Aflicción, angustia, osadía, miedo. Todo ese cóctel de sentimientos marcó a Ramón Blandón cuando cruzó la frontera entre México y Estados Unidos en mayo de 2021. Aunque ahora que lo piensa bien, dice, también hubo bastante estupidez. No por haber cruzado, sino por hacerlo con un grupo de amigos sin la guía de un “coyote”, traficante de personas, en tierras donde “los dueños son los narcos”, dice Blandón, un nicaragüense de 37 años de edad. “No sé qué hubiera pasado con nosotros, si por buscar el sueño (estadounidense), nos hubiéramos topado con los ‘dueños’ del camino”, agrega.
Blandón y su grupo trazaron un camino para evitar las huellas que los migrantes dejan con sus pasos. No fue nada fácil. De hecho, que él y sus amigos hayan sobrevivido él solo lo explica por “purita suerte o bendición de Dios”. Para dar una idea, recorrió toda la ruta con su cuerpo lleno de espinas, soportando bajas temperaturas, en montañas áridas donde pernoctaba sobre ramas secas, según varias fotografías que muestra de la travesía, en la que aparece con el rostro compungido, mientras intenta mitigar el frío con una camisa en forma de capucha. Eran situaciones que, por supuesto, se imaginaba que iba a vivir, pero eso no lo hace menos terrible cuando se experimenta en carne propia. “Uno solo le hace ganas por la familia”, agrega. “Era en lo único en que pensaba”.
Ramón Blandón pensaba en su hija que dejó en Nicaragua, en su esposa, y en que tenía que cruzar hacia Estados Unidos “para sacarlas adelante”. Pero también en que no podía regresar a su país, porque era perseguido por paramilitares del Frente Sandinista y la Policía Nacional, después de que se integró a las protestas en abril de 2018, cuando estalló la crisis política.
Y no solo eso. Blandón había quedado desempleado. La pandemia terminó por quebrar la empresa de energía eléctrica en la que trabajaba como supervisor. Entonces, cuando supo, a inicios de 2021, que las fronteras habían vuelto a la normalidad, emprendió el viaje hacia Estados Unidos. Lo hizo solo, y, al llegar a México, pensó en quedarse para trabajar y pedir asilo. Ahí permaneció unos meses, hasta que el trámite migratorio le fue negado. Al sentirse desprotegido legalmente y escuchar que las políticas migratorias del nuevo presidente de Estados Unidos, Joe Biden, “se habían flexibilizado” con los ciudadanos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, los países con dictaduras, fue que Blandón decidió cruzar la frontera en mayo de 2021. Antes de irse, llamó a su esposa y le dijo que lo iba a intentar, que no le contara a nadie más. “Si puedo, me comunico, y si no puedo, no lo haré… Te darás cuenta que llegué, si te entra una llamada”, le dijo Blandón en una comunicación corta a su esposa.
Estados Unidos, el destino de Blandón, es el que está teniendo mayor auge entre los nicaragüenses. Entre enero y diciembre de 2021 la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos registró que 87,530 nicaragüenses trataron de ingresar por la frontera sur sin documentos.
Según Manuel Orozco, director del programa de Migración, Remesas y Desarrollo del centro de análisis e intercambio político Diálogo Interamericano, este fenómeno solo puede ser comparado con la crisis de los años 80 causada por el abuso de poder de Ortega durante el primer mandato sandinista. En ese tiempo salieron más de 120 mil personas hacia Estados Unidos, triplicando la población migrante.
En julio de 2021, 13 mil 391 nicas fueron registrados en la frontera, casi el doble que los de junio (7 mil 441) y más del triple que en mayo (4 mil 451). En 2017, un año antes de la crisis política de 2018, se registraban apenas mil aprehensiones de nicaragüenses, de acuerdo a la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos. El aumento coincide con la crisis que vive Nicaragua desde abril de 2018 y que se agravó en 2021 con los arrestos a dirigentes opositores en el marco del contexto electoral.
El Diálogo Interamericano calcula que unos 95 mil nicaragüenses huyeron del país en 2021, ante el cierre de las libertades públicas, el desempleo y la inseguridad ciudadana. De estos, según esos cálculos, 60 mil migraron hacia Estados Unidos y 35 mil hacia Costa Rica, el país que por años fue el principal destino de migración de los nicaragüenses.
“Una cifra sin precedentes que revela la gravedad de la situación en Nicaragua”, dice Wendy Flores, defensora y abogada del organismo de derechos humanos Nicaragua Nunca Más. “El cambio de destino del flujo migratorio es que ahora se dirige hacia el norte, ruta marcada por la violencia y la inseguridad”, agrega Flores.
Blandón explica que eligió Estados Unidos por “la mala situación económica que tenía”, que no le permitía hacer un viaje más largo y costoso hasta España. En Costa Rica no tenía familiares que lo apoyaran, y tampoco en Panamá. “Solo sabía que no podía seguir en el país (Nicaragua)”, dice Blandón.
Migración histórica hacia Costa Rica
El exilio de nicaragüenses comenzó hace unos 45 años, desde los primeros enfrentamientos entre la dictadura de Anastasio Somoza Debayle y la guerrilla del Frente Sandinista. Sin embargo, el destino histórico ha sido Costa Rica, según un artículo de la revista Envío, escrito por Alberto Cortés Ramos, profesor asociado de la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de Costa Rica. Desde antes del derrocamiento de la dinastía somocista, en los años 70, se calcula que 280 mil personas salieron de Nicaragua, y al menos 80 mil hacia Costa Rica. Años después, durante el proyecto revolucionario que se convirtió en dictadura en los años 80 y que llevó a un enfrentamiento armado entre el Ejército Sandinista y la Contrarrevolución, unos 123 mil nicaragüenses se refugiaron —documentados e indocumentados— en Costa Rica.
Por esa razón es que el reciente aumento de la migración hacia Estados Unidos está llamando la atención mediática. En las caravanas centroamericanas, cada vez se miran más nicaragüenses. En julio del año pasado, un mes después que se cerró la salida a la crisis sociopolítica con la liquidación de las elecciones por parte del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, Nicaragua superó a El Salvador como el tercer país centroamericano con mayor registro de indocumentados, por detrás de Honduras y Guatemala. El éxodo actual de nicaragüenses es incluso mayor que el que provocó la brutal represión de las movilizaciones masivas contra el gobierno en 2018, que causaron más de 300 muertos, cientos de presos políticos, desaparecidos y torturados.
Según datos del Transactional Records Access Clearinghouse de la Universidad de Syracuse, en el año fiscal 2020 el 36% de las solicitudes de asilo de ciudadanos nicaragüenses fueron aprobadas, una cifra que está por encima de la media del resto de nacionalidades. Hasta octubre de 2021, más de 34.000 nicaragüenses esperaban ser escuchados por los jueces.
En su campaña electoral, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, prometió una revisión en profundidad de las políticas migratorias del expresidente Donald Trump, que limitaron el derecho de asilo, cortaron el financiamiento a países extranjeros y endurecieron los requisitos para obtener la residencia y la nacionalidad, lo que hizo que se ralentizara un poco la llegada de la migración al país.
En sus primeros días de mandato, Biden suspendió la construcción del muro fronterizo con México, ordenó crear un grupo de trabajo para reunificar a los menores que fueron separados de sus padres tras cruzar la frontera y dio instrucciones para revisar el programa Protocolos de Protección a Migrantes, también conocido como «Quédate en México», por el que más de 60 mil solicitantes de asilo fueron devueltos a ese país para esperar la resolución de su caso. Sin embargo, un análisis del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) de agosto de 2021 considera que los cambios de Biden “son pocos y expresan más continuidades que rupturas”. Según el estudio, Biden “no está atacando de fondo y de raíz la migración”.
A diferencia de los migrantes centroamericanos del Triángulo Norte (Guatemala, Honduras y El Salvador) que principalmente huyen por la violencia de las pandillas, en Nicaragua escapan de la violencia estatal. Sin embargo, Estados Unidos comenzó a deportar un número récord de nicaragüenses el año pasado, según datos revisados por la agencia Reuters.
A mediados de noviembre, el medio Just The News informó de que los nicaragüenses que ingresan a Estados Unidos con estatus migratorio irregular no serían deportados. Sin embargo, pocos días después una vocera de la embajada de EE.UU. en Nicaragua aseguró que la administración Biden “ha dejado en claro que nuestras fronteras no están abiertas y que las personas y las familias están sujetas a restricciones fronterizas, incluyendo la expulsión y deportación”. La embajada de Estados Unidos en Nicaragua tiene varios meses de llevar a cabo una campaña contra la migración irregular hacia este país norteamericano, con un llamado a no hacer “Un Viaje en Vano”.
Un suplicio de mes y medio
Jacksell Herrera, de 22 años, huyó de Nicaragua porque era triplemente perseguido. Primero porque trabajaba en el área de Comunicación de la alcaldía de Pantasma, una de las pocas municipalidades opositoras al régimen. En segundo lugar porque era defensor de derechos humanos para la Comisión Permanente de Derechos Humanos (Cpdh). Y en tercero, porque creó una página de web para publicar noticias políticas, lo que es perseguido por el régimen de Ortega y Murillo.
En diciembre del 2020, Herrera fue requisado en Managua, después de que salía de hacer una entrevista a Medardo Mairena, uno de los aspirantes presidenciales detenidos. Un mes después, la Policía lo detuvo y le puso grilletes con fuerza cuando filmaba una agresión policial contra opositores. Ese día, el teniente de Pantasma, Denis Jarquín, le dijo “te voy a quitar esa sonrisa de la cara”. Herrera sintió que era una amenaza de muerte. Eso, además de que la Fiscalía le abrió un proceso judicial, lo amenazaban los policías y paramilitares sandinistas todos los días por Messenger con asesinarlo. Además, una de sus fuentes le dijo: “ya tienen tu expediente hecho para echarte preso”. Todo eso hizo que huyera del país el 2 de agosto de 2021.
Herrera puso la renuncia en su trabajo en la alcaldía dos semanas antes del viaje. Completó 5 mil dólares para pagar al coyote que lo llevó hasta la frontera con Estados Unidos. Uno de estos “guías” para la ruta hacia Norteamérica le contó a Infobae que se cobra cinco mil dólares hasta la frontera de México con Estados Unidos, y 12 mil dólares puestos en la ciudad de Houston, Texas. Para completar el dinero, Herrera tuvo que vender algunas pertenencias, juntar el pago de su liquidación y hacer un préstamo.
Pasaron 21 días desde que salió de su casa, en Pantasma, hasta que se entregó en la frontera con Estados Unidos. El 95 por ciento de los días, dice Herrera, fueron de sufrimiento: hambre, sed, desvelo. Dormir en vehículos en marcha, a veces atestados de personas que se acomodaban acostadas unas sobre otras. En uno de esos viajes vio a un bebé de siete meses que agonizaba en los brazos de su mamá por deshidratación. “Ellos abandonaron el viaje porque tuvieron que ir de emergencia al hospital”, dice. La mayoría del tiempo el grupo de migrantes era trasladado a bodegas cerradas, en las que aguantaba calor o frío e intentaba dormir en el piso.
Pese a todo el sufrimiento, Herrera dice que corrió con suerte. Y no está lejos de tener razón. A inicios de noviembre 2021 se conocieron las historias de Gerleni Jiménez y María Teresa Delgadillo, ambas de Matagalpa, quienes fueron secuestradas en la ruta hacia Estados Unidos por un cártel mexicano que pidió 10 mil dólares para liberarlas. Las familias hicieron colectas de dinero y finalmente las jóvenes fueron liberadas el 12 de noviembre. DIVERGENTES contactó a sus familiares, pero no quisieron hablar sobre cómo ocurrió la liberación.
El pasado 15 de enero salió de Honduras la primera caravana de migrantes que era encabezada principalmente por nicaragüenses, según reportó el medio Contracorriente. “La mayoría de este grupo son ciudadanos nicaragüenses que huyeron del régimen de Daniel Ortega”, reportó ese medio. “Nicaragua se va a vaciar como Venezuela”, dijo uno de los nicas que huyó en esa caravana. De acuerdo con la información en medios de comunicación y los gobiernos de Honduras y Guatemala, la caravana era integrada por más de mil personas y fue detenida al día siguiente por tropas del Ejército y de la Policía Nacional de Guatemala (PNC). La agencia Associated Press reportó que los agentes y soldados “rociaron gas lacrimógeno y utilizaron sus garrotes y escudos” sobre el grupo de migrantes que intentó romper un cerco en la carretera que une a ambos países, Honduras y Guatemala, en el sector de Vado Hondo.
En la caravana iban varios grupos de nicaragüenses, conformados por hasta 16 personas, en su mayoría familiares, quienes afirmaron que huyeron de Nicaragua debido a la crisis desatada por el régimen de Ortega y la violencia estatal. Este sería el primer grupo masivo de extranjeros que iba a desafiar el Protocolo de Protección del Migrante (MPP) de Joe Biden, eliminado en febrero del año pasado, pero restituido en diciembre de 2021.
La región vive un flujo récord hacia Estados Unidos, cuya Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) detectó a más de 1,7 millones de indocumentados en la frontera con México hasta finales de septiembre de 2021. México interceptó a más de 252 mil migrantes indocumentados entre enero y noviembre del año pasado, y deportó a más de 100 mil en el mismo periodo, de acuerdo con la Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación del país.
“Aquí tengo libertad y seguridad”
Una vez que se entregó a la guardia fronteriza, Jacksell Herrera, el exempleado municipal, fue enviado a distintos centros de detención para migrantes en Texas. Ahí estuvo casi un mes recluido, hasta que ganó su caso en Migración y fue liberado el 17 de septiembre de 2021. Como solo le había avisado de su viaje a cinco personas, no pudo despedirse de toda su familia, entre ellos de su abuelo paterno, quien falleció mientras él iba en su travesía hacia Estados Unidos. “Fue muy doloroso enterarme de su muerte sin poder despedirme”, cuenta.
Herrera ahora vive en Indiana, donde trabaja reparando sótanos. “Decidí venir a Estados Unidos porque aquí tengo mejores oportunidades…Aquí sí tengo libertad y seguridad”, dice. Siempre escribe noticias para su página y colabora con la plataforma Nicaragua Actual. “Sueño con tener mi propio medio de comunicación”, agrega.
A cientos de kilómetros de distancia, en California, Ramón Blandón vive con sus tíos, pero no por mucho tiempo, porque espera trasladarse a otro lugar. “Ya sabés: la flor de largo huele, pero de cerca hiede”, dice. Se rebusca la vida haciendo de todo un poco: construcción, carga y descarga de camiones o jardinería. “Es duro estar aquí, pero alguien se tiene que sacrificar para que la familia esté bien y en este caso me tocó a mí”, agrega. Él no está arrepentido de haberse ido a Estados Unidos, porque “no hay nada más valioso que la vida” y en Nicaragua la tenía “arriesgada”.