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La autogestión viva (r)

José Luis Carretero :: 10.04.22

Todos hemos visto, en las asambleas del 15-M, las posibilidades de la autoorganización… y también sus problemas. Los recursos, aún exiguos, parecen multiplicar su eficacia cuando se utilizan para el apoyo mutuo, no para la explotación. Además, con mayor o menor éxito, hemos vivido la explosión por todos los rincones de la geografía española, de iniciativas de todo tipo cuyo objetivo es la construcción de una sociedad distinta, basada en la solidaridad, no hay más que recordar el bloqueo de los desahucios protagonizados, sí, por la PAH, pero que no habrían sido posibles sin la implicación de los vecinos de los afectados. Pues además de todo esto, se han puesto en marcha una gran variedad de iniciativas reales

LA AUTOGESTIÓN VIVA

 

LA AUTOGESTIÓN VIVA - Reconstruir el Comunal

https://reconstruirelcomunal.suportmutu.org

José Luis Carretero

AUTOGESTIÓN EN TIEMPOS DE CRISIS
Es evidente que la situación social en España ha derivado 
en una dinámica incontrolable. Como resultado de una crisis 
económica y financiera sin precedentes (en los últimos años 
se ha evaporado riqueza inmobiliaria en la península por valor 
de más de un billón de euros, es decir, por la misma cuantía 
que el PIB español anual), la desarticulación social y productiva 
provocada por los “Planes de Ajuste” impuestos a la población 
se está aproximando a lo insostenible.
La ecuación ha sido simple: la gigantesca burbuja de la construcción española, hinchada en base a deuda externa privada 
por unas entidades financieras de una voracidad extrema, 
coaligadas con una clase política producto de la reforma sin 
ruptura del franquismo en que consistió la llamada “Transición 
Democrática”, ha estallado al calor de la crisis financiera global del año 2007. Su implosión ha sido encarada, además, mediante distintos mecanismos de socialización de dicha deuda, 
como la línea de crédito europea de 100.000 millones de euros 
concedida para rescatar a los bancos y avalada por el Estado de 
forma indirecta.
Básicamente se está intentando que sea el conjunto de la 
población y, principalmente, la clase trabajadora y los sectores 
más vulnerables de la clase media, quienes paguen una deuda 
que ha alcanzado una cuantía difícil de determinar e imposible de remunerar. En estos momentos, los “Planes de Ajuste” 
implementados siguiendo la ortodoxia neoliberal están llevando a un colapso completo de los pilares básicos del llamado 
“Estado Social”, que, por otra parte, nunca llegó a desarrollarse 
hasta estándares europeos en España, así como a una atonía 
absoluta de la actividad económica que se expresa en datos 
demoledores como una disminución interanual de las ventas 
al por menor del 12,6%, o un descenso de los ingresos fiscales 
del Estado de cerca de seis puntos del PIB en el último año.
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Por supuesto, esta estrategia suicida, porque resulta evidente que la deuda no puede pagarse, y profundamente antisocial, está teniendo efectos de una radicalidad innegable. Solo 
hay que ver que la tasa de paro ha superado ya el 25% de la 
población activa; que cerca de 20 millones de personas (más 
del 40% de la población) viven en condiciones de precariedad 
económica, según el sindicato de técnicos de la Hacienda Pública (GESTHA); que hay 1,7 millones de hogares con todos sus 
miembros desempleados, y que el 63% de dichos desempleados ya no reciben prestación alguna.
Junto a ello, el pinchazo de la burbuja inmobiliaria ha empujado a una situación catastrófica a una gran parte de los 
deudores hipotecarios, que compraron una vivienda en lo más 
alto del ciclo y que ahora, ante la explosión del paro y la atonía económica, no pueden pagarla. Se están produciendo 532 
desahucios diarios, más de 95.000 en los últimos seis meses, y 
los suicidios de las personas que son desalojadas de sus casas 
empiezan a multiplicarse.
Pero no todo el mundo, por supuesto, pierde con la crisis: la 
brecha histórica entre la parte de la renta nacional en manos 
de los asalariados y la perteneciente a los beneficios empresariales se está cerrando aceleradamente. Si en 2006 los salarios 
ascendían al 47,26% del PIB y las rentas del capital al 41,43%, 
en el último trimestre del año 2012 la diferencia prácticamente 
desaparece, ya que los salarios se quedan en el 45,3% y los be % y los beneficios empresariales llegan al 45,2%. Hay que tener en cuenta, al respecto, que más del 90% de la deuda privada que está 
siendo socializada y, por tanto, pagada por todos los contribuyentes, pertenece a las entidades financieras y las grandes empresas del IBEX-35, mientras el 85% del empleo se corresponde 
con trabajadores de las pequeñas y medianas empresas que 
están sufriendo con toda crudeza los “Planes de Ajuste” implementados.
Además, las medidas de austeridad puestas en marcha descargan su peso sobre los más débiles: copago farmacéutico; 
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privatización de la gestión de los hospitales y ambulatorios; 
desaparición de las prestaciones sanitarias para los inmigrantes 
irregulares; recortes educativos expresados en miles de despidos y en la subida de las tasas de matrícula en la Universidad y 
la Formación Profesional; paralización de la Ley de Dependencia destinada a favorecer a las personas con incapacitados a su 
cargo; expulsión de cientos de miles de trabajadores del sector 
público y privatización acelerada de empresas y servicios estatales; reforma del mercado de trabajo que implica una deriva 
casi caótica hacia una flexibilidad sin freno y un reforzamiento 
claro del mando empresarial; desarticulación de la negociación colectiva primando su descentralización y la posibilidad 
de descuelgue de sus condiciones por la voluntad unilateral 
del patrón…Todo parece constituir una enorme ofensiva que 
quiere transformar en profundidad las estructuras básicas de la 
sociedad española.
Las resistencias, por supuesto, no se han hecho esperar. 
Tras la sorprendente y magnífica irrupción en las calles de las 
multitudes descontentas, el 15 de mayo de 2011, las manifestaciones y protestas se ha vuelto masivas, aunque también, 
muchas veces, inconexas y desorganizadas. Asistimos a la conformación de un bloque social paralelo construido en torno a 
las asambleas del 15-M, el movimiento partidario de la apertura de un nuevo proceso constituyente, las luchas contra las 
privatizaciones y la afirmación de los sectores radicales de los 
movimientos sociales y el movimiento obrero. 
En este contexto de emergencia y reconstitución de las 
luchas, de reencuentro con las tendencias asamblearias y de 
base de los movimientos populares, algo más está volviendo 
a irrumpir en el centro del imaginario social: la idea de la autogestión, del trabajo cooperativo, de la construcción de un 
mundo sin explotadores ni explotados y organizado en base a 
elementos esenciales de funcionamiento democrático.
No solo el 15-M ha sido profundamente asambleario y, por 
ello, también autogestionario, sino que, además, por todos 
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los rincones de la geografía ibérica se están multiplicando 
las iniciativas de construcción de una muy otra sociedad, de 
una muy otra economía. Iniciativas que toman como base el 
concepto de la autogestión y, como elemento esencial de la 
práctica, la determinación democrática y cooperativa de las 
decisiones colectivas.
Proyectos de todo tipo, algunos más locales y centrados en 
un específico nicho productivo, como el taller de bicicletas madrileño Goteo o la fábrica barcelonesa Mol Matric, otros con 
una perspectiva más holística, integral o integradora, como la 
Cooperativa Integral Catalana o el Mercado Social de Madrid.
Proyectos relativos a la generación de actividades de numerosos sectores económicos tradicionales o no, a la configuración de explotaciones agrarias (Somontes), o a los servicios de 
todo tipo (financieros, de seguros, de consumo, de ocio, etc.). 
Medios de comunicación horizontales y cercanos a los movimientos sociales (Diagonal, La Directa…), cooperativas de viviendas o centros sociales, monedas locales, mecanismos para 
compartir la creatividad dentro y fuera de la red de redes…, 
todo un universo de actividades sociales está naciendo y extendiéndose ante nuestros ojos, conformando el germen de 
esa “economía solar” de que habla el ecologista alemán Elmar 
Altvater, que muchos y muchas ven como la llamada a superar 
y sustituir un sistema económico sustentado sobre la explotación del trabajo y el medio ambiente, el autoritarismo y la 
codicia más voraz.
No somos los primeros, ya en otros lugares donde se ha desplegado en los últimos tiempos una crisis semejante, derivada 
de políticas económicas con el mismo sello de origen, se ha ido 
produciendo la explosión de este tipo de iniciativas. Solo hay 
que ver el paisaje de la autogestión en Argentina, creciendo 
aceleradamente a raíz del colapso social del año 2001 y dando lugar a la irrupción de prácticas como la recuperación de 
empresas en crisis para ser gestionadas por los propios trabajadores, o la conformación de bachilleratos y ollas populares, 
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concomitantes a la generación de un fuerte movimiento de 
desempleados y pobladores de los barrios menos favorecidos.
Así, hoy en día, cerca de 10.000 personas trabajan directamente en empresas que han sido cooperativizadas en el país 
austral, conformando un armazón económico en suave expansión y profunda articulación con el resto de manifestaciones 
de la creatividad popular.
En diferentes partes del mundo se están extendiendo fenómenos semejantes, en esta etapa senil del Capitalismo histórico, marcada por una crisis económica pero también ecológica, 
cultural, pedagógica…Un estudio de la John Hopkins University afirma que este “tercer sector”, frente al mercantil capitalista y el público, ha venido creciendo globalmente un 2,5% al 
año desde 2007, cuando empezaron a entreverse las primeras 
sacudidas de las subprime, mientras el empleo formal descendió un 3,3% en el mismo período, por no hablar de la situación 
española, donde la explosión del paro fue brutal. Como afirma 
Altvater en el 2011, en base a dicho estudio, tomada como 
una economía separada, la economía solidaria en su conjunto 
sería la sexta en volumen del mundo.
Desde el Brasil de la Asociación Nacional de Trabajadores y 
Empresas de Autogestión (ANTEAG) a la ocupación y puesta 
en marcha por los empleados del hospital de Heraklion, en 
las movilizaciones contra Mubarak, en Egipto; desde las redes 
europeas de comercio justo (con un volumen total de ventas 
de 2.900 millones de euros en 2008) a las múltiples monedas 
locales puestas en marcha en Grecia en respuesta a la desestructuración brutal impuesta por la Troika comunitaria, hay 
una nueva brisa en la vida económica y social que se afirma y 
parece desperezarse, constituyendo todo un nuevo lenguaje 
con el que empezar a balbucear narraciones que tienen como 
su centro el desarrollo social, ecológicamente sustentable, y 
hay quién dice que hasta espiritual, del ser humano.
¿Una alternativa para la pérdida del empleo? ¿Una alternativa 
para la pérdida del sentido común? ¿Una alternativa para la 
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destrucción acelerada del medio natural impuesta por el crecimiento sin fin inherente al Capitalismo? Nuestro modo de 
producción empieza a girar desbocado y a encarar bifurcaciones cada vez más caóticas. Quizás ha llegado el tiempo de parar, de saborear la lentitud y probar a trabajar en común y en 
armonía, y no en competencia con el entorno social y natural 
que nos rodea. Quizás ha llegado el momento de apostar por 
una economía solar, autogestionaria y cooperativa, como forma de solucionar el inmediato problema de la subsistencia en 
un entorno cada vez más hostil y marcado por el desempleo y 
la pérdida de condiciones laborales y vitales. Y también como 
forma de afirmar otra posibilidad social, otro hipotético desenlace para el tremendo drama que padecemos dentro de la 
sociedad en que vivimos. Un final, si no totalmente feliz, nada 
es perfecto, sí al menos mucho más justo, vivible y sostenible.
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¿QUÉ ES LA AUTOGESTIÓN?
LA ASAMBLEA COMO CENTRO
Defendida o maldita, ridiculizada o experimentada con pasión en distintos momentos y lugares, la autogestión es una 
tentativa directa de tomar tu vida en tus manos, de hacernos 
dueños de nuestro propio destino. La autogestión, en definitiva, consiste en trabajar conjuntamente, decidir asambleariamente y poner en común los productos del trabajo comunitario.
Hacer las cosas de manera compartida, sobre todo lo referido a los dineros, a las fuentes de subsistencia, a todo lo que 
sustenta el tejido material de la vida humana, por eso lo llamaron algunos la “infraestructura” de la sociedad, desde los cuidados a la producción de alimentos…
Producir en común, cuidarse mutuamente, apoyarse unos a 
otros.
Y decidir de manera igualitaria, democrática, pero en una 
democracia real, sustancial, efectiva, lejos de la sumisión al 
poder de los grandes lobbies empresariales en que realmente consisten nuestras supuestas “democracias parlamentarias” 
modernas, sin jefaturas impuestas ni privilegios. Haciendo realidad la igualdad como eje vertebrador de la convivencia productiva.
Y, también, por supuesto, repartir equitativamente los frutos 
del trabajo de todos, sin apropiación impuesta del plusvalor 
o la explotación, sin desigualdades inexplicables y obligadas.
Producir en común. Decidir democráticamente. Repartirse 
los frutos del esfuerzo colectivo de una manera equitativa. Ejes 
vertebradores de una experiencia que, como hemos dicho, 
abre todo un campo de posibilidades marcadas por la generación de otra economía, distinta y ajena a los valores fundantes 
y operativos en el modo de producción capitalista, a las compulsiones e injusticias del dinero y sus servidumbres, al reinado 
del plusvalor y la alienación laboral.
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Autogestionarse es trabajar, no hay duda. A veces, trabajar 
mucho. Y no necesariamente se parece a una narración idílica 
donde todos los problemas están resueltos y todas las contradicciones han desaparecido. Es debatir y discutir democrática 
y colectivamente. Y es esforzarse día a día y afrontar los problemas, los retos, los callejones angostos y los obstáculos que 
una economía feroz y competitiva impone a aquello y aquellos 
que la niegan.
Es, también, partir de la inexperiencia y aprender durante 
toda la vida. Normalmente no nos han educado para ello, sino 
para la competencia, la pasividad o el dominio, según nuestro 
origen de clase. La autogestión impone escuchar, pero también tener iniciativa; ser emprendedor pero no explotador; 
respetar a los demás y las decisiones colectivas, pero también 
desarrollar todo lo posible las propias capacidades y la propia 
individualidad.
La dinámica social autogestionaria hunde sus raíces históricas en la noche de los tiempos: desde lo que Marx llamó “el 
comunismo primitivo” en sus Formen (Formaciones económicas 
precapitalistas) hasta las fábricas recuperadas argentinas o las 
más modernas experiencias levantadas en nuestro Estado al 
calor de la crisis. Desde las estructuras comunales y concejiles 
que abundaron en nuestra etapa medieval, al socialismo, de 
Estado pero tendencialmente autogestionario en lo económico, de la Yugoslavia del Mariscal Tito, pasando por las colectividades agrarias e industriales de la Guerra Civil española o por 
las tentativas de construir la “comunidad ideal” de los llamados 
“socialistas utópicos”.
La autogestión constituye, en todo caso, una alternativa 
práctica aquí y ahora porque, derivando de todo ese legado, se 
afirma como el germen de una economía distinta, solar y solidaria, que se fundamenta en la idea de dar más valor a las personas que al capital, a la vida en común que a la acumulación.
Además, la autogestión, en las febriles condiciones marcadas por la profundidad de la crisis actual, conlleva también 
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otras servidumbres esenciales: constituye, también, una tentativa de generar una economía no obsesionada con el crecimiento en la producción de bienes materiales, de cachivaches 
de consumo. Es el ámbito de desarrollo de las energías renovables, de la economía sostenible, de una productividad centrada en los cuidados y en la cooperación afectiva y relacional, así 
como de una forma de expresar el excedente cognitivo generado por un mundo hipercomplejo, pero que busca la manera 
de cohonestar toda esa abundancia social con el respeto a los 
límites del ecosistema natural que le sustenta.
Por eso ha de hacerse notar la insistencia de los proyectos 
que vamos a presentar en este texto respecto de los temas 
medioambientales y su concomitancia con perspectivas como 
la del comercio justo o el trabajo digno, la valorización de los 
cuidados o el rechazo de la opresión patriarcal. La autogestión, en la actualidad, ya no solo camina de la mano de las 
organizaciones obreras o campesinas, sino que confluye con 
movimientos como el del decrecimiento, el ecosocialismo, la 
ecología profunda, la irrupción del llamado “cognitariado” o la 
“economía del bien común” por poner solo algunos ejemplos 
que no pretenden ser exhaustivos.
Ecología, igualdad, rechazo del patriarcado y de las múltiples cadenas que nos atenazan y oprimen en el marco de una 
economía y de un sistema que parecen girar fuera de control, 
basculando entre la más absoluta tragedia y un equilibrio inestable, injusto y totalmente precario.
La autogestión, por otra parte, toma como centro la asamblea, la democracia directa y participativa, es decir, la decisión 
cooperativa y colectiva. Aclaremos de qué va eso:
Desde los concejos abiertos que aún existen en ciertas zonas de la geografía ibérica a los soviets de la Revolución Rusa 
de 1917, al menos en sus orígenes, desde la organización federal propia del anarcosindicalismo histórico español a los 
consejos obreros de la Revolución alemana de entreguerras o 
la Comuna de París de 1871, el funcionamiento asambleario, 
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como forma de democracia radical y directa, ha sido siempre 
el escogido por los seres humanos cuando han querido, de verdad, funcionar en condiciones de democracia e igualdad.
Se trata de que las decisiones se tomen entre todos, de manera no forzada ni compulsiva para nadie. Por supuesto, existen también, cuando se crean dichas asambleas (ya sea de una 
cooperativa, un municipio o un centro escolar, por ejemplo), 
posibilidades de control, de manipulación, de utilización de 
la energía común para los intereses de una minoría. Nada es 
perfecto. Pero bien utilizadas, y en las condiciones adecuadas 
de formación e iniciativa de sus miembros, la asamblea es la 
institución que mejor garantiza la posibilidad de cohonestar la 
toma de decisiones de manera democrática, con la inalienable 
libertad de sus asociados.
Da fe de ello la reciente irrupción, en el panorama político 
y social español del llamado “Movimiento del 15-M” que, además de sustentar y apoyar numerosas iniciativas autogestionarias de todo tipo, ha construido su organización interna sobre 
la constitución de una inmensa red de asambleas vecinales y 
temáticas, repartidas por toda la geografía de nuestro país.
Las contradicciones, las dificultades, los límites de la apuesta 
asamblearia han sido de nuevo testados por este movimiento 
social polifacético. Muchas cosas se entrecruzan en la realización de una asamblea: la timidez, las vanidades, los desconocimientos, las faltas de organización, la tendencia a la “chapuza” 
o a dar discursos interminables, la discusión nunca del todo resuelta sobre la delegación y el mandato imperativo. Para lidiar 
con todo ello, el propio 15-M, ha desarrollado numerosas prácticas innovadoras, como la utilización de gestos del lenguaje 
de los sordomudos y también textos que las explican, o que 
intentan explicar cómo dinamizar la base de todo proyecto autogestionario: la asamblea. Aquí va uno de ellos, extraído de la 
web de la Universidad Popular de Carabanchel, ligada al 15-M 
de dicho barrio madrileño:
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Propuesta de la Comisión de Barrios
 para unas asambleas saludables
El objetivo será promover en todas las asambleas 
del movimiento un funcionamiento transparente, horizontal, y que permita a todas las personas participar en 
igualdad de condiciones. Para ello, uno de los objetivos 
centrales será evitar que surjan líderes o jefes que decidan por todos sin tenerles en cuenta, como los políticos, 
vamos. Si no nos gustan en las instituciones, menos aún 
tratando de aprovechar nuestro movimiento para su interés.
Estas son solo propuestas orientativas que cada 
asamblea debería debatir autónomamente. Muchos 
grupos utilizan estos métodos -y otros muchos- para 
funcionar y evitar que aparezcan jerarquías o roles de 
poder. No obstante, es obvio que para que funcione requiere de la implicación y el compromiso de todos.
-Cargos rotativos. Que ningún grupo o persona acapare un puesto indefinidamente, porque esa es una forma de hacerse más poderosa que el resto, porque maneja la información, los contactos y muchas decisiones. 
Estos cargos podrían ser:
-Un/a moderador/a. Se encarga de recordar el tema 
que se esté tratando en el debate para no irnos por los 
cerros de Úbeda. También dará el toque de atención 
cuando una persona intervenga durante demasiado 
tiempo, lo haga constantemente, o se repita. Debería 
evitar las interrupciones. Otra función es gestionar el 
tiempo de asamblea para proponer, sin imponer cerrar 
el turno de palabra en un momento dado, cambiar de 
tema, o cerrar la asamblea a la hora acordada.
- Un/a secretari@. Toma acta con las decisiones finales consensuadas. Si alguien no está de acuerdo, que exprese sus argumentos para seguir debatiendo. Si no se 
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llegara al acuerdo, se debería definir en cada asamblea 
el modo de actuar para romper el bloqueo -mayorías 
amplias cuando se opone una inmensa minoría que no 
convence al resto…
- Turnos de palabra. Otra persona debería tomar los 
turnos de palabra por orden de petición, y ayudar para 
que se respete el orden.
- Portavoces. Se encargan de servir de enlace con 
otras comisiones, y de llevar la voz de su asamblea a la 
Asamblea Popular de Madrid donde se reúnen l@s portavoces del resto de barrios para llegar a acuerdos comunes, respetando siempre la decisión de su asamblea 
y no llevar la suya propia como si fuera de su asamblea. 
Es importante que sean vari@s, de 2 a 5 personas para 
que se apoyen y se tenga más seguridad de que lo que 
se dice en la Asamblea General es lo acordado en la de 
su barrio.
- Paciencia y Respeto. Tod@s tenemos cosas muy interesantes que aportar, por tanto, para que nos escuchen 
debemos escuchar, de ese modo creceremos más y nos 
formaremos opiniones más claras. No tod@s nos expresamos en público con la misma seguridad y determinación, pero no por ello nuestras opiniones valen menos.
- Dinámicas asamblearias. Existen gestos comúnmente utilizados para mostrar el acuerdo o desacuerdo sin interrumpir la asamblea -agitar las manos en el 
aire para mostrar acuerdo, y pulgares abajo o formar un 
aspa con los brazos para el desacuerdo; también rotar 
los brazos cuando alguien se repite o se enrolla demasiado-. Es conveniente hacer sondeos para saber el grado 
de acuerdo o no que genera una propuesta para que se 
apruebe. Las voces discordantes tienen más dificultad 
para expresarse frente a una gran mayoría por lo que es 
justo que pidamos que se expresen l@s que no estén de 
acuerdo o quieran matizar algo, antes de preguntar si 
todo el mundo está de acuerdo.
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- Tiempos de asamblea. Las asambleas deberían acordar no solo su hora de comienzo, sino la hora de fin, para 
evitar que l@s cuatro que más aguanten decidan por l@s 
que se han tenido que ir. 2 o 3 horas no está mal.
Toma de decisiones en una “asamblea de asambleas” 
(por ejemplo la Asamblea Popular de Madrid)
- Estructura de Sierra o de Sube-y-baja. Las asambleas 
son la voz de las personas que participan en ellas, por 
lo que las únicas decisiones válidas deben ser las que 
aprueben las asambleas de barrio, incluidas las propuestas de la Asamblea General de Madrid. Cada asamblea 
de barrio acuerda llevar a la General de Madrid unas propuestas, en la General se aprueban o no, y se devuelven 
a las de barrio para que ratifiquen el acta de la asamblea 
general, que no es más que una asamblea de portavoces 
sin poder de decisión -salvo quizás aspectos técnicos de 
poca importancia, y con el permiso de su asamblea-.
Si solo unas pocas asambleas locales se oponen, se 
podría llegar a la aprobación por mayoría de 4 partes sobre 5. “Mejor un voto que un veto”, aunque solo como 
último recurso, siempre trataremos de llegar a un consenso.
En cualquier caso las asambleas son autónomas para 
decidir su futuro y tomar sus decisiones, claro está, sin 
hacerlo en nombre de todo el movimiento si el resto no 
está de acuerdo.
En resumen, se trata de crear una Federación de 
asambleas de barrio transparentes, de la gente corriente, en la que podamos garantizar que tengamos igualdad de participación.”
No dejemos tampoco sin mencionar que la asamblea, como 
instrumento que es de decisión colectiva, no ha de sobrepasar, 
si quiere conformar la base de una sociedad auténticamente 
libre, los espacios en los que resulta útil y fructífera, respetando, por tanto, los ámbitos individuales y garantizando, en 
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todo caso, el derecho al disenso y a la libre conformación de 
la propia personalidad que corresponde a cada individuo. Un 
“uso totalitario” de la asamblea, como correa de transmisión 
de decisiones realmente tomadas por minorías o invasivas de 
las esferas propias de cada uno, es siempre posible, y ha de 
ser ahuyentado con reglas claras y mecanismos de formación 
continua y fomento de la participación de todos.
Y junto a esta centralidad de la asamblea como eje fundante de toda experiencia autogestionaria, no deberíamos olvidar 
su fuerte incardinación con las novedosas formas de participar 
en común ligadas a las nuevas tecnologías. Desde el software 
libre a los presupuestos participativos, desde el Copyleft o, incluso, el Copyfarleft, a las formas de “wikigobierno” ensayadas 
en Brasil o Islandia. Los mecanismos de participación ligados a 
la “red de redes” permiten probar nuevas dimensiones de cooperación y construcción democrática. Se puede criticar su funcionamiento en régimen de experiencias aisladas y marginales 
rodeadas del hostil entorno capitalista, pero no se puede dejar 
de ver que, en su posible desarrollo futuro en conexión con la 
creciente emergencia de la economía solar y cooperativa y con 
la reirrupción de las asambleas ciudadanas, podrían conformar 
elementos esenciales de una muy otra sociedad, donde la comunidad volviese a ser dueña de la vida en común.
Y ahora, hablemos del trabajo…
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AUTOGESTIÓN PRODUCTIVA 
 Y COOPERATIVISMO
Autogestionarse en el lugar de trabajo ha sido y es también 
una experiencia común, sobre todo en circunstancias de crisis 
como la actual. Ya hemos hablado del fenómeno latinoamericano de las “empresas recuperadas”, emprendimientos productivos abandonados por sus dueños al albur de la crisis que son 
puestos a funcionar por los propios trabajadores de manera 
cooperativa.
 Existen ejemplos de ello desde Argentina (Fasinpat, Hotel 
Bauen, Imprenta Chilavert…) hasta el corazón de la sufriente 
Grecia saqueada por la Troika (Vio.Me, una fábrica de materiales de construcción en Tesalónica).
Sin tener que viajar tan lejos como a las colectivizaciones 
surgidas en el marco de la Guerra Civil de 1936-39 (que abarcaban gran parte de la industria, servicios y el agro de la zona republicana), en el escenario de la llamada “Transición” española 
del franquismo a la democracia, en los 70, la experiencia de la 
recuperación de empresas por sus trabajadores también jugó 
un papel trascendente.
Eran tiempos de crisis, fracturas y de grandes movimientos 
populares. Fue al calor de los mismos al que se fraguaron iniciativas como la de Númax, una fábrica de electrodomésticos 
autogestionada por los operarios como respuesta a su intento 
de cierre irregular por parte de los dueños y cuya existencia 
quedó plasmada en dos documentales de Joaquím Jordá: 
“Númax presenta” y “20 años no es nada”.
Algunas de las experiencias de aquellos años o de los inmediatamente posteriores sobrevivieron, pese a todo, hasta la 
actualidad, como la barcelonesa Mol Matric, hoy responsable 
de realizar los chasis de una línea de Metro de Barcelona, el 
tren y cientos de máquinas industriales para empresas como 
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General Motors (y sobre la que hablaremos con más detalle un 
poco más adelante), o la imprenta Gramagraf, ocupada hace 
25 años, y en la actualidad parte del grupo editorial cooperativo Cultura 03.
Pero no estamos hablando, en nuestro país, solo de un fenómeno de tipo histórico o pretérito. La actualidad nos vuelve 
a traer ese mismo conjunto de aires renovados. En ese sentido, 
ya en los primeros años de la crisis que vivimos, cerca de 40 
empresas fueron recuperadas por los trabajadores y puestas a 
funcionar de forma cooperativa, como afirma la Confederación 
de Cooperativas de Trabajo Asociado (COCETA). Entre ellas podemos contar emprendimientos como la empresa de robotización Zero-Pro de Porriño (Pontevedra), o la de muebles de 
cocina Cuin Factory en Vilanova i la Geltrú (Barcelona), en la 
que el antiguo jefe participó activamente en la cooperativización y donde todos los recuperadores se impusieran un salario 
igualitario de 900 euros. También con apoyo del propietario, se 
autogestionó en Sabadell la metalúrgica Talleres Socar, reconvertida en la cooperativa Mec 2010.
Pero, quizás, la iniciativa más impactante y conocida sea la 
puesta en marcha por los ex empleados del periódico de tirada 
nacional Público, que dejó de editarse en papel el 23 de febrero 
de 2012 y dejó al 90% de sus trabajadores en la calle. Fueron 
esos mismos trabajadores los que constituyeron la cooperativa Más Público, que trata de obtener apoyo social y financiero 
para seguir publicando el periódico en formato mensual, y que 
acaba de editarlo como revista mensual con el nombre de La 
Marea. Otros de sus trabajadores animaron otros proyectos periodísticos cooperativos y cercanos a criterios sociales como las 
revistas Alternativas Económicas o Números Rojos.
Sin embargo, pese a estas experiencias, no puede decirse 
que la vía de la recuperación de empresas se haya vuelto algo 
habitual o extendido en nuestro país: los trabajadores, en las 
situaciones de cierre, siguen prefiriendo masivamente hacerse con las prestaciones que comporta un Estado del Bienes-
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tar cada vez más menguante y en discusión. Las dificultades 
de la figura jurídica de la cooperativa en el Derecho español, 
así como la casi ausencia de previsiones al respecto en la Ley 
Concursal, junto a cierta pasividad alimentada por décadas de 
universo burbujil y conformista, probablemente fundamentan 
estas limitaciones de la estrategia recuperadora.
Lo que sí resulta cada vez más común es el creciente recurso 
de muchos parados al cooperativismo, que ante la situación 
de anomia productiva y de falta de expectativas de volver a 
ser contratados, recurren a la posibilidad de capitalización 
de la prestación por desempleo para la conformación de emprendimientos autogestionarios. Los ejemplos son innumerables, como las cooperativas y entidades asociadas en la Red 
de Colectivos Autogestionados de Madrid, y en algunos casos, muestran evidentes vínculos con los movimientos sociales (como los relativos a la conformación de experiencias a la 
imagen y semejanza de la Cooperativa Integral Catalana, o los 
del ámbito libertario, como la gráfica Tinta Negra). De hecho, 
de enero a marzo de 2012, se produjo la creación de unas 223 
cooperativas nuevas en España.
¿Qué son las cooperativas? Se trata de una de las formas 
de organización empresarial que suelen utilizarse a la hora 
de poner en marcha emprendimientos autogestionarios. Es 
más, repasando la legislación en la materia, probablemente 
constituyan la figura jurídica más apropiada para ello, pese a 
las dificultades que comporta la maraña normativa que las re que las regula en España.
Una cooperativa, en definitiva, es una sociedad conformada 
por un grupo de personas que deciden hacer algo en común. 
Las hay de viviendas, de distribución o de consumo, de crédito 
y también, por supuesto, de trabajo asociado. Lo esencial de 
la forma jurídica cooperativa consiste en que se trata de una 
sociedad donde lo importante no es el capital, sino las personas. Lo que se concreta en una cuestión fundamental: cada 
socio tiene un voto, al revés de lo que ocurre en las llamadas 
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“Sociedades de Capital” como la Sociedad Limitada o la Sociedad Anónima, donde el número de votos de cada accionista o 
partícipe está en función del capital que ha aportado a la sociedad. Además se introducen restricciones, que veremos con 
más detalle más adelante, respecto a la posibilidad de que en 
una cooperativa de trabajo asociado existan socios no trabajadores (los llamados “socios colaboradores”) o se utilice trabajo 
asalariado.
El pistoletazo de salida del cooperativismo a nivel histórico, 
se dio en 1844, con la fundación en Inglaterra de la Sociedad 
Equitativa de los Pioneros de Rochdale, continuada por experiencias como la de New Lamarck, animada por el incombustible “socialista utópico” Robert Owen, o por las aventuras e iniciativas de otros pensadores heterodoxos, como los franceses 
Charles Fourier y Ettienne Cabet.
En 1895 se funda la Alianza Cooperativa Internacional, una 
de las mayores organizaciones no gubernamentales del mundo actual, que agrupa a gran cantidad de cooperativas de los 
cinco continentes, y que definiría así los principios esenciales 
del movimiento cooperativo:
-Adhesión abierta y voluntaria (principio de puertas 
abiertas). Uno es socio de una cooperativa voluntariamente y deja de serlo cuando quiere.
-Control democrático por parte de los socios o miembros. La cooperativa no es una organización jerárquica.
-Participación económica de los socios o miembros. 
Los excedentes se reparten equitativamente y existe la 
obligatoriedad legal de dedicar parte de ellos a reservas, 
educación y solidaridad.
-Autonomía e independencia. Las cooperativas son 
independientes del poder, los partidos políticos o los 
grupos de presión.
-Educación, formación e información. Las cooperativas no tienen como único fin realizar su trabajo, sino 
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también contribuir al pleno desarrollo de sus miembros.
-Cooperación entre cooperativas. La solidaridad entre los miembros del movimiento cooperativo es una 
obligación.
-Compromiso con la comunidad. Las cooperativas 
fomentan el respeto del medio ambiente, el desarrollo 
social y la convivencia comunitaria.
Las cooperativas agrupan a gentes de todos los sectores de actividad, desde la industria al mundo rural o 
los servicios, y de su extensión como fenómeno social 
global, dan cuenta algunos datos extraídos de la página 
web de la Alianza Cooperativa Internacional:
-En Canadá 4 de cada 10 ciudadanos son miembros 
de alguna cooperativa, de hecho, en Quebec, el 70% de 
la población lo es.
-En Estados Unidos, 30.000 cooperativas han creado 
dos millones de puestos de trabajo.
-En Francia (aquí al lado), 21.000 cooperativas agrupan a cerca de un millón de trabajadores (el 3,5% de la 
población activa).
-En Noruega (cosas de los nórdicos), de una población de 4,8 millones de personas, dos millones son socios de cooperativas.
-En un sitio tan distante como Malaysia, cerca del 
27% de la población pertenece a cooperativas, y en Indonesia lo hacen 288.589 personas.
-En España son cooperativistas el 15% de la población (recordemos que estamos hablando de todo tipo 
de cooperativas, sean de servicios, de distribución o de 
trabajo).
Por supuesto también existen críticas al movimiento cooperativo. Y hay quienes consideran que muchas de estas organizaciones no deberían tener cabida en un libro como este por 
las más variadas razones: utilizar trabajo asalariado, no estar 
ligadas directamente a los movimientos sociales, etc. Pero, 
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en todo caso, haríamos bien en tener en cuenta la vitalidad y 
extensión de un fenómeno que ayuda a prefigurar, sin lugar a 
dudas, los mimbres básicos de una economía muy diferente, y 
que constituye una escuela de autogestión al alcance de grandes masas de la población mundial.
Además, lo cierto es que la figura jurídica de la cooperativa 
no es la única que pueden adoptar hoy en día los proyectos 
autogestionarios. Está también la configuración legal como 
asociación, que puede permitir llevar a cabo actividades de la 
más variada índole (como en el caso del periódico quincenal 
Diagonal), o las figuras de las llamadas Sociedades Laborales 
(Sociedad Limitada Laboral o Sociedad Anónima Laboral) que, 
aunque se configuran como “Sociedades de Capital” en las que 
el poder de decisión está en función del capital aportado, se incorporan limitaciones al poder del dinero partiendo de la base 
de que, obligatoriamente, más del 50% del capital debe estar 
suscrito por trabajadores de la empresa. Por ejemplo: ningún 
socio individual puede tener en propiedad más de un tercio de 
las acciones o participaciones.
En todo caso, el funcionamiento autogestionario conlleva 
también sus dificultades: desde la irrupción de problemas de 
convivencia y entendimiento mutuo (que suelen ser la principal causa de fracaso de proyectos cooperativos) y que algunos 
intentan solucionar de maneras innovadoras e imaginativas (la 
cooperativa madrileña de trabajo social Altekio tiene un ámbito dedicado específicamente a los cuidados de sus miembros), a las dificultades ligadas a la falta de fuentes financieras 
adecuadas y baratas (que también se intenta enfrentar con la 
emergencia de las llamadas cooperativas de crédito y de la, 
cada vez más conocida, “banca ética”). Pasando, por supuesto, por la tendencia, cada vez más acusada de las grandes cadenas de valor capitalista, a usar el cooperativismo o la “falsa 
autogestión” como instrumento de descentralización productiva (como se ha hecho masivamente con los denominados 
“falsos autónomos”), de forma que la cooperativa, pese a ser 
formalmente tal, está sometida a las órdenes de una dirección 
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externa que puede imponerle los ritmos y las condiciones de 
trabajo.
Pero lo que no se puede negar es la cada vez más acusada 
irrupción de este tipo de fenómenos y prácticas, la cada vez 
más extendida conformación de experimentaciones sociales 
que tejen, con los mimbres de la autogestión y el trabajo colectivo, una malla cada vez más nutrida y diversa. Desde las librerías asociativas y alternativas, como Traficantes de Sueños 
en Madrid, a Sekem, la cooperativa egipcia de agricultura biodinámica en el desierto, la pluralidad más absoluta y la diseminación creativa parecen los ejes orientadores de toda esta 
nueva “economía solar”.
Veamos algunos ejemplos:
Mondragón: la mayor cooperativa del mundo
http://www.mondragon-corporation.com/
La Corporación Cooperativa Mondragón, el mayor grupo 
empresarial de Euzkadi y el séptimo de España, conforma en 
estos momentos la entidad cooperativa más grande del planeta. Aunque para algunos pueda resultar polémica su inclusión 
aquí (opera con empleados asalariados y tiene una evidente 
dimensión transnacional), lo cierto es que si uno va a cualquier 
otra parte del mundo, nuestra auténtica embajada (lo que la 
gente más o menos implicada realmente conoce), en lo que a 
autogestión se refiere, es precisamente Mondragón. 
El proyecto de Mondragón se inició en la localidad guipuzcoana del mismo nombre en 1956, animado por el sacerdote 
de Marquina (Vizcaya) José María Arizmendiarreta. Tuvo su origen en una Escuela Profesional puesta en marcha en 1943, que 
por la iniciativa de cinco jóvenes se transformó en una cooperativa de fabricación de estufas y cocinas de petróleo (Ulgor).
En la actualidad, en la Corporación trabajan 83.569 personas, en cuatro grandes áreas de negocio: Finanzas, Industria, 
Distribución y Comercio. El 82% de los trabajadores del área 
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industrial son socios cooperativistas, y el activo total del conglomerado es de 32.450 millones de euros. Un gigante, pues.
Forman parte de Mondragón empresas como la Caja Laboral (una entidad financiera cooperativa con 18.209 millones de 
euros en depósitos), Lagun Aro (una entidad de previsión social y seguros), emprendimientos de todo tipo (fabricación de 
frigoríficos, lavadoras, hornos, bicicletas, aparatos de gimnasia, 
máquinas-herramienta, maquinaria de fundición, transformadores eléctricos, componentes de electrónica, artes gráficas, 
equipamientos didácticos, servicios de idiomas) y la cadena de 
distribución comercial Eroski, con 21.000 establecimientos. Un 
total de 258 empresas y entidades.
Además, Mondragón cumple a rajatabla con el principio 
cooperativo de fomentar la formación: tiene 1.885 investigadores en sus propios centros de Investigación Desarrollo e Innovación (a los que dedica el 9,1% de sus recursos). Centros 
como el conocido “Polo Garaia”, dedicado a la colaboración con 
la universidad en asuntos tecnológicos. Y, hablando de Universidades, tiene una propia: Mondragón Univertsitatea, fundada 
en 1997 y en la que hay matriculados 4.000 alumnos.
Un gigante, hemos dicho. Un gigante, también, polémico, 
por la participación de algunas de sus empresas en asuntos 
como la venta de “obligaciones subordinadas” a pequeños 
ahorradores. Hemos empezado fuerte. A partir de ahora todo 
será más pequeño. Pero, por supuesto, eso no quiere decir que 
sea peor.
Mol Matric. Una recuperada en Barcelona
http://www.molmatric.coop/mo/
Mol Matric es, quizás, la empresa recuperada más importante de España. La antigua Talleres Alá fue tomada en 1982 por 
sus trabajadores al hilo de su proceso de quiebra. La resistencia 
y las movilizaciones de los operarios permitieron que, a cambio de parte de lo que la empresa les adeudaba por salarios, se 
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hicieran con los locales. Posteriormente, en la subasta, consiguieron también la propiedad de la maquinaria, y se pusieron 
a producir.
Localizada en Barberá del Vallés, en Barcelona, Mol Matric es 
en la actualidad una empresa dedicada a la fabricación de matrices y utillajes para el sector del automóvil (ha trabajado para 
marcas como Volvo, SEAT, Mercedes, PSA, Nissan o Renault). 
Desde 2002 diversifica su actividad dedicándose también a los 
mecanizados de grandes dimensiones, en sectores como el ferrocarril, la energía renovable y las máquinas herramientas.
Desde la perspectiva de la innovación, ha puesto en marcha el llamado Proyecto 0, dedicado a la investigación de materiales y procesos de fabricación para la industria de la automoción, impulsando el desarrollo de productos más ligeros y 
seguros.
En la actualidad trabajan en Mol Matric 46 personas, de las 
cuales 30 son socios, y en la última década precrisis multiplicó 
por cuatro su facturación.
Por otra parte, e imbuida de la perspectiva social propia de 
las cooperativas, dedica el 1% de sus beneficios a participar en 
proyectos de finanzas éticas (Coop 57) y de solidaridad con el 
pueblo saharaui.
Cooperación y solidaridad, pues, desde la recuperada catalana más industrial.
Diagonal. Aquí sí hay prensa libre
https://www.diagonalperiodico.net/
Cuando en torno al año 2003, un grupo de personas que 
participaban en el periódico Molotov, estrechamente ligado al 
movimiento autónomo madrileño, decidieron darle un fuerte 
empujón a su actividad generando un proceso de expansión 
que llevara a publicar un quincenal de venta en los quioscos, 
con una línea mucho más plural y menos autorreferencial, mucha gente se rio. ¡Menuda expectativa!
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Pero lo cierto es que el 3 de marzo de 2005 vio la luz el primer 
ejemplar de Diagonal, el nuevo periódico de los movimientos 
sociales y la izquierda antagonista de la metrópoli madrileña.
Desde entonces este rotativo ha crecido considerablemente. Autolimitando sus ingresos por publicidad a solo un 20%, 
para salvaguardar su independencia, y utilizando licencias 
Creative Commons para sus contenidos. Es decir, mecanismos 
de Copyleft que permiten compartir el conocimiento y la creatividad entre los ciudadanos. 
El Diagonal se ha estabilizado como un habitual de los 
quioscos madrileños y de numerosas librerías y centros sociales de todo el Estado. En la actualidad cuenta con redacciones 
en Madrid, Aragón, Cantabria, Nafarroa, Asturias y Sevilla, funcionando jurídicamente como una asociación llamada Punto y 
Coma, Comunicación y Prensa.
En él colaboran todo tipo de expertos y analistas, así como 
tienen cabida las noticias relacionadas con los movimientos 
sociales y las luchas populares, destacando sus artículos de 
fondo e investigación sobre temas de fuerte contenido social 
y político. 
Cuenta, en estos momentos, con 5.400 suscriptores, que 
le permiten mantener su autonomía respecto de los bloques 
mediáticos, empresariales y políticos circundantes, y tiene una 
tirada de 10.000 ejemplares, con 42 páginas a todo color.
Asimismo, la redacción en Asturias publica un suplemento 
propio, Diagonal Asturies, del cual se reparten gratuitamente 
5.000 ejemplares y que tiene una periodicidad trimestral.
Su última apuesta ha sido el diseño de una nueva página 
web potente y atractiva, que tuvo una media de tráfico en 
noviembre de 2012 de 5.000 usuarios diarios, 7.000 visitas, y 
11.000 páginas visitadas, y donde podemos encontrar, apartemos incómodas modestias si el lector nos lo permite, blogs 
de interés como “Economía para todos”, una bitácora de divulgación de temas socioeconómicos y laborales animada, entre 
otros, por el autor de estas líneas.
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Prensa libre, pues. Prensa para todos. La voz de los movimientos sociales, como otras experiencias conexas y parecidas, 
a las que no se puede desmerecer, como La Directa, Alternativas Económicas, La Marea o Atlántica XXII. La nueva expresividad, en expansión, de una nueva realidad.
Tangente. Expandiendo la inteligencia cooperativa
http://www.tangente.coop/
Adelantándonos un poco a lo que vendrá vamos a hablar 
un poco de una experiencia de intercooperación, es decir, de 
un grupo en el que colaboran distintas cooperativas. Este grupo es la plataforma madrileña Tangente, un grupo cooperativo 
especializado en la realización de proyectos colaborativos, innovadores y multidimensionales dirigidos a mejorar la experiencia vital de la ciudadanía y a la mejora del medio ambiente.
Forman parte de Tangente numerosos proyectos de trabajo 
social, investigación participante y formación, como las cooperativas Andaira, Altekio, el prestigioso Colectivo Ioé o la empresa de tecnologías de la información Dabne.
Tangente ha desarrollado numerosos proyectos relacionados con la ecología social, la participación y el desarrollo comunitario, la diversidad y la inclusión social, la formación (anima la plataforma de formación Aula Tangente) y lleva a cabo 
servicios de consultoría, investigación y documentación, entre 
muchos otros.
Por poner algunos ejemplos, no exhaustivos, son obra de 
Tangente investigaciones como la realizada sobre las actitudes 
de la población ante la violencia de género, llevada a cabo en 
tres Comunidades Autónomas distintas; la puesta en marcha 
del Barómetro Social de España, web y proyecto sociológico 
de análisis de la realidad del país, basado en 190 indicadores 
estadísticos; la conformación de la tienda on-line de la librería 
asociativa Traficantes de Sueños y de un CD interactivo sobre la 
conciliación de la vida personal y familiar para el Ayuntamiento 
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de Parla, o la generación de un aula virtual para el intercambio 
de experiencias y conocimientos por profesionales docentes.
Actividad pues. Más actividad. La emergente “economía solar” que apunta al futuro, no para de desarrollarse e innovar. Veremos que, además, introduce soluciones operativas a algunos 
de los problemas más importantes de nuestro mundo.

 


https://clajadep.lahaine.org