–Necesitamos saber el nombre, solo dice que tenía 12 años y que fue en Kobane
–Anotalo así y luego llamamos para averiguar
–No, necesitamos saber el nombre.
“Ebid Mihemed Heci, 12 años, murió a causa de un ataque de drone en Kobane el 16 de agosto por la mañana”, repite una joven kurda lo que otra persona le informa por teléfono.
Otras dos jóvenes despliegan papeles sobre una alfombra roja en el espacio donde la ventana deja entrar un triángulo de luz, otra más alejada anota en una hoja grande sin renglones en la que está dibujado un calendario del mes de agosto. Cada cuadrado pertenece a un día, en cada cuadrado hay un nombre, a veces dos, a veces ocho: son los muertos en los atentados por parte de Turquía a Rojava en el último mes.
En el cuadrado del 18 de agosto hay cuatro nombres de mujeres: Rania, Zozan, Dilan y Diyana. Cuatro adolescentes que jugaban al vóley en el patio de un centro infantil perteneciente a la ONU. Murieron tras ser víctimas de un ataque de un drone Turco. Ninguna de ellas tenía más de 17 años.
Fue la misma ONU la que alertó en varias ocaciones que en Rojava avanzaba un genocidio debido a la frecuencia de ataques por parte de Ankara. El Centro de Información de Rojava relevó que 75 civiles resultaron muertos o heridos por los ataques del ejército turco en el último mes. El 25 de agosto, otros dos niños resultaron heridos en un atentado de drone en Tal Rifat, al norte de Siria. Entre julio y agosto, la escalada de la violencia se saldó con la muerte de un 34 niños, de los cuales 13 murieron en las últimas semanas, según informó la organización Save the Children.
Las imágenes de una guerra donde los ejércitos combaten cuerpo a cuerpo se van reemplazando por imágenes donde quien dispara es un objeto volador no tripulado, donde quien muere no está combatiendo, no sabe el riesgo, no antecede el impacto. Esta guerra no da ni siquiera el derecho a sentir miedo unos segundos antes de morir.
El 19 de julio el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, se reunió en Teherán con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el presidente de Irán, Ebrahim Raisi, buscando conseguir luz verde para la operación que Turquía busca desarrollar en el noroeste de Siria, en territorio que pertenece a la revolución. Lo que Turquia plantea como un “cordón de seguridad” para combatir el terrorismo, es visto por los miembros de la revolución como una nueva invasión en su territorio que, por el lugar geográfico donde esta planeada, significa poner en riesgo a la revolución en su totalidad. Ni Rusia ni Irán dieron el OK que el mandatario de Turquía esperaba.
Aunque no hay invasión terrestre, se han intensificado los ataques turcos en la región mediante un bombardeo casi constante. Dos tercios de todas las muertes relacionadas con drones este año se han producido en este último mes.
El pueblo atacado
El kurdo, pueblo milenario y originario, es el segundo grupo étnico más grande de Medio Oriente: 40 millones de personas distribuidas en un territorio que, después de la Primera Guerra Mundial, quedó dividido en cuatro países fronterizos: Siria, Turquía, Irak e Irán. Durante décadas, los kurdos y las kurdas vivieron oprimidos en estos países, especialmente en Turquía, donde fueron perseguidos y masacrados por hablar su idioma o reivindicar su identidad.
Actualmente Turquía ocupa ilegalmente el cantón Kurdo de Afrin y las ciudades de Al Bab, Serêkaniyê, Azaz y Girê Spî. Ankara Tiene como primer objetivo ocupar dos ciudades más y como meta general acabar con el proyecto revolucionario de Rojava. Con la crisis económica actual de Turquía, lo único que puede sostener el poder de Erdogan es un logro real, -aunque esto signifique una guerra total- que sume a su proyecto de reconstrucción neo-otomana.
En 1984 se inició un proceso de resistencia armada, llevada adelante por un joven partido que había nacido hace seis años y que nucleaba a trabajadores y estudiantes de izquierda: el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). A fines de los 90, Abdullah Öcalan, líder del PKK, fue condenado a prisión perpetua por el Estado turco. Encarcelado y sin acceso a recursos, reformuló el ideario del partido y delineó los principios del Confederalismo Democrático, una perspectiva ideológica que se propone como solución para la cuestión kurda y que se basa ya no en la creación de un Estado propio, sino en la organización en pequeñas democracias directas y descentralizadas, abiertas a otros grupos étnicos y políticos, con el respeto por el medio ambiente, la violencia como ejercicio de autodefensa y lo más importante, la liberación de la mujer.
Las mujeres ocupan el lugar central en la lucha revolucionaria kurda, el movimiento de mujeres libres de Kurdistán fue fundado en 1987 y en 1993 se formaron las primeras unidades femeninas dentro de la guerrilla. En todo Kurdistán, centenares de mujeres kurdas huyeron del destino esperado por una sociedad profundamente patriarcal y se unieron a la lucha armada en las montañas.
En el 2022, la revolucion liderada por el pueblo kurdo cumplió diez años. Quizás el momento donde está pudiendo ver algunos frutos de una década de implementación del Confederalismo Democratico. Mujeres en todos los estratos de la sociedad están ocupando lugares que en centenas de años fueron negados, convivencia entre etnias y religiones, fuerzas de seguridad autónomas y asambleas vecinales tomando decisiones y resolviendo problemas de la sociedad son algunos de los logros de este foco utópico en el eje del mal.
En estos diez años nunca cesaron los ataques, siempre hubo bloqueo económico y hasta de agua y electricidad. Es normal en las ciudades cruzarse con tanques que tienen la Z, propiedad de Rusia o cowboys americanos. Estos gigantes que en su momento dieron muestras de apoyo a la revolución cuando el enemigo era el fundamentalismo islámico, en los últimos años hizo la vista gorda cada vez que atacó Ankara. Las grandes potencias saben que están negociando con el segundo ejército más grande de la OTAN y eligen cerrar los ojos ante los ataques constantes a civiles. Los representantes de la revolución consideran que aquí se viene disputando la tercera guerra mundial.
En Medio Oriente las ambiciones imperiales juegan al ajedrez mientras día a día mueren civiles yendo al trabajo, niños yendo a hacer los mandados al mercado o adolescentes jugando al voley.
FUENTE: Mauricio Centurión (Fotos y texto, desde Rojava) / Enfant Terrible