“Aparte del sufrimiento y la crisis humanitaria provocadas por la invasión rusa de Ucrania, toda la economía mundial sentirá los efectos de la desaceleración del crecimiento y el aumento de la inflación”, señaló el FMI el 8 de marzo. Un mes antes, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) informó que los precios de los alimentos habían alcanzado su nivel más alto desde 2011, cuando el alto costo de la vida contribuyó a los levantamientos políticos que dieron origen a la Primavera Árabe. Esa vez, hubo levantamientos populares que derrocaron a los gobiernos en Túnez, Egipto y Libia.
Incluso antes del conflicto en Ucrania, el precio de la carne, el aceite, los lácteos y los cereales venía al alza. Y ahora, como Rusia y Ucrania son las despensas mundiales de trigo, aceite de girasol y en menor medida de maíz -además los rusos manejan el 15% del comercio mundial de fertilizantes nitrogenados-, la inflación mundial se ha disparado hasta casi un 7% según la Ocde.
De acuerdo con The New York Times, desde que comenzó la guerra los precios del trigo han aumentado un 21%, los de la cebada un 33% y algunos fertilizantes un 40%. A nivel general, los precios de los alimentos experimentaron un alza de 13% en marzo. El caso del trigo es especialmente crítico, ya que, según la FAO, casi 50 naciones dependen de Rusia y Ucrania para cubrir al menos el 30% de sus necesidades de importación de ese cultivo.
Según analistas del Banco Mundial, la inflación provocada por la reactivación tras la pandemia de coronavirus, sumado al conflicto ucraniano, podría provocar una catástrofe, en especial en la población más pobre. Incluso, algunos expertos, como David Beasley, director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos -citado por el Times- han dicho que la guerra en Ucrania “tan solo ha mezclado una catástrofe con otra”. Es decir, un problema con efectos a escala global, ya que a esta ecuación debe sumarse el alza en los precios del petróleo y gas, además de metales como el aluminio. Pero hay más.
Se sabe que el aumento del valor de los alimentos y productos no solo conlleva efectos económicos, sino que también sociales y políticos. Si en 2019 las protestas por el alza en 30 pesos del pasaje del Metro derivaron en el estallido social en Chile, en Francia el aumento en el precio de los combustibles produjo el movimiento de los “chalecos amarillos” en 2018. También en México el aumento del costo de la tortilla se convirtió en un fuerte dolor de cabeza para el gobierno en 2007, mientras que en Brasil el alza de los pasajes del transporte público derivó en una ola de protestas en 2013 que casi frustran el Mundial de Fútbol del año siguiente.
“El descontento social se justifica por el hecho de que la inflación está reduciendo el bienestar general”.
Stephen Cecchetti, economista estadounidense
“La inflación es algo muy impopular por una buena razón: porque reduce el contenido informativo de los precios, lo que dificulta la toma de decisiones de consumo e inversión. Entonces el descontento social se justifica por el hecho de que la inflación está reduciendo el bienestar general”, dice a La Tercera Stephen G. Cecchetti, economista estadounidense y ex vicepresidente ejecutivo del Federal Reserve Bank of New York.
El ejemplo más palpable de cómo la inflación se ha transformado en un problema político y social es Perú, pero también Argentina y España, además de Egipto, Mongolia, Kazajistán y Eritrea -que importan casi todo su trigo de Rusia y Ucrania-, mientras que en naciones como Marruecos el alza de los combustibles tiene al gobierno contra la pared. Lo mismo en Túnez, aunque en ese caso a causa del alto costo de los cereales. Para peor, la siembra y la cosecha en Ucrania simplemente no serán posibles en el corto y mediano plazo. De esta compleja ecuación, Chile no está exento: el IPC de marzo subió 1,9%, su nivel más alto desde octubre de 1993, y la inflación en 12 meses escaló hasta 9,4%, registros no vistos desde octubre de 2008.
La ola de malestar social que enfrenta el gobierno de Pedro Castillo no solo se explica por los escándalos de corrupción, sino que también por la inflación. La semana pasada, el Presidente peruano -que lleva menos de nueve meses en el poder- admitió ante el Congreso que el país sufre una debacle económica e intentó explicar que el alza de precios en los combustibles, alimentos y fertilizantes fue impulsada por los efectos de la pandemia y atizada por el conflicto ucraniano.
Esta semana, el gobierno de Castillo se ha visto sobrepasado por masivas manifestaciones por el alza de precios. Las protestas, en carreteras en diversas ciudades del país, han dejado un manifestante muerto y decenas de heridos.
“La inflación, más allá del número, golpea los precios de los productos de primera necesidad, los de la canasta básica y los precios de los combustibles más usados por la población, como el balón de gas que utilizan millones de peruanos para cocinar en sus casas”, plantea el politólogo peruano Pedro Tenorio. La inflación anual en Perú se aceleró en marzo a 6,8%, su ritmo más veloz desde 1998. “Los precios se han incrementado, lo que ha venido ahogando económicamente a los peruanos de medianos y menores ingresos”, agrega Tenorio.
Otro caso es el de Argentina. El martes, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, el kirchnerista Axel Kicillof, abordó el fenómeno inflacionaria al alertar que la “situación social” en el conurbano y el interior “no da más”. “Escuché a la directora del FMI decir que puede haber una crisis alimentaria (…). Así que está muy bien que el gobierno tome medidas”, continuó Kicillof.
“La inflación actual es similar a la de los años 70. Ya teníamos muchas divisiones sociales (en Estados Unidos) y la inflación se sumará a esta situación”.
Barry Bosworth, economista
A muchos les llamó la atención esta frase, ya que el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional es rechazado por Cristina Kirchner. De hecho, si bien el divorcio político entre Alberto Fernández y su vicepresidenta tiene su génesis en las elecciones legislativas de 2021 -en las que el oficialismo sufrió una debacle-, la disputa se explica por el acuerdo entre el Presidente y el FMI para refinanciar una deuda de US$ 44.500 millones.
“La inflación es el principal problema para Alberto Fernández. Si bien está empujada por el contexto global, sus razones son internas y de años de arrastre. No solo desgasta y divide al gobierno, sino que lesiona sus chances de reelección”, dice el analista transandino Julio Burdman.
“Hay diablos que hacen subir los precios y lo que hay que hacer es hacer entrar en razón a los diablos”, dijo a fines de marzo el Presidente argentino, al abordar la inflación, que cerró en 2021 en 50,9%. En este marco, el gobierno anunció el miércoles el aumento del 50% en el monto de la “Tarjeta Alimentar”, que se otorga a familias con hijos de hasta 14 años. Esto, para contener la tensión social que se ha volcado a las calles en las últimas semanas.
También la inflación preocupa en Uruguay (9,38% interanual), en Brasil (11,3%, la mayor en 18 años) y Colombia, que rompió la barrera del 8% en febrero. Estos dos últimos países llevarán a cabo elecciones presidenciales este año. Se espera que en el caso de Brasil, las agitaciones económicas favorezcan el discurso de Lula, dado que los escándalos de corrupción han quedado en un segundo plano, mientras que el candidato de la izquierda colombiana, Gustavo Petro, podría capturar el descontento social por el alza de precios.
Más al norte del continente, el alza de precios preocupa en Estados Unidos. A comienzos del mes pasado, la Oficina de Estadísticas Laborales informó que la inflación se situó en 7,9% en el periodo de 12 meses que terminó en febrero, la más alta desde 1982. Joe Biden ha prometido detener la espiral inflacionaria, detonada principalmente por el aumento de los precios de la energía (29,3%) y los alimentos (6,3%). Los analistas sostienen que la guerra solo empeorará el panorama. “Si bien el conflicto en Ucrania puede estar ejerciendo una presión adicional al alza sobre los precios de los alimentos, no es la única fuente”, advierte Cecchetti, colaborador habitual del Financial Times. “La inflación actual es similar a la de los años 70. La gente retrasó su regreso a la fuerza laboral por temor a los efectos residuales de la pandemia y el gobierno estaba ansioso por hacer que la gente volviera a trabajar, pero se excedió. Ya teníamos muchas divisiones sociales y la inflación se sumará a esta situación”, dice a La Tercera Barry Bosworth, economista de The Brookings Institution, con sede en Washington.
La última vez que los estadounidenses salieron a la calle en protesta por la inflación fue en 1966. Aquel año, la ciudadanía -que ya se manifestaba contra la guerra de Vietnam y la discriminación racial- se rebeló contra el alza en el precio de los alimentos, lo que la prensa local calificó como una “revuelta de amas de casa”, ya que la mayoría eran mujeres de clase media con niños. “Hastiados del costo de vida cada vez mayor, marcharon frente a los supermercados con pancartas que exigían precios más bajos, a veces impresas con lápiz labial”, recordó The Wall Street Journal.
No hay día en que la prensa local no aborde la inflación. “El Banco de España tumba el optimismo del gobierno: inflación cercana al 10% hasta julio y riesgo de recesión”, tituló el miércoles el diario ABC. Según la entidad bancaria, la inflación ha deteriorado entre un 4% y un 10% el poder de compra de los españoles. La inflación es la más alta en 37 años.
Pero el problema también es político: el nuevo líder del opositor Partido Popular (PP), Alberto Núñez Feijóo, dijo esta semana que si el gobierno de Pedro Sánchez “quiere pactar las medidas para hacer frente a la inflación, han de pasar por una rebaja inmediata de impuestos, muy concretamente del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas. De lo contrario, no puedo aceptar unilateralmente un conjunto de medidas dispersas que no van a disminuir la carestía de vida y no van a ayudar a las familias a llegar a fin de mes”.
Sin embargo, en una reunión sostenida el jueves en La Moncloa, el jefe del gobierno español negó a Feijóo una rebaja de impuestos para aliviar a las familias españolas. De esta manera, el PP no apoyará el plan del gobierno socialista para enfrentar las consecuencias de la guerra en Ucrania.
“Los aumentos bruscos de inflación generalmente se traducen en descontento social o inestabilidad política en países que ya enfrentan niveles de fragilidad relativamente altos”.
Joseph Siegle, economista
En Reino Unido la situación tampoco es la mejor. En diciembre pasado la inflación se situó en 5,4% (anual), el nivel más alto en 30 años. Lo mismo ocurre en Alemania. Ahí, la inflación se disparó un 7,3% interanual en marzo, un récord desde la reunificación de 1990. Aunque por ahora los efectos en ambos países se han mantenido en el plano económico, en Francia las consecuencias ya son electorales.
El domingo los franceses concurrirán a las urnas, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, en las que Emmanuel Macron y Marine Le Pen esperan pasar al balotaje. “No hay más que darse una vuelta por el mercado mayorista más grande de Europa, el de Rungis, en el sur de París, para darse cuenta de que la gente está gastando menos”, reseñó días atrás el sitio web Público. Así, la candidata de la ultraderecha francesa ha apelado precisamente a la pérdida del poder adquisitivo de sus compatriotas en la campaña.
A su vez, la campaña de Macron ha debido contraatacar desde el frente económico. “Quiero que las personas se den cuenta de cómo sería Francia con Marine Le Pen”, dijo el ministro de Finanzas, Bruno Le Maire. “Habría más inflación”, advirtió. En Francia, la inflación interanual se elevó hasta 5,1% en marzo, el nivel más alto desde 1980.
Si en Europa aún no hay grandes movilizaciones sociales, en naciones de otras latitudes la inflación ha provocado total caos. En India, campesinos con cilindros de gas en mano marcharon en Agra y Moradabad en protesta contra el alza de precios de los combustibles y otros bienes esenciales.
De acuerdo con The New York Times, “India, país que suele exportar pequeñas cantidades de trigo, ya ha visto cómo la demanda extranjera ha aumentado más del triple en comparación con el año pasado”, mientras “China, que enfrenta su peor cosecha de trigo en décadas, después de una serie de fuertes inundaciones, está planteando comprar una fracción mucho mayor del suministro menguante del mundo”.
Al sur de India, en Sri Lanka, las autoridades tuvieron que desplegar a las fuerzas de seguridad en Colombo, la capital, después de que manifestantes trataran de asaltar la casa del Presidente, en medio de un profundo malestar por la mayor crisis económica desde su independencia en 1948 a causa de la escasez de bienes esenciales.
Y en Sudán, en el norte de África, la convulsión social pasó a mayores a fines de 2021, cuando un golpe militar profundizó aún más la crisis interna. En este país, los precios de los alimentos básicos ya son un 200% más altos respecto del año pasado y el costo del transporte subió un 50%.
Joseph Siegle, experto en economías africanas, explica a La Tercera que además de la crisis de los 70, el rápido aumento de la inflación global también se dio “durante la crisis financiera global de 2008″. “Los aumentos bruscos de inflación generalmente se traducen en descontento social o inestabilidad política en países que ya enfrentan niveles de fragilidad relativamente altos”, concluye.
A pesar de todo, el Banco Mundial ha dicho que no es momento de sentir pánico.