Se suponía que la historia de la discriminación de género existía desde la época de las cavernas: la mujer dentro de ella, cuidando a los niños y el fuego, y los hombres afuera, cazando. Y que entonces allí se moldeó la división sexual del trabajo, en que las mujeres quedaron relegadas dentro del espacio de lo privado, y los hombres, dominando en exclusiva el espacio público. Pero no fue así.
Bajo una luz diferente -con nuevas investigaciones y datos- los hallazgos son otros, y sorprendentes, especialmente en la relación entre los géneros. A pesar de la extendida idea de que la humanidad prehistórica era un patriarcado brutal, la historiadora francesa Marylène Patou-Mathis ha desafiado esa mirada en su nuevo libro, que ya está en Chile: El hombre prehistórico es también una mujer (Lumen), que arroja luz sobre las cavernas de ayer y también las “cavernas” de hoy.
En un muy bien documentado ensayo, no solo destruye mitos respecto de dónde realmente estaban las mujeres y qué hacían en aquella época donde -afirma- no hay pruebas de que haya sido de dominación de hombres sobre mujeres, sino que además releva su papel en aquel momento histórico. “Ahora hemos visto que en Perú se han encontrado cazadoras de hace 9.000 años. A veces en el mobiliario funerario podemos encontrar también sepulturas de cazadoras con sus armas y artilugios de caza (…). A la hora de mirar al pasado, es muy importante hacer ver a la gente que la evolución del ser humano, la cultural también, se ha llevado a cabo por los dos géneros, y no solo por los hombres”, dijo en la presentación de su libro en Europa, el año pasado.
Directora de investigación en el Centre National de la Recherche Scientifique, conservadora de Prehistoria en el Muséum national d’Histoire naturelle, es una de las mayores eminencias sobre el estudio del comportamiento de los neandertal, y entre sus libros se incluyen Préhistoire de la violence et de la guerre (2013) y Neandertal de A à Z (2018). Entre múltiples reconocimientos, fue nombrada Chevalier de la Légion d’honneur, la más alta condecoración honorífica francesa -establecida en 1802- que reconoce a quienes han prestado “servicios eminentes” a la nación.
Sobre estereotipos de género de ayer y de hoy, la importancia de una nueva Constitución paritaria y con representación de pueblos originarios en Chile, y el auge de la ultraderecha en Francia conversó con La Tercera, en parte por escrito y en parte por teléfono, a última hora de una tarde primaveral parisina.
Usted ha desmitificado una de las suposiciones más comunes sobre la prehistoria: que las mujeres estaban encerradas en las cuevas. ¿Dónde estaban realmente?
Sí, esa es una idea muy extendida y falsa. Al igual que los hombres, las mujeres prehistóricas participaban en las diversas tareas de la vida cotidiana, como la búsqueda de alimentos (caza, pesca, recolección), el desarrollo del hábitat, la fabricación de herramientas y ornamentos.
¿Por qué la historia y la prehistoria las han estereotipado?
La prehistoria como disciplina científica se desarrolló durante el siglo XIX y en Europa. Los primeros prehistoriadores, todos hombres, estamparon su modelo social, en particular el patriarcado, sobre estas sociedades antiguas, sin ninguna evidencia arqueológica.
Dice que también eran artistas en la prehistoria, desarrollando un patrimonio invisibilizado…
Nuevos estudios del arte paleolítico, en particular el de las “manos negativas”, atestiguan que las mujeres prehistóricas penetraron en las profundidades de las cuevas. Por tanto, es posible que las pinturas de animales junto a estas manos femeninas fueran realizadas por mujeres.
¿Cuándo y cómo comenzó el patriarcado y cómo lo definiría?
No tenemos evidencia arqueológica de que el patriarcado -dominio masculino sobre las mujeres- haya existido en el Paleolítico (que consiste en sociedades nómadas de cazadores-recolectores), ni tampoco el matriarcado. Constatamos que el estatus de los hombres no era superior al de las mujeres, por lo que reinaba cierto equilibrio entre ambos. Para algunos investigadores, el patriarcado habría aparecido durante el Neolítico (compuesto por sociedades sedentarias de agricultores y ganaderos). El cambio de economía (de depredador a productor) habría ido acompañado de un cambio social (aparición de élites y castas), lo que habría provocado una mayor dependencia de las mujeres (más hijos y muchos trabajos relacionados con la agricultura).
Dice usted: “El patriarcado no tiene base antropológica”. ¿Por qué sigue vivo incluso en el siglo XXI?
A lo largo de la historia, los hombres se han beneficiado de este sistema patriarcal que les otorgaba pleno poder sobre las mujeres (consideradas menores de edad) y sobre los niños. Les permitía ejercer los oficios que deseaban y tener poder de decisión (muchas veces prohibido para las mujeres).
¿Cuáles son las raíces del espíritu de dominio que se pueden ver en la historia humana?
Creo que hay algo que es muy, muy fuerte, y es esto de que para los hombres, para estar seguros de que los niños eran sus hijos, había que tener un dominio absoluto sobre las mujeres, sobre los cuerpos de las mujeres. Creo que eso fue un problema para ellos. Porque la mujer siempre sabe que el niño es su hijo… Yo creo que siempre ha sido una preocupación muy importante para el hombre y que tal vez eso, quien hizo eso al principio, para tranquilizarse en alguna parte, tomó posesión del cuerpo de la mujer al condenarla a la casa, prohibirle salir a otra parte, a riesgo de encontrar a otros hombres… Al final también para lograr dominar a las mujeres, necesariamente en algún momento hay violencia, violencia que se va a instalar, ya que será algo así como violencia moral, o violencia física, para imponer esto, porque las mujeres no estaban de acuerdo.
¿Cómo eliminar los estereotipos de género, los esencialismos?
Debemos concientizar a la gente de que lo que se nos ha dicho durante siglos no se basa en ninguna realidad. Las mujeres no son inferiores por naturaleza, ni son menos inteligentes que los hombres. Hay que sentir la sombra de la gran cantidad de mujeres que, a través de sus invenciones o creaciones, han hecho evolucionar a la sociedad. Ellas han sido “borradas” por los historiadores, particularmente europeos, del siglo XIX.
Las ideologías ultraconservadoras están vivas en muchos países y también en Francia, por ejemplo, donde Marine Le Pen sacó gran cantidad de votos. ¿Qué piensa usted de eso?
Yo creo que siempre hay movimientos reaccionarios, pero se dan dentro de la lógica de la historia. Porque hay una especie de revolución iniciada por el movimiento Me Too, que es una verdadera revolución, que ha llevado a muchos cambios. Y, entonces, siempre hay, en algún punto, una contrarrevolución. Es decir, tienes una contrarreacción muy fuerte. Pero yo creo que esta, aunque sea fuerte, será minoritaria. Yo creo que no podemos impedir el hecho de que cuando hay un movimiento revolucionario siempre hay un movimiento contrarrevolucionario. Siempre hay reacciones muy fuertes detrás, ahí hay que estar vigilantes. Cuanto más liberal sea lo que hagamos, más habrá detrás una contrarreacción.
Usted escribe: “Las mujeres somos culpables desde el origen”. ¿Cómo se construyó esta idea?
El siglo XIX europeo todavía estuvo muy impregnado de textos sagrados (Génesis, por ejemplo) y religiosos. En estos textos son las mujeres las responsables del sufrimiento de los humanos porque es una mujer la que cometió el pecado original (la culpa de Eva).
Usted también ha estudiado la violencia. ¿Por qué ha sido practicada y promovida por los hombres?
Es probable que durante el Neolítico, las mujeres -muy ocupadas en su rol de madres (hubo muchos más hijos con la sedentarización)- y en trabajos relacionados con la agricultura, abandonaran la actividad de defensa de la propiedad (vemos la aparición de grandes silos de cereales que atestiguan la existencia, a diferencia del Paleolítico, de excedentes alimentarios). La casta guerrera aparece durante este período.
¿Por qué cree que la violencia contra las mujeres susbsiste en este momento de la historia, que suponemos más civilizado que la prehistoria?
Yo no creo que sean más civilizados. Yo soy bastante como Jean Jacques Rousseau, y creo que es la cultura la que hace que veamos sociedades con verdaderos valores humanistas y otras que no. Las reacciones que tenemos ahora son quizás más fuertes. Es que a los hombres se les ha dicho tanto, durante siglos, que las mujeres están subordinadas, que las mujeres están a su servicio, y cuando nos rebelamos, la sociedad de repente lo siente bastante brutalmente. Hay una ruptura muy fuerte que algunos hombres no aceptan. En su cabeza es normal que las mujeres estén encerradas, a algunos les cuesta entender, pues fue así por generaciones… (Entender) por qué ellos, de repente, no tenían derecho a hacer lo que quisieran con las mujeres.
Por la pandemia hemos visto un alza en la violencia contra las mujeres. ¿Es producto justamente de una reacción a los avances?
El “malestar”, el miedo al futuro, el resentimiento o la frustración -muy presentes en este período- siempre provocan actos de violencia, (la búsqueda de un chivo expiatorio). Las mujeres se convierten entonces en blancos fáciles. Además, hay hombres que todavía piensan que los cuerpos de las mujeres están a su disposición.
¿Hay sexismo en la ciencia?
Menos ahora, especialmente desde que las mujeres han estado trabajando en profesiones científicas. En Europa y Estados Unidos, las mujeres están bien representadas en Prehistoria y Antropología.
“Es absolutamente necesario combatir la jerarquía de los humanos y de sus culturas. No existen humanos inferiores y superiores, o sociedades más evolucionadas que otras. Todos los pueblos tienen una larga y rica historia”.
Marylène Patou-Mathis, historiadora francesa
¿Ha experimentado el machismo o la misoginia en su vida?
Tuve mucha suerte porque no sufrí tales actos. Desde mis estudios, he querido realizar mi propia investigación y liderar importantes programas internacionales. Por lo tanto, rara vez dependía de un colega masculino. Además, es un trabajo colectivo.
En Chile estamos redactando una nueva Constitución, con paridad de género y representación de los pueblos originarios. Para usted, ¿qué principios son imprescindibles para navegar el resto del siglo XXI?
Lo encuentro formidable. Es absolutamente necesario combatir la jerarquía de los humanos y de sus culturas. No existen humanos inferiores y superiores, o sociedades más evolucionadas que otras. Todos los pueblos tienen una larga y rica historia. Incluso los del pasado, porque es gracias a su gran capacidad de invención y resiliencia que estamos aquí. Sobre todo, no debemos esencializar, porque las sociedades prehistóricas eran complejas y ya muy diversificadas. Sus sistemas sociales y sus cosmogonías son sin duda muy diferentes a las nuestras, así que demos un paso atrás, cambiemos de perspectiva y de mirada.
¿Cuál es el papel de los hombres hoy, en el cambio de las estructuras patriarcales?
Creo que es necesario, en mi opinión, mostrar el impacto y el papel de la mujer en la historia y en la sociedad. Demostrar que no es solo un rol de cuidar a los niños, de estar en la casa, sino que la mujer, a lo largo de la historia, ha aportado mucho. Creo que eso sería importante, porque muchos hombres no piensan eso, no lo conocen. No es cierto que las mujeres no hicieran nada. Muchas mujeres en diferentes países y en diferentes momentos han hecho muchas cosas y su participación mostró que no siempre hubo una necesidad de tener este sistema patriarcal, pues hubo épocas en las que al final la mujer tenía un papel importante en la sociedad.
¿Y cree que es posible que volvamos a una sociedad no patriarcal, o sin sexismo?
Creo que en todo caso hay que intentarlo y que es posible que tengamos una sociedad equilibrada. Es decir, en definitiva, que las actividades, la gestión de la sociedad, el poder político y otros, se den según las competencias, y no según el género. Si vamos hacia un sistema de habilidades y competencias, entonces estamos en un sistema más equilibrado, ya no hay más patriarcado ni matriarcado, no hace falta que un sexo -cualquiera que sea, el masculino o el femenino- que domine sobre otro sexo. No hay dominación. Debemos avanzar hacia una sociedad equilibrada y basada en las habilidades, que no tienen relación con la edad, ni el sexo, ni la raza, ni la religión.
¿Qué cambios en los derechos de las mujeres le gustaría que sucedieran ahora, y no en más de 100 años, como pronostica el Foro Económico Mundial?
Perfecta igualdad de derechos en todos los ámbitos.