Hay otra salida a la caduca democracia representativa. Los Caracoles zapatistas funcionan sin clase política tradicional, sin partidos, sin onerosas elecciones, sin sueldos a los servidores públicos. Ante la crisis y descomposición del sistema político liberal dominante, Los Caracoles zapatistas vislumbran que otras formas de hacer política son posibles, que otros mundos son posibles.
El sistema liberal de representación política que concede orden legal y legitima el moderno sistema de dominación capitalista está en crisis en México, como en todo el mundo. Las llamadas democracias representativas en todas sus modalidades, crujen ante las diversas manifestaciones de sus crisis.
La manifestación más patente de esta crisis es el hartazgo de las sociedades ante los actores y los procedimientos mediante los que se reproduce este sistema. Hay un claro hartazgo de la sociedad hacia la figura del político profesional, a quien se mira como un sujeto que no trabaja por el bien común sino en beneficio de sus propios intereses, la mayoría de las veces cínicos y corruptos cuando no criminales, como bien lo pinta el personaje de Francis Underwood de la serie House of Cards, o en la vida real Carlos Salinas de Gortari.
Hay una insatisfacción también hacia los partidos políticos tradicionales que no son organizaciones de interés público, sino corporaciones organizadas que necesitan del control de los poderes públicos para satisfacer los intereses de grupos de poder, y el acceso a privilegios a la abultada clase política.
Existe también una marcada y creciente insatisfacción acerca del procedimiento esencial de reproducción de este sistema como las elecciones, que son notoriamente costosas y muchas veces fraudulentas o sesgadas por los grupos de interés, el control de masas de votantes o de la manipulación de los mismos mediante viejas y nuevas prácticas de manipulación de conciencias, como se evidenció en el Brexit con el uso de fakes news y mensajes sesgados en redes sociales con modernas tecnologías de inteligencia artificial.
Y un elemento adicional de marcada crisis del sistema político de representación liberal es la insatisfacción, hartazgo y decepción que las sociedades tienen ante el ejercicio de gobierno, en contextos recientes de polarización y exacerbación de la opinión pública.
Una encuesta del Pew Research Center entre los países de la OCDE, México incluido, encontró en 2020 que 52 por ciento de la población de estos países manifestaba insatisfacción con la “democracia”, el sistema político dominante en el actual orden capitalista.
Hasta ahora estas crisis yuxtapuestas del moderno sistema político liberal capitalista se han intentando atajar mediante reformas electorales y del mismo sistema político, pero resultan siempre insuficientes, siempre insatisfactorias, como ha ocurrido en México en los pasados 40 años.
En México se han llevado a cabo una decena de reformas políticas-electorales desde 1977, y aún así el sistema político no resulta satisfactorio para la sociedad mexicana. La insatisfacción se manifiesta, entre otras formas, con tasas de abstencionismo de hasta 50 por ciento en promedio en elecciones federales, y tasas más altas en elecciones estatales.
Ante ese horizonte, se piensa que no hay salidas. Pero como tímidas luces en una noche oscura se iluminan algunas experiencias políticas que muestran que es posible otras formas y otros horizontes de hacer política. La experiencia zapatista es una de ellas. Uno de los ejemplos más importantes en México y en el mundo es el ejercicio de la autonomía en las comunidades mayas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) ahora que se cumplieron 19 años del anuncio de Los Caracoles zapatistas, el pasado 9 de agosto.
El EZLN, como se sabe, es un sujeto político compuesto por cientos de comunidades indígenas mayas de Chiapas que el 1 de enero de 1994 emergieron públicamente para declararle la guerra al Estado mexicano por los siglos de despojo y abandono en contra de su población. La declaratoria del EZLN fue respondida por el Gobierno de Carlos Salinas de Gortari con una guerra que intentó exterminar a este grupo insurgente que mediante las armas se visibilizaba para exigir las condiciones mínimas para una vida digna.
Tras la guerra del Gobierno, vino la respuesta solidaria de la sociedad civil mexicana que exigió el cese de la violencia estatal. El EZLN respondió aceptando las negociaciones en la catedral de San Cristóbal en febrero de 1994 y posteriormente en los Diálogos de San Andrés en 1996. Pero la clase política (PAN, PRI y PRD) traicionaron los acuerdos pactados. Debido a esta traición las comunidades indígenas rebeldes organizadas en el EZLN decidieron ejercer su autonomía social, económica, política y cultural sin ninguna relación con el Estado, los partidos y la clase política. Solo valiéndose de su propia fuerza y su propio trabajo.
Desde que se rebelaron crearon los Municipios autónomos rebeldes zapatistas (Marez), que en 1994 se organizaron a través de los llamados Aguascalientes, unas formas de Gobierno comunitaria regional. Así funcionaron cinco Aguascalientes (gobiernos autonómicos regionales) hasta agosto de 2003 que se crearon Los Caracoles, Las Juntas de Buen Gobierno encargados de regular las relaciones entre los Marez y la sociedad civil, los conflictos entre los municipios autónomos, y sobre todo tomar decisiones autónomas regionales. En una serie de comunicados en julio de 2003, los zapatistas anunciaron la profundización en su ejercicio de autonomía y la consolidación de cinco Caracoles. 16 años después, en agosto de 2019, Los Caracoles zapatistas crecieron hasta doce estructuras de autogobierno y el aumento de 27 a 43 municipios autónomos.
Desde estas formas de organización se definen los asuntos esenciales de las comunidades zapatistas, como salud, educación, justicia, comunicación, género, trabajo, vivienda, tierra, comercio, alimentación, cultura, todo en dentro de una política comunitaria y autónoma.
En el comunicado Chiapas: la treceava estela, firmado por el entonces subcomandante Marcos a nombre del Comité Clandestino Revolucionario Indígena del EZLN en julio de 2003, se recuerda que esta forma de autogobierno “no es invención o aportación del EZLN. Viene de más lejos y, cuando nació el EZLN, ya tenía un buen rato que esto funcionaba, aunque sólo a nivel de cada comunidad”, es decir, las modernas formas de autonomía que ejercen las actuales comunidades mayas, provienen de los modos ancestrales de organización de las comunidades indígenas.
Si bien en la práctica este ejercicio de autogobierno comunitario supera muchos de los problemas del caduco sistema liberal de democracia representativa, no es un ejercicio sin contradicciones. En el comunicado citado, decía el subcomandante Marcos: “No quiero que quede la impresión de que se trata de algo perfecto y que sea idealizado. El ‘mandar obedeciendo’ en los territorios zapatistas es una tendencia, y no está exenta de sube-y-bajas, contradicciones y desviaciones, pero es una tendencia dominante”.
De ese modo, no sin contradicciones, Los Caracoles zapatistas, con sus Juntas de Buen Gobierno y Municipios autónomos rebeldes zapatistas, representan no sólo la forma de organizar la digna rabia que motivó el alzamiento zapatista; tras 28 años de rebelión han mejorado sustancialmente las comunidades zapatistas haciendo realidad una vida digna para cientos de miles de pobladores mayas en Chiapas.
Y demuestran que hay otra salida a la caduca democracia representativa. Los Caracoles zapatistas funcionan sin clase política tradicional, sin partidos, sin onerosas elecciones, sin sueldos a los servidores públicos. Ante la crisis y descomposición del sistema político liberal dominante, Los Caracoles zapatistas vislumbran que otras formas de hacer política son posibles, que otros mundos son posibles.