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Plebiscito constitucional, Chile: Por qué voy a votar nulo

Jaime Yovanovic (Profesor J) :: 08.07.22

Ante el poder prefiero la democracia, pero no la democracia electoral del poder, sino la democracia que no elije, la democracia que decide y ejecuta, la democracia cotidiana, la democracia directa, el buen vivir, las formas de vida comunitaria como estrategia de cambio.
Por último por todo ello soy abstencionista, pues antes que los de allá arriba estamos los de acá abajo, eso de los males el menor nos tiene cada día peor y como me obligan a votar, voto nulo.

Plebiscito constitucional, Chile: Por qué voy a votar nulo
 
Por Jaime Yovanovic (Profesor J)
 
Primeramente porque estoy por los cambios sociales hacia la sociedad sin clases, y el estado no lo permite por estar preso en las redes del capitalismo, de modo que las modificaciones que se hagan a la carta fundamental (constitución) sólo mejorarán la vida de quienes se han articulado economicamente a las empresas que destruyen la madre tierra y la vida o al estado que lo autoriza, en tanto la mayoría de la población y los pueblos sometidos con sus territorios ocupados, es decir, la población del estallido, no obtiene ningún beneficio, salvo una lista de derechos que quedan en el papel debido a que ninguna constitución altera los aparatos del poder que decide si se aplica, cuando y a quien el derecho escrito.
Luchar por una constitución mejor que la anterior es cambiar los grilletes de acero por unos de aluminio, o mejor de cristal irrompible para que se vea bonito y “democrático” y además produce la impresión de que no hay grillete ninguno.
Durante muchos años aceptamos la línea reformista de la revolución, aquella que nos dice que vamos adentrándonos al interior del aparato del estado paso a paso y escalando posiciones para cambiar desde adentro, pero luego vino la revolución cubana y enseñó que luchando podíamos sacar a los gobernantes y asumir los rebeldes la dirección de los asuntos públicos. Ello enemistó a los partidos llamados comunistas contra esos rebeldes que habían quebrado la línea de continuidad de los que se adentraban paso a paso respetando y defendiendo el aparato estatal.
Decretaron que la revolución cubana fue una excepción histórica para desilusionar y desarmar a los miles de latinoamericanos que empuñaban las armas para desencadenar las guerrillas y derrotar a los estados que nos oprimen. El Che Guevara fue declarado persona non grata y el partido comunista boliviano le cortó los vínculos con el campesinado y grupos urbanos, mientras los trotskistas re-diseñaban la estratregia del Che tildándolo de foquista. Luego en Cuba ante la agresión yanqui los gobernantes se entregaron al estalinismo soviético y ahora si que los partidos comunistas hablaron bien de ellos y se pusieron la camiseta del Che.
Ganó Allende en Chile y el movimiento social se organiza sin los partidos de la UP en cordones industriales, consejos campesinos, redes de campamentos de los sin casa, redes de abastecimiento popular, etc. que fueron duramente perseguidos especialmente por los partidos de la reforma.
Los militares aprovecharon esas peleas que llevaban adelante los partidos estatistas contra la población y lanzaron el golpe militar para negociar con esos mismos partidos la entrega del gobierno a la Concertación que llevó adelante el peor neoliberalismo que fue el campeón mundial del capitalismo y de su estado, cosa que denunció claramente el estallido social que fue manoseado por los partidos reformistas (Concertación, Nueva Mayoría y Frente Amplio) que en defensa de su status engañan a la población haciendo creer que el estallido fue por una “nueva” constitución en contra de la de Pinochet.
Así nos llevaron a esta cosa que llamaron convención constitucional que no pudo tocar la propiedad y acción de las grandes empresas, las fuerzas armadas y policiales, etc proponiendo algunas modificaciones en las formas de dirigir el gobierno. O sea, seguimos igual.
Para cambiar realmente es necesario volcar toda esa militancia del interior de los partidos por fuera de ellos y distanciándose de las dirigencias reformistas adentrarse en vez del estado esta vez hacerlo en los barrios, entre los vecinos, sus vecinos, donde está su nicho ecológico, su centro de operaciones, el eje de su vida personal, su familia, su hogar. Desde allí debe partir la dinámica del cambio, no entre burócratas en la cima del poder codeándose con los empresarios, sino donde las papas queman: en la vida cotidiana, donde no tendrá que pavonearse del título universitario como los arrogantes jóvenes ilustrados del frente amplio sino que tendrá que relacionarse con su cuerpo o cuerpa, con sus instintos con la memoria histórica de la especie, con la naturaleza, las huertas comunitarias y la olla común, la autogestión, la administración y el autogobierno de los barrios y comunidades.
Así nos encontramos en la unidad del pueblo, que no es unidad de partidos ni de leyes que nos dominan, sino que es el encuentro de vecinos en la autonomía, de izquierda o derecha, creyentes o ateos.
Y eso no necesita una constitución, pues no es el estado y sus reglas el que va a determinar como vivir y como relacionarnos con los demás. Eso lo hacemos nosotros.
Ante el poder prefiero la democracia, pero no la democracia electoral del poder, sino la democracia que no elije, la democracia que decide y ejecuta, la democracia cotidiana, la democracia directa, el buen vivir, las formas de vida comunitaria como estrategia de cambio.
Por último por todo ello soy abstencionista, pues antes que los de allá arriba estamos los de acá abajo, eso de los males el menor nos tiene cada día peor y como me obligan a votar, voto nulo.
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