A partir de marzo de 1998 comenzó a nacer como Universidad Trashumante. A estas alturas de nuestras acciones y reflexiones ya teníamos decidido con Sendas salir a recorrer el país. La idea de “salir” estaba inspirada en movernos nosotros, que las herramientas de los que podíamos estar en la universidad se expandieran y pudieran ponerse al servicio de la gente como apoyo a la reflexión, análisis y excusa para encontrarse a trabajar sobre sus problemáticas.
Desinformémonos
En las columnas anteriores fuimos narrando los antecedentes de lo que a partir de marzo de 1998 comenzó a nacer como Universidad Trashumante. A estas alturas de nuestras acciones y reflexiones ya teníamos decidido con Sendas salir a recorrer el país. La idea de “salir” estaba inspirada en movernos nosotros, que las herramientas de los que podíamos estar en la universidad se expandieran y pudieran ponerse al servicio de la gente como apoyo a la reflexión, análisis y excusa para encontrarse a trabajar sobre sus problemáticas. También nos guiaba el deseo de conocer in situ lo que estaba pasando en los distintos territorios de nuestro país. Con estas dos inquietudes comenzamos a armar un proyecto que al principio llamamos Universidad Nómade, hasta que una antropóloga amiga nos ayudó a profundizar en el concepto y pudimos saber que tenía una connotación despectiva, ella nos comentó que “trashumar” quería decir ir tras los mejores humus, las mejores tierras y las mejores gentes; eso nos marcó y definió nuestro proyecto.
Algo que nos dio mucho empuje fue la llegada del “Quirquincho”: un viejo colectivo (camión) Dodge de 1970 que había acompañado prácticas docentes y que la Universidad Nacional de San Luis estaba por dar de baja. Cuando nos enteramos, se lo pedimos prestado a la universidad y lo acondicionamos como una casilla rodante especial: con biblioteca, baño, una mesa para hacer las reuniones, etc. Este colectivo venía con nombre y con mística, sería el primer integrante fijo del proyecto y todavía nos acompaña en la actualidad.
Entonces comenzamos a preparar la giraDos compañeras comienzan con un trabajo al que llamamos pre-gira: salen a recorrer los territorios posibles antes de que llegara el Quirquincho con todo el equipo para realizar los talleres. Ya habíamos trazado un itinerario, teníamos claro que no queríamos ir a ciudades grandes sino andar por pueblos y ciudades chicas, comenzando con las provincias en las que teníamos contactos por trabajos previos. Pero lo cierto es que en algunos territorios nos conocían y en la mayoría no, por lo que este trabajo de las compañeras fue prácticamente de creación del imaginario de lo que sería la Trashumante, porque ellas iban a los pueblos a proponerles que llegaríamos con un taller de reflexión político-pedagógico-artístico pero en realidad nadie entendía nada de qué se trataba. Por eso fue muy llamativo que en algunos pueblos decidieron apoyarnos y nos recibieron con mucho gusto. Recibirnos significaba darnos una fecha, alojamiento y comida, ya que no teníamos presupuesto y el proyecto desde siempre fue completamente autónomo en cuanto a recursos. A veces contactábamos con alguna municipalidad, pero también dormíamos y comíamos en las casas de la gente. Fue así, mediante las pre-giras, que se fue armando y concretando el itinerario.
Paralelamente, íbamos organizando el trabajo más arduo que en realidad fue la discusión sobre qué íbamos a hacer en cada uno de los lugares a los que llegáramos. Mediante un proceso, fuimos definiendo un taller que duraba dos días y que fue el que realizamos en cada uno de los lugares donde estuvimos. El primer día era de “denuncia” y estaba enfocado en qué problemas veían ellos en el mundo, en América Latina, en Argentina, en su provincia y en la ciudad o pueblo en donde vivían. Esto lo pensamos a sabiendas de que los problemas que la gente identificara serían el punto de partida para empezar a trabajar. La metodología por supuesto era horizontal, sentados en ronda con una presentación muy peculiar porque queríamos ir más allá de las presentaciones formales y comenzábamos preguntando sobre qué sueños y proyectos de vida tenían, en dónde ponían las esperanzas y preguntas de esa naturaleza.
Una vez identificados los problemas, los discutíamos en grupos y en un segundo momento teníamos un espacio artístico que podía ser danza, teatro o algún juego, esto con el objetivo no solamente de divertirnos sino sobre todo tener herramientas que nos permitieran también pensar desde otro lugar que no fuera el racional, poniendo el cuerpo y a veces un poco el espíritu. Después cada grupo hacia su devolución, generalmente pedíamos que fuera en forma artística y después dábamos una devolución teórica con un marco teórico bien popular teniendo en cuenta a partir de lo que ellos decían lo que nosotros teníamos incorporado desde la educación popular.
El segundo día era de “anuncio”. Este día comenzábamos con una pregunta que sabíamos que era muy difícil pero también muy necesaria: ¿Se puede cambiar el mundo, sí o no? Esta pregunta la seguimos haciendo porque nosotros creemos firmemente en que el mundo se puede cambiar iniciando por los lugares de cada uno. Así armábamos dos grupos: los que decían que sí y los que decían que no. A los que decían que no, les pedíamos que trabajen sobre la pregunta de por qué no; y los que les decían que sí, tenían que reflexionar sobre las preguntas ¿desde dónde? (que era lo ideológico), ¿con quién? (que era lo político) y ¿cómo? (que era lo metodológico). La trayectoria era similar en los dos días luego de este trabajo hacíamos el momento artístico y luego otra nueva devolución teórica. El momento de cierre del taller no era de conclusión, pero sí pasábamos la palabra uno por uno, para que la gente dijera qué había sentido, qué había pensado y con qué se quedaba de esos días. Realmente era muy emotivo, se expresaban ideas y emociones muy fuertes y muchas veces a la noche llegaban artistas del pueblo y terminábamos en una peña popular; las despedidas eran largas.
Las provincias que recorrimos durante 1998 fueron: Córdoba, norte de Santa Fe, Misiones, Jujuy, Santiago del Estero, Catamarca, Mendoza, Neuquén y terminamos en La Pampa. Ese año hicimos 30.000 kilómetros de recorrido, en un colectivo que no podía andar a más de 70 por hora. Dentro del equipo iba siempre alguien que registraba todo lo que iba sucediendo en el taller, esos registros se enviaban a Sendas y se sistematizaban. Eso nos permitió escribir las “Crónicas de viaje”, donde desmenuzamos cada uno de los talleres de esa primera gira y acompañamos los relatos con reflexiones desde la educación popular.
Al terminar este año hicimos nuestro primer encuentro nacional en la Pampa (esto luego sería un hito en la Universidad Trashumante ya que comenzamos a hacer encuentros nacionales todos los años), ahí evaluamos toda la gira y tomamos algunas decisiones para la gira siguiente. El año 1999 estuvo dedicado a dar seminarios de formación y a preparar la gira del 2000 que sería por el sur del país, la Patagonia. Era una época de mucho entusiasmo y de mucha mística y en ese clima se fue creando la red “El otro país”. El nombre está inspirado en una canción de Teresa Parodi que poníamos en todos los talleres de la gira al comenzar. “He visto el otro país/ descalzo en el arenal/ con ojos de cunumí/ preguntándonos por la dignidad”, reza la canción. Y nuestra red se iba armando, con los mejores humus y las mejores gentes, con la firme convicción de encontrarnos, para crecer juntos un país desde abajo.