
A cada uno de los participantes de “La Escuelita Zapatista” 
se les asignó un “votán o votana”, es decir, un guardián y apoyo 
solidario, con la finalidad de hacer de la actividad de estudio un 
proceso colectivo y de intercambio de experiencias sociales. Incluso, podía verse a intelectuales de la talla de Paulina Fernández 
Christlieb, Pablo González Casanova, Adolfo Gilly, Raquel Gutiérrez Aguilar, Fernanda Navarro, Raúl Zibechi y Carlos Antonio 
Aguirre Rojas, entre otros académicos, estudiar con sus correspondientes votanes en una condición de iguales. Este aprendizaje 
significó no sólo comprender aquello que no se enseña por lo regular en las universidades y posgrados, sino también un esfuerzo 
para desaprender ciertas prácticas soberbias en la generación de 
conocimientos en las ciencias humanas.
A manera de síntesis, “La Escuelita Zapatista, muy otra, pero 
muy otra”, como dijo el comandante Tacho, es un modo de hacer 
y practicar las relaciones de mando-obediencia en un proceso de 
aprendizaje democrático, abierto y en diálogo, que se trabaja en la 
cotidianidad de lo colectivo. En este sentido, la educación zapatista es un ejercicio democrático, porque discute y consensa qué tipo 
de conocimiento es útil o no para el entramado comunitario. Aquí 
es donde se hacen visibles los frutos de la resistencia durante años. 
¿Cuáles son esos frutos? La dignidad, el autogobierno, la organización política de la autonomía, los esfuerzos por materializar su 
La democracia desde la práctica zapatista
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proyecto político en México; y, sobre todo, que los subcomandantes (Marcos y Moisés) mantuvieron un silencioso respeto durante 
los días de clase en “La Escuelita”, para permitir que hablaran los 
compañeros de las bases zapatistas de su propio proceso y realidad 
política.
3. Conclusiones: el papel de los zapatistas en la lucha por 
la democracia actual
En conclusión, el movimiento zapatista o neozapatista, 
desde su emergencia pública en 1994 contra el régimen priísta 
hasta su lucha acompañada de un proyecto de izquierda con un 
discurso antisistémico, se ha convertido, sin duda, en uno de los 
pilares más importantes en la construcción de espacios democráticos de México durante las últimas décadas, porque dicha 
experiencia pedagógica ha logrado, a pesar de la militarización, 
la pobreza en sus comunidades y el desprestigio mediático, hacer un esfuerzo de practicar los derechos, la representación y la 
participación democrática de forma directa, colectiva, autónoma 
y consensuada en los territorios donde se organizan las comunidades con el ezln en los Caracoles, las Juntas del Buen Gobierno 
y las Bases de Apoyo zapatistas. 
Además, es importante señalar que los zapatistas han tenido 
un papel de denuncia con la idea de que los derechos y la práctica 
democrática de este país no pueden ser posibles si no se combaten antes las causas fundamentales de la exclusión (el racismo y 
el clasismo), las desigualdades, la injusticia, la explotación y las 
diferentes formas de opresión que, históricamente, han impedido 
tanto al indígena como al resto de la sociedad mestiza mexicana 
materializar su propio proyecto democrático de nación, basado en 
la defensa de la soberanía y en la inclusión de toda la población 
mexicana en la participación efectiva y la toma de decisiones del 
país. 
 Por lo tanto, en sus esfuerzos significativos por plantear una 
estrategia de democratización del país, los zapatistas han propuesto como alternativa la constitución de un sujeto democrático, a 
Formas de autogobierno comunitario
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partir de la articulación de aquellas clases, grupos y sectores históricamente subalternizados y excluidos por la modernidad capitalista, los procesos de construcción del proyecto estatal moderno e, 
incluso, en últimas fechas, por la modernización producida por el 
poder financiero. Sin embargo, a pesar de los importantes aportes 
democráticos de los zapatistas, como la recuperación del valor de 
la práctica directa de la representación y la participación, hay que 
analizar otra serie de cuestiones y procesos actuales que no han 
sido considerados aún, por lo menos, por los mismos zapatistas, 
en los que la práctica no solamente se hace más difícil, sino que 
también se complejiza en el conjunto de las relaciones de la sociedad mexicana en pleno siglo xxi. 
Una de las cuestiones que el zapatismo ha enfrentado como 
reto en la construcción democrática, además de la lucha contra 
el régimen, el sistema político, los partidos y las instituciones que 
han legitimado y permitido fraudes electorales, el abuso de poder y las prácticas corruptas, así como el ascenso de gobiernos 
priístas, panistas y perredistas a nivel local, regional y nacional, 
ha sido, también, la dificultad para interpretar la lógica real bajo 
la cual se compone y construye la voluntad colectiva en una sociedad como la mexicana, que ha sido profundamente hundida en la 
violencia sistemática, la fragmentación y la individualización de 
sus relaciones sociales, contrarias a la reciprocidad y la complementariedad que pueden tener lugar, de manera más probable, en 
los entramados comunitarios indígenas. 
Asimismo, es importante mencionar que los zapatistas no han 
podido plantear una estrategia de organización y una convocatoria de acción colectiva capaz de concentrar una fuerza política mayor que proyectos como el postulado por Andrés Manuel 
López Obrador (AMLO). Desde una idea nacionalista y de reconstrucción de soberanía sin la transformación de raíz de las 
condiciones neoliberales a las que ha sido sometido México, éste 
llamó a la población mexicana a votar por él el 1° de julio de 2018. 
El candidato del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) 
a la presidencia obtuvo la victoria con más de 53% de los votos, 
superando al resto de los candidatos del pri, el pan, el prd y otros 
La democracia desde la práctica zapatista
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partidos minoritarios. Las razones por las que la población votó 
por AMLO son variadas y están relacionadas con la necesidad del 
mexicano de sobrevivir a la acumulación de agravios, crisis económicas y despojos de derechos y recursos que han sustentado, de 
alguna manera, la soberanía de la nación mexicana.
 Pero también la sociedad mexicana se identificó con AMLO, 
una figura caudillesca y presidencialista nacionalista y keynesiana, asociada con ciertos elementos discursivos de una izquierda 
mestiza sistémica, porque, en el fondo, los pueblos indios en este 
país no han dejado de ser identificados como menores de edad y 
como sujetos incapaces de luchar por su propio proyecto político. 
La razón de la exclusión del indio en la sociedad nacional, se debe, 
en gran parte, a que todavía persisten patrones coloniales, racistas 
y clasistas en la cultura y la mentalidad del mexicano, que hacen 
que rechace el proyecto y las distintas maneras de manifestar la 
indianidad. 
 Por ello, hay que explicar que la sociedad mexicana prefiere a 
un líder carismático que habla sobre los indígenas desde su capital 
intelectual mestizo, pero que no busca dar centralidad política a 
los indios como sujetos de su proyecto; al contrario, el indio tiene 
lugar en su idea de nación en función de la capacidad que tenga 
para adaptarse y renunciar aquellos elementos que lo constituyan 
de manera autónoma como su propio sujeto. Por eso, en términos 
ideológicos y culturales, la sociedad mexicana e incluso la izquierda, no han logrado superar o resolver los elementos racistas y clasistas en sus relaciones sociales y políticas, no sólo con los pueblos 
indígenas, sino también al interior de la propia sociedad mestiza. 
 Por ejemplo, más allá del debate sobre si el gobierno de López 
Obrador es de izquierda o no, los zapatistas tienen que entender 
la complejidad de la correlación de fuerzas que desempeñan este 
tipo de progresismos neoliberales y la postura de éstos en el contexto nacional e internacional de la pandemia de Covid-19. Por 
un lado, los rebeldes tienen que replantearse su estrategia política 
y social en los márgenes de la hegemonía que se encuentra en disputa a nivel global y de la economía política que se reorganiza con 
base en el valor de intercambio que genera el Big Data, la inteli-
Formas de autogobierno comunitario
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gencia artificial y el conocimiento e información relacionados con 
el virus u otras amenazas biológicas. 
Por otra parte, los zapatistas tienen que hacer un cálculo político a nivel nacional frente al clima ideológico del actual contexto 
en el que prácticamente cualquier crítica, subversión y denuncia 
sobre el gobierno de AMLO es visualizada como una postura golpista, conservadora y de derecha. Hay que señalar, precisamente, que un número importante de casos de los autoritarismos en 
América Latina han llegado democráticamente y que en la actualidad, en el contexto de la pandemia, se vive una tendencia hacia el 
establecimiento de medidas y políticas que afectan la libertad individual y colectiva, y que gobiernos supuestamente de izquierda, 
como el ejercido por López Obrador, no han tenido una postura 
crítica frente a ello. 
Por ello, finalmente, los neozapatistas tienen que repensar su 
papel y estrategia en la lucha por la democracia en los tiempos 
actuales, en los que el común denominador de la población mexicana identifica a dicho proceso más con el gasto del presupuesto 
nacional para enriquecer a los grupos de poder que con un horizonte de representación y participación colectiva y solidaria. En 
este sentido, es importante mencionar que los zapatistas, a pesar 
del panorama apocalíptico y desolador, expresan una resistencia 
que se opone a la pérdida de los fragmentos de soberanía y que 
todavía pueden ser rescatados y no ser vendidos al mercado internacional del despojo de las grandes potencias de Europa y Asia, 
entre otros países, con empresas e instituciones trasnacionales que 
participan a nivel global. Además, su lucha es contra el ciberleviatán que se ha producido a lo largo de estos años y que ahora, con 
la pandemia, legitima con pasos firmes su autoritarismo global. 

 


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