Las revueltas, prácticas y teorías no se detienen, se encuentran y estallan. Aparecen y gritan. Lo hicieron las mujeres de Ni Una Menos en Argentina, lo hicieron las mujeres de media Latinoamérica. Lo hacen los movimientos indígenas, lo hacen los afrodescendientes de Estados Unidos, lo hacen los desertores de la guerra de Ucrania, lo hacen los saboteadores de la guerra, lo hacemos todos juntos.
Es el capitalismo, cariño, dirían algunos. El capitalismo es la guerra rusa en Ucrania, así como la de Yemen. El capitalismo es la ocupación israelí de Palestina. El capitalismo es Rusia, Turquía y la Siria de Assad atacando al confederalismo democrático. El capitalismo es Estados Unidos que apoya a los sirio-kurdos contra ISIS, pero los abandona en la política exterior.
El capitalismo está haciendo un festival llamado Eurovisión, gastando millones de euros, haciendo que el municipio de Turín ceda los asientos para el festival de forma gratuita y luego explotando a 700 personas haciéndolas trabajar gratis. Trabajar gratis especulando sobre la pasión de los jóvenes, prometiéndoles aprender un trabajo en el espectáculo. Trabajar gratis acostumbrados y obligados por los colegios a tener que trabajar horas en la empresa sin remuneración. Trabajar gratis después de haber sufrido campañas mediáticas sobre la necesidad de estar disponible para aprender un trabajo sin cobrar por ello.
Romper el cerco, las preguntas, las prácticas y la necesidades. Como enseñan los compañeros de la Marcha por el Agua que han atravesado México, es necesario mirar hacia adentro para entender cómo romper el círculo. Combinar la teoría con las necesidades, la teoría con la práctica, combinar práctica, teoría y necesidad. ¿Fácil? No, muy difícil. Don Andrea Gallo, aquí en Italia, citaba a menudo a Gramsci y recordaba que Antonio solía decir “el poder no es fuerte, es muy fuerte”.
Con este cuadro desdibujado, donde los colores de la revuelta se mezclan confusos y no logran emerger aplastados por el gris lúgubre que impone el capital. Pero el graffiti nos enseña que una capa de gris no es suficiente, los colores se van apoderando lentamente de la pared y resurgiendo. Las revueltas, prácticas y teorías no se detienen, se encuentran y estallan. Aparecen y gritan. Lo hicieron las mujeres de Ni Una Menos en Argentina, lo hicieron las mujeres de media Latinoamérica. Lo hacen los movimientos indígenas, lo hacen los afrodescendientes de Estados Unidos, lo hacen los desertores de la guerra de Ucrania, lo hacen los saboteadores de la guerra, lo hacemos todos juntos. Todos lo hacemos, quizás aprendiendo a no enviar una nota tarde porque nos hemos liberado de los que te roban el tiempo.