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Geografía libertaria versus geopolítica (r)

Raúl Prada Alcoreza :: 15.05.22

La geografía libertaria, que viene de las caras tradiciones de la geografía, asume la descripción del espacio a partir de las composiciones de relaciones desplegadas. Los mapas de estas composiciones, la descripción espacial de estas composiciones y el conocimiento de las composiciones forman parte de la actitud y actividad emancipatoria. La geografía libertaria devuelve la descripción espacial a la fenomenología de la percepción y a la fenomenología corporal; la geografía vuelve a formar parte de la praxis creadora social. Haciendo del conocimiento geográfico un conocimiento vital, incidiendo en las interacciones entre sociedades humanas y territorialidades, Oikos y ciclos vitales.

Geografía libertaria versus geopolítica

Raúl Prada Alcoreza

 

Geografía libertaria versus geopolítica, emancipación versus dominación. Este es el desplazamiento y la ruptura epistemológica definida en geografía, la ciencia descriptiva del espacio, por parte de Milton Santos. Después de él la geografía brasilera ahonda en los tópicos territoriales, estudiando y analizando los movimientos social-territoriales, por Bernardo Manzano; después, por Carlos Walter, discípulo de Milton Santos, deslizándose más lejos, con una geografía que interpreta y participa en las huellas territoriales y en los espesores de la movilización social. Es esta geografía activa y comprometida la que ha convertido a la disciplina del espacio en una heurística y hermenéutica de los espesores territoriales y de los tejidos espacio-temporales-sociales.

 

En América Latina la academia no ha seguido estos pasos; más bien, se ha encasillado en el enfoque de una geografía inmovilizada en los mapas y en teorías obsoletas; esto es muestra de un desolado anacronismo a estas las alturas de la experiencia social y de la memoria social, que sedimentan espacios-tiempos, en los saberes corporales y populares. Peor aún, la institución que dice representar a las ciencias sociales latinoamericanas, se ha enquistado en el conservadurismo más recalcitrante de un saber estatal que se presume de “ciencia”, por el solo hecho de usar la geografía, las partes más elementales y esquemáticas, para avalar sus estrategias de dominación; hablamos de la geopolítica. Esto habla de a dónde ha llegado la crisis de las ciencias sociales.

 

La geografía libertaria, que viene de las caras tradiciones de la geografía, asume la descripción del espacio a partir de las composiciones de relaciones desplegadas. Los mapas de estas composiciones, la descripción espacial de estas composiciones y el conocimiento de las composiciones forman parte de la actitud y actividad emancipatoria. La geografía libertaria devuelve la descripción espacial a la fenomenología de la percepción y a la fenomenología corporal; la geografía vuelve a formar parte de la praxis creadora social. Haciendo del conocimiento geográfico un conocimiento vital, incidiendo en las interacciones entre sociedades humanas y territorialidades, Oikos y ciclos vitales.

 

La geopolítica, en cambio, es una “ciencia” – si se puede darle ese nombre, que le queda muy grande – de la dominación, la dominación sobre el espacio y que utiliza el espacio para la dominación. Insistir, en el siglo XXI, en hacer geopolítica, enseñar geopolítica, excusarse en la geopolítica, para justificar el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente de un “gobierno progresista”, es, nada más ni nada menos, que evidenciar el recalcitrante conservadurismo intelectual, que retoma el paradigma imperialista del siglo XIX, para hablar de lo que no entiende, del espacio-tiempo del planeta. La crisis de las ciencias sociales devela la profundidad de su crisis cuando acude a refugiarse en estos paradigmas obsoletos, tanto para comprender, entender, conocer e interpretar los fenómenos territoriales y planetarios, que ahora se leen desde la perspectiva ecológica; incluso son obsoletos para usarlos en las estrategias de poder y de guerra de la actualidad. Con lo que estas ciencias sociales no solo que han llegado al límite de su horizonte epistemológico, que ya sería mucho decir, pues no alcanzan tal cosa, sino que han retrocedido al umbral, al límite del anterior horizonte epistemológico.

 

Por otra parte, la crisis de las ciencias sociales también devela la crisis ética, moral e intelectual. Como ya no se tiene nada que decir, cuando lo único que se hace es repetir lo mismo, cuando las investigaciones sociales resultan intrascendentes, más cerca de tesis universitarias, para cumplir formalidades, y muy lejos de aportes al conocimiento y a las sociedades, se recurre a la sombra de caudillos, cuya apariencia primera fue de gesto populista y hasta contestatario, cuya realidad constatada es que son una comedia grotesca de lo que fueron los caudillos nacional-populares de mediados del siglo XX. Es más, cuando estos caudillos muestran patentemente no solo su apego al modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente sino, siendo ya burguesía rentista, su vinculación con la hiper-burguesía de la energía fósil, con la burguesía mundial del capitalismo financiero y especulativo, el hacer de maestros de ceremonia en plena decadencia de un gobierno anti-indígena, inconstitucional – pues no ha cumplido con la Constitución, mas bien, la ha vulnerado sistemáticamente - y extractivista, manifiesta claramente los extremos de la decadencia intelectual.

 

La gravedad de esta crisis de las ciencias sociales y de la decadencia ética, moral e intelectual, es que se lo hace justo en el momento que se promulga la ley que levanta la intangibilidad del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécura (TIPNIS), contraviniendo la Constitución, violando y aplastando los derechos de las naciones y pueblos indígenas, además de los derechos de los seres de la Madre Tierra, consagrados en la Constitución; apoyándose en una consulta espuria, que no fue ni libre, ni con consentimiento, ni consensuada, ni informada, ni respetando las normas y procedimientos propios, establecidos por la Constitución. Sino una consulta chuta impuesta, hecha dolosamente y parcialmente, incluso con rapto de familias a cuarteles para que llenen el formulario de la encuesta.

 

Una rápida ponderación de la situación nos muestra que estas instituciones, que se hacen llamar y dicen representar las ciencias sociales en América Latina, no son más que agenciamientos concretos de poder, son dispositivos en los juegos de poder, tanto relativos al Estado, así como los juegos de poder relativos a la búsqueda de prestigio y al espectáculo de las ceremonias académicas.

 

Las sociedades alterativas, que son desenvolvimientos de la potencia social, aprenden de las experiencias de las luchas sociales, ahora, más que nunca, de la defensa de la vida. La intelectualidad comprometida con estas luchas, incansable crítica, es también la que aprende con los movimientos sociales anti-sistémicos, destruye paradigmas obsoletos y propone nuevas interpretaciones liberadoras para compartirlas colectivamente.


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