Comienza la recta final de la campaña, y el apruebo continua en desventaja pese a que ambas opciones se encuentran ante un virtual estancamiento ante la apatía de las masas por el plebiscito. Por tanto ningún escenario se ha definido todavía. Lo que es claro es que gane quien gane, el texto constitucional se ha ceñido cada vez más al gusto de la minoría del país constituida por los empresarios, quienes continúan siendo los principales electores de este plebiscito.
Juegos de Palacio
Finalmente llegó el día. Tras semanas de intrigas palaciegas, que desató una verdadera “guerra civil” al interior del gobierno de Boric, los partidos de Apruebo Dignidad y la ex Concertación arribaron a un acuerdo de “reformas” a la nueva constitución. Estas se implementarían en caso de imponerse la opción apruebo en el plebiscito del 5 de septiembre.
El acuerdo no dejó conforme a nadie, como era de esperar de cualquier fruto de un gobierno débil. Un gobierno que se encuentra fuertemente tensionado y atomizado, por las fuerzas que pugnan en su interior ya sea por aumentar sus cuotas de poder como de defender posiciones alcanzadas.
El caso insigne es el del Partido Socialista, organización política que fue la columna vertebral del chile de los 30 años y que pese a perder las elecciones el Frente Amplio y el Partido Comunista decidieron revivirlo mediante un respirador artificial. Este respirador artificial son los cuantiosos recursos en costear funcionarios públicos a sueldo por el estado con que la maquinaria del PS se vio beneficiada con el reparto del poder que estableció Boric en su gabinete.
Sin embargo, este reparto no sirvió para que las fuerzas conservadoras detrás del PS respiren tranquilas. Una de sus principales posiciones que les permite mantener el poder, el Senado, se ha visto fuertemente amenazada durante este proceso constituyente. Pero , al percibir la debilidad del gobierno, han hecho carne aquel adagio estratégico que dice que la mejor forma de defender una posición es pasando a la ofensiva.
Así han desatado una enorme campaña mediática de desprestigio a su propio gobierno, para ganar nuevas posiciones en el estado pidiendo incluso voltear ministros del gabinete de Boric. Esta actitud golpista de parte de uno de los principales partidos cuestionados por la rebelión y cuyos lazos con el empresariado son evidentes desde hace años es tolerado y permitido por el Frente Amplio y el PC que se aferran a una victoria del apruebo y que una vez más las masas saben sus posiciones en el régimen político.
En otros artículos hemos analizado en detalle las características que explican el por que este es un gobierno débil. Basta decir ahora que por su situación de fragilidad, donde una de sus facetas es la ilustrativa historia que contamos anteriormente, no le permite ser una voz confiable a los empresarios, principales destinatarios del acuerdo que alcanzó la coalición de gobierno para moderar, aún más , la propuesta de nueva constitución.
Por esto es que, pese a que se comprometieron a volver aún más conservadora la propuesta de régimen político, eliminando el derecho democrático del parlamento y plebiscitos populares a discutir leyes que impliquen presupuesto o reponer el Senado, los empresarios nacionales continúan apostando por el rechazo. La esperanza de estabilidad por la que apuesta Boric parece esfumarse.
Los dos escenarios de la burguesía.
Desde que se firmó el acuerdo por la paz, los empresarios no han tenido una postura unitaria respecto de cuál es el mejor camino para restaurar el orden neoliberal profundamente debilitado tras la rebelión. Si bien la pandemia implicó un respiro, la inestable situación económica mundial pone en un escenario de incertidumbre respecto de cómo reaccionaría el pueblo si su situación de vida se vuelve más precaria. De ahí que los empresarios han intentado por todos los medios convencer de que la movilización no rinde frutos y como mucho dio origen a una camarilla parlamentaria en una convención constituyente , carente de todo poder para revertir la situación angustiante que vive la clase trabajadora.
Los capitales financieros, ligados a los fondos de inversión extranjera, y uno de los votantes principales de lo que ocurre en el país, se muestran favorables a que gane el apruebo y que un mayor gasto del estado implique mayor endeudamiento y sometimiento del país, como el caso argentino. Los empresarios nacionales, de mentalidad retrógrada y estrecha, apuestan por mantener sus negocios tal cual están y ven cualquier concesión un gasto inutil que no convencerá a un pueblo al que solo hay que mantenerlo a raya a punta de garrote. Pero ambas opciones en el fondo preservan el poder de distintas formas, dado que la clase dominante jamás realizará un plebiscito voluntariamente en donde el poder de los privilegiados fuese decidido por la mayoría. De eso se aseguran de antemano con una propuesta de constitución que prácticamente no afecta los pilares de la explotación capitalista en Chile.
Mediante las encuestas, instrumento ocupado para crear una ficción de apoyo popular a las opiniones minoritarias y reaccionarias de la burguesía, han buscado convencer de que el rechazo es el virtual ganador del plebiscito y de esa manera, gane quien gane el 5 de septiembre , esta no sería más que una escaramuza entre los politicos, por que los privilegios empresariales se mantendrán intactos.
La izquierda en el gobierno y en la convención no ha hecho que sumarse a esta operación allanándose a cumplir todos los caprichos del empresariado, buscando presentar la imagen de moderación que sólo ha servido para que el rechazo pruebe su punto: que las ideas del apruebo no tienen sustento. Esta señal de debilidad es la que el gobierno continúa transmitiendo y por tanto ha dejado de inspirar confianza a quienes lo votaron y ven cómo día a día Boric elige complacer a los empresarios mientras las condiciones de vida de los trabajadores se deterioran producto de la inflación.
La recta final
Sin embargo, pese a las sucesivas capitulaciones del apruebo, el rechazo no logra consolidar un escenario en que su opción sea la ganadora sin lugar a dudas. La incertidumbre que genera que el 4 de septiembre vote una cantidad de electores no determinada, dado que es la primera vez que se aplica una inscripción automática y voto obligatorio a la vez, da espacio para que sea una jornada llena de sorpresas. Tanto los 7.569.082 electores del plebiscito de entrada, como los 8.364.534 de la segunda vuelta marcaron récords de participación, pero ambas elecciones no contaban con el factor del voto obligatorio, que no se sabe cuánto ni cómo impactará.
Esta sensación de estancamiento, con una franja televisiva sin grandes sorpresas y la ausencia de una épica electoral o de programas claros en pugna entre ambas opciones , ha generado una sensación generalizada de apatía en la población que está produciendo un virtual estancamiento en la campaña.
El rechazo, confiado excesivamente en su victoria, ha decidido no improvisar en esta recta final y continuar pegado a su libreto de esconder a los políticos de derecha y mostrar “voces de la sociedad civil” y de la vieja concertación que rechazan la propuesta de la convención.
El apruebo, cuya campaña ha sido derechamente decadente como reflejo de su lastimosa claudicación a los empresarios, ahora recurre desesperadamente a las masas populares. Meses de gestos de servilismo empresarial no han servido para afirmar el gobierno. Los reformistas en su desesperación recién deciden movilizar a las masas con masivos puerta a puerta y actos principalmente en la región metropolitana con la esperanza de poder revertir el escenario que muestran las encuestas.
Lo que es claro es que gane quien gane, el texto constitucional se ha ceñido cada vez más al gusto de la minoría del país constituida por los empresarios, quienes continúan siendo los principales electores de este plebiscito.
ΙωαχεινSantiago de Chile
Martes 16 de agosto