Kurdistán es una colonia cuyos recursos minerales son brutalmente explotados. Las minas para la extracción de materiales de importancia estratégica, como el cromo, el zinc, el cobre y el plomo, por ejemplo para la industria armamentística, devastan la región y destruyen el medio ambiente.
Desde 2012, se han realizado trabajos de exploración cerca de la ciudad de Dicle, en los asentamientos de Pirejman y Tunekrak, en Bakur (Kurdistán turco). La empresa Ölmez Doğu Mining ha excavado y volado pozos profundos. Sin embargo, como no se encontró suficiente metal, los agujeros siguen abiertos y la devastación continúa.
La superficie de las 24,94 hectáreas iniciales de terreno exploratorio, se ha multiplicado por más de 20 hasta alcanzar las 532,77 hectáreas. Las voladuras y la destrucción del medio ambiente provocaron las protestas de los residentes locales, que ahora exigen que se detengan las exploraciones.
“La mina esparce veneno”
Zülfiye Kişmir, residente local, declaró a la agencia de noticias Mezopotamya (MA) que se está destruyendo el equilibrio ecológico: “Aquí hay más de mil especies de seres vivos, y su supervivencia ahora está en juego. Porque esta mina esparce veneno. Nuestros manantiales se han secado, nuestros árboles frutales se han marchitado, nuestras carreteras están arruinadas, es decir, nuestro hábitat está completamente destruido. Nuestras vidas están en peligro”.
Kişmir habla de los agujeros sin sellar en la tierra: “Excavaron toda una zona y cuando terminaron la obra tuvieron que cerrar esa zona y reforestarla. Eso fue en 2012 y el año ya es 2022, han pasado diez años y las fosas siguen abiertas”.
“Por supuesto que hay un peligro aquí, un gran peligro. Los pozos están abiertos y la gente está trabajando en esta tierra, hay viñedos –agregó-. Uno puede ir a su viña, otro a los pastos, y si pierde el equilibrio y se cae allí, es seguro que estará muerto. Que quiten sus dedos de nuestra naturaleza. La naturaleza debe ser restaurada a un estado como era antes”.
“El Estado ayuda a las empresas”
Kişmir también informa de que los trabajos de exploración en la región kurda aumentaron, especialmente después de 2004. “Así que no hay lugar en el que no hayan entrado –explicó-. También podemos ver que el Estado está ayudando a los grupos. ¿Sería posible si no se ignoraran las leyes? Están realizando voladuras con dinamita en una mina que no está ni a un kilómetro del pueblo. No hay nada como esto en ningún otro lugar”.
“Cuando se detona la dinamita, estas montañas se balancean como un terremoto –alertó el poblador del lugar-. Eso va a causar derrumbes un día. No sólo eso, las explosiones acabarán con la vida en los bosques y en las montañas”.
Silencio y destrucción del medio ambiente
Kişmir señaló que “el año pasado hubo incendios en las provincias occidentales y la gente hizo una protesta. No queremos incendios ni la destrucción de la naturaleza en ningún sitio, pero en las montañas del Kurdistán se producen incendios casi a diario y se destruyen árboles, pero nadie levanta la voz; en cambio, hay represión por parte del Estado”.
“Cuando se trata de las montañas del Kurdistán, los tanques pasan por delante de los manifestantes, por lo que la gente es reacia a participar –advirtió-. En otros lugares dicen que amamos nuestros bosques y que debemos protegerlos como nuestros pulmones; se plantan árboles, pero aquí se destruyen árboles, y con el apoyo del Estado”.
“Los activistas medioambientales también discriminan”
Kişmir además criticó duramente a “los movimientos ecologistas y sus ONG”, porque “guardan silencio cuando se trata del Kurdistán. Si queremos ser activistas medioambientales, si queremos estar a favor de la naturaleza, eso debe significar que cada incendio forestal, cada sobreexplotación debe ser tratada de igual manera. Es como si todos los seres vivos del Kurdistán fueran culpables. La naturaleza, la piedra, el árbol, todos los animales aquí son culpables. Hay que erradicar esta visión”.
En tanto, Huseyin Kahraman, otro residente de la zona, declaró que “las empresas mineras también solían trabajar aquí. No tenemos viñedo, ni fruta, ni jardín, no pudimos cosechar nada por culpa del veneno”.
“Teníamos viñedos aquí, nuestras uvas se volvieron negras por el polvo de la excavación, ya no pudimos cosechar uvas –recordó-. Nuestros árboles se secaron. Había tantas almendras en este pueblo, que se cayeron todas de los árboles, no conseguimos más, no tenemos nada. La mayoría de los habitantes del pueblo se han ido de aquí a causa de esto. Esta mina es venenosa, no la queremos”.
FUENTE: ANF / Edición: Kurdistán América Latina