Tratamos el territorio como dice el poeta: como principio, fin y medio. Empezando porque toda nuestra ascendencia estaba arraigada en la tierra. Somos hijos de pueblos que vivían en comunidades con una conexión espiritual con las plantas, los lagos, las mareas, etc.
Nos enfrentamos a tremendos desafíos en el actual momento de lucha anticapitalista y contracolonial, que se expresan tanto en la importancia de la tierra y el territorio para los pueblos en lucha como en los violentos contraataques contra los territorios y las recuperaciones de los pueblos negros e indígenas que han ocurrido recientemente en Brasil. El maestro Joelson Ferreira y Erahsto Felício en “Por terra e território: caminhos da revolução dos povos no BrasilW (p. 45), tejedores de la Red de los Pueblos, escriben:
“Tratamos el territorio como dice el poeta: como principio, fin y medio. Empezando porque toda nuestra ascendencia estaba arraigada en la tierra. Somos hijos de pueblos que vivían en comunidades con una conexión espiritual con las plantas, los lagos, las mareas, etc. Así, seguimos una tradición histórica en Brasil, que combate el latifundio a base de alianzas comunitarias para tomar el territorio. Hablamos de los Tamoios, Canudos, y la poderosa y duradera experiencia de Palmares. El principio es, pues, la tierra, la lucha por conservarla o por volver a ella. El fin, nuestro objetivo final es el territorio descolonializado del capitalismo, el racismo y el patriarcado. Es decir, la superación de esas formas violentas de dominación a las que hemos estado sometidos hasta ahora. Y el medio para conseguir esta victoria está en los propios territorios, produciendo alimentos, dándonos autonomía, organizando a la gente y protegiendo la vida, porque si no tomamos los territorios ahora, puede que no haya vida que disputar en el futuro!.
Luchar por la tierra y el territorio es luchar por la vida. Recuperar el territorio para los pueblos es recuperar una perspectiva de vida y vivir en medio de la máquina mortal del capitalismo colonizador globalizado.
¿Y las ciudades? ¿Y los barrios bajos en esto?
Es necesario profundizar en los intercambios de experiencias y en las reflexiones conjuntas para comprender el papel de las periferias urbanas en las luchas por la tierra y el territorio, contra el capital, el racismo, el patriarcado. Una de las cuestiones que se plantean es la de discutir el nexo entre las luchas entre lo no urbano y lo urbano en el contexto del capitalismo colonizador, su historia y su geografía.
Con el colonizador llegaron a Abya Yala un conjunto de sistemas de dominación. Ramón Grosfoguel1 señala que quien desembarcó en las playas de la costa atlántica de América fue un hombre europeo/capitalista/militar/cristiano/patriarcal/blanco/heterosexual, para imponer en el continente un sistema múltiple de opresiones implantado violentamente y mantenido durante más de 500 años hasta la actualidad.
El mayor genocidio de la historia de la humanidad es el resultado de este proceso, con estimaciones de un total de 70 millones de indígenas asesinados en todo el continente2. El proyecto del sistema-mundo moderno-colonial, que se originó en Europa, se estableció con la violencia contra la vida y otros seres como principio fundador de la sociedad global.
Si al mayor genocidio de la historia de los que habitaron Abya Yala se le suma otro genocidio igual de violento, la esclavización de los negros, se calcula que en total hasta 14 millones de hombres y mujeres negros fueron forzados y llevados violentamente a América, de los cuales casi 5 millones a Brasil, y se calcula que 670.000 fueron asesinados en el camino por las condiciones inhumanas de los barcos.
La lógica espacial en la que se inscribe esta violencia del sistema que se instauró con la colonización en Abya Yala, en Brasil, se expresa en lo que Ruy Moreira3 llamará el “modelo esclavista, latifundista y de monocultivo”, que se originó en la decisión de la corona portuguesa de dividir la colonia en 15 capitanías hereditarias. Hay una oposición diametral, sin posibilidad de mediación o compromiso, al “modelo comunitario” que comprende una diversidad de formas de convivencia, autoorganización y también autodefensa de los pueblos indígenas, quilombolas y –con la sucesiva expansión de las relaciones capital-trabajo en el campo- de los campesinos.
Con la modernización del campo durante el siglo XX, el espacio rural se convierte en una extensión de la fábrica, con la mecanización-industrialización de la producción agrícola, manteniendo o incluso intensificando la concentración de la tierra. Con el avance de este modelo, se le quita la base para sostener la vida a millones de personas, dejándolas primero sin acceso a la tierra y poco después sin acceso al trabajo remunerado. El resultado de este proceso: el éxodo rural. Por un lado, la industrialización en las ciudades demanda mano de obra barata fácilmente disponible en los centros urbanos, mientras que esta misma industrialización en el campo mecaniza la agricultura latifundista reduciendo drásticamente las oportunidades de trabajo en las regiones rurales. Expulsada del campo, la gente se ve obligada a llevar su mano de obra a los grandes centros urbanos, donde se recibe a la gente para trabajar pero no para vivir.
En las luchas contra esta toma por parte de la lógica del capital de cada vez más rincones del vasto territorio de Brasil, la resistencia indígena y negra está constituida por un sesgo anticolonial o anticolonialista diferente del sesgo anticapitalista de la lucha de los trabajadores rurales y urbanos. Mientras que los segundos luchan contra el capital cuando ya están totalmente subyugados a su lógica (la única forma de supervivencia que les queda es vender su mano de obra en el mercado de trabajo), los primeros luchan contra esta misma subyugación a la lógica del capital: las resistencias anticoloniales son en el fondo resistencias contra la instauración de la lógica capital-trabajo. Es la violencia incesante del capital y del Estado contra los pueblos.
Los campesinos ocupan aquí un interesante lugar intermedio, luchando por su supervivencia en un campo ya privatizado, subdividido en propiedades privadas. Es decir, cuando consiguen quedarse en el campo, producen para un mercado subyugado a la lógica del capital, pero tienen en sus manos el acceso a lo que es tan esencial para permitir que se desborde la dominación absoluta de esta lógica sobre la vida: la tierra.
En esta forma de leer la relación entre el capital colonizador globalizador y las luchas populares, el éxodo rural representa una de las grandes victorias del capital en su esfuerzo por someter a los sujetos anticolonialistas a su lógica. Una vez que llegan a los grandes centros urbanos, lo único que les queda a los sujetos migrantes es intentar vender su mano de obra en el precario mercado laboral. Como en las ciudades son «bienvenidos» sólo como trabajadores, pero no como sujetos con derechos, la falta total de acceso a la vivienda inicia un nuevo ciclo de lucha con ocupaciones de tierras en las luchas por la vivienda.
Con las favelas nace la forma espacial más destacada en la que se urbanizan las luchas de los pueblos contra el capital colonizador-globalizador y en la que las luchas indígenas-negras-campesinas, y con ellas el “modelo comunitario”, encuentran una forma espacial urbanizada. Una fuerte metáfora de los nexos entre las luchas de los pueblos y las insurgencias contracoloniales se encuentra en la forma de mutirão (trabajo colectivo) que se basa en el apoyo mutuo en la construcción de casas e infraestructuras básicas de forma colectiva y comunitaria. ¿Habría surgimiento y formación de favelas sin el mutirão?
Vemos así que las favelas, como formas espaciales, son el producto y el medio de luchas populares que tienen una innegable vena anticapitalista y anticolonial, aunque no siempre sea fácil captarlas o presentarlas explícitamente. Y en lugar de respuestas, es necesario reforzar la pregunta: en la lucha por la tierra, el territorio y la autonomía, ¿cuál es el (posible) papel y cuál es el poder de las favelas, sus territorios y sus sujetos? Una pregunta a la que sólo podemos encontrar respuesta en medio de las luchas de las faveladas.
¿Vamos a sumarnos a estas luchas? Luchemos, reflexionemos y encontremos respuestas juntos…
1. Grosfoguel, Ramón. Decolonizing Post-Colonial Studies and Paradigms of Political-Economy: Transmodernity, Decolonial Thinking, and Global Coloniality. In: TransModernity, 1 (1), 2011. Disponível em: https://escholarship.org/uc/item/21k6t3fq
2. Filho, Paula Cannabara. Maior genocídio da humanidade foi feito por europeus nas Américas: 70 milhões morreram. Diálogos do Sul, 31/5/2019. Disponível em: https://dialogosdosul.operamundi.uol.com.br/direitos-humanos/58765/maior-genocidio-da-humanidade-foi-feito-por-europeus-nas-americas-70-milhoes-morreram
3. Moreira, Ruy. A formação espacial brasileira. Uma contribuição crítica à geografia do Brasil. Rio de Janeiro: Consequência, 2012.