Lo local aparece como una opción para la resistencia. ¿Cómo hacer para que no se queden estas iniciativas encerradas en sí mismas y aportar a la construcción de una transformación social global?
La disyuntiva entre insistir en un cambio desde arriba, sea por vía electoral u otro medio para llegar al poder o de apostar por lograr el cambio desde lo local y desde abajo está sobre la mesa. ¿Cómo entender y analizar el mundo de hoy?: ¿Desde la geopolítica de los grandes actores internacionales o a partir de la experiencia de pequeñas, pero sólidas y bien organizadas comunidades locales? Entre estos extremos, el fortalecer la horizontalidad organizacional de colectivos urbanos, de comunidades originarias, de cabildos, mingas, palenques, de asociaciones de mujeres o de grupos de identidad o no identidad sexual, así como las iniciativas autónomas desde el sujeto individual hasta el colectivo parece perfilarse como una opción cada vez más viable que lleve al cambio social en busca de otro mundo, uno más justo y equitativo.
Este fue el tema más polémico en el pasado Foro Internacional “Hacia la reconstrucción de un pensamiento crítico pospándemico y poscapitalista” realizado entre el 17 y el 19 de marzo en Bogotá, con la presencia de ocho ponentes que reflexionaron sobre diversos interrogantes planteados por distintas coyunturas, entre ellas, de manera principal, la crisis del hipercapitalismo o neoliberalismo en su versión más extrema cristalizada desde el 2008; la crisis, por otra parte, del pensamiento socialista y progresista que, después del triunfo en octubre de 1917 y luego el fracaso del modelo totalitario soviético llevó a la caída del Muro de Berlín y el fin del equilibrio político alcanzado durante la Guerra Fría. Una crisis que se ha manifestado con la ausencia de propuestas alternativas que tomen vuelo para enfrentar la misma crisis del hipercapitalismo; y, por último, y más recientemente, lo que ha significado para el mundo la experiencia de la pandemia que marca nuestra época de una manera ya indeleble.
El foro se realizó justo dos años después haberse convocado bajo el título de “Repensar las bases teóricas para la reconstrucción de un ideario social con perspectiva postcapitalista” y que fue pospuesto por la fuerza del confinamiento decretada en marzo de 2020. En ese paréntesis del 2020 al 2021, el mundo cambió; hoy padece la huella y consecuencias dejadas por la manera como está se gestionó por parte de líderes y gobernantes, en la mayoría de casos estrategias desacertadas que terminaron por demostrar la ineficacia de muchas de las medidas represivas. El resultado, al estrechar el cerco a los individuos y a la sociedad, no fue inesperado: una manifiesta reacción que hizo aflorar el descontento social: protestas masivas, manifestaciones, movimientos sociales, paros nacionales y la emergencia del fenómeno de las primeras líneas de resistencia urbana.
Así, la convocatoria inicial se enriqueció en hechos, acontecimientos y perspectivas que nos dejaron en un lugar distinto al de inicios del 2020. Estamos lejísimos de la prepandemia; si bien seguimos conviviendo con problemas hondos y desatendidos: desigualdad, crisis climática, hambre, desplazados e inmigrantes, brutalidad policial, corrupción, etcétera. Al mismo tiempo, los gobernantes insisten en aferrarse a un modelo neoliberal que, a pesar de hacer agua en sus fundamentos logra, como la hidra mitológica, reinventarse y renacer con mayor peligrosidad al aproximarse a modelos autoritarios para hostigar, arrinconar y arrebatar las libertades y derechos de los pueblos.
La experiencia de esta triple coyuntura: poscapitalismo, pospandemia y la crisis de la izquierda obliga a comprenderla en sus limitaciones y potencialidades, extrayendo pistas de sus lecciones para un mejor actuar en el tercer decenio del siglo.
Este Foro Internacional buscó ir más allá de la simple deliberación teórica y arrojó luces para una confrontación al capital aquí y ahora, abrió ventanas para ir cimentando otras formas de ser y estar en lo económico, político, cultural, ambiental, ético y moral. Los ponentes fueron convocados bajo los siguientes interrogantes:
1. “¿En qué fracasaron las experiencias latinoamericanas progresistas de las primeras dos décadas del siglo y por qué?” “La toma del poder, ¿continúa como el objetivo central de todo proceso de cambio? Si es así, ¿por qué cuando se gana el poder, al final colapsa el proceso revolucionario? Si no es así, ¿cómo procesar las transformaciones necesarias?”
2. “¿Qué tipo de sociedad pretendemos? En perspectiva de una sociedad poscapitalista, ¿Necesitamos centralizar los medios de producción y de cambio en el Estado? ¿Qué opciones existen en este campo y cómo operativizarlas?
3. ¿Cuáles son las claves del mundo nuevo? ¿Cuál el poder de los trabajadores? ¿Qué nos dicen el feminismo y los pueblos indígenas respecto de los objetivos finales?
De esta manera se logró la participación de varios representantes del pensamiento crítico: Raúl Zibechi, Carlos Maldonado, Mónica Baltodano, Jairo Giraldo, Álvaro Sanabria, Silvia Ribeiro, HéctorLeón Moncayo y Philip Potdevin. Entre todos presentaron diversas aproximaciones hacia una reconstrucción de un pensamiento crítico pospandémico y poscapitalista. Además, se contó con las reflexiones y preguntas de los participantes que enriquecieron la discusión y suscitaron debates a lo largo de los dos días y medio.
Contra la centralización de los medios de producción
En respuesta a uno de los interrogantes iniciales, se expuso la perspectiva de la inconveniencia actual de regresar a las teorías de la centralización de los medios de producción. Las lecciones del s. XX, dan evidencia del fracaso de dichas iniciativas. Los “barbaros” cuando vencen a grandes adversarios, adoptan las costumbres y vicios de sus vencidos, recordó Zibechi. La historia da múltiples ejemplos de lo anterior. Por ello, en lugar de propender por la centralización de los medios, que implica el fortalecimiento de una camada de burócratas o gestores, que, sin ser propietarios de esos medios, deben gestionarlos y terminan entorpeciendo la producción, lo que gana sentido, afirmo Zibechi, es dispersar esos medios de producción en las comunidades como hacen los pueblos originarios, los zapatistas, y muchas comunidades étnicas alrededor del mundo. Sin embargo, no se pueden esperar procesos inmediatos. No hay que olvidar que los grandes cambios requieren de periodos de larga duración como Braudel se ha encargado de recalcar.
El capitalismo al desnudo en la pandemia: aceptar lo local como realidad no como alternativa
La situación creada por la pandemia dejó al desnudo, como afirmó Ribeiro citando a la escritora india Arundhati Roy, la realidad de lo que produce el capitalismo: injusticia, desigualdad, racismo, desmantelamiento de los sistemas de salud públicos, la crisis inmunológica y de malnutrición de la población, la devastación de la naturaleza, el asalto contra las comunidades rurales indígenas. Mucho de lo anterior está relacionado con el sistema alimentario agroindustrial, desde las semillas hasta el plato del comedor de la casa.
Una realidad que no es casual. Las transnacionales transformaron la producción y el consumo de alimentos en uno de los mayores problemas de salud de la gente y el ambiente, un sistema que funciona como fábrica de epidemias. Los gobiernos y las empresas maximizaron sus ganancias e impusieron desde arriba medidas para aterrorizar a la población y culpar a los que no adoptaran sus recetas. Pero quienes más se lucraron y ganaron con la pandemia fueron las empresas de tecnología que al digitalizar la pandemia aumentaron a limites inimaginables los mecanismos de control, vigilancia y dominación sobre los pueblos y los individuos. Ribeiro enfatizo en que insistir en lo local no es una alternativa, es una realidad que no se puede desconocer. Anotó que, por ejemplo, el 80 de la alimentación global es producida a nivel local. Pero, en respuesta a lo afirmado en otro momento en el foro, insistió en que la Inteligencia Artificial no puede ser el futuro de la humanidad pues aquella siempre debe ser alimentada por humanos que obedecen a pasiones, creencias, valores, o ideologías. Su invitación final, en el mismo sentido de Potdevin, fue rechazar los mecanismos de dominación para escapar al manto de control y vigilancia que amenaza a todos, con acciones sencillas, individuales o colectivas que van desde incrementar los huertos urbanos hasta simplemente negarse a descargar aplicaciones que buscan cerrar el cerco sobre nuestra intimidad y autonomía.
El neoanarquismo como respuesta al hipercapitalismo
En otra visión presentada en el Foro, surge la posibilidad de rechazar a los mecanismos de poder y dominación ejercido por el capitalismo a través de una actitud que se basa en los principios del anarquismo –resistencia a la dominación– con el claro entendimiento que no se trata de tomarse el poder o sustituirlo por propuestas hegemónicas, sino plantarse desde lo individual, lo local, lo comunitario y adoptar formas de organización, de coordinación; iniciativas y decisiones para contrarrestar la enorme presión ejercida por los mecanismo de poder sobre las diversas facetas de la vida humana. En ese sentido, el autor de estas líneas presentó treintaiuna líneas de acción para ejercer el neoanarquismo en la sociedad actual, como respuesta para enfrentar el hipercapitalismo.
La ciencia y la economía como una perspectiva diferente e incluso, revolucionaria
Otras visiones presentadas incluyeron cómo se pude ver la ciencia y la economía con una mirada distinta a la tradicional. Giraldo y Maldonado aportaron otras perspectivas desde las ciencias de la economía y de la complejidad. “¿Qué es la vida?”, fue la pregunta inicial que abrió la intervención de Maldonado en la que desmitificó y deconstruyó muchas de las “verdades” del conocimiento de Occidente. La historia de la ciencia pone en evidencia que el crecimiento y la transformación del conocimiento es una sola y misma cosa con un proceso revolucionario. Hablar del llamado Antropoceno y de la vida humana dentro del contexto de la historia del Universo es un contrasentido, afirmó Maldonado, pues esta no es sino una fracción infinitesimal en los miles de millones de años que tiene el Universo. Por otra parte, se crearon inquietudes al recordarnos que el único planeta habitado únicamente por la Inteligencia Artificial es Marte, lo cual pone a reflexionar hacia dónde va la humanidad.
La geopolítica y nuevas formas de acumulación
Sanabria se enfocó en responder los interrogantes desde una perspectiva amplia y circundante. El siglo XXI está más militarizado que ningún otro en la historia, ya los campos de poder no son ideológicos sino militares. La exportación de armas se lleva a cabo con el propositito de generar equilibrio o desequilibrio en el mundo. En ese sentido, el sistema mundo capitalista y el neoliberalismo como su fase superior ha impulsado la deslocalización y la globalización. El capitalismo industrial se ha convertido en financiero, sumiendo a gran parte de la población en un neo o tecnofeudalismo como mecanismo de control. El sujeto social se ha convertido en un sujeto deudor de los gigantes financieros, el crédito es un mecanismo más de control que asfixia la autonomía y la iniciativa de las personas, desde las familias a los estudiantes y a los profesionales y a los independientes, a los campesinos y a los miembros de las comunidades. El mundo que vivimos se nutre de la desidentidad, impulsando a creer que la autonomía y emprendimiento son formas de superación cuando en realidad son nuevas formas de subordinación. Se ha descolectivizado el trabajo y reindividualizado el trabajo. ¿Cuánto tiempo nos queda hasta una catástrofe física y social? ¿Es decrecer una solución? ¿Basta con pintar de verde a Marx? Lo urgente no debe hacernos olvidar lo fundamental, lo estructural, fueron algunas de las principales inquietudes y reflexiones que planteó Sanabria en el foro.
La subjetividad revolucionaria: del proletariado a la multitud y la vigencia de la lucha de clases
Como contrapeso necesario a algunas de las tendencias expresadas en el foro sobre la importancia de lo local, Moncayo presentó una visión teórica sobre la resignificación del sujeto social, aquel que estaría en capacidad de llevar adelante una transformación histórica profunda. Esta problemática, afirmó el expositor, ha perdido relevancia desde finales del siglo pasado. El posmodernismo, como hijo del capitalismo, en su reflexión relativista y de negación de una verdad y la aceptación de una pluralidad de perspectivas, llevó a una negación del concepto del sujeto, por ello, insistió en la necesidad de una relectura de las obras de Marx. En esa línea, se reconoce el intento de Negri de actualizar el concepto de proletariado en el de multitud, donde se recupera la noción de subjetividad revolucionaria. Sin embargo, parece ser que esta categoría se diluye en una resignificación del concepto de trabajo y se termina por defender, en últimas la validez del concepto de clase y de reactualizar el concepto la lucha de clases para oponerse a los sistemas históricos de acumulación.
Lecciones de un régimen progresista devenido en autoritario
Baltodano, desde Costa Rica, compartió su experiencia personal con la revolución sandinista que triunfó en Nicaragua en 1979. Ella hizo parte de la lucha que llevó a ese movimiento al poder y luego participó en los primeros años del régimen sandinista. En su testimonio, describió con detalle pormenorizado cómo los ideales sandinistas fueron opacados y diluidos por el orteguismo que hoy ha suprimido todo tipo de disenso y oposición en su país, y de qué manera el orteguismo se ha convertido en un aliado del neoliberalismo traicionando la esencia del pensamiento sandinista, hasta convertirse en un régimen despótico.
Inquietudes provocativas a manera de balance
Para finalizar el debate, en el que participaron ponentes y público, se presentaron las siguientes reflexiones para seguir ahondando y animando la discusión: El motor de la humanidad siempre ha sido mejores condiciones de vida y formas de convivencia realmente en libertad. ¿Cómo hacer para que este sueño no quede diluido por la resignación de que solo es posible construir en lo local? Si los metarrelatos no tienen piso y si las cuestiones locales parecen ser la alternativa, en caso de éstas mostrar su potencia, ¿cómo hacer para que no se queden encerrados en sí mismas y aporten a la construcción de transformación social global? Las revoluciones socialistas derrotadas, tanto las que en su momento triunfaron, como las derrotadas en plena lucha, junto con el neoliberalismo y sus impactos en todo orden, parecen sumir a la sociedad en la desazón, para superar esta realidad se debe acudir a la construcción de coordinaciones regionales y globales, ¿no sería esta una vía posible? Y, por último, si bien lo local aparece como una opción para la resistencia, aparecen las multinacionales de las tecnologías y farmacéuticas como poderes globales construidos en parte, con dineros públicos, concentradoras de conocimiento y recursos que deberían ser colectivos. ¿No plantea está realidad de luchas globales la necesidad de otro mundo posible?