En 1992, la “Convención sobre la protección y el uso de los cursos de agua transfronterizos y los lagos internacionales” fue adoptada en el marco de la Comisión Económica para Europa de las Naciones Unidas (CEPE) y entró en vigor en 1996. En 2013, la convención fue asumida por la ONU para todos sus estados miembros, pero sólo participan 40 estados, que han ratificado la convención y por lo tanto la han incorporado a su legislación nacional.
Una sequía nunca vista amenaza Siria
Los medios de comunicación occidentales y las organizaciones internacionales como la ONU, están dando la voz de alarma. Una “sequía sin precedentes” amenaza a “millones de personas” en el noreste de Siria, era el titular el diario británico The Independent a principios de noviembre. El diario británico The Times predijo “una guerra del agua en la cuna de la civilización”, y advirtió que era inminente “la próxima tragedia siria”. La página web Al-Monitor señalaba a mediados de noviembre que Turquía utiliza “el agua como arma” y ofrecía otro relato dramático bajo el desgarrador título “Los camellos lloran a sus crías que mueren en la sequía mortal de Siria”.
Es cierto que el agua es rara en Siria, como en toda la cuenca mediterránea. En los últimos años, han disminuido considerablemente las precipitaciones de agua y de nieve. Los ríos, los lagos, los cursos de agua y los depósitos subterráneos ya no se recuperan como hace algunos años. El calentamiento del clima en todo el mundo contribuye claramente a que falte el agua en este país situado entre el Éufrates, el Tigris y el Mediterráneo. Pero el cambio climático no es el único responsable de la devastación de la zona.
Turquía cierra el grifo del agua
Actualmente, Turquía ha vuelto a cerrar el grifo del Éufrates. Ankara quiere golpear a la “administración autónoma del norte y el este de Siria” (Rojava), que es mayoritariamente kurda y se extiende a lo largo de la frontera con Turquía. Desde hace años, Ankara opera en el norte de Siria por medio de invasiones y ataques militares para hacer retroceder a la población kurda e imponer ahí una zona tampón. Para ello, apoya y financia a milicias yihadistas que en diez años de guerra han fracasado en diferentes frentes contra el gobierno sirio. La guerra ha dañado gravemente el aprovisionamiento de agua y las infraestructuras necesarias para ello a lo largo del Éufrates. Turquía perjudica a toda la zona al reducir deliberadamente el caudal de agua.
En Siria, el Éufrates abastece de agua y electricidad sobre todo a la zona de Alepo y a las provincias de Raqqa, Hesekê y Deir Ezzor al noreste. Los campos de trigo y de algodón de Hesekê y del valle del Éufrates se riegan por medio de un vasto sistema de canales y embalses, pero desde hace meses ha descendido el nivel del agua en el Éufrates y en el mayor depósito de agua, la presa de Al Assad, lo que también reduce la potencia energética de la presa de Tabka. La Jazira (la isla), como se llama también a la zona situada entre el Éufrates y el Tigris al noreste de Siria, pierde cada vez más agua.
Una estación de bombeo “controlada”
Además, Turquía y sus aliados yihadistas controlan desde 2019 la estación de bombeo de agua de Aluk, al norte de Hesekê, la capital de la provincia. Está alimentada por el agua del Khabur, un afluente del Éufrates que nace en Turquía, y podía suministrar agua dulce a cerca de un millón de personas en Hesekê y sus alrededores. Desde que está controlada por los turcos, la estación funciona raramente.
La falta de agua provoca una sobrexplotación de las reservas de agua subterráneas y de los pozos, que se han vuelto que a perforar y a bombear con tanta frecuencia en los últimos años que el agua es salada e insalubre debido a la afluencia de aguas. Además, falta diesel para hacer funcionar las bombas. Quienes tienen dinero compran agua potable a unos precios muy elevados; quienes no lo tienen, sigue utilizando agua contaminada, lo que es perjudicial para la naturaleza, para los seres humanos y para los animales: aumentan de forma dramática las diarreas en los niños y las erupciones cutáneas.
Presencia de petróleo crudo pesado en las aguas subterráneas
La contaminación del agua también está relacionada con la destrucción y la explotación salvaje e inadecuada de los recursos petroleros de Siria desde 2012. Se vierte petróleo crudo pesado en el suelo sin protección, llega a la capa freática y, por tanto, a la cadena alimentaria, lo que provoca muchos cánceres y tanto en humanos como en animales, abortos y nacimientos de criaturas muertas. Los nómadas que viven de la cría de camellos y ovejas en la zona desértica sirio-iraquí de Hesekê y Deir Ezzor se suelen desplazar con sus animales de norte a sur y a la inversa para encontrar forraje para el ganado ahí donde los pastos están verdes, según la estación. Pero ahora los animales están demasiado débiles o enfermos para esos largos traslados.
Cáncer provocado por el uranio empobrecido
Los abortos de los animales y, sobre todo, la gran cantidad de cánceres en los seres humanos también se pueden deber a otro motivo: a finales de 2015 las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos, utilizaron municiones de uranio empobrecido en el noreste de Siria. Esta munición tóxica recubierta de uranio empobrecido provoca cánceres, abortos y graves malformaciones en los recién nacidos. Las consecuencias visibles de las municiones de uranio empobrecido solo suelen aparecer entre cinco y siete años después de haber sido utilizadas. En el noreste de Siria se utilizó a finales de 2015.
Sanciones económicas de la Unión Europea y de Estados Unidos
Además de la falta de agua, la carestía del trigo también está relacionada con la división de facto del país a lo largo del Éufrates, lo que impide organizar de forma centralizada los cultivos, las cosechas y la transformación, que antes de la guerra siempre garantizaba a los sirios suficiente harina y pan. La mitad de los silos de trigo de Siria quedaron destruidos durante la guerra. Debido a las sanciones económicas impuestas por la Unión Europea y Estados Unidos, se especula con el trigo, al igual que con el petróleo y el algodón, lo que hace que se disparen los precios. Estas materias primas se venden en el norte de Irak y en Turquía desde Hesekê, Raqqa y Deir Ezzor.
En el noreste del país, las organizaciones humanitarias internacionales distribuyen fertilizantes y semillas. Actualmente el Ministerio de Agricultura sirio no puede operar allí. Además, Damasco no puede comprar fertilizantes en el mercado mundial porque en la lista de sanciones de la Unión Europea y Estados Unidos se considera como explosivo.
FUENTE: Karin Leukefeld / Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos / Point de vue Suisse