Repensar la guerra, ¿qué significa? Aprender a mirar el mundo estratégicamente. Las noticias, el derecho, las leyes, los discursos, las *imágenes… Tomarlos como operaciones, como fuerzas (de ocupación o resistencia): no sólo lo que dicen, sino también lo que hacen (con nosotros).
¿Es exagerado? ¿No vivimos, aquí en Europa al menos, en sociedades en paz? Sociedades pacificadas más bien, en tregua. Pero la tregua no es la paz, sino la continuación de las hostilidades por otros medios.
¿De qué guerra se trata? La guerra por dominar la tierra entera en nombre del beneficio económico: someter a cálculo la vida, los saberes y los cuerpos, el campo y la ciudad, conquistar en extensión e intensidad, demoler todo lo que -dentro o fuera de nosotros mismos- no encaja, hacer desierto.
La guerra, decía un filósofo alemán que entendía de esto un rato, es una prueba tanto de fuerza como de traducción. ¿Qué quería decir? Por un lado es un asunto de violencia: miedo, represión, amenaza de destrucción física. Por otro lado es un asunto de sentido: vencer es convencer, instalar las categorías del dominante en el dominado.
¿Pensar la guerra nos convierte en soldados? Eso sólo ocurre si pensamos la guerra en espejo, la guerra tal y como la define el otro, el fuerte. Pero podemos ser desertores, practicar la guerrilla, pensar la defensiva y no la ofensiva, asumir la guerra sin perder la ternura, pelear para vivir y no para morir, hacer bosque.
¿Cuál es la guerra de los que no tienen ni quieren el poder, la guerra de los que no quieren la guerra?