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Prefacio al libro «Crítica de las políticas públicas»

John Holloway :: 16.08.22

Buceando en las tormentosas aguas de las políticas implementadas en la Argentina reciente y sus resultados, a menudo desalentadores, este libro apunta a discutir la concepción subyacente de las políticas públicas y de su relación con la sociedad. Intenta responder, tanto a un nivel teórico metodológico como al nivel del análisis de casos, dos preguntas acerca de las políticas públicas íntimamente relacionadas entre sí: las preguntas por su forma, es decir, por las características que tiene en general el proceso de políticas públicas en el Estado capitalista, y la pregunta por su función, es decir, por la relación que esas políticas públicas guardan con los requerimientos de la reproducción social en la sociedad en la que vivimos. Buscamos con este libro aportar a la construcción de una perspectiva crítica de las políticas públicas, que es parte integrante de la crítica del Estado.

Prefacio al libro «Crítica de las políticas públicas»

John Holloway

* Prefacio al libro Crítica de las políticas públicas. Propuesta teórica y análisis de casos. Laura Alvarez Huwiler y Alberto Bonnet (compiladores). Agosto de 2022.

El capital es una forma de dominación efectiva aunque disfuncional. No puede asumirse que una parte de la dominación capitalista encaja funcionalmente con otras. No es una máquina que funciona sin problemas, como se asume a menudo en la izquierda. Así, el Estado es un Estado capitalista, atado en su existencia misma a la promoción de la acumulación de capital, pero no podemos asumir que todo lo que hace lo hace necesariamente en interés de la acumulación de capital. El Estado comete errores. Y no solo a causa de la estupidez de los políticos (que siempre es un elemento a considerar), sino en virtud de su forma.

¿Por qué sucede así? La libertad. La libertad de los trabajadores. Es impactante decir esto, pero es así. El centro de la relación capital es la explotación de los trabajadores basada en la venta y la compra de la fuerza de trabajo. Esto presupone su libertad, libertad en el doble sentido, como señala Marx, según el cual deben ser liberados del acceso a los medios de producción y también libres, a diferencia de los siervos o de los esclavos, de vender su fuerza de trabajo a quien se la compre. El hecho de que el hombre rico sea capaz de encontrar tal trabajador libre en el mercado es el resultado de una historia mundial de lucha. En su relato de esta lucha, principalmente en la sección sobre la acumulación primitiva u originaria, Marx se concentra en la crítica a la teoría liberal y señala que el “trabajador libre” es el resultado de la expulsión de los campesinos de la tierra y de siglos de brutal legislación contra el vagabundaje. Pero esto puede verse, también, desde el otro lado, como la ruptura de la dominación feudal resultante de la agitación de los campesinos, sus revueltas y huida hacia las ciudades. La explotación (el núcleo de toda sociedad de clases) solo podía continuar mediante una reformulación de la dominación, una reformulación que tuviera en cuenta el hecho de que los trabajadores eran ahora libres y ya no podían seguir siendo dominados de la misma manera que antes. Un elemento central de esta reformulación es la particularización del Estado, es decir, la generación del Estado como una forma particular de las relaciones sociales. Esta particularización es crucial para toda discusión de las políticas públicas y de la relación de “ensayo y error” entre el Estado y el capital.

El párrafo anterior es mi interpretación del debate de la derivación del Estado. El Estado, entendido como una instancia diferenciada respecto del proceso inmediato de explotación, es específico del capitalismo. El debate de la derivación, abierto por Wolfgang Müller y Christel Neusüss y desarrollado más claramente, en mi opinión, por Joachim Hirsch, intentó entender qué característica de la relación capital genera la existencia de un Estado aparente y realmente separado respecto del proceso inmediato de explotación. Se propusieron distintas respuestas, pero quizá, la más vigorosa, sea el hecho de que la explotación está mediada por la venta y la compra de la fuerza de trabajo, lo que implica que debe haber una separación del ejercicio de la fuerza material necesaria para todo sistema de dominación respecto del proceso inmediato de explotación. Si el explotador inmediato, el capitalista, tuviera el derecho de asesinar o de apresar a sus trabajadores, esto sería incompatible con la libertad de los trabajadores de moverse de un explotador a otro. El Estado, entonces, es particularizado o separado respecto del proceso inmediato de explotación, pero, precisamente por esta razón, depende del proceso de explotación para su propia existencia: es a partir del proceso de explotación y de acumulación de capital que el Estado deriva sus ingresos, los recursos materiales necesarios para pagar a sus trabajadores y los demás gastos necesarios para realizar sus tareas. La existencia del Estado depende de su éxito en la promoción de la acumulación de capital, pero al mismo tiempo, su separación respecto del proceso de acumulación de capital significa que eso solo puede alcanzarse a través del ensayo y error. Nuestra libertad, esto es, el hecho de que nuestros ancestros forzaron a los dominadores a reformular su dominación sobre la base del valor, arrastró una disfuncionalidad dentro del núcleo mismo de la dominación capitalista. El capital existe como una serie de relaciones sociales discretas -mercancía, valor, dinero, Estado y así sucesivamente-, al ser cada una un aspecto diferente de la misma relación capital y al estar, a su vez, cada una unida, pero también desunida de, la otra. Una separación-en-la-unidad, una unidad-en-la-separación en la cual, sin embargo, la unidad subyace en el fondo, accesible a la reflexión teórica y a las perspectivas del antagonismo.

Es esta particularización la que convierte al Estado en una dificultad. En virtud de estar atado a la reproducción del capital, es, a su vez, una forma de la relación capital que al mismo tiempo parece estar separado del capital. Esta es la base de las políticas reformistas. La existencia del Estado como una forma social particular opera como una invitación a la gente a canalizar sus descontentos a través del Estado. Esta particularización real puede implicar que en los hechos es posible alcanzar cambios significativos a través del Estado, aun cuando estos cambios parezcan ir en contra de los intereses del capital. Pero todo esto siempre es contenido dentro de la necesidad primordial del Estado de promover la acumulación de capital, una necesidad impuesta en la práctica, sobre todo, a través de los mercados financieros, como flujos monetarios en búsqueda de beneficios a través del mundo.

El desafío es mantener todo esto junto. Afirmaciones teóricas generales como las de los párrafos anteriores no son suficientes, dejan a un lado a menudo nuestras experiencias prácticas y nuestras luchas. ¿Cuán lejos puede empujarse la particularidad del Estado? ¿Cuán lejos pueden desafiarse los límites? ¿Es posible desligar de alguna manera al Estado respecto de la reproducción del capital? Vemos una y otra vez cómo los desafíos al capital proclamados en voz alta por líderes estatales como Evo Morales o Maduro o Tsipras acaban en la capitulación ante la realidad capitalista, pero ¿Qué sucede con las luchas más pequeñas, las luchas de los desfavorecidos por mejores condiciones de vida o las luchas contra la discriminación racial? Es claro que el Estado es un Estado capitalista, parte de un sistema opresivo que, posiblemente, nos conduzca hacia la extinción, pero yo recibo mi salario del Estado y, probablemente, la mayoría de los autores de este libro y muchos de sus lectores sobrevivan a partir del dinero recibido del Estado. ¿Qué debemos hacer con esto? ¿Cómo vinculamos la propuesta teórico-metodológica mencionada en el subtítulo del libro con nuestra experiencia práctica y con el análisis de políticas estatales particulares? El capital y el Estado fallan en su ajuste, su relación es una relación de ensayo y error, pero ¿Quién está ensayando y quién está errando? ¿Y alguien aprende de los errores?

En otras palabras: un libro maravilloso. Esto es lo que necesitamos para llevar adelante nuestra comprensión sobre el Estado. No solo afirmaciones teóricas generales y no solo estudios detallados, sino la interpenetración entre ambos, el desarrollo en detalle de qué significa la naturaleza capitalista del Estado. Un honor que se me haya solicitado escribir el Prefacio*.

 


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