Rastreando las huellas de la Comuna
Alumbramientos y ocultamientos
Introducción
Al pensar en la Comuna de París, se nos vienen a la mente imágenes de personas rebeldes que se levantan contra el poder del Estado y del capitalismo, y que inmediatamente se abocan a crear formas de asociación libre para el trabajo, la educación, la salud… para la vida.
Y si buscamos donde y de qué manera se reflejan hoy en día las ideas generadas a partir de ese maravilloso intento revolucionario de crear otra forma de vida, inmediatamente pensamos en el zapatismo y en Rojava.
Sin embargo creemos que si levantamos la mirada más allá de esas dos experiencias revolucionarias, no se ven muchos movimientos, grupos o espacios donde estén presentes las ideas surgidas en el proceso de la Comuna.
Es entonces a partir de esta inquietud que nos surge la necesidad de escribir el presente texto, el cual tiene un doble propósito:
Por un lado reflejar, analizar, redescubrir las ideas-riqueza que produjo la Comuna de París,
Y por otro lado nos preguntamos sobre cuáles fueron y son las causas por las que esas ideas puestas en práctica por los comuneros en 1871 y luego desarrolladas en la década siguiente por comunistas y comunistas libertarios, parecen haberse desdibujado o distorsionado en la actualidad, inclusive en parte del pensamiento rebelde o anticapitalista.
Por eso sentimos imprescindible sondear en las causas del ocultamiento de dichas ideas ya que necesitamos recuperarlas para alimentarnos de ellas en nuestra búsqueda de emancipación del capitalismo.
Queremos mencionar en esta introducción, que la lectura del excelente libro sobre la Comuna de París, “Lujo comunal” de Kristin Ross1, ha sido un gran aliciente para embarcarnos en este escrito y nos ha ayudado a pensar en la trascendencia de la Comuna y la necesidad de revitalizarla.
Durante los setenta y dos días en que se mantuvo en pie, la Comuna demostró que otra sociedad humana es posible, que es posible autoorganizarse y autogobernarse sin un Estado ni poder centralizador.
Las teorías revolucionarias fueron puestas en juego por la Comuna, posibilitando repensarlas dialécticamente a la luz de su construcción. No sólo era posible abolir el Estado, sino también disolver el fetichismo a través del cual las personas perciben la realidad bajo el capitalismo, y reformular en ese mismo acto las concepciones del trabajo, la libertad, la educación, el arte, etc.
Eso es para nosotr@s lo más interesante de la Comuna, la demostración de que se puede generar una sociedad en base a la asociación libre de las personas rompiendo con la esclavitud de la producción de plusvalor a través del trabajo asalariado. Ese ya es un triunfo de la Comuna que trasciende su aplastamiento militar. Pero no es el único:
En las dos décadas posteriores la Comuna produjo un gran impacto y un punto de inflexión en revolucionarios de la época como Kropotkin, Marx, Reclus o William Morris, entre otros.
De esos impactos destacamos primeramente dos:
a) Los cambios que realiza Marx con respecto a sus pensamientos anteriores sobre el Estado, modificando el prefacio del Manifiesto Comunista en 1872, y la profundización de su análisis del fetichismo en la nueva edición francesa de El Capital de 1875
b) El surgimiento del «comunismo libertario» en Suiza a finales de la década de 1870, con una clara toma de posición de rechazo al valor de cambio y al trabajo asalariado
El comunizar de la comuna
Lo que nos interesa destacar aquí es cómo los hacedores de la Comuna comenzaron a delinear en los hechos y en su pensamiento político, lo que sería una organización comunal y también cómo sus contemporáneos pensaron una sociedad basada en comunas en los años siguientes.
La primer cuestión a señalar es que en el comienzo de esta creación colectiva aparece la abolición del Estado, pero de hecho, “en acto”, desde el momento en que paulatinamente disuelven diferentes organismos estatales y burocráticos y los van reemplazando por asociaciones libres para el trabajo, la educación, el arte o la defensa.
Pero no solo el Estado se iría disolviendo sino que al mismo tiempo se disolvían el capital y el trabajo asalariado ya que al asociarse libremente para “laborar”, los comuneros rompían con las jerarquías que se imponen cuando el trabajo se debe realizar a cambio de un salario y bajo el control de un patrón y un Estado. Se comenzaba también a abolir de hecho la división entre el trabajo manual y el intelectual.
El trabajo libremente asociado rompe también con la producción de valor y con el fetichismo de la mercancía porque lo producido bajo esta asociación autodeterminada, ya deja de tener la forma mercancía.
Kristin Ross dice en “Lujo Comunal”:
La actividad creadora de los comuneros revelaba, mejor que cualquier estudio teórico, el fetichismo de la mercancía inherente a la propia forma del producto del trabajo como mercancía, incluido especialmente el propio trabajo como mercancía. O, como decía Marx, «con la emancipación del trabajo, cada uno se convierte en un trabajador, y el trabajo productivo deja de ser un atributo de clase».2
Y Raya Dunayevskaya escribe en “Marxismo y libertad”:
Todas las relaciones existentes entraron en juego: la producción, la propiedad, el Estado, el mercado, el plan, la ley del movimiento de la economía. El desarrollo pleno y libre de cada individuo, que se iniciara en la Comuna, se convirtió en la condición para el desarrollo pleno y libre de todos. 3
También Kropotkin escribe en “Words of A Rebel” sobre estas cuestiones ocurridas en la Comuna: «la abolición de la propiedad individual, el comunismo; la abolición del Estado y su sustitución por la comuna libre, y la Unión Internacional de los pueblos trabajadores»4
Sobre la comuna de París en particular y la organización en comunas autónomas en general se puede ver que había grandes coincidencias entre comuneros como Reclus, revolucionarios que luego fundaron el comunismo libertario como Kropotkin y comunistas cercanos al pensamiento de Marx como William Morris.
Las coincidencias se daban sobre cómo organizarse y asociarse colectivamente para luchar contra el capitalismo y crear otra sociedad, cuestiones que la propia existencia de la Comuna había expuesto: Creación de una federación en red de pequeñas comunas descentralizadas, laxas y autosuficientes (con lo cual se minimiza la necesidad de una comercialización entre regiones geográficamente distantes). Una asociación libre en todos los aspectos de la vida, a una escala local y pequeña para producir entre tod@s lo necesario para tod@s
De hecho, como lo demuestra Kristin Ross en “Lujo comunal”, hubo encuentros entre algunos de los revolucionarios mencionados. Por ejemplo Reclus, Kropotkin y Morris se encuentran por lo menos una vez en septiembre de 1887, siendo además que Morris era muy amigo de Kropotkin desde que el pensador ruso se exilió en Londres en 1886.
Kropotkin pensaba que las “News from Nowhere (Noticias de ninguna parte)”5 de Morris expresaban «la concepción anarquista más plena y profunda de la sociedad futura que jamás se haya escrito»6
Lo que queremos señalar con esto es que la Comuna posibilitó que revolucionarios que hipotéticamente tenían distintas orientaciones políticas (como Kropotkin y Morris) debatan dentro de un marco teórico común y lleguen a conclusiones muy similares.
Destacamos al respecto algunas consideraciones de los protagonistas de esa época:
Élisée Reclus, uno de los tantos comuneros conocidos quien además sobrevivió a los fusilamientos y años más tarde fuera uno de los fundadores del comunismo libertario, escribió:
la Comuna […] preparó para el futuro, no mediante sus gobernantes sino mediante sus defensores, un ideal superior al de todas las revoluciones que la precedieron […], una nueva sociedad en la que no hay maestros por nacimiento, título o riqueza, y no hay esclavos por origen, casta o salario. En todas partes la palabra «comuna» se entendía en el sentido más amplio, como referencia a una nueva humanidad, formada por compañeros libres e iguales, ajena a la existencia de antiguos límites, basada en la ayuda mutua y pacífica de unos a otros desde un extremo del mundo al otro. 7
En el único “programa” oficial que publicó la Comuna, se puede leer: La comunas deben ser una «asociación voluntaria de todas las iniciativas locales», «una unión libre de colectivos autónomos» o una «confederación de pueblos libres» 8
William Morris, el activista comunista británico escribió lo siguiente:
«Las naciones dejarían de existir como entidades políticas; la civilización significaría la federalización de una variedad de comunidades grandes y pequeñas». 9
«La única manera de evitar la tiranía y el despilfarro de la burocracia es mediante la Federación de Comunidades Independientes». 10
El conocido revolucionario y también fundador del comunismo libertario, Piotr Kropotkin escribe sobre la organización en comunas: Las comunas independientes, federadas laxamente en una red estrecha, «libre y en solidaridad creciente por su propia libertad». «Las comunas […] son lo único que puede darnos el medio necesario para la revolución y los medios para realizarla» 11
Marx ve la abolición del Estado en la existencia misma de la Comuna
Como mencionamos en la introducción del artículo, entre las consecuencias directas de la Comuna se encuentran los cambios que Marx realizó respecto a sus pensamientos anteriores sobre el Estado, y la profundización de su análisis del fetichismo. Estas reflexiones de Marx se debieron justamente a que observa en la experiencia de la Comuna actos de disolución del Estado en la misma construcción de lo “comunal”.
En “La guerra civil en Francia” Marx dice:
«la maquinaria del Estado centralizado, que, con sus ubicuos y complicados órganos militares, burocráticos, clericales y judiciales, encierra (envuelve) a la sociedad civil como una boa constrictor». …..«La gran medida social de la Comuna fue su propia existencia, su labor. Sus medidas concretas no podían menos de expresar la línea de conducta de un gobierno del pueblo por el pueblo» 12
En el prefacio del Manifiesto Comunista Marx agrega en 1872 la frase «la clase obrera no puede simplemente tomar posesión del aparato estatal existente y ponerlo en marcha para sus propios fines», Este agregado da cuenta de un cambio de pensamiento con respecto a la centralidad del Estado que mantenía antes de la revolución de la Comuna.
Por otra parte, y en cuanto la profundización de su desarrollo sobre la cuestión del fetichismo, Raya Dunayevskaya describe lo siguiente: Antes de la Comuna, Marx había escrito que solamente el trabajo libremente asociado podía acabar con el fetichismo de la mercancía. Ahora, que los comuneros hacían precisamente eso, la acción concreta amplió la teoría. Al mismo tiempo prepara una nueva edición francesa de El Capital (publicado en 1875) y en el epílogo nos dice que había cambiado la sección sobre el fetichismo de la mercancía “de una forma significativa”.13
Marx se pregunta: “¿De dónde procede, entonces, el carácter misterioso que presenta el producto del trabajo, tan pronto como reviste forma de mercancía?” Y responde simplemente: “Evidentemente de esa forma misma”. Karl Marx – El Capital, Tomo 1, p. 39.
….La riqueza de las cualidades humanas, reveladas en la Comuna, puso de manifiesto que el fetichismo de las mercancías surge de la misma forma de la mercancía. Esto profundizó el significado de la forma de valor, tanto como un desarrollo lógico, como un fenómeno social.14
El trabajo libremente asociado disolvía el fetichismo y la forma mercancía
Otra influencia que tuvo Marx relacionada también a la Comuna fue la de Elisabeth Dmitrieff, una joven rusa de veinte años, que en los meses previos a la Comuna, había viajado a Londres con la intensión de contactarlo para discutir sobre las comunas rurales tradicionales rusas (obschinas). Dmitrieff que conocía a Nikolái Chernishevski, uno de los pensadores políticos rusos más importantes de la época, activista y teórico de las obschinas, comenzó a convencer a Marx de que considere que ese tipo de comunas rurales pudieran ser una vía hacia el socialismo sin pasar previamente por el desarrollo del capitalismo industrial. Marx comenzaría a abrir su pensamiento con respecto a este problema, para luego años después, terminar de cambiar su punto de vista a través de su correspondencia con otra revolucionaria rusa, Vera Zasúlich.
Luego cuando Dmitrieff se une a la Comuna, Marx, le pediría que sea su corresponsal especial para informar sobre los acontecimientos de París a la Internacional, sin imaginarse que Elisabeth Dmitrieff devendría en una importante líder de la comuna, fundando la “Unión de Mujeres para la Defensa de París” que “se convirtió en la mayor y más eficaz de las organizaciones de la Comuna” 15
Surgimiento del comunismo libertario
Seguramente la influencia más importante de la Comuna de París fue la aparición del «comunismo libertario» o «anarcocomunismo» a finales de la década de 1870 y principios de la de 1880.
En esos años, muchos comuneros refugiados llegan a Suiza y se juntan con otros compañeros de ruta para comenzar a debatir sobre una futura sociedad organizada desde una federación de comunas autónomas, descentralizadas y autosuficientes bajo relaciones de solidaridad.
Estos debates realizados en Ginebra, entre otros por Élisée Reclus, Piotr Kropotkin, Carlo Cafiero, Errico Malatesta y Gustave Lefrançais, fueron desarrollando la teoría política que se denominó “comunismo libertario” en el congreso de la Federación suiza del Jura en 1880.16
Dos puntos son para nosotr@s fundamentales en esta postura política:
Por una parte los comunistas libertarios plantearon que sin la abolición o extinción del valor de cambio, no se podía llevar a cabo un proceso revolucionario.
Y el segundo punto planteado por ell@s es que debían abolirse inmediatamente tanto el trabajo asalariado como el comercio, y que el acceso a los recursos y bienes ya no debería depender del trabajo realizado. Planteaban que cualquier sistema económico basado en el trabajo asalariado y la propiedad privada requiere un aparato coercitivo para hacer efectivo el derecho de propiedad, y mantener relaciones desiguales que aparecen fruto de las diferencias.
La revolución no sólo transformaría la sociedad en términos políticos mediante la organización de comunas independientes federadas laxamente en una estrecha red, sino que la transformaría igualmente en términos de producción, intercambio y consumo; como diría Kropotkin, sería no sólo comunalista, sino comunista.17
Un resumen de las ideas planteadas por los comunistas libertarios sería: asociación voluntaria, rechazo del valor-trabajo, del dinero y del salario, derecho al uso de los productos del trabajo por parte del individuo y propiedad de dichos productos de la comunidad.
Estas posiciones tenían diferencias muy importantes con los anarquistas «colectivistas» como Proudhon y Bakunin (y de hecho esas diferencias dividieron las aguas en el anarquismo) ya que las ideas de los colectivistas abogaban por mantener una economía de intercambio entre colectividades obreras autogestionadas, lo que implicaba de hecho mantener el mercado y el dinero. Pero la diferencia más importante era que los colectivistas planteaban mantener el sistema salarial, es decir el trabajo asalariado.18
Para mantener una distribución controlada y sobre todo para administrar el trabajo asalariado, es necesario centralizar dicha administración, con lo cual lo planteado por los “colectivistas” deja flotando en el aire la necesidad de un organismo centralizador que, preguntamos: ¿sería muy diferente a un Estado?.
Por otra parte estas definiciones políticas de los anarco-comunistas son muy coincidentes con las que ya venía desarrollando Marx anteriormente y con las ideas de William Morris por ejemplo, lo que demuestra que el pensamiento de “anarquistas” y “comunistas” no era tan diferente como se pensaba en esa época (y hoy también se sigue pensando eso), a la luz del enfrentamiento Marx-Bakunin. Por eso estas ideas de los anarco-comunistas, agradaron a Marx, Morris y los demás partidarios del comunismo de ese entonces.
Libertad y trabajo (dos asuntos directamente relacionados)
Uno de los objetivos de este texto, mencionado en la introducción, es pensar a cerca de las causas que provocaron que esas ideas revolucionarias se desdibujaran o sufrieran una transformación en su contenido. Para ello queremos analizar primeramente algunas controversias que hoy existen sobre la idea de “libertad”.
En la actualidad, y a partir de la crisis que acompaña a la pandemia, los grupos y partidos políticos de extrema derecha se están radicalizado aún más tanto en Europa y Estados Unidos, como también en Latinoamérica.
Entre las consignas que vociferan está la de “libertad”, de hecho en Argentina formaron un partido llamado “Libertad Avanza” y se llaman a sí mismos nada menos que “libertarios”.
A partir de esta situación, se han generado entre grupos y personas anticapitalistas, algunas discusiones a cerca de este tema. Algunos dicen que estos “libertarios” de derecha toman consignas o reivindicaciones que corresponden a anarquistas o a la “izquierda” en general, y que están utilizando ideas que son parte de ese pensamiento.
Sin embargo para nosotr@s, l@s que escribimos este artículo, estas discusiones son parte de una gran confusión (y un gran problema a resolver) relacionada a la tergiversación y ocultamiento de los ideales que la Comuna impulsó, ideales que, como decíamos en la introducción del escrito, han llegado a estos tiempos fetichizados y vaciados de contenido.
Empecemos por analizar la relación entre trabajo o trabajo asalariado y libertad ya que ahí se encuentra una de las ideas clave de la Comuna que han sido ocultadas.
Como vimos en el apartado anterior, tanto Marx y los comunistas, como los comunistas libertarios coincidían en varios aspectos que nos parecen fundamentales para una teoría y una práctica emancipatoria. Lo más importante sobre lo que todos ell@s coinciden es que no hay emancipación del capitalismo sin eliminar el valor de cambio y el trabajo asalariado.
A partir de eso, nos preguntamos: ¿cómo podría haber libertad si no hay libertad para asociarse colectivamente en las actividades del ser humano?. ¿Si no tenemos autodeterminación sobre nuestra actividad vital, de que libertad estaríamos hablando?
Morris, refiriéndose a lo que para él era lo fundamental de la Comuna escribió:
«…el intento de establecer la sociedad sobre la base de la libertad de trabajo, lo que llamamos Comuna de París de 1871»19
Si no se libera el trabajo, si se tiene que trabajar para producir plusvalor, es decir si se trabaja para acumular capital para el capitalista reproduciendo así el sistema, ¿qué libertad queda?
Queda la “libertad” de vender nuestra fuerza de trabajo al capital, de enajenarnos, de deshumanizarnos. Queda la libertad de circular “libremente” como mercancía, queda la libertad de consumir (quienes pueden), queda la libertad de votar en las elecciones y elegir el administrador del Estado y de la producción de valor.
Entonces, la idea de libertad que declaman los ultraderechistas, es diametralmente opuesta a “nuestra” idea de libertad, libertad que no tenemos y por la cual debemos luchar. La libertad de los ultraderechistas no es nada más ni nada menos que la libertad burguesa, solo que dicha sin rodeos, y es la libertad que por lo menos en tiempos “normales” está garantizada por el Estado, sobre todo porque es una libertad necesaria para el “libre” desarrollo del capital
La idea de libertad, como dice el subtítulo de esta parte del artículo, está para nosotr@s directamente relacionada a la idea que se tiene del trabajo bajo el capitalismo. Si en lugar de partir desde la rebeldía contra el trabajo asalariado, partimos desde su aceptación, de pensarnos (e identificarnos) como “clase trabajadora”, entonces el concepto de libertad se desentiende del sometimiento y de la enajenación que significa trabajar para producir valor, y por lo tanto, lo único que podemos hacer es luchar por mejorar nuestras condiciones bajo el yugo del capital.
Esto, salvando las distancias, es como si pensáramos a los esclavos demandando ser mejor tratados por el amo, o a los siervos pidiendo mejores condiciones de servidumbre a los señores feudales.
Raya Dunayevskaya escribe: Lo nuevo que aportó la Comuna fue que al liberar el trabajo de los límites de la producción de valores, demostró cómo el pueblo se asoció libremente sin el despotismo del capital o la mediación de las cosas. Contrasta la vitalidad de ese movimiento con la mutilación del trabajo bajo el capitalismo, que despoja a los obreros de toda individualidad y los reduce a meros integrantes del trabajo en general. Ese es el carácter específico del trabajo bajo el capitalismo. La forma de valor, que sólo contiene en sí la reducción de muchos y variados trabajos concretos a una masa abstracta, es el resultado necesario de este carácter específico del trabajo capitalista.20
François Dumartheray fue un obrero francés que en 1871 estuvo en la comuna de Lyon y que al parecer fue quien utilizó por primera vez el término comunismo libertario. Dumartheray que también abogaba por la supresión del trabajo, escribió lo siguiente:
«Mientras haya propiedad privada y autoridad paterna, no habrá libertad» […] «A menudo se dice que, para suprimir el Estado, hay que formar parte de él, como si para suprimir la Iglesia hubiera que convertirse en sacerdote u obispo»21
Y Kristin Ross nos dice: Cuando el tiempo de trabajo deja de ser la medida del trabajo y el trabajo la medida de la riqueza, entonces la riqueza dejará de medirse en términos de valor de cambio. Del mismo modo que para cada uno de esos pensadores cierto individualismo sólo era posible bajo el comunismo, que necesita y valora la contribución de cada individuo para el bien común, el verdadero lujo no podía ser sino el lujo comunal.22
Siguiendo con nuestro razonamiento, si ahora partimos desde la rebeldía contra el trabajo asalariado y la producción de valor de cambio, estamos pensando en otra libertad, y estamos también rechazando al Estado como el garante del capital. Esto implica también avanzar contra nuestra relación identitaria con la “clase trabajadora” ya que como también lo analizara Marx, la clase trabajadora es producida y reproducida por al capitalismo.
John Holloway escribe sobre esta relación identitaria: Si pensamos al trabajador como trabajador asalariado, se establece una identificación entre el trabajador y su fuerza de trabajo. Si se constituye de esta manera la identidad del trabajador como trabajador asalariado y por ende si el antagonismo principal es entre el capitalista y el trabajador, entonces se establece un concepto identitario (…) Si por el contrario, bajamos a la fábrica lo que descubrimos es la tensión, o el antagonismo, o la supresión de la humanidad del trabajador en el proceso del trabajo, en el proceso de producir plusvalor, tenemos aquí el centro de la teoría crítica. Criticamos a partir del hacer humano, de la actividad humana. Criticamos todas las apariencias que se presentan y que niegan el carácter activo de los humanos. No sólo criticamos “libertad”, “propiedad”, “igualdad”. Sino que criticamos un mundo identitario.23
Lo que dice Holloway aquí es que la lucha por la autodeterminación de nuestro hacer implica romper con el trabajo abstracto y la producción de valor, y por lo tanto romper con lo identitario de la clase trabajadora.
Luego agrega Holloway: Las luchas se dan por las identidades, pero si no se entienden como luchas que al mismo tiempo desbordan las identidades, se vuelven reaccionarias, identitarias.
Para el capitalismo no es un problema integrar las identidades […] lo único que al capital le generaría un problema es la ruptura con el trabajo abstracto. […] No digo que la única opción anticapitalista sea no vender nuestra fuerza de trabajo, lo que digo es que el centro de la emancipación anticapitalista debe ser la emancipación de la actividad humana respecto del trabajo abstracto.
La salida tiene que buscarse en términos de lo que no cabe dentro del movimiento obrero, en términos de desbordamiento.24
Ocultamientos y redescubrimientos
El ideario de la Comuna sobrevive a su represión (los fusilamientos en masa) y a la reacción contrarrevolucionaria que sobreviene en gran parte de Europa en las dos décadas siguientes. Lo hace, como hemos visto, a través de los encuentros de comuneros sobrevivientes con otros revolucionarios afines, en los que debaten las teorías generadas por la Comuna y con el surgimiento luego del comunismo libertario. Entonces, volviendo a la pregunta de la introducción de este escrito, si ese ideario había logrado sobrevivir, ¿Por qué hoy esas ideas se desconocen o fueron ensombrecidas? ¿Qué sucedió en el medio?
Tal vez gran parte de la respuesta la podamos encontrar en el advenimiento del Estado de la URSS, que impuso una “verdad revolucionaria” opuesta a las ideas planteadas a partir de la Comuna.
Mientras la Comuna y los revolucionarios de la época plantearon la disolución del Estado, el poder bolchevique hizo del Estado un culto. La necesidad de un Estado que centralice el poder está relacionada al mantenimiento del trabajo asalariado y el control social que requiere; La libre asociación del trabajo planteada por el comunismo libertario o la abolición del trabajo abstracto planteado por Marx o Dumartheray fueron sepultados en la URSS.
Por otra parte, el poder central del Estado y del Partido fue la respuesta contraria a la asociación libre de comunas autónomas independientes que, como hemos visto, se planteó desde la Comuna y sus continuadores.
Para Lenin, la Comuna había “fracasado” entre otras cosas porque no tenía “un partido obrero” que la conduzca como escribe en “En memoria de la Comuna” en 1911. Conocido es el festejo de Lenin (aunque no es seguro que haya sido patinando frente al Palacio de Invierno) en el día 73 de la revolución bolchevique ya que decía que esa revolución había triunfado al durar un día más que la Comuna de París. Quedaba así impuesta la “verdad” del Estado y del Partido como garantes de una “revolución triunfadora”, refutando la Comuna, el autogobierno y la libre asociación. Empezaba a construirse otra idea de “libertad”, idea que sigue predominando en el presente.
El ocultamiento se acrecienta con el silenciamiento y la tergiversación, por parte del “marxismo” oficial, justamente sobre las posturas de Marx con respecto al carácter dual del trabajo, una categoría central de El Capital25, al fetichismo y también al Estado incluyendo las rectificaciones que hiciera a raíz de la Comuna. Pero el silenciamiento no fue sólo sobre las ideas, ya que también se llevó a cabo mediante los asesinatos de bolcheviques y anarquistas que se oponían al rumbo que tomaba el poder ruso. Así ocurrió con los casos de Isaak Illich Rubin que publicó los “Ensayos sobre la teoría del valor de Marx” donde ponía el acento en la centralidad del fetichismo de la mercancía; y también con el de Evgeny Pashukanis con su “Teoría general del derecho y marxismo”. Ambos desaparecieron en las “purgas” de la década del treinta como cuenta John Holloway en “Fetichismo: el dilema trágico”.26 ; Y tal vez la máxima expresión represiva se da con la masacre sobre la comuna de Kronstadt llevada a cabo por Lenin y Trotsky, justo cuando se cumplían 50 años de la Comuna de París.
Emma Goldman, Escritora y activista política anarquista rusa, escribe en 1924:
El 17 de marzo el Gobierno comunista completó su «victoria» sobre el proletariado de Kronstadt y el 18 de marzo conmemoró a los mártires de la Comuna de París. Para todos los que fueron testigos mudos del ultraje cometido por los bolcheviques, el crimen contra Kronstadt fue mucho más enorme que la matanza de los comuneros en 1871, ya que se hizo en nombre de la Revolución Social, en nombre de la República Socialista. La historia no se engañará. En los anales de la Revolución Rusa, los nombres de Trotsky, Zinoviev y Dibenko se agregarán a los de Thiers y Gallifet27
Rescatar la Comuna: algunas conclusiones y planteos
Las ideas sobre el valor de cambio, el trabajo asalariado, el mercado o el Estado que como hemos visto impulsaron Reclus, Kropotkin, Marx, Morris, Dumartheray y muchos otros, fueron borradas bajo fuego y mediante la instauración de la disciplina estatal para controlar socialmente la producción.
Esa fue, para nosotr@s, una de las razones por las que se silenciaron las voces de la Comuna.
Setenta años después, con la caída del muro de Berlín y el fin del “socialismo real”, se abre la posibilidad de rescatar aquellas ideas y por ende, de volver a pensar que una revolución anti- capitalista es posible.
La Comuna se reencarna hoy en los caracoles zapatistas y los cantones de la revolución kurda.
Azize Aslan, activista-luchadora del movimiento de mujeres del Kurdistán dice: La Comuna vive hoy en día en Rojava como idea, como memoria revolucionaria, una reflexión crítica de lucha y como forma de organización y modo de autodeterminación de los pueblos.28
Qué planteamos: Más allá de que la existencia misma de las experiencias autonomistas del zapatismo y de la revolución de Rojava implican de hecho un rescate de la Comuna, necesitamos desenterrar sus ideas para ponerlas en juego en nuestros intentos de emancipación del capitalismo.
Ponerlas en juego implica no solo comprenderlas sino y sobre todo, romper con el ocultamiento que sigue en pie pese a la caída del socialismo real.
Proponemos romper con la visión binaria que separa “lo político” (representado en el anarquismo) y “lo económico” (representado en el marxismo). Este binarismo, impuesto por el positivismo de derecha y de izquierda impide revivir la confluencia que se llegó a dar entre anarquistas del comunismo libertario y comunistas cercanos al pensamiento de Marx, como hemos comentado en este artículo.
Proponemos cuestionar, como lo hicieron l@s comuneros y sus compañer@s de ruta, no sólo el Estado sino fundamentalmente las relaciones sociales capitalistas que reproducen el trabajo asalariado, el valor de cambio y la clase trabajadora.
Y este cuestionamiento implica el desafío de crear otro mundo. No basta con oponernos al poder impuesto, necesitamos ir creando ese otro mundo en el acto mismo de rebelión.
Proponemos para eso, y como punto de partida, la creación de redes entre grupos autonomistas o anticapitalistas, como una forma experimental de relación comunal o comunista.29
En eso estamos y por eso vamos.
Colectivo La Fogata, abril de 2022
Notas:
Glosario:
Raya Dunayevskaya (1910-1987), filósofa-activista nacida en Ucrania en 1910, aunque durante su infancia su familia la llevó a Estados Unidos, donde a los trece años de edad se unió al movimiento revolucionario de Chicago. En 1928, al ser expulsada del grupo de jóvenes del partido comunista, se unió a los trotskistas, secretaria de León Trotsky y traductora de obras clásicas del marxismo. Rompió con Trotsky y fundó la agrupación News and Letters Committees (Comités de Noticias y Cartas), la cual dirigió hasta que falleciera en junio de 1987. Fue la fundadora norteamericana de la filosofía del humanismo marxista
Piotr Alekséyevich Kropotkin: (Moscú, 9 de diciembre de 1842 – Dmítrov, 8 de febrero de 1921) Geógrafo, zoólogo y naturalista ruso, teórico político-económico, escritor y pensador. Es considerado como uno de los principales teóricos del movimiento anarquista, dentro del cual fue uno de los fundadores de la escuela del anarcocomunismo, y desarrolló la teoría del apoyo mutuo.
William Morris (Walthamstow, 24 de marzo de 1834-Londres, 3 de octubre de 1896), Activista comunista británico, diseñador y maestro textil, traductor, poeta y novelista. Adherente al Manifiesto de Karl Marx.
Élisée Reclus (Gironda, Francia, 15 de marzo de 1830-Torhout, Bélgica, 4 de julio de 1905): geógrafo francés, miembro anarquista de la Primera Internacional, creador de la Geografía social, comunero de la Comuna de París y uno de los fundadores del Comunismo Libertario
Mijaíl Aleksándrovich Bakunin (Priamújino, Torzhok, Imperio ruso, 30 de mayo de 1814 – Berna, Suiza, 1 de julio de 1876): Teórico político, filósofo, sociólogo y revolucionario anarquista ruso. Es uno de los más conocidos pensadores de la primera generación de filósofos anarquistas junto a Piotr Kropotkin, Pierre-Joseph Proudhon, Carlo Cafiero y Errico Malatesta. Está considerado uno de los padres de este pensamiento, dentro del cual propuso los planteamientos del anarcocolectivismo.
Elisabeth Dmitrieff (Volok, 1 de noviembre de 1851-Moscú, 1910 1918) fue una activista socialista rusa y figura importante de la Comuna de París de 1871. Junto a Nathalie Lemel, fue una de las fundadoras de la Unión de Mujeres, creada el 11 de abril de 1871.
Nikolái Gavrílovich Chernyshevski (12 de julio de 1828 – 17 de octubre de 1889): fue un revolucionario y un filósofo socialista ruso. Fue el líder del movimiento revolucionario en Rusia, conocido como naródnik, en la década de 1860, y una figura que influyó a líderes como Vladímir Lenin, Emma Goldman o Svetozar Marković.
Vera Ivánovna Zasúlich (27 de julio/8 de agosto de 1849 – 8 de mayo de 1919) fue una escritora y revolucionaria marxista rusa, miembro fundador del Grupo para la Emancipación del Trabajo.
Azize Aslan es kurda, activista-luchadora del movimiento de mujeres del Kurdistán. Socióloga y vive en México. Trabaja sobre las economías comunales, cooperativas y prácticas revolucionarias. Escribe a partir de la lucha kurda. Pensar una Revolución Popular desde las Comunas de Rojava. Azize Aslan. Presentación en el «Seminario ¡La Comuna vive! Desde París a Chiapas y Rojava»