Agamben propone “una vida en potencia”. Esta vida en potencia supone siempre un encuentro con la pluralidad, “donde yo puedo, allí siempre hay muchos.” Donde hay muchos, pero que no coinciden unos con otros a la perfección; así mismo, Agamben propone, una nueva forma de entender el modo de ser del hombre, así como el “ser-en-común”.
En este orden de ideas, para Agamben la biopolítica, la inclusión de la vida humana en los cálculos de poder ha sido siempre la vía de comprensión de la política occidental. Rescataría la relación entre Bios, la manera de vivir propia de un individuo o de un grupo al estilo que le es propio, propio de la polis; y Zoé, en cambio, al hecho de vivir común a todos los vivientes, propio de la casa, se fusionan y pierden personalidad jurídica y práctica propia, una difuminación y eliminación de límites antes preconcebidos. Es decir, lo que ocurre en lo que el derecho denominaría en el ámbito de lo privado, se publicita, adquiere marco jurídico y se traspapela con las discusiones de lo público de lo común a todos. Para Agamben la política occidental puede considerarse desde el inicio como biopolítica, y la política moderna puede entenderse como un desarrollo extremo de ese fundamento biopolítico originario, en el que se difuminan fronteras que antes se demarcaban tajantemente.
La tesis central de Agamben es que la política occidental se basa en la idea de una “nuda vida” que ya sea interpretado como un concepto científico o médico, la vida desprovista de toda cualificación, lo que tiene en común la vida humana con la de un caracol o una planta, por exclusión es parte de la vida política. Para Agamben, la política occidental, desde los clásicos griegos y romanos, puede considerarse desde el inicio como esta relación entre la vida y la política, en sus diferentes niveles, y la política moderna puede entenderse como un desarrollo extremo de ese fundamento biopolítico originario, en el que desaparecen los límites iniciales entre ambos. Esta “nuda vida”, se incluye por exclusión en la vida política.
La categoría Bios-Zoé se trata de la oposición entre “el simple hecho de vivir (to zên)” y la “vida políticamente cualificada” (tò eû zên), que se recoge en la definición aristotélica del fin de la “comunidad perfecta”: «generada con vistas al vivir, existente esencialmente con vistas al vivir bien» Es justamente a través de esta concepción de la política como lugar en que “el vivir debe transformarse en vivir bien”, que puede entenderse en qué sentido la zoé, la idea de una mera vida natural, se incluye por exclusión en la vida de la polis. Es decir, al vivir sin la vida de la polis, excluyéndola, vivimos solo en nuestra concepción de seres, de entes orgánicos.
En esta categoría se ve al hombre, definido como “animal viviente y, además, capaz de existencia política”, debe suprimir aquello que lo caracteriza como mero viviente para realizar aquello que lo distingue como hombre. En esta dicotomía, se ve por un lado al hombre semejante a cualquier ser vivo como un ente orgánico con funciones y procesos físico-químicos, y al hombre inmiscuido en las facultades y actividades que lo hacen hombre, animal racional de polis.
La política pues se asocia con una “idea humanidad” que, al definir la pertenencia a la comunidad, presupone la exclusión de aquello que no puede ser representado bajo tal idea y se concibe en términos de nuda vida. Esto es, una vida que se encuentra en el umbral entre lo humano y lo no humano, incluida sólo por exclusión, es decir, exceptuada de la existencia política. La nuda vida es, pues, aquello que, al no poder ser incluido de ninguna manera, “se incluye en la forma de la excepción”
Según Agamben, la nuda vida pueda considerarse como el lugar en el que el soberano puede ejercer su poder de decisión y, en tanto tal (cf., 42), como un presupuesto fundamental del principio de la soberanía. Se trata de una conclusión que el autor intenta defender recogiendo conceptos y figuras paradigmáticas a lo largo del pensamiento occidental, que pueden servir como ejemplo para mostrar que tal pensamiento está dominado por la relación de excepción característica de la lógica de la soberanía y por la consiguiente presuposición de una “nuda vida”.
Siguiendo este criterio, una política no biopolítica: en primer lugar, sugiere que habría que pensar la vida humana como “potencia”, como “posibilidad de ser y de no ser” y no como dato dado, o como una esencia que haya que actualizar. Y, en segundo lugar, sugiere que la política debería orientarse según la idea de felicidad, como “problema” al que se enfrenta un ser de posibilidades, que se juega su vivir en su modo de vivir, en su forma de tener mundo y al que en el vivir le concierne en todo momento su modo de vivir, su comprensión del mundo.
Agamben propone “una vida en potencia”. Esta vida en potencia supone siempre un encuentro con la pluralidad, “donde yo puedo, allí siempre hay muchos.” Donde hay muchos, pero que no coinciden unos con otros a la perfección; así mismo, Agamben propone, una nueva forma de entender el modo de ser del hombre, así como el “ser-en-común”.